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Historia general de el Reyno de Chile/Libro I/XXVIII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPITULO XXVII.


De los trages de los indios y de las indias de Chile. Quan poco delicadas y quan esforzadas son, y de el poco ajuar de sus casas.


El trage de los indios, que muchos andan desnudos.—Antiguamente no traian mas de uno como lienzo de paxa, que los cubria la decencia.—Los del Estrecho andan desnudos.—Passan unos sin reparo los soles: otros en el Estrecho sin reparo los frios y nieves.—Los indios que habitan en el medio templado y fértil de Chile andan vestidos.—Su trage moderado y sencillo.—Ropilla.—Andan descubiertos la cabeza, desnudos de pié y pierna.—El modo de hazer cortesia.—Los indios que sirven en la ciudad a los españoles andan mexor vestidos.—Vestido de las indias.—Ellas se hazen y texen los vestidos.—Adornos y joyas de las indias.—Trage de las Mallenes que sirven a los españoles.—Valentia de las mugeres de Chile.—Capitanean a vezes a los hombres para la guerra.—En las malocas se han defendido con valor.—Han maltratado muchas vezes a los soldados, y una se llevaba dos debaxo del brazo.—Exercicios de las mugeres y como se crian fuertes con ese trabajo.—La poca delicadeza y adorno.—La honestidad de las casadas.—La disolucion de las solteras.—Lo que fuera en otros penitencia no lo sienten estos indios.—Caso gracioso de una penitencia.—Dale su confesor a un indio un saco de cerdas para que haga penitencia.—Tráele un año por jubon y sácale por gala en la fiesta del Corpus.—No usan braseros.—Velas se las da el monte.—Pedernal y eslabon le hazen de dos palitos que llaman Repu.—La facilidad con que sacan fuego con dos palitos.


Los trages de los indios de Chile son varios, conforme las tierras, porque unos se visten de lana, oros de pellexos, otros de pluma, otros cortezas de arboles y otros andan desnudos y con un barniz de barro y una pampanilla para cubrir la decencia. Y este fué el trage de todos estos indios antiguamente, hasta que vinieron los españoles a su tierra y les repartieron ovejas, de cuya lana se visten. Que antes, de una paxa que llaman Ñocha y otra cartadera, hazian un modo de lienzo que les cubria la decencia, atado a la cintura con una soga de la misma paxa. Y este trage usan hasta oy infinidad de indios que habitan hazia el Estrecho de Magallanes, que de la cintura arriba andan desnudos, los quales, por no aver comunicado con los Españoles, no tienen ganado ni lana de que hazer de vertir, y aunque están en tierra tan fria passan desnudos la vida y...[1] conforme la ropa, que le siente mas quien no tiene ninguna.

Los Puelches no traben encima mas de una piel de Guanaco ceñida a la cintura, y los muchachos y las niñas unas plumas o unos cordeles de lana atados a la cintura, y las doncellas en casándose se quitan este plumero que trahen en la cintura y se visten un pellexo que se echan encima de los hombros y se le atan por la cintura. En muchas partes de las pampas, para defenderse del sol y de los mosquitos, que como andan desnudos los atenacean, se embarran todo el cuerpo con barro, mezclado con unas yerbas para que tenga consistencia, con que se defienden algo de los mosquitos y del sol, que no dexan de hazer en ellos su bateria, y si no es en las sombras de los arboles no hallan refrigerio, porque sus... [2] son unos ornillos y estufas para sudar, y como estos, por vivir en tierra calidissima, passan los soles sin reparo, los que habitan en el estrecho, que es tierra frigidissima en cincuenta y dos grados, donde no ven el sol en imbierno por estar tan cercanos al Polo antartico y donde el dia es de tres o cuatro horas en imbierno, passan los frios, las heladas y las nieves desnudos.

Estos son los trages de los indios que habitan en los dos extremos de Chile, el uno muy calido por estremo y el otro muy frio. Pero los que viven en el medio de la tierra de Chile habitan en una tierra muy templada y fértil, donde han hecho pie los Españoles y está su principal comercio y el palenque de la guerra, y estos indios, como se han hecho de ganado con el comercio de los españoles, andan vestidos de lana teñida de vistosos colores, con un trage moderado y sencillo, contentándose con solo cubrir el cuerpo, sin los usos y nuevas invenciones de los españoles, en que tienen buen gusto, escusando el costo de las cuchilladas de los vestidos, el desperdicio de las picaduras, lo superfino de los ribetes, lo sobrado de las guarniciones, lo vano de las bordaduras y lo costoso de los recamados. La ropilla es una camiseta cuadrada abierta por medio, quanto cabe la cabeza, que entrándola por ella, cae sobre los ombros; los calsones abiertos de la misma tela, sin mas camisa que duplicar la camiseta, sin mas aderezo ni adheherente, que ni tienen que cuidar de valona ni de guantes, de medias ni zapatee, de espada ni daga, de sombrero ni capa. El cabello les cubre la cabeza y le traben atado con una cuerda de lana, la qual se quitan por cortesia, como nosotros el sombrero. Y los de guerra que andan trasquilados a raiz, se escusan de esas cortesias, y entre ellos no ay otra que dezir Mari mari y alargar la mano hazia la cara del que hazen la cortezia, estendiendo la garra, que no pareze sino que la quieren arañar; a nadie incan la rodilla, ni vaxan la cabeza, ni inclinan el cuerpo, sin hazer de estas cortesias y reverencias ni a un sacerdote ni al gobernador, ni lo que mas es, a las cruzes o imagenes de los christianos, ni a su Pillan o Gucuibu, como se dixo en el capitulo tercero. Los indios que viven en las ciudades pobladas de Españoles se visten de paño o de estameña al modo de los Españoles, y andan calzados y con sombrero, particularmente los que han aprendido algun officio con que se pueden vandear y vestir, que los demas que sirven de jayanes andan descalzos de pie y pierna y los brazos desnudos, unos con sombrero, otros con montera y otros con solo el atadero de la caballera.

El vestido de las mugeres entre los indios de guerra y los de paz es al modo de el de los hombres, y solo se diferencia en los calzones y en el cabello largo de las mugeres, las quales traen como los hombres una camiseta sobre los hombros, y de medio cuerpo hasta las rodillas una manta ceñida a la cintura, y de las rodillas abajo como los hombres desnudas y descubiertas, y los brazos del mismo modo. Y aunque mas frio haga no traen mas abrigo, y dentro de casa se quitan la camiseta que trahen encima y se quedan con solo la manta. Para las fiestas se ponen algunas una lliella, que pende por las espaldas y por los dos estremos; la prenden en el pecho con un punzon, sin mas gala ni usos nuebos, ni ser costosas a los maridos aun en esto poco que visten, que ellas mismas lo hazen y texen, y sino no se lo ponen, que el marido no se obliga a darlas de vestir: antes ellas están obligadas a vestir al marido.

El adorno y joyas de las mugeres son las llancas, que como emos dicho son unas piedras toscas verdes que agugerean por medio y las ensartan, y a vezes las cosen en un pedazo de paño o carton en forma de media luna y se le ponen en el pecho; sin esto, algunas sartas de cuentas de vidrio azules y verdes. Y para el trenzado unas cintas que hazen de caracolitos del mar, blancos, muy pequeños, que parecen cuentas de abalorio, y llaman en su lengua Cucham; y en las orejas muchos zarzillos y patenas cuadradas que llaman upul de metal de vacinica o de plata y cobre, y suelen traher tantos que las rompen las orejas. Y no tienen mas gala ni adorno las mugeres de Chile.

Las indias que sirven a los españoles y viven en las ciudades traben el habito mas decente y modesto, porque llega hasta los pies y muchas están muy españoladas en el lenguage y en el habito, que traben cubiertos los brazos con las mangas de la camisa y calzados los pies, y usan de mantellinas y faldellines, y en la frecuencia de los Sacramentos y exercicios pios y devotos son muy semejantes a las españolas. A estas llaman mallenes, a distincion de las demas indias que están en sus proprias tierras y en su natural trage y costumbres.

Son las mugeres de Chile tan fuertes y varoniles, que tal vez quando importa y ay falta de hombres toman las armas y convocan y capitanean a los indios para la guerra; y yo soy buen testigo, que estando cercado en el fuerte de Boroa con los soldados españoles, en el alzamiento general del año de 1655, llebó una muger de la Imperial todos los indios de aquella provincia capitaneándolos y ofreciéndose a ganar por fuerza de armas el fuerte de los Españoles, y dió la traza y modo como se avia de ganar; pero no les salió bien, que Dios nos guardó.

En esta ocasion me traxo ella una carta de otro Padre de la Compañia que tenian cautivo en su tierra, juzgando que por ese medio podria conseguir su intento,, que le salió vano. Y fué celebre una de quien despues haremos mencion, que mucho tiempo hizo juntas, convocó soldados y los capitaneó en venganza de la muerte de su marido, peleando con varonil esfuerzo. Y hartas experiencias tienen los soldados españoles del valor y arresto de estas indias, que muchas veces han llegado a maloquear a sus ranchos, y hallándose ellas solas, sin hombre ninguno que las defendiesse, han tomado las armas de sus maridos y defendídose con valentia y esfuerzo, y lo que mas es, con solos palos y los instrumentos de sus telares han molido a palos a los soldados y puéstolos en huida. A uno conocí yo, muy buen soldado, que le dieron tantos palos las indias de un rancho, entrando en él a maloquear, que luego que volvió a Arauco murió. Y en otra ocasion coxió una india a dos soldados debaxo de los brazos y se los llebaba al monte como si llebara dos pollitos, y para librarse de ella ubieron menester muy bien las manos, y dieron gracias a Dios de verse libres de ella.

Exercítanse como los hombres en el juego de la chueca, que es una guerrilla de fuerza, maña y ligereza, para salir con una bola y ganar a los demas. Y proviene la fortaleza de las mugeres de criarse medio desnudas, al frio y al agua, con tan poco melindre y delicadeza, que todas las mañanas, aunque esté granizando, se han de vañar. Están hechas al trabaxo y a moler, cargar a cuestas el agua, la chicha, la leña, las cosechas, sin descansar un punto, como hemos dicho. No usan de tocas ni de cosa que las cubra la cabeza, ni se enjugan el cabello, aunque se laban la cabeza, sino que assi le dexan tendido al ayre; no traen corpiños, ni jubones, ni cosa de abrigo, ni aun camisas, sino los brazos descubiertos y una manta delgada a raiz de las carnes: affeites ni mudas no saben que cosa sea. En el cabello no tienen mas adorno que tranzarle y echarle a las espaldas y cortarle por delante hasta cerca de las cejas. Quando salen fuera de casa son modestas y naturalmente vergonzosas, y nunca las verán descomponerse. Y es rarissima la india que haze adulterio al marido, assi por el rigor con que las castigan, como por estar entre ellas muy assentada la lealtad a los maridos. Solamente las que no tienen marido son faciles en la deshonestidad por no tener a quien respetar, que en esa parte tienen poco temor a los Padres, y a Dios ninguno porque no le conocen; antes en muchas ay ignorancia de que sea pecado la junta de solteros. Porque quando sus caciques hazen exhortaciones a la gente para que no haya en sus fiestas ruidos y pleitos, solo afean al adulterio por ser en offensa del marido, y ese castigan o le pagan los que le hazen, como queda dicho atras. Mas la virginidad ni se pide ni se paga, ni le obligan a que se case con ella al que conoció una doncella, ni a que la dote, porque ninguna muger ha menester dote para casarse, antes se le dan los maridos.

El ajuar de sus casas y el menage es poquissimo y pobre, contentos con tener que comer y vestir moderadamente, y assi se passan sin colgaduras en las casas, sin bufetes, sillas, escritorios, caxas ni camas de campo, y ninguna como las suias; son de campo, porque assi en el campo como en sus casas duermen en el duro suelo, y el mayor regalo de la cama es un pellexo de carnero por colchon, sin sabanas ni sobrecamas, sino las mismas camisetas que trahen encima esas les sirven para cubijarse, y quando mucho, otra mas gruesa que llaman Poncho, y un palo o una piedra por almohada. Buena penitencia para un hermitaño. Y no lo es menos su desnudez y passar sin comer pan ni carne, andar descalzos, y descubierta la cabeza al sol y al agua. Pero como nada de esto hazen por Dios, sino por necesidad, no es en ellos virtud, y como están habituadas a ninguna cosa de estas, que en otros fuera penitencia, lo es en ellos, ni mortificacion, porque no lo sienten. Y es gracioso a este proposito el caso que refiere el Padre Alonso de Ovalle en su curiosa historia, de un indio que conocí muy bien por estas palabras: "Es admirable el caso que le sucedió a los principios al Padre Luis de Valdivia, fundador de las misiones de Chile, quando se comenzaron a exercitar en las cosas de piedad y de devocion propias de christianos: vino un indio a confessarse con el Padre, el qual le dió en penitencial para que comenzase a hacerla por sus pecados, que se pusiese un silicio que para esto le dió. Era este un saco de cerdas bien texidas y atusadas, tan áspero que diera muy bien en que entender a qualquiera de nosotros que se le pussiesse. El indio se le puso a raiz de las carnes como se lo avia dicha Sucedió que de alli a un año salió este indio en la procession del Corpus bailando entre los demas, muy galan a su usanza, delante del Santissimo Sacramento, y reconociendo en una iglesia al Padre su confessor, saliendo del baile vino a él, y levantando los brazos con grande alegria y contento, le dixo: mira, mira lo que me diste ahora un año, y mostraba el silicio inmediato al cuerpo. El Padre quedó fuera de si quando vio que trahia por gala el silicio que le avia dado por penitencia, y preguntándole quanto tiempo le avia trahido, respondió: nunca me le he quitado desde que me le diste, y con esto se volvió a su baile muy contento, mostrando a unos y otros la gala que le avia dado el Padre, estando mas contento con ella que pudiera estarlo otro con una de brocado: tan lexos estubo de sentir aspereza, que lo tubo por atabio y gala de su persona por avérsela dado su confesor, pareciéndole que le avian dado un jubon para su abrigo o una gala que estimó por extraordinaria."

No necesitan estos indios en sus casas de brazeros para calentarse el imbierno, ni de candeleros y velas para alumbrarse de noche, ni de piedra ni eslabon para sacar fuego, que todo se lo da el monte. Están sentados de ordinario al fuego, y esse es su brasero, y foméntanle con unas cañas brabas que llaman Rugul o Coleo que lucen como velas, y quando quieren alumbrarse meten en el rescoldo uno o dos de estos coleos y luego se encienden y arden como una vela, y en acabándose remudan otros. Para sacar fuego, su piedra y eslabon son dos palitos, y apenas ay indio que no los traigan colgando en la cintura, particularmente los que van a la guerra o hazen camino. Y a estos palitos llaman Repu: el uno de ellos es algo puntiagudo y el otro agugereado por medio, de manera que el uno encaxa en el otro como el gorron en el dado, y el uno es hembra y el otro macho.

Asientan el un palito en el suelo y tiénenle fixo con los pies, y con el macho sacan fuego del otro palito, afirmando con las dos manos y refregándole entre ellas con fuerza y maña. Porque ludiendo el quicio sobre el dado hazen entre los dos un asserrin menudito, que con la colusion de los dos palitos se enciende brevissimamente, y echando aquel asserrin encendido en una paxas o en otra materia seca, a dos soplos tienen sacado fuego, sin yesca, estabon, pedernal ni paxuela. Y sácanle con tanta facilidad, que van a caballo marchando y sin pararse sacan fuego sobre el arcion de la silla con sus dos palitos. Y si en la guerra es necesario abrasar las sementeras o las casas del enemigo, en un momento sacan fuego casi todos y le pegan a la campaña por todas partes. Y assi, aunque no hayan guardado fuego en sus casas de parte de noche, no han menester irle a buscar a otras casas, que en el Repu dizen que le tienen guardado y luego le sacan con facilidad: que este es el fuego que dizen que traxo la zorra en la cola y le dexó en las piedras y en los palos, como se dixo arriba tratando de una fabula que inventan del Pillan y los Bolcanes.


  1. Inintelijible.
  2. Inintelijible.