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El inobediente/Acto I

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Elenco
El inobediente
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto I

Acto I

LIRNO, DELIO y MARIO, soldados atados; FENICIA, ILBERA.
LIRNO:

  Perezcan entre estos montes
y vuelva el esquife al mar.

FENICIA:

¡Amigos!

DELIO:

Quédense a dar
leyes a estos horizontes.

ILBERA:

  ¿Es posible que queréis
dejarnos de aquesta suerte
en las manos de la muerte?
Mario, Lirnio!

DELIO:

No os canséis,
  vaya el esquife a la mar,
¡boga, boga!

FENICIA:

¡Ah, gente ingrata!
¿Así vuestro Rey se trata?
Aguardad.

LIRNO:

¿Qué es aguardar?

(Vanse.)


IBERIO:

  ¿Cómo es posible, enemigos,
que os mostréis sordos y mudos
a las voces de los tristes?
¿No hay ley, no hay Dios en el mundo?
¿Por qué delitos, qué culpas,
qué sinrazones, qué insultos,
nos dejáis entre estas peñas,
entre animales y brutos?
¡Plega a Dios que el mar se altere,
que en su estómago profundo,
entre montes de agua y viento
os dé el postrero sepulcro!
¡Plega a Dios que este pavón
que abriendo espumosos sulcos
corre, escarbando las aguas,
retoza en los golfos turbio,
corsando entre pardas peñas
pierda el norte, y en un punto,
el que es un leño a sus ojos,
parezca a los ojos muchos!
¡Justicia contra ti, reino perjuro,
pues castigas los buenos y los justos!

FENICIA:

  ¡Que se va la loca nave!
¡Que nos deja, y que Neptuno,
por sus turquesados campos,
le da pasaje seguro!
¡Tenedle, cielos: mirad
que si prosigue su curso,
llegará a la patria amada,
de donde sacarnos pudo!
¡Oh, quién en los pies tuviera
las alas del dios Mercurio!
¡Y quién los suyos calzara
con el plomo de Saturno!
¡Quién fuera otro Polifemo,
que por la popa y los rumbos,
con fuertes peñas la hiciera
sumergir en los profundos!
Aguarda, fiero inventor
de traiciones y de insultos,
monstruo preñado de agravios,
Argos de honrados descuidos;
justicia contra ti, reino perjuro,
pues castigas los buenos y los justos.

IBERIO:

  Amada esposa, ¿qué haremos?
que ya la nave a los ojos
agua parece, y despojos
ya de su rastro no vemos.
  Este peñasco es terrible,
este monte inhabitable,
este arenal intratable,
y escapar es imposible.
  Subir allá no podremos
si esta peña no nos salva,
y es tan pelada y tan calva,
que en qué estribar no tenemos.
  Humanos pies sus arenas
han pisado, y tan airado
las combate el mar salado,
que de herirlas cesa apenas;
  ¿qué haremos?

FENICIA:

Amado esposo,
morir, porque aquí me obligo,
mi bien, a morir contigo,
pues el morir es forzoso.
  Venga la muerte en tus brazos;
que como en ellos esté,
la muerte no sentiré
disuadida en los abrazos.

IBERIO:

  ¿Quién creyera esta traición?

FENICIA:

Ya la virtud se castiga.

IBERIO:

No sé, mi bien, cómo diga
lo que siente el corazón.
  Y quiero, con tu licencia,
mirar si este monte puedo
subir; que es vencer el miedo,
necesidad y prudencia.

FENICIA:

  Yo en este peñasco, en tanto,
esposo, os aguardaré,
y al mar agua le daré
mientras tú a las peñas llanto.
(Vase.)
  Mar desatado y loco,
que estás entre ti mismo
haciéndote pedazos,
y a tu soberbia es poco;
este profundo abismo
en que extiendes tus brazos,
pues has deshecho lazos,
de mil amantes tiernos,
y a mil fuertes caudillos,
que te pusieron grillos,
al parecer eternos,
los quebraste y rompiste,
ampara a aquesta triste,
y a aquesta nave ingrata
dala sepulcro entre coral y plata.
  Mas ¡ay de mí! un esquife
cubierto de damasco
y gallardetes bellos,
aunque la mar se engrife
en forma de peñasco,
le peina los cabellos:
¡cielos, si son aquellos
que tanto mal me hicieron;
si se han arrepentido
y a librarme han venido!
¡Amigos! Ya me vieron,
y con espuelas de haya
se acercan a la playa;
ya en las arenas saltan
y el limpio pie de blanca espuma esmaltan.

(LISBEO y otros.)
LISBEO:

  Dos queden en la barquilla,
y en esta dorada arena
del mar, veré si es sirena
la que parece en su orilla.
  Mas es tan hermosa y bella,
que en esto agraviada ha sido,
si del cielo se ha caído;
amigos, aquesta estrella.
  Sobre las arenas de oro,
donde con plata el mar topa,
parecéis, señora Europa,
llevada del blanco Toro.
  Y en verla dorada y rubia,
Danae parecéis vos,
y la arena el bello Dios
trocado en dorada lluvia;
  y aun quiere amor que presuma,
y que aquí llamaros pueda
bellísima dama, Leda,
y el blanco cisne esta espuma:
  como le da Danae estrella,
no llegan, señora, a vos,
que sois bella para Dios,
y para mujer muy bella.

FENICIA:

  Mujer soy en quien se encierra
la desventura y pesar,
y a quien no sufre la mar,
y a quien persigue la tierra.
  Y es tanta mi desventura,
que el mar que miras aquí,
diciendo está mal de mí,
y parece que murmura;
  pero pues Dios, caballero,
y el mar sobre estas arenas
os trae a sentir mis penas,
saber de tus labios quiero
  dónde estoy, qué tierra miro;
que este monte, al cielo atlante,
es a la vista un diamante
si al mar parece un zafiro.

LISBEO:

  Quisiera poder, señora,
lo que me pedís hacer,
mas poderme detener
imposible será ahora.
  Mas en mi esquife sabréis
en la provincia que estáis,
e imaginad que llegáis
donde servida seréis
  en alta mar.

FENICIA:

¿Cómo? Aguarda
que venga mi esposo.

LISBEO:

¿Dónde
le tienes?

FENICIA:

Señor, se esconde
tras aquella peña parda.

LISBEO:

  ¿Qué fue a buscar?

FENICIA:

Fue a buscar
poblado, senda o camino,
y pues tu clemencia vino
a ampararnos...

LISBEO:

Vaya al mar.

FENICIA:

  ¿Sin mi esposo?

LISBEO:

Sin tu esposo.

FENICIA:

¡Señor!

LISBEO:

Caminad con ella.

FENICIA:

¡Cielos! ¿Qué enemiga estrella,
o qué clima riguroso,
  me persigue desta suerte?

UNO:

¿A dónde iremos?

LISBEO:

Bogad,
amigos, a la ciudad.

FENICIA:

Mejor diréis a mi muerte.

(Vanse.)


(PETRONIA, infanta, y ROSANIO.)
PETRONIA:

  Mil años ha que deseo
esta dulce soledad
en que contigo me veo.

ROSANIO:

Que gozo de tu beldad,
no es posible, no lo creo;
  dame una mano, señora,
aunque amanezca la aurora
de envidia llorando el día
la suerte y ventura mía.

PETRONIA:

La mano y el alma toma.

ROSANIO:

  ¿Qué, en efecto, ya me das
del alma la posesión?

PETRONIA:

Dueño del alma serás.

ROSANIO:

Macaria y Fronibo son
los que vienen, pues, atrás;
  en parte oculta, escuchemos
lo que dicen.

PETRONIA:

Dices bien.

(MACARIA y FRONIBO.)
FRONIBO:

Pues estas yedras que vemos
se abrazan y quieren bien,
envidia y celos las demos.

MACARIA:

  Ya sabes, Fronibo mío,
que te adoro, y que el secreto
del alma apenas lo fío;
y pues eres tan discreto,
de tu prudencia confío
  más recato, no por mí,
que estos árboles que al cielo
quieren atreverse así,
son mudos para el recelo
que puedo tener aquí;
  pero por el Rey, que quiere
coronarme en la ciudad,
y desto su bien se infiere.

FRONIBO:

Mal podrá guardar lealtad
quien de envidia y celos muere;
  ¿quién podrá tener paciencia
de la ejecución de amor?
¿Quién podrá tener prudencia
en su rabioso furor?

MACARIA:

Fronibo, dame licencia
  y entre tanto aqueste abrazo
te entretenga.

FRONIBO:

Como dure
un siglo, señora, el lazo.

MACARIA:

Porque tu bien se asegure,
y que el tiempo acorte el plazo,
  procura darle la muerte
a la Infanta, que yo al Rey
se la daré airada y fuerte.
Que amor, como es Dios, sin ley,
todas las leyes pervierte;
  que aunque trescientas mujeres
tiene el Rey, me adora a mí
más que a todas.

FRONIBO:

Pues si quieres
que le dé la muerte aquí,
morirá.

MACARIA:

Es razón que esperes
  ocasión.

FRONIBO:

Dices muy bien.

MACARIA:

Pide al tiempo y al amor
ocasión.

FRONIBO:

Ellos la den.
¡Ay mi bien!

MACARIA:

¡Ay mi señor!

FRONIBO:

Vese en tus labios desdén.

MACARIA:

  ¡Jamás!

FRONIBO:

¡Júralo!

MACARIA:

Lo juro
a tus ojos y a tu amor.

FRONIBO:

Darte desdén no procuro.

MACARIA:

Segura me voy, señor.

(Vase.)
FRONIBO:

Y yo así quedo seguro.

ROSANIO:

  ¿Tal infamia se consiente?
¿A la dama de tu hermano
se atreve?

PETRONIA:

Rosanio, tente,
que a mí me tomas la mano
y esotro lo calla y siente:
  esto a venganza no obliga
como esotro.

ROSANIO:

Es cosa llana.

PETRONIA:

Cada cual su estrella siga:
quiere tú del Rey la hermana,
y él quiera del Rey la amiga.

FRONIBO:

  ¿No es Rosanio el que la mano
ase a Petrolia? ¡Sí, él es!
¿Hay tal maldad? Mas es llano
que le habrán dado los pies,
pues la toma este villano.
  ¡Vive Dios que ha de morir!

ROSANIO:

Al Rey decírselo quiero.

FRONIBO:

Al Rey lo quiero decir.

(Vase FRONIBO.)
PETRONIA:

Porque coronarte espero,
mi Rosanio, has de advertir
  que importa que esta enemiga
muera porque quiere el Rey;
que a esta sinrazón se obliga
que reine contra la ley
de la razón.

ROSANIO:

¿A su amiga
  quiere coronar por Reina?

PETRONIA:

Sí, amigo, que en la ciudad
solo la injusticia reina.

ROSANIO:

¿Y que sufra esta maldad
el que sus cabellos peina
  en zafiros y en diamantes?
Morirá aquesta mujer,
porque tus grandezas cantes.

PETRONIA:

Y así vendremos a ser
ejemplo de los amantes.

(Vanse.)
(DANFANISBO, rey; músicos, criados, mujeres, y MAESTRESALA.)
DANFANISBO:

  Buena ha estado la comida.

MAESTRESALA:

A lo menos no se ha visto
comida tan bien servida.

DANFANISBO:

No pensar donde yo asisto
que está el descanso en la vida;
  ver desnudas cien mujeres
sirviéndome, ha aumentado
mis gustos y mis placeres;
cantad, si tenéis templado.

MÚSICO:

¿Qué quieres, señor, que cante?

DANFANISBO:

  Un tono alegre, y bailad
vosotras.

UNO:

Haráse así.

DANFANISBO:

Todo es fiesta mi ciudad;
a entrar Demócrito aquí,
riera: también cantad.

(Cantan.)
[MÚSICOS] :

  Gustos, bienes y alegrías
se acaban con nuestras vidas,
y hasta que venga la muerte,
pasemos la vida alegre.

MARCIO:

  A tus pies, gran señor, vengo
a demandarte justicia
de un agravio a tu corona,
mas que no a las canas mías.
Un mozo inconsiderado
hoy, citando partido el día,
en medio del cielo el sol,
y de oro el cielo matiza,
entró en mi casa, y por fuerza,
la honestidad de mi hija
violó con mano aleve,
sin temer leyes divinas.

REY:

¿Qué hizo?

MARCIO:

Robó su honor.

REY:

¿Pues adónde le tenía?

MARCIO:

Eu el alma que es el templo
en que el honor se eterniza.

REY:

¿Pues para qué le guardaba,
o para qué le quería,
viendo que todo se acaba?
Oye, aquesta letra, y mira
la verdad; que este es engaño,
y es embeleco y mentira.

(Cantan.)
[MÚSICOS] :

  Gustos, bienes y alegrías
se acaban con nuestras vidas,
y hasta que venga la muerte,
pasemos la vida alegre.

MARCIO:

  Mira que aquel mozo ingrato,
señor, deshonró a mi hija
en presencia de mis canas:
hazme, gran señor, justicia.

REY:

Tu hija, ¿qué dice?

MARCIO:

Llora.

REY:

Vuelve, y dila que se ría,
porque matan a los hombres
llantos y melancolías;
y tú ríete también,
y el mozo premio reciba
a su atrevimiento; canten;
que me agrada la letrilla.

MARCIO:

Esta es la ciudad sin Dios;
pues en ella no hay justicia,
venga de Dios el castigo.

(Vase.)


(Sale LISBEO.)
LISBEO:

Dame esas manos invictas.

REY:

¿Qué hay, capitán?

LISBEO:

Ya obedecen
tu nombre varias provincias,
y tus estandartes quedan
en tus ciudades y villas.
Degollé infinita gente,
porque entre gustos vivían,
y puse fuertes soldados,
columnas de tu milicia.
Todo de tu nombre augusto
tiembla, y en láminas ricas
de rubios bronces, eternas
serán como tus cenizas.

REY:

¡Hola! ¿Qué hacéis? ¿No cantáis?
Que el tono a cantar obliga;
ea, capitán, que es bueno
el tono de esta letrilla.

(Cantan.)
[MÚSICOS] :

  Gustos, bienes y alegrías
se acaban con nuestras vidas,
y hasta que venga la muerte,
pasemos la vida alegre.

MACARIA:

  Tarde he llegado a las fiestas.

REY:

Hermosa señora mía,
dame esos brazos y ocupa
a mi lado aquesta silla.

MACARIA:

¿No es Lisbeo, gran señor
este que está de rodillas?

REY:

Viene triunfando, señora,
de naciones enemigas;
es valiente capitán
y venturoso en conquistas
premia, señora, sus hechos.

MACARIA:

Deme memorial, y pida
por tus servicios; que yo
ya dellos tengo noticias;
y ahora canten, señor;
que ver el baile quería.

(Cantan otra vez lo mismo.)
REY:

Baila, capitán. ¿No bailas?

LISBEO:

¡Que esto los cielos permitan!
¡Que esto se haga conmigo!
¿Quién quieres, Rey, que te sirva?
Honra a los que te den honra,
pues tan mal los premios miras.
Cuando traigo en bronce al pecho
hechos y hazañas escritas,
que en si escriben los soldados
a falta de coronista;
¡pides que premie mi espada
una mujer, y tu amiga!
¡Vive Dios!

MACARIA:

Dadle la muerte.

LISBEO:

Y buscarás quien te sirva.

REY:

De la ciudad desterrado
salga, pena de la vida.

LISBEO:

¡Señor!

REY:

Caminad con él,
y matadle si replica.

LISBEO:

Esta es la ciudad sin Dios,
pues a los buenos castiga.

MACARIA:

Vengo del jardín, señor,
donde he estado entretenida
muy bien un rato, mirando
los alabastros y pilas;
que después que me has mandado
que en tus consejos presida,
ando cansada.

REY:

¿Y qué leyes
se guardan con mi justicia?

MACARIA:

He mandado desterrar
del reino la medicina;
que empeñaban los estados
sus mulas y sus sortijas;
que esos, gran señor, que ves
con barba peinada y limpia,
son hombres que los pagamos
porque nos quiten la vida.

REY:

¿Y qué otra cosa has mandado?

MACARIA:

Que salgan dentro de un día
del reino todas las viejas
que de sus caras se olvidan.

REY:

Pues ¿por qué?

MACARIA:

Porque encarece
el arrebol a las niñas;
y ahora con tu licencia
voy al Consejo, y quería
dar nuevas leyes al reino,
derogando las antiguas.

REY:

¡Hola! Acompaña a Su Alteza,
publicándole mis dichas.

(Cantan.)
[MÚSICOS] :

  Gustos, bienes y alegrías
se acaban en nuestras vidas,
y hasta que venga la muerte
pasemos vidas alegres.

(Vanse todos y queda el REY.)
(Sale FRONIBO.)
FRONIBO:

  Pues en tan buena ocasión
solo a Vuestra Majestad
hallo, quiero, que es razón
descubrirle una maldad
y decirle una traición.

REY:

  ¿Traición estando yo vivo?
¿Contra quién?

FRONIBO:

Contra tu honor.

REY:

¿Qué es lo que dices, Fronibo?
¿Contra mi honor?

FRONIBO:

Sí, señor.

REY:

¿De quién afrenta recibo?

FRONIBO:

  De Rosanio.

REY:

¿Pues por qué?
¿Es traidor Rosanio? ¿Quiere
darme muerte?

FRONIBO:

No lo sé.

REY:

¿Pues qué sabes?

FRONIBO:

Que se muere...

REY:

¿Por quién?

FRONIBO:

Yo te lo diré;
  sabrás, señor, que profana
el gran templo de tu honor.

REY:

No te entiendo.

FRONIBO:

Esta mañana
le vi en el jardín, señor,
abrazado con tu hermana.

REY:

  ¿Con mi hermana?

FRONIBO:

Señor, sí;
mira si es traición.

REY:

Ve luego;
llámale.

FRONIBO:

Él viene aquí;
¡hoy, fiera envidia, sosiego
si deste me vengo así!

(Sale ROSANIO.)
REY:

  Rosanio, ya la verdad
se sabe, y que de mi hermana
eres galán.

ROSANIO:

Tal maldad,
quien la dijo
miente.

REY:

La muerte le dad
  si niega.

ROSANIO:

Ya sé, señor,
quién lo ha dicho; y así, aquí
quiero confesar mi error;
verdad es.

FRONIBO:

Hoy muero aquí,
y así el Rey le hace favor.

REY:

  Rosanio, yo no sabía
que eras hombre tan honrado;
mas pues veo tu osadía,
tu deseo y tu cuidado,
que aspira a la sangre mía,
  a mi lado darte asiento
quiero, y esto no te asombre;
siéntate, amigo, contento,
que estimo mucho que un hombre
tenga tan buen pensamiento.
  Dice Fronibo que estás
de mi hermana enamorado;
y ahora que sé que das
en intento tan honrado,
te quiero y te estimo más
  que te quise, es cosa llana;
y ahora tu pensamiento
mi premio y mercedes gana,
pues tienes atrevimiento
de querer bien a mi hermana;
  que si yo hombre humilde fuera,
a la reina me inclinara
cuando bien me pareciera;
que esto el ánimo declara
y el buen gusto que tuviera.
  El gusto a mi hermana allana,
pues te da fama y renombre,
y si a tu ruego es tirana,
¡vive Dios! que yo, en tu nombre,
le dé un recado a mi hermana!

ROSANIO:

  Estos pies me da a besar.

REY:

Ve, y prosigue en tus intentos,
que yo te prometo honrar;
que tan altos pensamientos
son muy dignos de estimar.

FRONIBO:

  ¡Cielos, no sé qué me diga!
Queriendo a su hermana bien,
le honra y no le castiga;
si es así, quiero también
decir que quiero a su amiga.
  ¡Señor!

REY:

¿De qué estás turbado?
¿Es porque he premiado así
a Rosanio, mi cuñado?

FRONIBO:

¿Tu cuñado, señor?

REY:

Sí.

FRONIBO:

¿Pues un humilde soldado
  has de casar con tu hermana,
cometiendo un crimen tal,
que tu palacio profana?

REY:

Calla, que le quieres mal.

FRONIBO:

¿Mal le quiero?

REY:

Es cosa llana;
  que si mal no le quisieras,
el caso no me contaras
y sus faltas encubrieras;
y si tú a mi hermana amaras,
también lo mismo quisieras.

FRONIBO:

  Pues yo te pido perdón
de otro delito.

REY:

¿Y cuál es?

FRONIBO:

Que sin respeto y razón
quiero...

REY:

¿A quién?

FRONIBO:

¡Señor!

REY:

Di, pues.

FRONIBO:

A Macaria.

REY:

Esta es traición,
  porque no puedo creer
de hombre malicioso tal;
que si supieras querer,
no supieras hablar mal
de la más baja mujer;
  porque es cosa cierta y llana
que si a Macaria quisieras
con ambición loca y vana,
aquí no me descubrieras
los amores de mi hermana.
  Y en esto he echado de ver
tu envidia y firmeza poca,
pues con tu mal proceder,
has echado por tu boca
la muerte que has de beber.
  ¡Hola! ¡A una torre llevad
a este villano!

FRONIBO:

Si yo...

(Salen ROSANIO y criados.)
ROSANIO:

¿Por qué va preso?

REY:

Acabad,
que va preso porque habló;
y así, vosotros callad.

ROSANIO:

  ¿Por qué va preso, señor,
Fronibo?

REY:

Para que calle,
y ahorcarle fuera mejor.

ROSANIO: ya no sé en qué halle

gusto y contento mejor;
  ya los saraos me han cansado,
y ya me cansan las fiestas
que a mi gusto han consagrado:
las luchas y las apuestas
que en los templos se han ganado:
  ya los banquetes costosos
con que me sirven contino,
donde en vasos olorosos
brinda al apetito el vino
tras los manjares sabrosos;
  y así, que busquéis quiero
otros modos de placeres;
que de tristeza me muero.

ROSANIO:

¿Tristeza habiendo mujeres?

REY:

Bien a las mujeres quiero;
  pero quiero que me des
otros géneros de vicios.

ROSANIO:

¿Juegos?

REY:

Esos son después
de hacer otros ejercicios.
Ven acá; ¿qué gusto es
  el murmurar?

ROSANIO:

Alabar
le suelen todas las gentes;
es vicio tan singular,
que aun las plantas y las fuentes
se alegran con murmurar.

REY:

  ¿Y el mentir?

ROSANIO:

Este ejercicio
es causa de mil desastres;
todos lo tienen por vicio,
mas solamente los sastres
lo aprenden como su oficio.

REY:

  Y la vida picaresca,
¿es gustosa?

ROSANIO:

Es extremada;
de verano es ancha y fresca,
de invierno, en parte, templada;
sigue la jábega, y pesca.
  El que aquesta vida vive.
Come y duerme donde quiere,
jamás responde ni escribe,
jamás con veneno muere,
ni sobresaltos recibe.
  No le desvela el agravio
ni le ofende la privanza,
no pende de ajeno labio:
conténtale lo que alcanza,
y así vive como sabio;
  no teme, cobra, ni debe.

REY:

¡Por Dios que esta vida es bella!

ROSANIO:

Y la que a mí más me mueve.

REY:

No hubiera vida como ella
si estos bebieran con nieve.
  Ven acá; de ser ladrón
tengo deseo; ¿no es gusto?

ROSANIO:

Sí, mas para en procesión.

REY:

Esta noche, aunque es injusto,
pues la obscura confusión
  nos convida, salir quiero
con algunos disfrazado,
a robar, y entrar primero
en mi palacio.

OTRO:

Es sagrado.

REY:

Pues yo profanarle espero,
  que en la república son
necesarios los ladrones,
porque el temer de un ladrón,
da cuidado en ocasiones.
¿Qué rumor y ronco son
  es aquel?

CRIADO:

Lisbeo fiero,
gran señor, acompañado
de grueso ejército entero,
llega a tu palacio, armado
de horror, espanto y acero;
  que porque mal le trataste,
y después de haber vencido,
vencedor le desterraste,
este alboroto ha movido.

REY:

Pues su soberbia contaste.
  Rosanio al momento voy:
persíguele hasta matalle;
que mi potestá te doy.

ROSANIO:

Yo voy a desbaratalle
y a que conozca quien soy.

REY:

  ¿Qué hay de mujeres?

DELIO:

Señor,
dos viudas y dos casadas,
de calidad y de honor,
han traído.

REY:

Ya me enfadas:
¿posible es que en el amor
  no hay novedad?

DELIO:

Cosa es llana;
ama a tu madre.

REY:

Es ya vieja.

DELIO:

Ama, señor, a tu hermana.

REY:

Bien tu ingenio me aconseja;
luego su gusto me allana.

DELIO:

  No la quiso perdonar:
yo voy a hablar a su Alteza.

REY:

Ve, que por el variar
es bella naturaleza
y el gusto suele aumentar.

DELIO:

  Si es tu hermana, caso es justo
señor, que os améis los dos.
No hay Dios que se llame injusto.

REY:

¿Qué no hay Dios? ¿Qué cosa es Dios?
En Nínive es Dios mi gusto;

(Armas. Criados.)
(Sale IBERIO, de pieles vestido.)
IBERIO:

  Soberbias, altas y encumbradas peñas
que lloráis mis desdichas; claras fuentes,
que, murmurando, bajan vuestras breñas;
cristales que cuajáis vuestras corrientes,
y mi dolor mostráis sentir por señas;
arenas no habitadas por las gentes;
mar de espalda soberbia y espumosa,
¿quién me ha escondido mi querida esposa?
  Así no lleguen naves avarientas
a los senos ocultos de tus conchas
a robarte el tesoro que sustentas
en tu blanco coral sangriento a ronchas;
y así goces tus casas opulentas,
hechas de los cristales que destronchas
de los escollos de tu frente hermosa,
que me des nuevas de mi amada esposa.

(Salgan LISBEO y FENICIA.)
LISBEO:

  Si no puedes caminar,
yo te llevaré en los hombros;
que es el camino terrible
y los peñascos fragosos.
Todos mis amigos quedan
desbaratados y rotos;
que el escuadrón de Rosanio
nos ha contrastado a todos.
¡Ah, ciudad sin Dios aleve!
En lugar de blancos copos,
rayos caigan que te abrasen
los templos y capitolios;
y tú, Rey bárbaro y fiero,
en vida y costumbres monstruo,
plega al cielo que no goces
la púrpura y cetro de oro.

FENICIA:

Ya suenan las voces cerca;
hasta encontrar con mi esposo,
quiero engañar a este ingrato.

LISBEO:

Si me alcanzan, a tus ojos
me han de hacer dos mil pedazos,
y no dejarte es forzoso.

FENICIA:

Señor, aquí está un salvaje
de traje y de aspecto tosco,
cuya espalda y pecho cubre
con antiparras de lobo,
y este nos dará pasaje
por entre enebros y chopos.

LISBEO:

Escóndete: no te vea,
que eres mujer y él es monstruo,
hijos de estos montes altos,
y semidiós, en quien pongo
dos vidas que van huyendo
del poder de un campo todo.
Dinos, si acaso lo sabes,
alguna senda al fragoso
corazón de esta montaña,
porque mis contrarios oigo.

IBERIO:

Por el cristal de esta fuente,
grillo de los pies del olmo,
hay una senda que baja
a una playa donde pocos
mortales jamás se han visto;
y es tan áspero y fragoso
el camino, que alcanzaros
ha de ser dificultoso;
si no siguiera mi suerte
yo bajara con vosotros.

LISBEO:

Dame estos brazos, amigo,
a quien ofrezco el retorno
de esta amistad algún día.

IBERIO:

Yo estas palabras te tomo.

LISBEO:

Pues toma aquesta sortija
para que sirva de abono
a mi palabra; que el tiempo,
aunque tiene pies de plomo,
alas tiene en las espaldas,
y camina como él propio.

(Vanse.)


IBERIO:

No se pierde el hacer bien,
id con Dios; que yo a mis ojos
voy a humedecer con llanto,
buscando el alma que adoro.

(Vase.)
(ROSANIO y DELIO; REY.)
ROSANIO:

  Desbaraté la gente de Liberio,
y huyendo de mis manos con infamia,
¿qué selva quedará en el hemisferio,
  ni qué caverna que le esconda Idamia,
una mujer que dicen que en la orilla
del mar sola la halló, como a otra Lamia?
  Se escapó por las peñas, que seguilla
apenas él podía, que sospecho
que Atalanta a sus plantas se le humilla.
  Al fin, dejando su escuadrón deshecho,
y él huido y sin gente, no ha querido
seguirle más.

DELIO:

De tan heroico pecho
  no se esperaba menos, y has venido
a famosa ocasión.

ROSANIO:

¿Cómo?

DELIO:

Que quiere
el Rey, que por Macaria está perdido,
  como del caso esta verdad se infiere,
que le adoren por Dios. y en el palacio,
aunque esta ley a la razón altere,
  en un altar, que nunca admite espacio,
está para este efecto levantado,
donde la cornerina y el topacio
  sirven de claros ojos al brocado
que compone el dosel, ha de estar puesta,
en cuyo asiento Júpiter ha estado.

ROSANIO:

  ¡Miren qué Cintia o qué Diana honesta!

DELIO:

Solo es Dios hoy del reino el que el Rey nombra.

ROSANIO:

Ya viene el Rey, sin duda a hacer la fiesta,
  pues la música suena.

DELIO:

Al mundo asombra
tal novedad.

ROSANIO:

Callemos, que el Rey viene.

(Salgan todos con ramos en las manos, el REY y MÚSICOS.)
MÚSICOS:

Tu Real Majestad en esta alfombra
  le hará a la diosa el culto que conviene.

REY:

Todos por tierra a la inmortal plegaria
luego os postrad, y pues el cargo tiene,
  con pompa y ceremonia necesaria,
las señas haga luego el sacerdote.

SACERDOTISA:

Diosa inmortal de Nínive es Macaria.

REY:

  El palacio la música alborote,
y vosotros, con himnos y canciones,
haced que su deidad la gente note.

(Cantan.)
[REY] :

  Sacerdotisas hermosas,
con compás y con concierto
descubrid estas cortinas
con el debido respeto.
Y en tanto que se descubren,
desatad los dulces ecos
con el compás de la mano
a los dulces instrumentos.

(Suenan chirimías.)
TODOS:

¡Viva la diosa Macaria!

REY:

Y salgan de todo el reino
los dioses a quien se han dado
los holocaustos e inciensos.

CURIÓN:

Vosotros a la gran diosa
llegad, trepando y corriendo,
y en presencia del altar
luego os postrad por el suelo;
luego con tres reverencias
llegue el mismo Rey, haciendo
reverencia a la gran diosa,
y sígale todo el pueblo.

REY:

¡Vasallos! Aqueste Dios
es el que yo reverencio:
reverenciadle vosotros,
pena de eterno tormento.

TODOS:

¡Viva la diosa Macaria!

MACARIA:

Gran señor, yo os agradezco
el honor que me habéis dado,
y confesarle os prometo.

REY:

Sacerdotisas sagradas,
pues veis que yo gusto dello,
entretened a la diosa
con bailes, danzas y versos.
  A la diosa hermosa
tejed una trenza
con vueltas y lazos,
con saltos y vueltas.
Formadla gallarda
con mil continencias
y con cabriolas
que el aire suspendan.
¡Oh! ¡Qué bien parecen
las colores bellas
en plumas mudanzas
que por serlo alegran!
Si está ya acabada,
volved a hacerla,
que es clavel la diosa
y el baile de perlas.
Así es nuestra vida,
que no llega apenas
a verse tejida,
cuando está deshecha.
Con vueltas y salvas
haced reverencias,
y decid al son
de las castañetas:
¡Viva, viva la diosa bella!
¡Viva, viva y viva el Rey,
que si santa es ella,
poderoso es él!

MACARIA:

  Gran señor, con tu licencia
quiero hacer audiencia ahora.

REY:

Tuyo es mi gusto, señora.

MACARIA:

¡Hola! Haced que entre la audiencia.
  ¿Por qué estás tú?

PRIMERO:

Porque dicen
que hurté un ídolo de plata.

MACARIA:

¿Hurtástele? Verdad trata.

PRIMERO:

Verdad es, que no desdicen
  mis labios lo que es verdad.

MACARIA:

¿Por qué lo robaste?

PRIMERO:

Hallé
sola la estatua, que fue
suplir mi necesidad,
  pues deshaciéndola, di
a mis hijos y mujer
de vestir y de comer.

MACARIA:

¿Luego eres casado?

PRIMERO:

Sí.

MACARIA:

  Vaya libre, que un casado
pobre y con hijos, disculpa
tiene, y antes tiene culpa
el que la estatua ha labrado.
  ¡Bueno es que tenga ocupada
la plata desta manera,
y que estotro de hambre muera!
La estatua fue bien robada.
  ¿Por qué estás tú?

SEGUNDO:

Porque debo
y no lo puedo pagar.

MACARIA:

Si no puedes, ve a buscar
cómo pagar, que no es nuevo
  el no tener: yo permito
que salga de la prisión,
porque es mucha sinrazón
que hagan el deber delito.
  ¿Y aqueste?

ROSANIO:

Porque mató
a su mujer.

MACARIA:

¿Has estado
con ella tiempo casado?

TERCERO:

Veinte años. Celos pidió.

MACARIA:

  Ve libre, que así conviene;
que quien pudo esclavo ser
veinte años de una mujer
celosa, disculpa tiene.
  Y éste, ¿por qué está?

(ROSANIO esté presente.)
REY:

Yo fui
quien le ha mandado prender
porque te quiso ofender.

MACARIA:

¡Cómo! ¿Este ofenderme a mí?

REY:

  Dijo, mi bien, que te amaba.

MACARIA:

¿Amor es delito?

REY:

Sí es.

MACARIA:

Préndete a ti mismo, pues
que me amas.

REY:

¡Sentencia es brava!

MACARIA:

  Todo el pueblo, por mil modos,
confiesa y dice, señor,
que me quiere y tiene amor:
bien puedes prender a todos
  los del pueblo si te infaman;
que como me amas así,
todos, por amarte a ti.
todos a mí, señor, me aman.
  Y pues por ti me ama, es llano
que tú le debes amar,
y yo aquí le quiero amar
dándole, señor, mi mano.

REY:

  Pues merece tu favor,
dásela y él la reciba.

TODOS:

¡La diosa Macaria viva!

MACARIA:

¡Y viva el Rey mi señor!