Un recuerdo (Castro)

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La flor de Rosalía de Castro


Un recuerdo

 ¡Ay, cómo el llanto de mis ojos quema!...
 ¡Cuál mi mejilla abrasa!...
 ¡Cómo el rudo penar que me envenena
 mi corazón traspasa!
    
 Cómo siento el pesar del alma mía
 al empuje violento
 del dulce y triste recordar de un día
 que pasó como el viento.
    
 Cuán presentes están en mi memoria
 un nombre y un suspiro...
 Página extraña de mi larga historia,
 de un bien con que deliro.
    
 Yo escuchaba tina voz llena de encanto,
 melodía sin nombre,
 que iba risueña a recoger mi llanto...
 ¡Era la voz de un hombre!
    
 Sombra fugaz que se acerco liviana
 vertiendo sus amores,
 y que posó sobre mi sien temprana
 mil cariñosas flores.
    
 Acarició mi frente que se hundía
 entre acerbos pesares;
 y lleno de dulzura y de armonía
 díjome sus cantares.
    
 Y ¡ay!, eran dulces cual sonora lira,
 que vibrando se siente
 en lejana enramada, adonde expira
 su gemido doliente.
    
 Yo percibí su divinal ternura
 penetrar en el alma,
 disipando la tétrica amargura
 que robara mi calma.
    
 Y la ardiente pasión sustituyendo
 a una fría memoria,
 sentí con fuerza el corazón latiendo
 por una nueva gloria.
   
 Dicha sin fin, que se acercó temprana
 con extraños placeres,
 como el bello fulgor de una mañana
 que sueñan las mujeres.
    
 Rosa que nace al saludar el día,
 y a la tarde se muere,
 retrato de un placer y una agonía
 que al corazón se adhiere.
    
 Imagen fiel de esa esperanza vana
 que en nada se convierte;
 que dice el hombre en su ilusión mañana,
 y mañana es la muerte.
    
 Y así pasó: Mi frente adormecida
 volvióse luego roja;
 y trocóse el albor de mi alegría,
 flor que, seca, se arroja
    
 Calló la voz de melodía tanta
 y la dicha durmió;
 y al nuevo resplandor que se levanta
 lo pasado murió.
    
 Hoy sólo el llanto a mis dolores queda,
 sueños de amor de corazón, dormid:
 ¡Dicha sin fin que a mi existir se niegan
 gloria y placer y venturanza huid!...