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Doña Micaela

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Doña Micaela
de Juan Pedro López

Cerca de aquel pueblo donde yó nací
De Canelones a una legua escasa
Bordeando un camino de "pitas" y "tunas"
         Un rancho se alzaba
Era un rancho vlejo de ladrillo y zinc
Tan humilde y pobre, que hasta daba lástima
Y a pesar de todo soportaba el tiempo,
No se conmovía, ni se tambaleaba
         Ese era mi rancho...
         allí nacimos todos...
         Esa fué mi casa...
Bendito su recuerdo, aquí dentro de mi alma.

         Había un pozo al trente
Al que un viejo sauce su sombra le daba
Era un pozo inmenso, obscuro y hondo;
         ¡pero tenía un agua!
Las má pura y sabrosa de aquellos lugares...
         Según se contaba...
Todos los vecinos y los peregrinos
         Tejían alabanzas
Para el agua pura de aquel noble pozo
         de mi humilde casa.
Era tan famoso como era su dueña
         Una pobre anciana...
Partera del pago hacía 50 años.
Tenía unas manos, decían las madres
         Igual que una "santa".

Mi madre y el pozo eran en el pago
         Dos cosas sagradas...

Parece que aun siento después de 30 años
         Una voz que llama...
Para repetirle lo mismo de siempre...
Doña Micaela?, deme un vaso de agua
¡Oh que pura, ¡que linda... que fresca!...
         Que Dios se lo pague!
Que agua divina, parece filtrada...

         Y mi pobre madre
         A veces descalza
Porque en el apuro perdía una "alpargata"
         tendíale la mano,
         al que allí llagaba
Con un vaso lleno, desbordante de agua,
de aquel viejo pozo de mi pobre casa...

Doña Micaela?, deme un vaso de agua!
Y era para ella un placer profundo
Cuando aquellos mozos y esas mozas guapas
         Que ayudó a nacer
De cientos de madres de aquella comarca
Le pedían sedientos al pasar allí...
Doña Micaela?, Deme un vaso de agua!

         Pobre madre mía!...
A veces lloraba de puro contenta
Cuando tantos hijos, que eran casi suyos
Al pasar llamaban y le repetían;
Dona Micaela?, deme un vaso de agua!

         Todo está muerto
         ya no existe el rancho...
Ni tampoco el pozo, y menos la planta...
Aquel viejo sauce donde yo pasaba
Las horas benditas de dulce infancia...
         Todo está muerto
         Ya no queda nada...

Sobre esos recuerdos, ha nacido alfalfa,
         Un hombre muy rico
         Compró aquella chacra
Puso dos obreros, con tremendas palas,
Que en poquitas horas taparon la boca
del pozo querido que aún se conservaba
Cual un centinela sobre una montaña...

         Así terminó todo
         Ya no queda nada
Nada que recuerde a los caminantes
La noble figura, la cabeza blanca,
la sonrisa triste de la pobre anciana...
Pero para muchos seguirá, viviendo
         Como una leyenda
         Aquellas palabras;
Doña Micaela?, deme un vaso de agua!...

El pozo y mi madre eran para el pago
         Dos cosas sagradas

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         Yá se acabó todo
         yá no queda nada
Ni padre, ni rancho, ni pozo, ni sauce
         nada, nada, nada...

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