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Sobre mi consulado

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Sobre mi consulado
de Marco Tulio Cicerón
traducción de Alejandro Alderete

Fragmento 2

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Inflamado con su fuego Jove por lo etéreo gira y lustra con su luz el mundo entero y su mente divina sigue al cielo y a las tierras atrapando los sentidos de los hombres y sus vidas, cercado y encerrado en las cavernas del éter eterno. Y si quieres conocer el errante movimiento de los astros y cuáles son las sedes de sus signos, que vagan solo en falsas voces de los griegos, cuando en verdad siguen curso y espacio fijos, por la mente divina notarás todo marcado.

Y siendo ya tú consul, el volante movimiento de los astros y el fulgor vibrante de su encuentro viste y también el claro ardor de los trémulos cometas cuando en el blanco monte Albano los túmulos lustrabas y ofrendabas alegre leche en las fiestas latinas, y confuso pensabas muchas cosas en los estragos nocturnos, pues casi siempre caían esas fiestas en los tiempos funestos, y su clara cara con densa oscuridad la luna ocultaba y súbitamente desaparecía en la noche estrellada.

¿Y qué de la antorcha de Febo, triste anuncio de guerra, que hacia el gran culmen con ardor encendido volaba, buscando con esmero el ocaso y la parte del cielo abrupta? ¿Y cuándo ese ciudadano fulminado por un rayo dejó su última mirada bajo una luz serenada? ¿Y cuándo se estremeció con su cuerpo la tierra pesada? Entonces, en los tiempos nocturnos, varias formas terribles vistas advertían de pugnas y guerras y los vates furentes efundían por muchas tierras oráculos de tristes y amenazantes desgracias, y todo lo que por el paso del tiempo al fin caería, proclamaba que perpetuos y claros signos serían el mismo dios padre y así al cielo y a la tierra cantaba.

Ahora esas cosas que siendo Torcuato cónsul con Cotta el arúspice lidio de las gentes tirrenas[1] dijera, todas ellas las aglomera y determina tu año. Pues el padre altitonante desde el Olimpo estrellado también una vez marchó a sus templos y túmulos y sobre las sedes capitolinas su fuego arrojó. Y entonces la figura venerada y vetusta de Natta broncínea cayó y con ella las leyes por gracia del viejo numen, y del rayo el ardor las efigies de los dioses quemó. Y la nodriza silvestre de la estirpe romana aquí estaba, Marcia[2], que los parvos nacidos del semen de Marte con sus grávidas ubres rosada vital regaba, y también junto a los niños por el golpe del rayo fulgente cayó y dejó los vestigios de sus pies arrancados.

¿Quién entonces no veía los monumentos y escritos y no extraía voces lúgubres de los libros etruscos? Todos decían que la noble estirpe civil procedente de un hombre ingente una ruina y una peste anunciaba y con voz firme el excidio de las leyes promulgaban, y los templos de los dioses, e incluso la urbe clamaban que por llamas cederían y temían horribles estragos y matanzas, y que estas cosas serían fijadas por un grave hado y causadas a no ser que la santa imagen de Jove con decoro formada a la excelsa culmen accediera y los claros ortos mirara: Entonces pudiera que el pueblo y el santo senado discerniera los ocultos conatos, si al orto del sol y a las sedes paternas del pueblo Jove contemplara.

Esta tan tardía imagen y tanto demorada siendo cónsul tú en su alta sede al fin fue colocada, y en tan solo una hora fijada y señalada, Júpiter desde la alta columna con su cetro iluminaba, ya la ruina de la patria con fuego y fierro preparada al pueblo y a los padres los alóbroges clamaran.

Así bajo el rito los antiguos, cuyos monumentos guardas, que pueblos y urbes con virtud y mesura gobernaron, bajo el rito tus ancestros, cuya piedad, fe y sapiencia sobresalió y superó a todos, especialmente veneraron con vigoroso numen a los dioses.

Bien visible es esto para el sagaz que contempla íntimamente, para quienes ledos estudiando lo bello pasaron su ocio, que a través de la Academia umbría y del nítido Liceo[3] vertieron las claras artes de su fecundo pecho. Sustraído de ello ya en la flor de la juventud a ti la patria te colocó entre tan grande virtud. Pero tú, aliviando con reposo las preocupaciones, consagraste a nosotros y al estudio lo que deja libre la patria.

Fuente

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Notas

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  1. Tanto "lidio" como "tirreno" eran nomenclaturas comunes para los etruscos en la antigüedad romana.
  2. En referencia a la loba que amamantó a Rómulo y Remo en el mito fundacional de Roma.
  3. En referencia a la Academia de Platón y al Liceo de Aristóteles.