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Ulalume (Díaz tr.)

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
ULALUME
A Eduardo Schiaffino.


El cielo estaba gris, mustias las hojas,
Encogidas las hojas y abrasadas.
Era, del solitario mes de Octubre,
Noche sombría, en época lejana,
Próximo al lago de Áuber, en la obscura
Tierra de Weir, brumosa y encantada —
Junto al ciénago de Áuber, en la triste
Región de Weir, vampírica y extraña.

Por la inmensa avenida silenciosa
De cipreses titánicos, vagaba —
Por la inmensa avenida de cipreses,

Vagaba junto con Psiqué, mi alma,
Cuando mi corazón era volcánico
Como los ríos de encendida lava —
Como los ríos de encendida escoria
Que su corriente sulfurosa arrastran,
Y de la cumbre del Yanek descienden
Allá, del polo en la región helada —
Que, gemebundos, del Yanek descienden,
Del Polo Norte en la región ingrata.

Nuestro diálogo fué grave y tranquilo;
Graves fueron también nuestras palabras —
Mas quedó el pensamiento adormecido,
Y la memoria, soñolienta y lánguida.
Que era noche de Octubre, no advertimos —
(¡Ah! Noche de las Noches... Noche infausta!)
Ni el triste lago de Áuber recordamos —
(Aunque, en otro momento, hasta el llegara) —
Ni el triste lago de Áuber, ni la obscura
Región de Weir, vampírica y extraña.

Y, mientras que la noche envejecía,
Y anunciaban los astros la mañana,
Y auguraba el cuadrante su venida —
Al fin de la arboleda solitaria

Fulgor opaco y nebuloso vimos
Del que surgió la media luna mágica —
La luna de Astarté, con doble cuerno,
Con doble cuerno diamantina y clara.

"Rueda á través de un éter de suspiros,
Y es — dije — más ardiente, más que Diana —
El llanto vió correr por las mejillas
Donde el gusano, sin morir, se arrastra;
Por mostrarnos la ruta de los cielos —
La paz Lethea de los cielos, marcha:
Las estrellas del León ha traspasado —
La guarida del León dejó á su espalda —
Y, á despecho del León, brillan sus ojos
Y el amor reverbera en su mirada."

Mas Psiqué dijo levantando el índice :
"Tiene aquel astro palidez extraña —
Hondo recelo inspírame... ¡alejémonos!
Huyamos pronto de su luz nefasta!
Oh! volemos!... volemos! " — Y en el polvo
Rozaron los extremos de sus alas —
Y me habló, de terror estremecida,
Y, en el polvo, caer dejó sus alas —
Sollozó con angustia, tristemente

Arrastrando las plumas de sus alas.

"¡Delirios son! — le respondí — sigamos
Á favor de esta luz, trémula y diáfana!
Su esplendor Sibilino está irradiando
Á un tiempo, la Belleza y la Esperanza!
Mira! el camino de los cielos busca
Y, á través de la noche se adelanta —
Confiar podemos en su luz benigna
Que ha de llevarnos á segura playa —
Confiar debemos en su luz tranquila
Que, á través de la noche, al cielo avanza!"

Y, de Psiqué venciendo los terrores,
Tornó á su pecho la perdida calma,
Y la induje, venciendo su tristeza,
Venciendo sus temores, y besándola,
Á seguir hasta el fin — cuando de pronto,
De la avenida al fin — nuestra mirada
Detúvose en la puerta de una tumba,
La puerta de una tumba legendaria:
¿Qué hay escrito — la dije — qué hay escrito,
De esa tumba en la puerta, dulce hermana?
"Ulalume!... Ulalume!..." ella repuso;
"Tu perdida Ulalume, idolatrada!..."

Quedó mi corazón mustio y sombrío
Como las hojas secas y erispadas —
Como las hojas secas y encogidas —
Y, "fué Octubre, sin duda, murmuraba —
En esta misma noche cuando vine
Aquí, trayendo abrumadora carga —
Del año que pasó, fué en esta noche,
En esta noche, cual ninguna infausta.
Ah! qué demonio me empujó á este sitio
Y me condujo á esta región fantástica!
Bien conozco este mudo lago de Áuber —
Y esta tierra de Weir, fosca y nublada:
Reconozco el obscuro lago de Áuber —
Y de Weir, la región brumosa y áspera:
Es el ciénago de Áuber, es la triste
Región de Weir, vampírica y extraña!"