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Viaje a la Patagonia Septentrional

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Señores:

En el mes de Setiembre próximo pasado, tuve el honor de exponer á la Sociedad el proyecto que había concebido: efectuar un viaje al través del territorio patagónico, y tentar el paso de los Andes, siguiendo las huellas de Villarino, Cox y Musters, en la exploración de la Patagonia Septentrional.

Habiendo merecido este proyecto la aprobación de la Sociedad, cumplo hoy el deber de dar cuenta á los señores socios, del resultado de mi excursión, de la que solo presentaré por ahora una breve reseña, dejando para más tarde la relación completa, cuando haya reunido las observaciones hechas en esos parajes durante los años 1873 á 1876. Quizá pasarán muchos meses antes que pueda ordenar y completar las descripciones de esos materiales, coleccionados durante una vida agitada y en condiciones poco favorables para hacer de ellos un estudio detenido.

Estas serán objeto como ya lo indico de una memoria especial, cuya confección empezaré al regreso de un viaje á las ruinas Cachalquíes, que empezará pasado mañana con el objeto de hacer algunos estudios, y formar colecciones que me sirvan de comparación para el exacto conocimiento de los primitivos habitantes de la parte austral de este continente.

Además, como las pequeñas colecciones que he formado, se hallan aun en Patagones, no podré decir nada sobre ellas, concretándome ahora á dar algunos datos sobre los puntos principales que he visitado.

Los señores socios saben que las relaciones personales que tenía con algunos indios, me hacían creer que conseguiría realizar lo que los viajeros ya citados habían intentado sin resultado. Con esa convicción emprendí viaje el 25 de Setiembre, llegando al Carmen de Patagones el 18 de Octubre. Parte de ese tiempo fue empleado en recorrer la costa del océano en las inmediaciones de Bahía Blanca, hacia Monte-Hermoso, para visitar los depósitos marinos estudiados por Darwin durante la expedición de Fitz-Roy, y hacer algunos estudios en Salinas Chicas y el río Colorado.

Esos parajes que visitaba por primera vez, y con premura, son muy interesantes para el hombre estudioso. Recorriéndolos puede calcularse la extensión del terreno pampeano y la transición gradual entre éste y el terciario Patagónico, y reconocer al mismo tiempo el error en que nos hallamos sobre la gran extensión de la planicie pampeana que no es como se supone.

La topografía de estos terrenos presenta dos divisiones bastante caracterizadas: la pampa baja, limitada por el cordón de lomas que precede á las sierras, y la pampa alta que concluye en las inmediaciones de Bahía Blanca.

La primera es una llanura sin ondulaciones sensibles, la segunda se distingue por la sucesión de lomas que principiando en las sierras aumentan gradualmente, haciéndose muy sensibles en Cali-Huincul (cordón de lomas), hasta su unión con el terreno de transición entre Bahía Blanca y el río Colorado.

La pampa baja abunda en pastos tiernos y en lagunas y arroyos, muchos de ellos permanentes, haciendo así al terreno apto para la agricultura y la cría de ganado lanar; mientras que la meseta alta caracterizada por los pastos fuertes, se presta admirablemente para establecimientos dedicados á la cría de ganado vacuno y caballar, sirviendo solo para la agricultura los pequeños valles á orillas de algunos arroyos, al Sur de la Provincia. Las corrientes de esos arroyos no son tan ricas como las de los que se encuentran en el bajo, hallándose los principales en las inmediaciones de la costa como el Quequen-Grande, Quequen-Salado y Tres Arroyos, los Gauchos, las Mostazas, el Sauce Grande, el Napostá y el Sauce Chico, que se hallan más al Sur: estos son angostos, algunas veces muy pantanosos y de corriente bastante rápida. Sobre todo los tres últimos que nacen en la Sierra de la Ventana, y en cuyas cercanías podrían plantearse colonias ganaderas y agrícolas prestándose el terreno para ese objeto.

No he visto tampoco en aquellos parajes, ninguna laguna cuya importancia sea comparable con las que desaguan en el río Salado.

Además, la capa de tosca dura que se halla muy cerca de la superficie, hace difícil la construcción de grandes jagüeles, siendo imposible cultivar extensiones vastas de terreno. Esta tosca es la misma que se encuentra en la pampa baja á mucha profundidad; cuya capa asciende insensiblemente hasta Bahía Blanca.

Contiene á esa altura muchos pequeños cantos rodados, acercándose al sistema Patagónico, y concluyendo allí, según me parece, el cuaternario, pues inmediatamente bajo dicha capa he observado la arenisca, primer signo del terreno terciarios cuya depresión para formar la olla pampeana principia en ese punto. Vuelve á mostrarse este terreno en la superficie á inmediaciones del Paraná, habiéndose llenado esta depresión con el limo rojizo que encierra las osamentas de los grandes mamíferos extinguidos.

Sin embargo, el terreno cuaternario se muestra en ciertos parajes del valle del río Negro, pero no en grandes extensiones, ni he oído hablar de haberse encontrado allí los fósiles peculiares que lo caracterizan.

Esta transición puede conocerse también por el cambio de vegetación, que se acerca á la Patagónica, y en la costa del mar por las capas de pequeños cantos rodados, que principiando cerca de la embocadura del Sauce Grande, van en aumento hasta el extremo de la América.

En el interior de la pampa alta no he encontrado depósitos de conchilla como en el río Salado, pero en la costa del mar hay grandes bancos conteniendo casi las mismas especies que en Belgrano y Puente Chico, extendiéndose hasta el río Negro, en cuyo lado Sur las barrancas altas de 200 pies, se hallan cortadas á pique sin depósitos modernos en el bajo. Ya en Bahía Blanca, donde estos depósitos se hallan á una altura de 2 y 3 metros sobre el nivel del mar, muchos moluscos de los contenidos en esos bancos deben vivir en las inmediaciones, pues el mar arroja diariamente grandes cantidades á la costa. Esto indica un solevantamiento gradual de las costas, siguiendo la regla general en la América del Sur, solevantamiento que es más importante en la costa occidental.

He recogido muestras de esos depósitos, las que figurarán pronto en el Museo de la Sociedad.

Otra cuestión que me ha interesado, es la ausencia de ejemplares vivos de moluscos terrestres del género "Bulimus" cuya cáscara abunda en esos parajes en unión de una especie de "Puppa" aun más abundante, y de la que he recogido muchos ejemplares, con el animal, en las ruinas de Nueva Roma. El Sr. D. Jorge Claraz, distinguido autor de varias publicaciones geognósticas sobre la Pampa, tampoco ha tenido la suerte de encontrarlos en ese estado, aunque no parece ser muy lejano el tiempo de su extinción, pues en Salinas Chicas hallé un ejemplar muy fresco, que parecía abandonado hacia poco tiempo por el animal. Desgraciadamente, se extravió en el viaje. Recomiendo esta cuestión curiosa á los estudiosos que visiten esa región, siendo muy interesante saber si aun vive esta especie ó si ha desaparecido completamente en los últimos años, dejando solo su esqueleto calcáreo.

Formando colecciones, permanecí hasta el 6 de Octubre en Bahía Blanca, continuando ese día viaje al río Colorado. En ese trayecto visité á Nueva Roma, conocida por el trágico fin del Coronel Olivieri. Recogí en el Sauce Chico algunos insectos y moluscos de los géneros "Planorbis" y "Chilina"; visité también el Salitral, pequeña laguna salada á tres leguas al Sur del último punto y donde, ya la vegetación es completamente patagónica; crucé el cordón de médanos, que principiando en las cercanías del mar, en Cabeza de Buey, concluye en la laguna Curralayquen, donde desagua el río Diamante, y llegué á Salinas Chicas (Chasi-có), abundante depósito de sal explotable, situado en una depresión bastante ancha, y rodeado de manantiales de agua dulce. Algunos de estos depósitos tienen nombres indígenas como Marra-có (agua de liebre) y Chopai-có (agua con paja): en este punto, bueno para ser poblado, recogí muestras de sal y rocas.

De allí pasé á las Escobas, pequeña salina á cuya orilla hay un manantial, situada también en la ladera Sur de los Médanos y á 2 leguas al Este de Chasi-có. Desde este punto crucé al Sur, dejando á la derecha á "Potrili-Hintrei" hasta las Calaveras, aguada importante cerca de un salitral en medio de las colinas y médanos que nacen en las orillas del mar, y siguen paralelos á los anteriores, y pasando por las ruinas del fortín Romero Grande, célebre por los atentados cometidos allí muy á menudo por los indios malones de Pichun, llegué al Fortín Mercedes en el río Colorado.

Todo el terreno recorrido es muy árido, alternando solo el paisaje algunos pequeños grupos de chañares, á cuya sombra descansan avestruces, ciervos, liebres y guanacos, únicos habitantes de esos parajes.

En el río Colorado demoré algunos días para asistir al parlamento Picunche de los caciques Queupumilla, Yankamilla y Guempillo, que deseaban hacer tratados con el Gobierno Nacional, abandonando las cercanías del Volcán "Javinas", para venir á poblar en el Rincón de la Espuela. En la relación que haga de mi viaje, tendré ocasión de explicar extensamente estas ceremonias guerreras, las que no dejan de tener cierto aspecto imponente para el que asiste á ellas por primera vez.

En las diversas ocasiones que he presenciado esta clase de espectáculos, en esta y otras costumbres de los indígenas de la pampa, he creído ver gran analogía con las indiadas Norte-Americanas.

Esto concuerda bien con la opinión que tienen algunos antropologistas, de que la civilización americana vino del Norte del Continente, destruyendo con su influencia las naciones de un tipo verdaderamente primitivo que habitaban estas regiones.

Llegado el 18 á Patagones, principié inmediatamente los arreglos con los indios amigos que debían acompañarme hasta las tribus Manzaneras; pero como estos demoraron mucho tiempo, primeramente por el carácter indeciso y holgazán de nuestros indios, y luego por el mal estado de los caballos que debían servir para una larga travesía, resolví hacer algunas excursiones á las inmediaciones del pueblo, á fin de completar los estudios hechos en viajes anteriores.

Una de ellas fue dirigida á la Bahía San Blas, donde examiné los médanos de Punta-Raca y Punta-Rubia, muy ricos en fierro titanífero. En ese punto descubrí un antiguo paradero indio, que contenía restos humanos y vestigios de un festín primitivo. Recogí ocho cráneos, huesos de lobos marinos que habían servido de alimento, y algunas flechas.

Los cráneos pertenecen al tipo Dolicocéfalo, bastante parecidos á los fueguinos actuales, con los cuales los habitantes de San Blas han tenido analogía de costumbres muy notables.

Algunas especies de moluscos actuales y muestras de arenas, además de los objetos ya mencionados, fue todo lo que obtuve en esa excursión. Tuve también ocasión de conocer la gran extensión de los depósitos marinos, relativamente muy modernos.

Otra excursión fue dirigida hacia el Sur á la aguada de los Loros, distante 25 leguas del Carmen de Patagones: desgraciadamente cuando ya habíamos andado una parte del camino, nos sorprendió una tormenta de lluvia y granizo que descompuso en extremo los guadales haciendo sumamente dificultosa la continuación del viaje; además, el vaqueano perdió el rumbo pasando tres días extraviados, sin alimentos.

En ese paseo encontré algunos bancos de Ostrea patagónica muy semejantes á las que he visto en la Victoria (Provincia de Entre-Ríos). Recogí además algunas flechas morteros prehistóricos. Los días que trascurrieron entre él 22 y 27 de Noviembre, fueron destinados á los arreglos de la partida definitiva, saliendo el último día en dirección á la "Guardia General Mitre" pequeño pueblo distante á 18 leguas del Carmen. Costeamos el río Negro para disfrutar de la deliciosa vista de las islas cubiertas de viñas y árboles frutales, que contrastaban con el aspecto triste de las colinas que solo ostentan algunos pequeños arbustos muy espinosos. El camino puede hacerse en su mayor parte por bajo los Sauces que bordean el río. Encontré algunos cementerios que habiendo sido ya explorados por el Sr. Claraz no contentan objeto alguno digno de mencionarse.

Lo más interesante son dos montículos situados frente á la primera angostura y que parecen ser obra de atrincheramiento, construidos por los indígenas primitivos, bastante semejantes á los que se encuentran en Georgia, Luisiana, Nueva York y Wisconsin, en los Estados Unidos descriptos por Squier-Laphan, Yoster y Yones. En ese paraje me detuve algunos días esperando al vaqueano Mariano Linares y á los cuatro indios que debían servirme de escolta. Durante ese tiempo tuve ocasión de ver individuos de las tres razas que habitan las regiones que debía visitar: los Mapunches, los Tehuelches y los Pampas verdaderos ó Tehuelches del Norte, de cuya existencia se dudaba confundiéndolos con los indios de raza Araucana que habitan Salinas Grandes.

Esa nación se llama Gennaken y habitaba en otro tiempo las sierras del Tandil y la Ventana, hoy día quedan muy pocos de sangre pura.

Los hombres son de mejor aspecto que los Araucanos y Tehuelches del Sur, de buena estatura y fisonomía franca, las mujeres jóvenes tienen facciones regulares. Hablan pausadamente, siendo el idioma bastante agradable. Por ejemplo: al avestruz le llaman gaye, al león amiá, al guanaco petchua, al zorro ychq-loy, al hombre pastray y á la mujer yamkanke.

Tienen varias leyendas y supersticiones, entre ellas la del Elengassen, animal con cáscara parecido, según sus descripciones, al Clyptodon, una de cuyas cuevas visité y que según ellos robaban mujeres. Los araucanos dicen que no era animal de esa especie, sino un hombre de elevada estatura que gritaba muy fuerte, soplando de tal manera que siempre había tormenta alrededor de su vivienda. El indio que se aventuraba á pasar cerca de él caía seguramente en sus manos y era inmediatamente muerto por el monstruo. Para evitar su encuentro habían hecho un camino muy dificultoso practicando un desvío de una legua sobre la colina, pero ahora ya se atreven á pasar por delante de la cueva, la que se ha desmoronado en gran parte. No es más que una excavación en la arenisca debido probablemente á desagregamiento natural de la roca.

Llegada el día 6 de Diciembre la gente expresada, me puse en marcha para las Manzanas. La comitiva se componía de un mestizo (Linares), cuatro indios Amhillil, Gerrú, Cayunao, y Carileo y mi asistente. Ibamos acompañados por casi toda la tribu del cacique Miguel Linares, Quichangerrú (zorra que se arrastra) Sargento Mayor de la Nación que iba al Chinchinal en persecución de unos indios ladrones, donde llegamos el 15 después de haber pasado por la laguna de Smill, Tetan-Gechaf, Pichiguion, Traru-Malal, Lonco-Uaca, Planeyeguem, paso Chocori, rincón de Curuzu Castre, Conchen-geyu, Isla de Choleachel, Huieque-reni, Teujenco, Malal Uaca, y Chilforo en una extensión de 120 leguas, siguiendo el Curso del río. Por lo que vi hasta allí, creo que los campos del río Negro no merecen la fama de espléndidos de que gozan. Exceptuando las cercanías del pueblo de Patagones en una extensión de 30 leguas, no hay un pedazo de tierra que pueda cultivarse en grande escala.

El río, resto de un antigua torrente, corre generalmente hacia un lado de las colinas, con vueltas muy bruscas y numerosas, de modo que en su casi totalidad el camino va sobre aquellas, siendo el terreno en extremo guadaloso á alguna distancia de la costa. Lo único utilizable, son los rincones, pero no tienen extensión suficiente para que una colonia agrícola pueda establecerse en ellos con buen resultado. El valle en ciertos parajes, á las orillas del río, tiene pastos regulares, pero por lo general se halla cubierto de carrizo y orozú ó de Chañar, Piquillines y farilla en las inmediaciones de las colinas.

Además, los médanos y las grandes cantidades de piedras rodadas, hacen imposible el crecimiento de pastos tiernos y aunque en ciertos parajes crece bien el trébol amarillo, no es en cantidad que baste al alimento de los animales durante largo tiempo.

Las travesías sobre las lomas ó Pichi-Huincul, son muy penosas, sobre todo, en el lado Norte, la del Negro Muerto, y en el Sur la que se extiende desde Choleachel á Chelforo y desde Chinchinal hasta el Limay.

Sobre ellas no hay agua ni pasto para los animales, continuando así por centenares de leguas cuadradas hasta Balcheta y río Chubut, donde existen paraderos, pero no de gran importancia.

Creo que debería abandonarse completamente la idea de colonización en grande escala en el río Negro y Chubut, para pensar en la de Bahía Blanca y Santa Cruz, donde he visto parajes convenientes para la cría de ganado.

Los principales paraderos son Choleachel, del cual hablaré más adelante, y Chinchinal. Sin embargo, en este último punto, los sesenta caballos que llevábamos no encontraron que comer después de tres días de permanencia. Hasta ahí el aspecto del terreno, es casi el mismo que en Patagones, pero principia á verse claramente la segunda meseta, alta de 500 á 600 pies.

Estas colinas están cubiertas de una capa de Cantos rodados, de quince pies de espesor en Choleachel. En Chinchinal he visto de cuarenta y cerca de la Cordillera, en la orilla del arroyo Calfú-Có alcanzaba según mi cálculo á 200 pies. De allí al paso del río Limay, hay tres días de marcha por lo penoso de la travesía, donde solo se encuentran muy pequeños valles en el lado Sur del río. Los principales son: Morizuam, Pichi-gion, Mancué, Gion-Costa y Tetaque-hueique-geyú, donde recogí un cráneo de jabalí. En estos últimos puntos las lomas presentan un aspecto rojizo, continuando así hasta donde principian las rocas volcánicas en Pisquín-Puranué. El paso del Limay se halla muy cerca de la unión de este y del Neuquen ó Comoe con el río Negro en una playa ancha llamada Chegnan-geyú; en ese punto el río tiene de ancho cerca de 1.250 metros y llevaba una corriente muy rápida por haber empezado recién el deshielo en la Cordillera.

Lo cruzamos en una angada; costeamos su margen izquierda, cubierta de arena y pedregullo, hasta Chalcun-geyú, dejando atrás á Tetaquehueique y Mafueque; de allí parte para el Oeste el camino que pasando por el río Colorado y Chinchinal, sale de Salinas Grandes hasta Chile, cruzando las tolderías de Rauque-Curá. Este camino está muy trillado por las haciendas que los indios roban en las fronteras de Buenos Aires para ir á negociarlas luego en las poblaciones chilenas vecinas á la Cordillera.

Subiendo la travesía del Chalcum se encuentra un Walichu ó piedra que puede llamarse sagrada. Consiste en una arenisca amarillenta con figuras quizá dibujadas por alguno de los que componían la expedición de Villarino. Lo único que distinguí con claridad, fue una cruz, aunque los indios creen ver allí rastros de avestruz ó impresiones de pies humano y de león.

Esta travesía que mide 6 leguas concluye en una bajada penosísima á la vez que peligrosa. Como su nombre lo indica, Chocon-geyú, es célebre entre los indígenas, por haber perecido de frío en ese punto toda una familia india á quien los indios Pihuinches arrebataron los caballos.

En la pendiente de la sierra se ven nueve tumbas en forma de conos, construidas de piedras sueltas, y cubiertas de ramas secas. Todo indio que pasaba por allí ahora diez años, cuando la memoria del suceso estaba aun fresca, arrojaba en el sitio en que se hallaba cada cadáver una piedra; pero la devoción ha disminuido con el tiempo y hoy día se contentan con colocar respetuosamente una rama y algunos pedazos de poncho ó chiripa.

Este paraje es el mismo que Villarino describe en su viaje, diciendo que las sierras parecen ruinas de edificios. A la verdad, de noche, se asemeja á una ciudad edificada en piedra roja con sus iglesias, cuyas cúpulas parecen verdaderas desde alguna distancia.

Muy cerca de ese punto se halla Frerau-geyú ó paradero de los loros, donde una especie de estos vive por millares en los sauces de las islas. Este paraje está señalado en el mapa de Petermann con el nombre de distrito de Ruca-Choroy (de ruca, casa y choroy, loro).

Allí desagua el Picun-lefu, ó Río del Norte, que corre al pie de una colina elevada, trayendo en la primavera las aguas de las nieves de la cordillera. Ya en este último punto se encuentran manzanos.

Pasada la sierra se halla la pampa morada ó Cum-belfem, que con cum-cum-geyú forman los valles más extensos del Limay. Entre estas dos abras existe una colina, alta de 600 pies, cortada á pique sobre el río. Allí Villarino coloca el Salto de los Mosquitos, pero lo busqué en vano. Creo que como este río cambia muy á menudo de curso, hoy las piedras del Salto están cubiertas por arena.

A ese punto los indios le llaman Huinca tralcan geyú, ó terreno cristiano. Dicen ellos que en invierno se oyen detonaciones como de escopeta, causadas, según mi opinión por las explosiones de las rocas, debidas á las filtraciones de las nieves. En Manzana Geyú y Heirque Leufu, el río presenta algunos saltos bastante notables, y en Ranquel Coao, poco más adelante, es ya forzoso abandonar sus costas para internarse al Sud Oeste, por ser muy escabrosas las sierras situadas á sus inmediaciones. Allí principian la formación basáltica y las otras formaciones volcánicas que cubren casi toda esa región, hasta Nahuel-Huapi.

El terreno cambia completamente de aspecto, siguiendo el camino por las laderas de las sierras de Puquin-Puramiré (donde arrojaron la flecha) nombre de un manantial que Petermann señala corno arroyo, y por las de Collon-cura desde donde se goza un magnífico panorama, divisando gran parte de la cordillera de los Andes, de entre las que sobresale el cono del Volcán Quetropillan (cerro truncado).

En Neumuco (agua hedionda) situado entre esas dos sierras, se encuentran las primeras tolderías. En ellas se me comunicó que se sabía nuestra venida por un sueño del cacique y que las indiadas se habían sublevado preparando en esos momentos una invasión de 4.000 lanzas, que iría sobre Patagones. Según opinión de los indios que las habitaban, ó nos matarían ó quedaríamos cautivos.

Con esa creencia, cruzamos el río Collon-curá, ó máscara de piedra, nombre dado por los indios á una piedra que dicen ellos tiene formas de mujer. Ese río que Villarino recorrió en una gran extensión, á costa de grandes dificultades por no haber podido ascender el Limay por los numerosos y rápidos saltos, no lo creo navegable, siendo su corriente mayor que el de la anterior. Tiene numerosos pasos para los caballos. También como los otros 12 ríos ó arroyos que desaguan en el río Negro, el Collon-curá es un antiguo torrente que en otro tiempo ha arrastrado grandes cantidades de piedras rodadas.

El 29 de Diciembre acampamos en el lado Sur, y envié inmediatamente dos chasques al cacique Shay-hueque, previniéndole mi llegada.

Este cacique tiene sus toldos á cinco leguas más al Sur, en las costas del río Calcufú.

El resto de ese día lo empleamos en limpiar nuestras armas, para estar preparados dado el caso que los indios apareciesen con malas intenciones respecto á nosotros. Felizmente, en la madrugada del día 30 vimos la hoguera de paz en la cima de una colina, y un rato después llegaron los chasques acompañando á un hijo del cacique, llamado Cachull, quien, con dos indios más, venían á saludarme de parte del Jefe, y anunciar al mismo tiempo, que estaba pronto á recibirme.

Puestos en marcha, llegamos á las 9 de la mañana, después de atravesar el río Coleufú, á las tolderías del Rey de las Manzanas, personaje que, vestido con sus mejores prendas, estaba á caballo rodeado de sus parientes más inmediatos. Entre estos, sobresalía el viejo cacique Puel-manque (Cóndor del Este) de quien habla Cox.

Nos dimos la mano, invitándome en seguida á bajar del caballo y entrar solo á su toldo.

Mientras tanto, las mujeres y niños entonaban un canto monótono, doliéndose de los malos ratos y peligros porque había pasado el viajero, durante una marcha tan larga y penosa.

Solos en el toldo, nos volvimos á dar la mano, diciéndole yo: amigo? A lo que él contestó: "Sí, amigo, pues".

En ese momento entraron todos los demás indios y principió el parlamento, sirviendo de intérpretes el secretario de Shay-hueque que es un indio Valdiviano, y mi acompañante Linares.

Hizo leer primeramente las cartas que yo llevaba, no aceptando con gusto la del Gobierno de la Nación, pero alegrándose cuando se leían las de sus sobrinos Miguel y Manuel Linares. Luego me preguntó qué iba yo á hacer con sus campos, á lo que contesté que habiendo oído hablar de lo valiente que era él y del poder que tenía sobre los demás indios, había querido visitarlo para ser su amigo, y que yo no opinaba como otros, que decían que Reuque-curá era cacique de más importancia que él. Que además, como hombre curioso, deseaba recoger algunos bichos y pasar luego á Chile, si él lo permitía, para regresar por el mar á Buenos Aires.

Después de haber conversado largo rato entre ellos, de cuya conversación comprendí que se trataba de guerra (aucan), me contestó que se alegraba mucho que hubiese ido á visitarlo; que yo era mejor que los habitantes de Patagones, con quienes se hallaba disgustados y que siendo él buen hombre con los cristianos, nadie atentaría contra mí mientras yo permaneciera en sus toldos, pero que de ninguna manera podía permitirme el paso á Chile, alegando que sus antepasados nunca habían consentido en ello y que no sabía qué intenciones tendría yo respecto á los indios, las que no serían buenas pues tenía conocimiento que los Gobiernos Argentino y Chileno se habían unido para pelearlos. Que por mi venida y mis ofrecimientos pensaría en suspender la invasión que proyectaba á Patagones, á causa de su disgusto con el Gobierno, por no haberle entregado las raciones completas, y por no haber hecho caso de dos chasques que le había enviado, y porque también se encontraba disgustado con los amigos del pueblito que no le mandaban nunca ningún recuerdo. Me habló de los territorios que los blancos les habían quitado, y que él era demasiado bueno permitiendo que poblaran en Patagones y Chubut sin su consentimiento.

Luego de concluida la ceremonia del parlamento, le hice los regalos de estilo, que consistían: en una carabina Spenser, 42 cartuchos, una carpa, mi saco y polainas de goma, algunos ponchos y chiripaes de paño, sombreros, collares, aros y sortijas, agradándole sobre manera una guitarra que también le di, con la cual hizo tocar casi toda la noche á mi asistente, el "Triunfo" y "por cifra" como en tiempo de Rosas, según lo decía este cacique.

Al día siguiente fue él á visitarme á mi carpa, la que se hallaba á 3 varas de su toldo. Le hice otros regalos, entre ellos una botella de coñac Martel. Creo que á esto se le debe haber quedado en nada la proyectada invasión. Más expansivo, debido á la influencia de ese licor, me dijo que por mis ofrecimientos de ver yo personalmente al Gobierno Nacional, volvía á ser amigo de este y que en Mayo, bajaría á Patagones para esperar la contestación á su nota; pero que, si entonces no lo atendían, invadiría inmediatamente. En cuanto á mí, quería ser siempre mi amigo y compadre, prometiendo bautizar á un hijo suyo con mi nombre y que si deseaba casarme me daría una india gratis!

Añadió, que dentro de 5 soles (anter) tendría lugar una junta de guerra (aucanbrahun), compuesta de sus principales caciques y capitanejos para que conocieran como amigo.

Viendo que era imposible cruzar por ese punto á Chile, pedí autorización para visitar á Nahuel-Huapí y llegar luego á Mendoza, recorriendo así todo el territorio indio, lo cual me fue concedido nombrando al caciquillo Nahuel-pau, para que me acompañara hasta las tolderías de Pran, quien me daría vaqueanos hasta San Rafael.

Shay-hueque es un indio de raza pampa y araucana, bastante inteligente y digno de mandar en jefe las indiadas.

Convencido de su elevada posición y poder sobre los demás caciques, se considera superior á todos estos. Me decía un día que él no era Gobernador, porque á éste le nombraban los cristianos, ni General, porque tal nombramiento emanaba del Gobierno.

Su título era Gobierno de las manzanas, porque era así como se titulaban sus antepasados, de quienes él había heredado el cacicazgo. Su padre él cacique Chocorí le había recomendado al morir que jamás peleara contra los cristianos, porque las ropas en que lo envolvieron cuando nació eran cristianas; añadiendo que si no fuera por los cristianos andarían desnudos como antes. Pero, cansado de la mala conducta de sus amigos de Patagones, había resuelto invadir. Y siguiendo los consejos de su padre, él gasta todas sus prendas de plata y parejeros en hacer regalos á los caciques subalternos para que no roben. Si uno de estos lo hacía sin su consentimiento, lo mataría inmediatamente.

Por lo que he visto, la disposición en que se encuentra este jefe indígena respecto á los cristianos, no puede ser mejor. He tenido ocasión de leer cartas de Namuncurá (pie de piedra) en que este le dice que los caciques Ranqueles, aunque tienen tratados con el Gobierno, no dejan de mandarle trescientos ó cuatrocientos hombres cada uno, cuando necesite gente para invadir, y se quejaba de que Shay-hueque nunca le hubiese enviado ni un solo indio. Además, le aconsejaba Namuncurá que no se disgustara con Reuque-Curá (el cacique más pícaro de la pampa, y que recibe mayores raciones), y que sentía mucho que mantuviera buenas relaciones con los cristianos, cuando estos lo que deseaban era concluir con los indios.

En una carta fecha 15 de Mayo ppdo., leí que su hermano Alverito Reumay iba á entrar de malón, porque el Gobierno no había querido aceptar sus tratados, noticia que desgraciadamente se confirmó el día antes de salir yo de los toldos, por un chasque que traía la noticia de la sublevación de Cuneco ó Juan José Catriel.

A una de estas cartas, Shay-hueque había contestado que si Namuncurá intentaba invadir á Bahía Blanca ó á Patagones él iría con toda su gente á pelearlo en Chilué (Salinas Grandes).

Esto ha hecho que en la gran invasión, estos dos puntos hayan sido respetados.

Shay-hueque es el jefe principal de la Patagonia y manda las siete Naciones que viven en esos parajes: Araucanos, Picunches, Mapunches, Huilliches, Tehuelches, Agongures y Traro Huilliches, que se hallan á las órdenes de los 84 caciques siguientes:

Mapunches

Juan Ñancucheuque. Mollfinqueapo. Treima-Lafquen. Naguipichuin. Yanka Kirque. Zumughueque. Neculmanque (condor que corre) Curchuinca. Aiylef. Purraillan. Nagüel Parigi. Pitrehuen. Pichiñancu. Lloftun. Huircoleufu. Guaiquileut. Llencura. Llancaqieupo. Cayuin. Santul. Chorri. Tacumán.


Huilliches

Ynacaval. Toijel. Juan J. Chagallo. Antemili. Antonio. Ymil. Siechúano.


Tehuelches

As' Kal. Gumelto. Jinchiel. Ucamaní. Rapa. Racaguiste. Calacha. Getruguez.


Picunches

Reuquecurá. Queispumilla. Suñica. Pichiguayquillán. Purran. Curraélo. Cheuquel. Guizaf. Qnechaoguala. Currilem.


Araucanos

Namuncurá, hijo de Quillapan. Montre. Limonao. Estevan. Ambosio Paillaleuf. Caniumill. Meli. Calfunao. Neculhueque. Neculman. Antonio. Collin. Currihuall. Armuna. Paghilef. Quizulef. Ayeñancu. Catrighir. Colipan. Chapinco. Antimill. Antilef. Liempan. Ancalipi. Quintuman. Caguanti. Melipan. José Antonio. Guaiquimill. Pichicayull. Quinghallo. Lincopan. Pichialo.


Naciones Tehuelches

Agourgurers. Traro-huilliches. Armadas con flechas de piedra.

El 7 de Enero, tuvo lugar el Aucan trahun ó parlamento, en el pequeño valle del río Quem-Quem-tru. Asistieron 453 lanzas al mando de los caciques: Shay-hueque, Nan-Cuchenque, Molfinqueupe, Naguipichum y Yankakilque.

El parlamento duró desde las cinco de la mañana hasta las 3 de la tarde. El consejo de los capitanejos viejos resolvió que yo no traía muy buenas intenciones y que no debía permitírseme que paseara por los campos antes que hiciera algo por ellos en Buenos Aires, y que regresara á Patagones; no aceptando la proposición de Shay-Hueque de concederme licencia para cruzar á Mendoza.

Decían que ellos hacían demasiado con suspender la invasión y que debía contentarme con esa generosidad.

Shay-hueque y Nan-Cucheuque, caciques, este último muy amigo de los argentinos, se mostraron muy disgustados, haciéndome decir por el intérprete que no podían desobedecer á los ancianos, quienes, en todas ocasiones, son sus consejeros. Concluida la junta, me separé del primero para acompañar á Nuncucheuque á sus toldos de Pun-gechaf, donde me demoré algunos días visitando los alrededores. Esos toldos se hallan muy cerca de las Cordilleras, á 7 leguas del volcán Quetropillan en un paraje sumamente pintoresco á donde se llega cruzando el río Chimeuin. En 9 días, visité los Pehuen (araucaria imbricata) de los cuales medí dos troncos: uno de 4,62 y el otro de 3,92 de circunferencia.

Las montañas cercanas estaban cubiertas hasta cierta altura de magníficos bosques de estos árboles, pero no me fue posible acercarme. En otra excursión llegué hasta la cordillera, muy cerca de la falda oriental del Volcán, en el paraje llamado Quellen-geyú, por la gran cantidad de frutilla (fragaria chiliensis) que hay allí. Ya en ese punto, el terreno se presta para la agricultura. En las sierras abundan las manzanas y una especie de thuya (Fitz Roya patagónica), cuya madera será algún día la principal fuente de riqueza de esos parajes.

En la de Nancucheuque, asistí á un parlamento con el cacique Quinchauala, y á la ceremonia del ofrecimiento á Dios de la bebida llegada en esos días de Patagones. También asistí á un huecu-ruca, fiesta que se celebra con motivo de la primera menstruación en la mujer india.

Esos festejos tuvieron por resultado una semana de embriaguez continua. Luego que los indios volvieron á su estado normal, me despedí de ellos para regresar á los toldos de Shay-hueque y visitar á la laguna Nahuel-Huapí. Al despedirme, Nancucheuque me dijo que él era Argentino, y que no permitiría que los indios invadieran mientras él conservase la vida.

Lo que pasó allí, y que no es aquí lugar para referirlo, me hace abrigar la convicción de la buena voluntad que tiene este excelente indio para con los Argentinos, y aconsejo á todo viajero que desee visitar esos parajes, que se muna de una recomendación del Gobierno Argentino ó de las autoridades del Carmen. De otra manera, su vida correría graves peligros.

Entre esas dos tolderías, distantes quince leguas una de otra, hay cuatro arroyos de corriente rápida, pero de muy poco fondo: sus orillas están cubiertas de frutillas y manzanas, donde el viajero puede satisfacer su apetito.

Cuando llegué á Calcufú, Shay-hueque estaba ebrio, festejando la visita de Quinchayala, quien lo acompañaba á beber desde el día anterior. Por esta causa, y por la desconfianza renacida á causa de noticias relativas á mi persona, comunicadas por los indios Aucaches que habitan del otro lado de los Andes, fui obligado á retardar tres días mi viaje á la citada laguna.

Para conseguir permiso, tuve que dejar mi cartera, los retratos de mí familia y las cartas que llevaba destinadas á Chile. La hablé largamente á Shay-hueque de los Incas, ponderándole sus riquezas, y diciéndole que todos éramos hermanos ó hijos del Sol, que ya no había españoles, y que los Argentinos éramos tan indios como ellos, aunque de distinto color y costumbres, agregando que todos habíamos nacido en la misma tierra. Esto calmó algo su desconfianza, si bien no dejó de anenazarme con los Anchimolleguen ó monstruos que viven en las sierras, con los utralalvez ó walichus enanos que viven en las cuevas de Nahuel-Huapi, y además, con el tralcam o trueno del volcán Tronador. Me hizo decir que si llevaba otra cosa en el corazón que la que yo le había dicho, y que si tenía más de uno de estos órganos, como muchos cristianos picaros, el tralcam enviaría una fuerte lluvia y rayos que me darían la muerte, y que los pigmeos me arrojarían piedras para herirme.

El tiempo, entonces tormentoso, parecía confirmar la amenaza.

Desde los toldos al paso del Limay, descrito por Musters en la relación de su viaje, hay seis leguas de camino muy cómodo, por entre valles estrechos, pero pasando este punto después de cruzar el manantial de Tran Manzana-geyú (manzano caído), el río corre por entre rocas, haciendo sumamente penoso el camino. Estas rocas son generalmente volcánicas, traquita, basalto y grandes cantidades de lava compuesta de piedra-pomez, cenizas y cantos rodados.

El río tiene numerosos saltos que abrazan toda su anchura. Las sierras están cubiertas de bosques de thuyas, hasta una gran altura, tanto que muchas veces las nubes las escondían á nuestra vista. Con excepción de las inmediaciones de la laguna, donde el cacique Inacayal tiene sus tolderías y donde en otro tiempo hubo una misión jesuítica, no hay terreno capaz de producir.

El lago Nahuel-Huapí llamado por los indios Tequel-Malal ó Streteia lafquen se halla rodeado, en su mayor parte, de montañas cubiertas de nieve, divisándose á lo lejos la cumbre del Tronador.

Tiene una corriente muy rápida hacia el desagüe en el Limay, y hacia un río que sale al Este, á dos leguas del anterior. Quizás sea una de las nacientes del río Chubut.

Sus orillas están cubiertas de cantos rodados y piedras erráticas, algunas de las cuales medían hasta dos pies cúbicos.

Al Sud-Este, se divisaba un bosque de Manzanos; el origen de estos árboles en todos estos parajes creo que será semilla que en tiempo de las misiones sembraron los jesuitas, ó frutas que los indios de Valdivia, al cruzar á este lado de la cordillera, arrojaban al costado del camino, pues la mayor parte se encuentra cerca de los pasos ó en las orillas de los caminos. El encontrarse siempre reunidos en grupos como si fuesen ramas de un mismo tronco, parecen confirmar esta opinión.

Después de grabar el nombre de la Sociedad Científica Argentina, cerca del paraje, donde descansó Cox, emprendí la vuelta á Calcufú apurado por la falta de alimento. Pensaba despedirme de Shay-hueque en ese día, pero este quiso que asistiera á una rogativa á Dios ó maricum (fiesta anual), la que duró seis días en la borrachera que siempre sirve de complemento á estas fiestas.

Concluidas de escribir las notas para el Gobierno Nacional y comandante de Patagones, en cuya redacción se emplearon tres días más, conseguí abandonar las tolderías el día 4 del mes de Febrero ppdo.

Hasta ese momento había tenido la suerte de vencer todos los peligros, sin dificultad, y creí poder llegar á pueblo cristiano sin mayor riesgo, pero al cruzar el Collan-Curá con la intención de ver la máscara de piedra, hube de ser víctima de unos indios al mando de los capitanejos Praillan y Llofquen, quienes aconsejados por un cristiano chileno, cuya presencia en esos toldos no se conocía, intentaron asesinarme, y vengar así la muerte de su pariente Huilliquipi (pedernal del Sur) fallecido de viruela en el Lazareto de esta ciudad, alegando que el Gobierno Argentino lo había mandado engualichar. Advertido por el cacique Monfilqueupú (pedernal sangriento) de lo que se trataba, pude evitar el peligro, alejándome entre la polvareda que levantaba la caballada.

La víctima fue un caballo que los indios enviaban de regalo al señor Gobernador de la Provincia. Este precioso animal fue herido por los indios de una puñalada mortal, despechados al ver que no habían podido alcanzarme.

Cuatro días después volvimos á cruzar el camino de Rauque-Curá: allí encontramos los primeros arreos que de Salinas Grandes iban á Chile.

Eran los robos de la gran invasión, según me dijeron los indios que los conducían, añadiendo contentos que habían muerto y cautivado muchas mujeres.

Entre ese punto y el Chinchinal encontramos varios arreos, más ó menos numerosos, tordos de hacienda robada, y cerca de este último paradero en Mari-zuam, al Norte, tuvimos un pequeño encuentro con 25 indios al mando de un sobrino del ya citado Rauque, quedando seis de ellos en el campo.

Creo que si el Gobierno resolviera ocupar ese paso con algún destacamento de fuerzas nacionales ó indios amigos, conseguiría rescatar la mayor parte de los robos de Salinas, y halagando á Shay-hueque, podría reducir á la impotencia á Rauque, pues ni este cacique ni su sobrino Namuncurá mandan grandes indiadas, haciendo las invasiones con indios ranqueles y araucanos, quienes en cambio de una parte del botín son los que mayor daño hacen en las fronteras.

Al regresar, en vez de volver por el mismo camino, crucé el Neuquen, donde hay restos de un antiguo fortín construido por la expedición de Pachecó, y seguí la costa Norte del río Negro hasta la Isla de Choleachel, la que recorrí en toda su extensión para formarme una opinión exacta de ella.

Siento decir que sus campos aunque algo mejores que los del resto del valle, no pueden compararse de ninguna manera con los de la pampa. Hay allí muchos médanos y guadales.

Llegado en la noche del 11 de Febrero á Patagones, dejé allí al Secretario de Shay-hueque, quien viene á presenciar los nuevos tratados con el Superior Gobierno; poniéndome enseguida en camino para Buenos Aires, donde llegué el día 3 del presente mes.

En mi travesía desde Patagones, crucé por segunda vez el río Colorado, y visité Bahía Blanca y Tandil, teniendo así ocasión de conocer en este último punto la tan célebre "piedra movediza", de la cual me ocuparé en oportunidad.

Creo de mi deber hacer presente, antes de terminar, que creo navegable el río Negro solo en la estación de las crecientes hasta la unión con el Limay, y con vapores de mucha fuerza y poco calado hasta Manzana-Geyú; y que agradeciendo á la Sociedad la prueba de deferencia de que fui objeto al llegar á esta Ciudad, me encuentro dispuesto á emprender nuevamente viaje para el reconocimiento del río Chubut, después que haya concluido la relación completa de este.

Al cerrar esta breve relación de mi viaje á las Manzanas, debo agregar que al partir de Buenos Aires llevé en mi maleta una bandera Argentina, la que cuando emprendí mi regreso quedó en la falda de los Andes en poder de Shay-hueque á quien la regale, y quien la izó en lo alto de su tienda, donde permanecerá como testimonio del dominio Argentino en aquellos parajes.


Francisco P. Moreno