Son los sueños que pasan...

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Los jardines interiores
de Amado Nervo
Son los sueños que pasan...

A veces tu recuerdo se condensa
en mil formas extrañas; huye el día
y en rojo funeral, sobre la inmensa
extensión del azur, ¡la tarde piensa
y yo pienso con ella, vida mía!

¡Pienso en ti!
Cae el sol.
Alguien me nombra:
una voz -¡muy lejana!- de reproche;
y clavado de horror sobre la alfombra,
con los ojos abiertos en la sombra
te busco entre los sueños de mi noche.


El primer sueño

Y un sueño viene a mí. Cruza la sala
con vuelo de fantasma, y se divulga
un rumor ideal si bate el ala,
y es tan puro como una colegiala
vestidita de lino, que comulga:
¡La fe de mi niñez!


El segundo sueño

Oigo un escherso
inefable que el ánima me arroba
y otro sueño se acerca entre el disperso
enjambre, y es azul: el primer verso
que escribí, niño y trémulo, en mi alcoba...


El tercer sueño

Y llega un sueño rosa -¡oh paraíso!-
y siento no se qué dulces resabios:
es el beso primer que de improviso
le dejé a una muchacha que me quiso,
cierta noche de abril, entre los labios.


El cuarto sueño

¡Y luego un sueño púrpura! Ni el cielo
tan vivo luce cuando el sol navega...
¡Le conozco muy bien!: ¡el primer celo!
Mas si ya no sé odiar, ¡si ya el Otelo
murió en mi corazón!
¡qué tarde llega!




Y por fin vienes tú, con el sedeño
pelo arropas mi frente atormentada
y al oído me dices: pobre dueño,
lo mejor de mi ser es ser un sueño,
un copito de luz, un eco, nada...

Y suspiras: «¡Adiós!» y en el tranquilo
azul donde cada astro es como un broche
de trémulo cristal, hallas asilo,
mientras surge el menguante y con su filo
guillotina la testa de la noche...