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La Sagrada Biblia (XIII)/Lucas

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Marcos
La Sagrada Biblia (Tomo XIII) (1836)
traducción de Félix Torres Amat
Lucas
Juan
ADVERTENCIA
SOBRE EL EVANGELIO DE SAN LUCAS.


San Lucas era natural de Antiochîa, y médico, como nos dice san Pablo. Fue discípulo de este apóstol, á quien acompañó en los viages. Así le llama su estimado; y dice que es la gloria de Jesu-Christo, y que es alabado en toda la Iglesia por su Evangelio. Escribió este en griego, y ácia el año 26 despues de la muerte de Jesu-Christo, segun san Gerónimo y otros autores citados par Baronio; añadiendo á lo que habian dicho san Matheo y san Márcos, en especial lo perteneciente al nacimiento de san Juan Bautista, y á la infancia de Jesu-Christo. Padeció martirio en Patrás, ciudad de Achâya, de 84 años de edad, segun Nicéphoro, y el 29 despues de muerto Jesu-Christo, segun san Gregorio Nazianzeno. Niceph, lib. 2. c. 43.—S. Greg. Naz. orat. 1. in Julian.

EL SANTO EVANGELIO

DE

NUESTRO SEÑOR JESU-CHRISTO

SEGUN SAN LUCAS.

CAPÍTULO PRIMERO.
El ángel Gabriel anuncia el nacimiento de san Juan el Precursor, y de Jesus el Hijo de Dios. Visita nuestra Señora á santa Elisabeth. Cántico de la Vírgen: nacimiento de san Juan: cántico de Zachârias. Los prodigios que antes y despues sucedieron. (Matth. 11.)

1 Ya que muchos han emprendido ordenar la narracion de los sucesos que se han cumplido entre nosotros,

2 conforme nos los tienen referidos aquellos mismos que desde su principio han sido testigos de vista y ministros de la palabra evangélica;

3 parecióme tambien á mí, despues de haberme informado de todo exactamente desde su primer orígen, escribírtelos por su órden, oh dignísimo Theóphilo,

4 á fin de que conozcas la verdad de lo que se le ha enseñado.

5 Siendo Heródes rey de Judea, hubo un sacerdote llamado Zachàrias, de la familia sacerdotal de Abia, una de aquellas que servian por turno en el Templo, cuya muger, llamada Elisabeth, era igualmente del linage de Aaron.

6 Ambos eran justos á los ojos de Dios, guardando, como guardaban, todos los mandamientos y leyes del Señor irreprensiblemente,

7 y no tenian hijos, porque Elisabeth era estéril, y ambos de avanzada edad.

8 Sucedió pues, que sirviendo él las funciones del sacerdocio en órden al culto divino, por su turno, que era el de Abia, le cupo en suerte,

9 segun el estilo que habia entre los sacerdotes, entrar en el Templo del Señor ó lugar llamado Santo,

10 á ofrecer el incienso; y todo el concurso del pueblo estaba orando de parte de á fuera en el átrio durante la oblacion del incienso.

11 Entonces se le apareció á Zachàrias un ángel del Señor, puesto en pié á la derecha del altar del incienso.

12 Con cuya vista se estremeció Zachàrías, y quedó sobrecogido de espanto.

13 Mas el ángel le dijo: No temas, Zachàrías, pues tu oracion ha sido bien despachada: tú verás al Mesías; y tu muger Elisabeth te parirá un hijo, que será su precursor, á quien pondrás por nombre Juan:

14 el cual será para tí objeto de gozo y de júbilo, y muchos se regocijarán en su nacimiento;

15 porque ha de ser grande en la presencia del Señor. No beberá vino [1] ni cosa que pueda embriagar, y será lleno del Espíritu santo ya desde el seno de su madre;

16 y convertirá á muchos de los hijos de Israél al Señor Dios suyo:

17 delante del cual irá él, revestido del espíritu y de la virtud o celo de Elías [2], para reunir los corazones de los padres ó patriarcas con los de los hijos, y conducir los inerédulos á la prudencia y fé de los antiguos justos, á fin de preparar al Señor un pueblo perfecto.

18 Pero Zachàrías respondió al ángel: ¿Por dónde pondré yo certificarme de eso? porque ya soy yo viejo, y mi muger de edad muy avanzada.

19 El ángel replicándole dijo: Yo soy Gabriel, que asisto al trono de Dios, de quien he sido enviado á hablarte, y á traerte esta feliz nueva.

20 Y desde ahora quedarás mudo, y no podrás hablar, hasta el dia en que sucedan estas cosas, por cuanto no has creido á mis palabras, las cuales se cumplirán á su tiempo.

21 Entre tanto estaba el pueblo esperando á Zachârías, y maravillándose de que se detuviese tanto en el Templo.

22 Salido en fin, no podia hablarles palabra: de donde conocieron que habia tenido en el Templo alguna vision. Él procuraba explicarse por señas, y permaneció mudo y sordo.

23 Cumplidos los dias de su ministerio, volvió á su casa:

24 poco despues Elisabeth su esposa concibió, y estuvo cinco meses ocultando el preñado, diciendo para consigo:

25 Esto ha hecho el Señor conmigo, ahora que ha tenido á bien borrar mi oprobio de delante de los hombres [3].

26 Estando ya Elisabeth en su sexto mes, envió Dios al ángel Gabriel á Nazareth, ciudad de Galilea,

27 á una virgen desposada con cierto varon de la casa de David, llamado Joseph, y el nombre de la virgen era María.

28 Y habiendo entrado el ángel á donde ella estaba, le dijo: Dios te salve ¡oh llena de gracia! el Señor es contigo: bendita tú eres entre todas las mugeres.

29 Al oir tales palabras la virgen se turbo, y púsose á considerar que significaría una tal salutacion.

30 Mas el ángel le dijo: ¡Oh Maria! no temas, porque has hallado gracia en los ojos de Dios.

31 Sábete que has de concebir en tu seno, y parirás un hijo, á quien pondrás por nombre Jesus.

32 Este será grande, y será llamado [4] Hijo del Altísimo, al cual el Señor Dios dará el trono de su padre David; y reinará en la casa de Jacob eternamente,

33 y su reino no tendrá fin.

34 Pero Maria dijo al ángel: ¿Cómo ha de ser eso? pues yo no conozco ni jamás conoceré varon alguno.

35 El ángel en respuesta le dijo: El Espíritu santo descenderá sobre ti, y la virtud del Altísimo te cubrirá con su sombra, ó fecundará. Por cuya causa el fruto santo que de tí nacerá, será llamado Hijo de Dios.

36 Y ahí tienes á tu parienta Elisabeth, que en su vejez ha concebido tambien un hijo; y la que se llamaba estéril, hoy cuenta ya el sexto mes:

37 porque para Dios nada es imposible.

38 Entónces dijo Maria: He aquí la esclava del Señor, hágase en mi segun tu palabra. Y en seguida el ángel desapareciendo se retiró de su presencia.

39 Por aquellos dias partió María, y se fue apresuradamente a las montañas de Judea á una ciudad de la tribu de Judá;

40 y habiendo entrado enla casa de Zachârías, saludó á Elisabeth.

41 Lo mismo fue oir Elisabeth la salutacion de María que la criatura, ó el niño Juan, dió saltos de placer en su vientre; y Elisabeth se sintió llena del Espíritu santo;

42 y exclamando en alta voz, dijo á María: Bendita tú eres entre todas las mugeres, y bendito es el fruto de tu vientre.

43 Y ¿de dónde á mi tanto bien que venga la madre de mi Señor á visitarme?

44 Pues lo mismo fue penetrar la voz de tu salutacion en mis oidos, que dar saltos de júbilo la criatura en mi vientre.

45 ¡Oh bienaventurada tú que has creido! porque se cumplirán sin falta las cosas que se te han dicho de parte del Señor.

46 Entónces María dijo: Mi alma glorifica al Señor;

47 y mi espíritu está trasportado de gozo en el Dios salvador mio.

48 Porque ha puesto los ojos en la bajeza de su esclava [5]: por tanto ya desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones.

49 Porque ha hecho en mí cosas grandes aquel que es todopoderoso, cuyo nombre es santo;

50 y cuya misericordia se derrama de generacion en generacion sobre los que le temen.

51 Hizo alarde del poder de su brazo: deshizo las miras del corazon de los soberbios.

52 Derribó del solio á los poderosos, y ensalzó á los humildes.

53 Colmó de bienes á los hambrientos, y á los ricos los despidió sin nada.

54 Acordándose de su misericordia, acogió á Israél su siervo;

55 segun la promesa que hizo á nuestros padres, á Abraham y á su descendencia por los siglos de los siglos.

56 Y detúvose María con Elisabeth cosa de tres meses; y despues se volvió á su casa.

57 Entre tanto le llegó á Elisabeth el tiempo de su alumbramiento, y dió a luz un hijo.

58 Supieron sus vecinos y parientes la gran misericordia que Dios le habia hecho, y se congratulaban con ella.

59 El dia octavo vinieron á la circuncision del niño, y llamábanle Zachârías, del nombre de su padre [6].

60 Pero su madre, oponiéndose, dijo: No por cierto, sino que se ha de llamar Juan [7].

61 Dijéronle: ¿No ves que nadie hay en tu familia que tenga ese nombre?

62 Al mismo tiempo preguntaban por señas al padre del niño cómo queria que se le llamase.

63 Y él pidiendo la tablilla ó recado de escribir, escribió así: Juan es su nombre. Lo que llenó a todos de admiracion.

64 Y al mismo punto recobro el habla y uso de la lengua, y empezó á bendecir á Dios.

65 Con lo que un santo temor se apoderó de todas las gentes comarcanas: y divulgaronse todos estos sucesos por todo el pais de las montañas de Judea;

66 y cuantos los oian, los meditaban en su corazon, diciéndose unos á otros: ¿ Quién pensais ha de ser este niño? Porque verdaderamente la mano del Señor estaba con él.

67 Ademas de que Zachârías su padre quedó lleno del Espíritu santo, y profetizó, diciendo:

68 Bendito sea el Señor Dios de Israél, porque ha visitado, y redimido á su pueblo;

69 y nos ha suscitado un poderoso Salvador en la casa de David su siervo:

70 segun lo tenia anunciado por boca de sus santos Profetas, que han florecido en todos los Siglos pasados;

71 para librarnos de nuestros enemigos, y de las manos de todos aquellos que nos aborrecen:

72 ejerciendo su misericordia con nuestros padres, y teniendo presente su alianza santa [8],

73 conforme al juramento con que juró á nuestro padre Abraham que nos otorgaría la gracia

74 de que, libertados delas manos de nuestros enemigos, le sirvamos sin temor,

75 con verdadera santidad y justicia, ante su acatamiento, todos los dias de nuestra Vida.

76 Y tú ¡oh niño! tú serás llamado el Profeta del Altisimo; porque irás delante del Señor á preparar sus caminos,

77 enseñando la ciencia de la salvacion á su pueblo, para que obtenga el perdon de sus pecados,

78 por las entrañas misericordiosas de nuestro Dios, que ha hecho que ese Sol naciente ha venido á visitarnos de lo alto del cielo [9],

79 para alumbrar á los que yacen en las tinieblas y en la sombra de la muerte; para enderezar nuestros pasos por el camino de la paz [10].

80 Mientras tanto el niño iba creciendo, y se fortalecia en el espíritu; y habitó en los desiertos hasta el tiempo en que debia darse á conocerá Israél.
CAPÍTULO II.
Jesus nace en Bethlehem: es manifiestado por los ángeles á los pastores; y circuncidado al octavo dia: cántico y profecía de Simeon. Jesus á los doce años disputa en el Templo con los doctores de la Ley. Vive en Nazareth, sujeto á sus padres. (Matth, 1, 2.)

1 Por aquellos dias se promulgó un edicto de César Augusto, mandando empadronar á todo el mundo.

2 Este fue el primer empadronamiento hecho por Cyrino, que despues fue gobernador de la Syria;

3 y todos iban á empadronarse, cada cual á la ciudad de su estirpe.

4 Joseph pues, como era de la casa y familia de David, vino desde Nazareth ciudad de Galilea, á la ciudad de David llamada Bethlehem, en Judea,

5 para empadronarse con María su esposa, la cual estaba en cinta.

6 Y sucedió que hallándose allí, le llegó la hora del parto.

7 Y parió á su hijo primogénito, y envolvióle en pañales, y recostóle en un pesebre; porque no hubo lugar para ellos en el meson.

8 Estaban velando en aquellos contornos unos pastores, y haciendo centinela de noche sobre su grey

9 Cuando de improviso un ángel del Señor apareció junto á ellos, y cercólos con su resplandor una luz divina; lo cual los llenó de sumo temor.

10 Díjoles entónces el ángel: No teneis que temer; pues vengo á daros una nueva de grandísimo gozo para todo el pueblo;

11 y es, que hoy os ha nacido en la ciudad de David el Salvador, que es el Christo ó Mesías, el Señor nuestro.

12 Y sírvaos de seña, que hallaréis al niño envuelto en pañales, y reclinado en un pesebre.

13 Al punto mismo se dejó ver con el ángel un ejército numeroso de la milicia celestial, alabando á Dios, y diciendo:

14 Gloria á Dios en lo mas alto de los cielos, y paz en la tierra á los hombres de buena voluntad.

15 Luego que los ángeles se apartaron de ellos y volaron al cielo, los pastores se decian unos á otros: Vamos hasta Bethlehem, y veamos este suceso prodigioso que acaba de suceder, y que el Señor nos ha manifestado.

16 Vinieron pues a toda priesa; y hallaron á Maria y á Joseph, y al niño reclinado en el pesebre.

17 Y viendole, se certificaron de cuanto se les habia dicho de este niño.

18 Y todos los que supieron el suceso, se maravillaron: igualmente de lo que los pastores les habian contado.

19 Maria empero conservaba todas estas cosas dentro de sí, ponderándolas en su corazon.

20 En fin los pastores se volvieron, no cesando de alabar y glorificar á Dios por todas las cosas que habian oido y visto, segun se les habia anunciado por el ángel.

21 Llegado el dia octavo en que debia ser circuncidado el niño, le fue puesto por nombre Jesus, nombre que le puso el ángel antes que fuese concebido.

22 Cumplido asimismo el tiempo de la purificacion de la madre, segun la ley de Moysés, llevaron al niño á Jerusalem, para presentarle al Señor,

23 como está escrito en la Ley [11] del Señor: Todo varon que nazca el primero, será consagrado al Señor:

24 y para presentar la ofrenda de un par de tórtolas, ó dos palominos [12], como está tambien ordenado [13] en la Ley del Señor.

25 Habia á la sazon en Jerusalem un hombre justo, y temeroso de Dios, llamado Simeon, el cual esperaba de dia en dia la consolacion de Israél ó la venida del Mesías, y el Espíritu santo moraba en él.

26 El mismo Espíritu santo le habia revelado, que no habia de morir antes de ver al Christo ó ungido del Señor.

27 Así vino inspirado de él al Templo. Y al entrar con el niño Jesus sus padres, para practicar con él lo prescrito por la Ley;

28 tomándole Simeon en sus brazos, bendijo á Dios, diciendo:

29 Ahora, Señor, ahora sí que sacas en paz de este mundo á tu siervo, segun tu promesa.

30 Porque ya mis ojos han visto al Salvador que nos has dado;

31 al cual tienes destinado para que, expuesto á la vista de todos los pueblos,

32 sea luz brillante que ilumine á los gentiles, y la gloria de tu pueblo de Israél.

33 Su padre y su madre escuchaban con admiracion las cosas que de él se decian.

34 Simeon bendijo á entrambos, y dijo á María su madre: Mira, este niño que ves, está destinado para ruina, y para resurreccion de muchos en Israél [14]; y para ser el blanco de la contradiccion de los hombres:

35 lo que será para tí misma una espada que traspasará tu alma, á fin de que sean descubiertos los pensamientos ocultos en los corazones de muchos.

36 Vivia entónces una profetisa llamada Anna, hija de Phanuel, de la tribu de Aser, que era ya de edad muy avanzada, y la cual, casada desde la flor de ella, vivió con su marido siete años.

37 Y habíase mantenido viuda hasta los ochenta y cuatro de su edad, no saliendo del Templo, y sirviendo en él á Dios dia y noche con ayunos y oraciones.

38 Esta pues, sobreviniendo á la misma hora, alababa igualmente al Señor; y hablaba de él á todos los que esperaban la redencion de Israél.

39 Y María y Joseph con el niño Jesus, cumplidas todas las cosas ordenadas en la Ley del Señor, regresaron a Galilea a su ciudad de Nazareth [15].

40 Entre tanto el niño iba creciendo, y fortaleciéndose, lleno de sabiduría; y la gracia de Dios estaba en él.

41 Iban sus padres todos los años á Jerusalem por la fiesta solemne de la Pascua.

42 Y siendo el niño ya de doce años cumplidos, habiendo subido á Jerusalem, segun solian en aquella solemnidad,

43 acabados aquellos dias, cuando ya se volvian, se quedó el niño Jesus en Jerusalem, sin que sus padres lo advirtiesen.

44 Antes bien persuadidos de que venia con alguno de los de su comitiva, anduvieron la jornada entera buscándole entre los parientes y conocidos.

45 Mas como no le hallasen, retornaron á Jerusalem, en busca suya.

46 Y al cabo de tres dias [16] de haberle perdido, le hallaron en el Templo, sentado en medio de los doctores, que ora los escuchaba, ora les preguntaba.

47 Y cuantos le oian, quedaban pasmados de su sabiduría y de sus respuestas.

48 Al verle pues sus padres, quedaron maravillados. Y su madre le dijo: Hijo, ¿por qué te has portado así con nosotros? Mira cómo tu padre, y yo llenos de afliccion te hemos andado buscando.

49 Y él les respondió: ¿Cómo es que me buscábais? ¿No sabíais que yo debo emplearme en las cosas que miran al servicio de mi Padre?

50 Mas ellos por entónces no comprendieron el sentido de su respuesta.

51 En seguida se fue con ellos, y vino a Nazareth; y les estaba sujeto. Y su madre conservaba todas estas cosas en su corazon.

52 Jesus entre tanto crecia en sabiduría, en edad [17], y en gracia delante de Dios y de los hombres [18].

CAPÍTULO III.
Predicacíon y bautismo de san Juan. Va Jesus á ser bautizado, y prodigios que suceden. Genealogía de Jesus. (Matth. 3, 14, 17, 23. Marc, 1, 6. Joann, 1.)

1 El año décimoquinto del imperio de Tiberio César, gobernando Poncio Pilato la Judea, siendo Heródes tetrarchà [19] de la Galilea, y su hermano Phi- lippo tetrarchà de Iturea y de la provincia de Trachònite [20], y Lysanias tetrarchà de Abilina,

2 hallándose Sumos sacerdotes Annás y Caiphás; el Señor hizo entender su palabra á Juan, hijo de Zachàrias, en el desierto.

3 El cual, obedeciendo al instante, vino por toda la ribera del Jordan, predicando un bautismo de penitencia para la remision de los pecados,

4 como está escrito en el Libro de las palabras ó vaticinios del Profeta Isaias [21]: Se oirá la voz de uno que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor; enderezad sus sendas:

5 todo valle sea terraplenado; todo monte y cerro allanado; y así los caminos torcidos serán enderezados, y los escabrosos igualados;

6 y verán todos los hombres al Salvador enviado de Dios.

7 Y decia Juan á las gentes que venian á recibir su bautismo: ¡Oh raza de víboras! ¿quién os ha enseñado que así podréis huir de la ira de Dios que os amenaza?

8 Haced dignos frutos de penitencia, y no andeis diciendo: Tenemos á Abraham por padre. Porque yo os digo, que de estas piedras puede hacer Dios nacer hijos á Abrabam.

9 La segur está ya puesta á la raiz de los árboles. Así que, todo árbol que no da buen fruto, será cortado, y arrojado al fuego.

10 Y preguntándole las gentes: ¿Qué es lo que debemos pues hacer?

11 Les respondia, diciendo: El que tiene dos vestidos, dé al que no tiene ninguno; y haga otro tanto el que tiene que comer.

12 Vinieron asimismo publicanos á ser bautizados, y le dijeron: Maestro, y nosotros ¿qué debemos hacer para salvarnos

13 Respondióles: No exijais mas de lo que os está ordenado.

14 Preguntábanle tambien los soldados: ¿Y nosotros qué haremos? A estos dijo: No hagais extorsiones á nadie, ni useis de fraude, y contentáos con vuestras pagas.

15 Mas opinando el pueblo que quizá Juan era el Christo ó Mesías, y prevaleciendo esta opinion en los corazones de todos;

16 Juan la rebatió, diciendo públicamente: Yo en verdad os bautizo con agua, á fin de excitaros á la penitencia; pero está para venir otro mas poderoso que yo, al cual no soy yo digno de desatar la correa de sus zapatos: él os bautizará con el Espíritu santo, y con el fuego de la caridad.

17 Tomará en su mano el bieldo, y limpiará su era, metiendo despues el trigo en su granero, y quemando la paja ó broza en un fuego inextinguible.

18 Muchas otras cosas ademas de estas anunciaba al pueblo en las exhortaciones que le hacia.

19 Y como reprendiese al tetrarchà Heródes por razon de Herodías muger de su hermano Philippo, y con motivo de todos los malos que habia hecho,

20 añadió despues Heródes á todos ellos, el de poner á Juan en la cárcel.

21 En el tiempo en que concurria todo el pueblo á recibir el bautismo, habiendo sido tambien Jesus bautizado, y estando en oracion, sucedió el abrirse el cielo;

22 y bajar sobre él el Espíritu santo en forma corporal como de una paloma; y se oyó del cielo esta voz: Tú eres mi hijo amado, en tí tengo puestas todas mis delicias.

23 Tenia Jesus al comenzar su ministerio cerca de treinta años, hijo, como se creia, de Joseph, el cual fue hijo de Heli [22], que lo fue de Mathat.

24 Este fue hijo de Leví, que lo fue de Melchî, que lo fue de Janne, que lo fue de Joseph.

25 Joseph fue hijo de Mathathías, que lo fue de Amós, que lo fue de Nahum, que lo fue de Hesli, que lo fue de Nagge.

26 Este fue hijo de Mahath, que lo fue de Mathathías, que lo fue de Semeí, que lo fue de Joseph, que lo fue de Júdas.

27 Júdas fue hijo de Joanna, que lo fue de Resa, que lo fue de Zorobabel, que lo fue de Salathiel, que lo fue de Nerí.

28 Nerí fue hijo de Melchî, que lo fue de Addí, que lo fue de Cosan, que lo fue de Elmadan, que lo fue de Her.

29 Este fue hijo de Jesus, que lo fue de Eliezer, que lo fue de Jorim, que lo fue de Mathat, que lo fue de Leví.

30 Leví fue hijo de Simeon, que lo fue de Júdas, que lo fue de Joseph, que lo fue de Jonás, que lo fue de Eliakin.

31 Este lo fue de Melea, que lo fue de Menna, que lo fue de Mathatha, que lo fue de Nathan, que lo fue de David.

32 David fue hijo de Jessé, que lo fue de Obed, que lo fue de Booz, que lo fue de Salomon, que lo fue de Naasson.

33 Naasson fue hijo de Aminadab, que lo fue de Aram, que lo fue de Esrom, que lo fue de Pharés, que lo fue de Júdas.

34 Júdas fue hijo de Jacob, que lo fue de Isaac, que lo fue de Abraham, que lo fue de Thare, que lo fue de Nachôr.

35 Nachôr fue hijo de Sarug, que lo fue de Ragan, que lo fue de Phaleg, que lo fue de Heber, que lo fue de Salé.

36 Salé fue hijo de Cainan, que lo fue de Arphaxad, que lo fue de Sem, que lo fue de Noé, que lo fue de Lamech.

37 Lamech fue hijo de Mathusalé, que lo fue de Henoch, que lo fue de Jared, que lo fue de Malaleel, que lo fue de Cainan.

38 Cainan fue hijo de Henós, que lo fue de Seth, que lo fue de Adam, el cual fue criado por Dios.

CAPÍTULO IV.
Ayuno y tentacion de Jesu-Christo en el desierto. Predica en Nazareth. Va á Capharnaum donde libra á una energúmena: cura á la suegra de san Pedro; y hace otros muchos milagros. (Matth. 4, 7, 8. Marc, 1, 6. Joann. 4.)

1 Jesus pues, lleno del Espíritu santo, partió del Jordan; y fue conducido por el mismo Espíritu al desierto,

2 donde estuvo cuarenta dias, y allí era tentado del diablo. En cuyos dias no comió nada; y al cabo de ellos tuvo hambre.

3 Por lo que le dijo el diablo: Si tú eres el Hijo de Dios, di á esta piedra que se convierta en pan.

4 Respondióle Jesus: Escrito está [23]: No vive de solo pan el hombre, sino de todo lo que Dios dice.

5 Entónces el diablo le condujo á un elevado monte, y le puso á la vista en un instante todos los reinos de la redondez de la tierra,

6 y díjole: Yo te daré todo este poder y la gloria de estos reinos; porque se me han dado á mí, y los doy á quien quiero.

7 Si tú quieres pues adorarme, serán todos tuyos.

8 Jesus en respuesta le dijo: Escrito está [24]: Adorarás al Señor Dios tuyo, y á él solo servirás.

9 Y llevóle aun á Jerusalem, y púsole sobre el pináculo del Templo, y díjole: Si tu eres el Hijo de Dios, échate de aquí abajo.

10 Porque está escrito [25], que mandó á sus ángeles que te guarden;

11 y que te lleven en las palmas de sus manos, para que no tropieze tu pié contra alguna piedra.

12 Jesus le replicó: Dicho está tambien [26]: No has de tentar al Señor Dios tuyo.

13 Acabadas todas estas tentaciones, el diablo se retiró de él, hasta otro tiempo [27],

14 Entónces Jesus por impulso del Espíritu santo retornó á Galilea, y corrió luego su fama por toda la comarca.

15 Él enseñaba en sus synagogas, y era estimado y honrado de todos.

16 Habiendo ido á Nazareth, donde se habia criado, entró, segun su costumbre, el dia de sábado en la synagoga, y se levantó para encargarse de la leyenda é interpretacion.

17 Fuele dado el Libro del Profeta Isaías. Y en abriéndole, halló el lugar donde estaba escrito [28]:

18 El Espíritu del Señor reposó sobre mí; por lo cual me ha consagrado con su uncion divina, y me ha enviado á evangelizar, ó dar buenas nuevas, a los pobres, á curar á los que tienen el corazon contrito,

19 á anunciar libertad á los cautivos, y á los ciegos vista, á soltar á los que estan oprimidos, á promulgar el año de las misericordias del Señor ó del jubileo, y el dia de la retribucion.

20 Y arrollado ó cerrado el libro, entregósele al ministro, y sentóse. Todos en la synagoga tenian fijos en él los ojos.

21 Su discurso le comenzó diciendo: La escritura que acabais de oir, hoy se ha cumplido.

22 Y todos le daban elogios, y estaban pasmados de las palabras tan llenas de gracia, que salian de sus lábios y decian: ¿No es este el hijo de Joseph el carpintero?

23 Díjoles él: Sin duda que me aplicaréis aquel refran: Médico, cúrate á tí mismo: todas las grandes cosas que hemos oido que has hecho en Capharnaum, hazlas tambien aquí en tu patria.

24 Mas añadió luego: En verdad os digo, que ningun Profeta es bien recibido en su patria.

25 Por cierto os digo, que muchas viudas habia en Israél en tiempo de Elías [29], cuando el cielo estuvo sin llover tres años, y seis meses, siendo grande la hambre por toda la tierra;

26 y á ninguna de ellas fue enviado Elías, sino que lo fue á una muger viuda en Sarepta, ciudad gentil del territorio de Sidon.

27 Habia asimismo muchos leprosos en Israél en tiempo del Profeta Eliseo [30]; y ninguno de ellos fue curado por este Profeta, sino que lo fue Naaman natural de Syria.

28 Al oir estas cosas, todos en la synagoga montaron en cólera.

29 Y levantandose alborotados, le arrojaron fuera de la ciudad; y condujéronle hasta la cima del monte, sobre el cual estaba su ciudad edificada, con ánimo de despeñarle.

30 Pero Jesus, pasando por medio de ellos, iba su camino, ó se iba, retirando.

31 Y bajó á Capharnaum, ciudad de Galilea, donde enseñaba al pueblo en los dias de sábado.

32 Y estaban asombrados de su doctrina, porque su modo de predicar era de gran autoridad y poderío.

33 Hallábase en la synagoga cierto hombre poseido de un demonio inmundo, el cual gritó con grande voz,

34 diciendo: Déjanos en paz: ¿qué tenemos nosotros que ver contigo, oh Jesus nazareno? ¿has venido á exterminarnos? ya sé quién eres, eres el Santo de Dios.

35 Mas Jesus, increpándole le dijo: Enmudece, y sal de ese hombre. Y el demonio, habiéndole arrojado al suelo en medio de todos, salió de él, sin hacerle daño alguno.

36 Con lo que todos se atemorizaron, y conversando unos con otros, decian: ¿Qué es esto? él manda con autoridad y poderío á los espíritus inmundos, ¿y luego van fuera?

37 Con esto se iba esparciendo la fama de su nombre por todo aquel pais.

38 Y saliendo Jesus de la synagoga, entró en casa de Simon. Hallábase la suegra de Simon con una fuerte calentura; y suplicáronle por su alivio.

39 Y él arrimándose á la enferma, mandó á la calentura que la dejase; y la dejó libre. Y levantándose entónces mismo de la cama, se puso á servirles.

40 Puesto el sol, todos los que tenian enfermos de varias dolencias, se los traian. Y él los curaba con poner sobre cada uno las manos.

41 De muchos salian los demonios gritando y diciendo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios; y con amenazas les prohibía decir que sabian que él era el Christo.

42 Y partiendo luego que fue de dia, se iba á un lugar desierto, y las gentes le anduvieron buscando, y no pararon hasta encontrarle; y hacian por detenerle no queriendo que se apartase de ellos.

43 Mas él les dijo: Es necesario que yo predique tambien á otras ciudades el Evangelio del reino de Dios; pues para eso he sido enviado.

44 Y así andaba predicando en las synagogas de Galilea.

CAPÍTULO V
.
Predica Jesus desde la barca de san Pedro: pesca milagrosa de este. Curacion de un leproso y de un paralítico. Vocacion de san Matheo. Por qué no ayunaban los discípulos de Jesus. (Matth. 4, 8, 9. Marc. 1, 2.)

1 Sucedió un dia, que hallándose Jesus junto al lago de Genesareth [31], las gentes se agolpaban al rededor de él, ansiosas de oir la palabra de Dios.

2 En esto vió dos barcas á la orilla del lago, cuyos pescadores habian bajado, y estaban lavando las redes.

3 Subiendo pues en una de ellas, la cual era de Simon, pidióle que la desviase un poco de tierra. Y sentándose dentro, predicaba desde la barca al numeroso concurso.

4 Acabada la plática, dijo á Simon: Guia mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.

5 Replicóle Simon: Maestro, toda la noche hemos estado fatigándonos, y nada hemos cogido: no obstante sobre tu palabra echaré la red.

6 Y habiéndolo hecho, recogieron tan grande cantidad de peces, que la red se rompia.

7 Por lo que hicieron señas a los compañeros dela otra barca, que viniesen y les ayudasen. Vinieron luego, y llenaron tanto de peces las dos barcas, que faltó poco para que se hundiesen.

8 Lo que viendo Simon Pedro, se arrojó a los pies de Jesus, diciendo: Apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.

9 Y es que el asombro se habia apoderado así de él como de todos los demas que con él estaban, á vista de la pesca que acababan de hacer:

10 lo mismo que sucedia á Santiago y á Juan, hijos de Zebedeo, compañeros de Simon. Entonces Jesus dijo á Simon: No tienes que temer: de hoy en adelante seran hombres los que has de pescar, para darles la vida.

11 Y ellos, sacando las barcas á tierra, dejadas todas las cosas, le siguieron.

12 Estando en una de aquellas ciudades de Galilea, hé aquí un hombre todo cubierto de lepra, el cual así que vió á Jesus, postróse rostro por tierra, y le rogaba diciendo: Señor, si tú quieres, puedes curarme.

13 Y Jesus, extendiendo la mano, le tocó diciendo: Quiero; sé curado. Y de repente desapareció de él la lepra;

14 y le mandó que á nadie lo contase. Pero anda, le dijo, preséntate al sacerdote, y lleva la ofrenda por tu curacion, segun lo ordenado por Moysés, a fin de que les sirva de testimonio.

15 Sin embargo su fama se extendia cada dia mas, por manera que los pueblos acudian en tropas a oirle, y á ser curados de sus enfermedades.

16 Mas no por eso dejaba él de retirarse á la soledad, y de hacer allí oracion.

17 Estaba Jesus un dia sentado enseñando, y estaban asimismo sentados allí varios Fariseos y doctores de la ley, que habian venido de todos los lugares de Galilea y de Judea, y de la ciudad de Jerusalem para espiarle; y la virtud del Señor se manifestaba en sanar á los enfermos.

18 Cuando hé aquí que llegan unos hombres que traian tendido en una camilla á un paralítico; y hacian diligencias por meterle dentro de la casa en que estaba Jesus, y ponérsele delante.

19 Y no hallando por donde introducirle á causa del gentío, subieron sobre el terrado [32], y abierto el techo, le descolgaron con la camilla al medio delante de Jesus.

20 El cual viendo su fé, dijo: ¡Oh hombre y tus pecados te son perdonados.

21 Entonces los Escribas y Fariseos empezaron á pensar mal, diciendo para consigo: ¿Quién es este, que así blasfema? ¿Quién puede perdonar pecados, sino solo Dios?

22 Mas Jesus, que conoció sus pensamientos, respondiendo, les dijo: ¿Qué es lo que andais revolviendo en vuestros corazones?

23 ¿Qué es mas fácil, decir: Tus pecados te son perdonados; ó decir: Levánlate, y anda?

24 Pues para que sepais que el Hijo del hombre tiene potestad en la tierra de perdonar pecados: Levántate, (dijo al paralitico) yo te lo mando, carga con tu camilla, y véte á tu casa.

25 Y levantándose al punto á vista de todos, cargó con la camilla en que yacia; y marchóse á su casa dando gloria á Dios.

26 Con lo cual todos quedaron pasmados, y glorificaban á Dios. Y penetrados de un santo temor, decian: Hoy sí que hemos visto cosas maravillosas.

27 Despues de esto, saliendo á fuera, ácia el lago de Genesareth, vió á un publicano llamado Leví, sentado al banco ó mesa de los tributos, y díjole: Sígueme.

28 Y Leví abandonándolo todo, se levantó y le siguió.

29 Dióle Leví despues un gran convite en su casa; al cual asistió un grandisimo número de publicanos, y de otros que los acompañaban á la mesa.

30 De lo cual murmuraban los Fariseos y los Escribas de los judíos, diciendo a los discípulos de Jesus: ¿Cómo es que comeis y bebeis con publicanos, y con gentes de mala vida [33]? 31 Pero Jesus, tomando la palabra, les dijo: Los sanos no necesitan de médico, sino los enfermos.

32 No son los justos, sino los pecadores á los que he venido yo á llamar á penitencia.

33 Todavía le preguntaron ellos: ¿Y de que proviene que los discípulos de Juan ayunan á menudo, y oran, como tambien los de los Fariseos; al paso que los tuyos comen y beben?

34 A lo que les respondió él: ¿Por ventura podréis vosotros recabar de los compañeros del esposo el que ayunen en los dias de la boda, mientras está con ellos el esposo?

35 Pero tiempo vendrá en que les será quitado el esposo, y entónces será cuando ayunarán.

36 Poníales tambien esta comparacion: Nadie á un vestido viejo le echa un remiendo de paño nuevo; porque, fuera de que el retazo nuevo rasga lo viejo, no cae bien el remiendo nuevo en el vestido viejo.

37 Tampoco echa nadie vino nuevo en cueros viejos: de otra suerte el vino nuevo hará reventar los cueros, y se derramará el vino, y echaránse á perder los cueros;

38 sino que el vino nuevo se debe echar en cueros nuevos, y así entrambas cosas se conservan.

39 Del mismo modo, ninguno acostumbrado á beber vino añejo, quiere inmediatamente del nuevo, porque dice: Mejor es el añejo.

CAPÍTULO VI.
Jesus defiende á sus discípulos, y redarguye á los Escribas y Fariseos sobre la observancia del sábado: nombra los doce apóstoles: cura enfermos; y predica aquel admirable sermon en que declara los fundamentos de la Ley nueva. (Matth. 5, 7, 10, 12. Marc. 2, 3, 4. Joann. 13.)

1 Aconteció tambien en el sábado, llamado segundo-primero [34], que pasando Jesus por junto á unos sembrados, sus discípulos arrancaban espigas, y estregándolas entre las manos, comian los granos.

2 Algunos de los Fariseos les decian: ¿Por qué haceis lo que no es lícito en sabado?

3 Y Jesus, tomando la palabra, les respondió: ¿Pues qué, no habeis leido vosotros lo que hizo David, cuando él, y los que le acompañaban padecieron hambre:

4 como entró en la Casa de. Dios, y tomó los panes de la proposicion [35], y comió, y dió de ellos á sus compañeros; siendo así que á nadie se permite el comerlos sino á solos los sacerdotes?

5 Y añadióles: El Hijo del hombre es dueño aun del sábado mismo.

6 Sucedió que Entró otro sábado en la synagoga, y púsose á enseñar. Hallábase allí un hombre, que tenia seca la mano derecha.

7 Y los Escribas y Fariseos le estaban acechando, á ver si curaria en sábado, para tener de qué acusarle.

8 Pero Jesus, que calaba sus pensamientos, dijo al que tenia seca la mano: Levántate, y ponte en medio. Levantóse y se puso en medio.

9 Díjoles entonces Jesus: Tengo que haceros una pregunta: ¿Es lícito en los dias de sábado hacer bien ó mal? ¿salvar á un hombre la vida ó quitársela?

10 Y dando una mirada á todos al rededor, dijo al hombre: Extiende tu mano. Extendióla, y la mano quedó sana.

11 Mas ellos llenos de furor, conferenciaban entre sí, qué podrian hacer contra Jesus.

12 Por este tiempo se retiró á orar en un monte, y pasó toda la noche haciendo oracion á Dios.

13 Así que fue de dia, llamó á sus discípulos; y escogió doce entre ellos, (á los cuales dió el nombre de apostóles) á saber:

14 Simon, á quien puso el sobrenombre de Pedro, y Andres su hermano, Santiago, y Juan, Phelippe, y Bartholomé,

15 Matheo, y Thomás, Santiago hijo de Alpheo', y Simon, llamado el Zelador,

16 Júdas hermano de Santiago, y Júdas Iscariote, que fue el traidor.

17 Y al bajar con ellos, se paró en un llano, juntamente con la compañía de sus discípulos, y de un grande gentío de toda la Judea, y en especial de Jerusalem, y del pais marítimo de Tyro y de Sidon,

18 que habian venido á oirle, y á ser curados de sus dolencias. Asimismo los molestados de los espíritus inmundos eran tambíen curados.

19 Y todo el mundo procuraba tocarle; porque salia de él una virtud que daba la salud á todos.

20 Entónces levantando los ojos ácia sus discípulos, decia: Bienaventurados vosotros los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.

21 Bienaventurados los que ahora teneis hambre, porque seréis saciados. Bienaventurados los que ahora llorais, porque reiréis.

22 Bienaventurados seréis cuando los hombres os aborrezcan, y os separen de sus synagogas, y os afrenten, y abominen de vuestro nombre como maldito, en ódio del Hijo del hombre.

23 Alegráos en aquel dia, y saltad de gozo, porque os esta reservada en el cielo una grande recompensa: tal era el trato que daban sus padres a los Profetas.

24 Mas ¡ay de vosotros los risos! porque ya teneis vuestro consuelo en este mundo.

25 ¡Ay de vosotros los que andais hartos! porque sufriréis hambre. ¡Ay de vosotros los que ahora reís! porque dia vendrá en que os lamentaréis y lloraréis.

26 ¡Ay de vosotros cuando los hombres mundanos os aplaudieron! que así lo hacian sus padres con los falsos profetas.

27 Ahora bien, á vosotros que me escuchais, digo yo: Amad á vuestros enemigos [36]; haced bien á los que os aborrecen.

28 Bendecid á los que os maldicen, y orad por los que os calumnian.

29 A quien te hiriere en una mejilla, preséntale asimismo la otra. Y á quien te quitáre la capa, no le impidas que se te lleve aun la túnica.

30 A todo el que te pida, dale; y al que te roba tus cosas, no se las demandes.

31 Tratad á los hombres de la misma manera que quisiérais que ellos os tratasen á vosotros.

32 Que si no amais sino á los que os aman, ¿qué mérito es el vuestro? porque tambíen los pecadores aman á quien los ama á ellos.

33 Y si haceis bien á los que bien os hacen, ¿qué mérito es el vuestro? puesto que aun los pecadores hacen lo mismo.

34 Y si prestais á aquellos de quienes esperais recibir recompensa, ¿qué mérito teneis? pues tambien los malos prestan á los malos, á trueque de recibir de ellos otro tanto.

35 Empero vosotros amad á vuestros enemigos: haced bien, y prestad, sin esperanza de recibir nada por ello; y será grande vuestra recompensa, y seréis hijos del Altísimo, porque él es bueno ó benéfico aun para con los mismos ingratos y malos.

36 Sed pues misericordiosos, así como tambien vuestro Padre es misericordioso.

37 No juzgueis, y no seréis juzgados: no condeneis, y no seréis condenados. Perdonad, y seréis perdonados.

38 Dad, y se os dará: dad abundantemente, y se os echará en el seno una buena medida, apretada, y bien colmada hasta que se derrame. Porque con la misma medida con que midiéreis á los demas, se os medirá á vosotros.

39 Proponíales asimismo esta semejanza: ¿Por ventura puede un ciego guiar á otro ciego? ¿no caerán ambos en el precipicio?

40 No es el discípulo superior al maestro; pero todo discípulo será perfecto, como sea semejante á su maestro.

41 Mas tú, ¿por qué miras la mota en el ojo de tu hermano, no reparando en la viga que tienes en el tuyo?

42 O ¿con qué cara dices a tu hermano: Hermano deja que te quite esa mota del ojo, cuando tú mismo no echas de ver la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y despues podrás ver cómo has de sacar la mota del ojo de tu hermano.

43 Porque no es árbol bueno, el que da malos frutos, ni árbol malo el que da frutos buenos.

44 Pues cada árbol por su fruto se conoce. Que no se cogen higos de los espinos, ni de las zarzas racimos de uvas.

45 El hombre bueno del buen tesoro de su corazon saca cosas buenas; así como el mal hombre las saca malas del mal tesoro de su corazon. Porque de la abundancia del corazon habla la boca.

46 ¿Por qué pues me estais llamando, Señor, Señor; siendo así que no haceis lo que yo digo?

47 Quiero mostraros á quien es semejante cualquiera que viene á mí, y escucha mis palabras, y las practica:

48 es semejante á un hombre que fabricando una casa, cavó muy hondo, y puso los cimientos sobre peña viva: venida despues una inundacion, el rio descargó todo el golpe contra la casa, y no pudo derribarla, porque estaba fundada sobre peña.

49 Pero aquel que escucha mis palabras, y no las practica, es semejante á un hombre que fabricó su casa sobre tierra fofa sin poner cimiento: contra la cual descargó su ímpetu el rio, y luego cayó, y fue grande la ruina de aquella casa.
CAPÍTULO VII.
Sana Jesus al criado del centurion. Resucita al hijo de la viuda de Naim. Responde á los mensageros de Juan Bautista. Increpa á los judíos, y los compara á unos niños que juegan. Una muger le unge los pies. Parábola de los dos deudores. (Matth. 3, 8, 9, 11, 26. Marc. 1, 14. Joann. 4, 11, 12.)

1 Concluida toda su plática al pueblo que le escuchaba, entró en Capharnaum.

2 Hallábase allí á la sazon un centurion que tenia enfermo y á la muerte un criado á quien estimaba mucho.

3 Habiendo oido hablar de Jesus, envióle algunos de los Ancianos ó senadores de los judios, á suplicarle que viniese á curar á su criado.

4 Ellos en consecuencia llegados que fueron á Jesus, le rogaban con grande empeño que condescendiese: Es un sugeto, le decian, que merece que le hagas este favor;

5 porque es afecto á nuestra nacion; y aun nos ha fabricado una synagoga.

6 Iba pues Jesus con ellos. Y estando ya cerca de la casa, el centurion le envió á decir por sus amigos: Señor, no te tomes esa molestia; que no merezco yo que tú entres dentro de mi morada:

7 por cuya razon tampoco me tuve por digno de salir en persona á buscarte; pero di tan solo una palabra, y sanará mi criado;

8 pues aun yo que soy un oficial subalterno, como tengo soldados á mis órdenes, digo á este, vé, y va; y al otro, ven, y viene; y á mi criado, haz esto, y lo hace.

9 Así que Jesus oyó esto, quedó como admirado; y vuelto á las muchas gentes que le seguian, dijo: En verdad os digo, que ni aun en Israél he hallado fé tan grande.

10 Vueltos á casa los enviados, hallaron sano al criado que habia estado enfermo.

11 Sucedió despues, que iba Jesus camino de la ciudad llamada Naim; y con él iban sus discípulos, y mucho gentío.

12 Y cuando estaba cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que sacaban á enterrar á un difunto, hijo único de su madre, la cual era viuda; é iba con ella grande acompañamiento de personas de la ciudad.

13 Así que la vió el Señor, movido a compasion, le dijo: No llores.

14 Y arrimóse, y tocó el féretro. (Y los que le llevaban, se pararon.) Dijo entónces: Mancebo, yo te lo mando; levántate.

15 Y luego se incorporó el difunto, y comenzó á hablar. Y Jesus le entregó á su madre.

16 Con esto quedaron todos penetrados de un santo temor; y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran Profeta ha aparecido entre nosotros, y Dios ha visitado á su pueblo.

17 Y esparcióse la fama de este milagro por toda la Judea, y por todas las regiones circunvecinas.

18 De todas estas cosas informaron á Juan Sus discípulos.

19 Y Juan llamando á dos de ellos, enviólos á Jesus para que le hiciesen esta pregunta: ¿Eres tú aquel que ha de venir á salvar al mundo, ó debemos esperar á otro?

20 Llegados á él los tales, le dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado á tí para preguntarte: ¿Eres tú aquel que ha de venir, ó debemos esperar á otro?

21 (En la misma hora curó Jesus á muchos de sus enfermedades y llagas, y de espíritus malignos, y dió vista á muchos ciegos.)

22 Respondióles pues diciendo: Id y contad a Juan las cosas que habeis oido y visto: cómo los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan, á los pobres se les anuncia el Evangelio [37]:

23 y bienaventurado aquel que no se escandalizáre de mi proceder.

24 Así que hubieron partido los enviados de Juan, Jesus se dirigió al numeroso auditorio, y hablóles de Juan en esta forma: ¿Qué salísteis á ver en el desierto? ¿alguna caña sacudida del viento?

25 ¿O qué es lo que salísteis á ver? ¿algun hombre vestido de ropas delicadas? Ya sabeis que los que visten preciosas ropas y viven en delicias, en palacios de reyes están.

26 En fin ¿qué salisteis á ver? ¿un Profeta? Sí, ciertamente, yo os lo aseguro, y aun mas que Profeta;

27 pues él es de quien está escrito [38]: Mira que yo envío delante de tí mi ángel, el cual vaya preparándote el camino.

28 Por lo que os digo: Entre los nacidos de mugeres ningun Profeta es mayor que Juan Bautista; si bien aquel que es el mas pequeño en el reino de Dios [39], es mayor que él.

29 Todo el pueblo y los publicanos, habiéndole oido, entraron en los designios de Dios, recibiendo el bautismo de Juan.

30 Pero los Fariseos y doctores de la Ley despreciaron en daño de sí mismos el designio de Dios sobre ellos, no habiendo recibido dicho bautismo.

31 Ahora bien, concluyó el Señor: ¿A quién diré que es semejante esta raza de hombrew? y ¿á quién se parecen?

32 Parécense á los muchachos sentados en la plaza, y que por via de juego parlan con los de en frente, y les dicen: Os cantamos al son de la flauta, y no habeis danzado; entonamos lamentaciones, y no habeis llorado.

33 Vino Juan Bautista, que ni comia pan, ni bebia vino, y habeis dicho: Está endemoniado.

34 Ha venido el Hijo del hombre, que come, y bebe como los demas, y decís: He aqui un hombre voraz, y bebedor, amigo de publicanos y de gentes de mala vida.

35 Mas la sabiduría de Dios ha sido justificada por todos sus hijos.

36 Rogóle uno de los Fariseos que fuera á comer con él. Y habiendo entrado en casa del Fariseo, se puso á la mesa.

37 Cuando hé aquí que una muger de la ciudad, que era ó había sido de mala conducta, luego que supo que se habia puesto á la mesa en casa del Fariseo, trajo un vaso de alabastro lleno de bálsamo ó perfume;

38 y arrimándose por detrás á sus pies [40], comenzó á bañárselos con sus lágrimas, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza y los besaba, y derramaba sobre ellos el perfume.

39 Lo que viendo el Fariseo que le habia convidado, decia para consigo: Si este hombre fuera Profeta, bien conocerla quien y qué tal es la muger que le está tocando; ó que es una muger de mala vida.

40 Jesus respondiendo á su pensamiento, dícele: Simon, una cosa tengo que decirte. Dí, Maestro, respondió él.

41 Cierto acreedor tenia dos deudores: uno le debia quinientos denarios, y el otro cincuenta.

42 No teniendo ellos con qué pagar, perdonó á entrambos la deuda. ¿Cuál de ellos á tu parecer le amará mas?

43 Respondió Simon: Hago juicio que aquel á quien se perdonó mas. Y díjole Jesus: Has juzgado rectamente.

44 Y volviéndose ácia la muger, dijo á Simon: ¿Ves á esta muger? Yo entré en tu casa, y no me has dado agua con que se laváran mis pies; mas esta ha bañado mis pies con sus lágrimas, y los ha enjugado con sus cabellos.

45 Tú no me has dado el ósculo de paz; pero esta desde que llegó, no ha cesado de besar mis pies.

46 Tú no has ungido con oleo ó perfume mi cabeza; y esta ha derramado sobre mis pies sus perfumes.

47 Por todo lo cual te digo, que le son perdonados muchos pecados, porque ha amado mucho. Que ama ménos aquel á quien ménos se le perdona.

48 En seguida dijo á la muger: Perdonados te son tus pecados.

49 Y luego los convidados empezaron á decir interiormente: ¿Quién es este, que tambien perdona pecados?

50 Mas él dijo á la muger: Tu fé te he salvado; véte en paz.

CAPÍTULO VIII.
Parábola del sembrador. Luz sobre el candelero. Ejerce Jesus su imperio sobre el mar, sobre los demonios, sobre una enfermedad incurable; y sobre la muerte, resucitando á la hija de Jairo. (Matth. 5, 8, 9, 10, 12, 13, 16, 25. Marc. 3,4, 5. Joann. 12.)

1 Algun tiempo despues andaba Jesus por las ciu- dades y aldeas predicando, y anunciando el reino de Dios, acompañado de los doce,

2 y de algunas mugeres, que habian sido libradas de los espíritus malignos, y curadas de varias enfermedades; de María, por sobrenombre Magdalena, de la cual habia echado siete demonios,

3 y de Juana, muger de Chûsa mayordomo de el rey Heródes, y de Susanna, y de otras muchas, que le asistian con sus bienes.

4 En ocasion de un grandísimo concurso de gentes, que de las ciudades acudian presurosas á él, dijo esta parábola:

5 Salió un sembrador a sembrar su simiente; y al esparcirla, parte cayó á lo largo del camino, donde fue pisoteada, y la comieron las aves del cielo.

6 Parte cayó sobre un pedregal; y luego que nació, secóse por falta de humedad.

7 Parte cayó entre espinas, y creciendo al mismo tiempo las espinas con ella, sofocáronla.

8 Parte finalmente cayó en buena tierra; y habiendo nacido dió fruto á ciento por uno. Dicho esto exclamó en alta voz: El que tenga oidos para escuchar, atienda bien á lo que digo.

9 Preguntábanle sus discípulos, cuál era el sentido de esta parábola.

10 A los cuales respondió así: A vosotros se os ha concedido el entender el misterio del reino de Dios, mientras á los demas en castigo de su malicia, se las habla' en parábolas: de modo que viendo, no echen de ver, y oyendo, no entiendan.

11 Ahora bien, el sentido de la parábola es este: la semilla es la palabra de Dios.

12 Los granos sembrados á lo largo del camino, significan aquellos que la escuchan, sí, pero viene luego el diablo, y se la saca del corazon, para que no crean y se salven.

13 Los sembrados en un pedregal, son aquellos que oida la palabra, recíbenla, sí, con gozo; pero no echa raíces en ellos, y así creen por una temporada, y al tiempo de la tentacion vuelven atrás.

14 La semilla caida entre espinas, son los que la escucharon, pero con los cuidados, y las riquezas y delicias de la vida, al cabo la sofocan, y nunca llega á dar fruto.

15 En fin, la que cae en buena tierra, denota aquellos que con un corazon bueno y muy sano oyen la palabra de Dios y la conservan con cuidado, y mediante la paciencia dan fruto sazonado.

16 Y añadió: Ninguno despues de encender una antorcha la tapa con una vasija, ni la mete debajo de la cama; sino que la pone sobre un candelero, para que dé luz á los que entran.

17 Porque nada hay oculto, que no deba ser descubierto; ni escondido, que no haya de ser conocido y publicado.

18 Por tanto mirad de qué manera oís mis instrucciones. Pues á quien tiene, dársele ha; y al que no tiene, aun aquello mismo que cree tener, se le quitará.

19 Entre tanto vinieron á encontrarle su madre y primos hermanos, y no pudiendo acercarse á él á causa del gentío,

20 se lo avisaron, diciéndole: Tu madre y tus hermanos están allá fuera, que te quieren ver.

21 Pero él dióles esta respuesta: Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra el Dios, y la practican.

22 Un dia sucedió que habiéndose embarcado con sus discípulos, les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Partieron pues.

23 Y mientras ellos iban navegando, se durmió Jesus, al tiempo que un viento recio alborotó las olas, de manera que llenándose de agua la barca, corrian riesgo.

24 Con esto llegándose á él le despertaron, diciendo: Maestro, que perecemos. Y puesto él en pié, amenazó al viento y á la tormenta, que cesaron luego, y siguióse la calma.

25 Entonces les dijo: ¿Dónde está vuestra fé? Mas ellos llenos de temor se decian con asombro unos á otros: ¿Quién diremos que es este, que así da órdenes á los vientos y al mar, y le obedecen?

26 Arribaron en fin al pais de los gerasenos, que está en la ribera opuesta á la Galilea.

27 Luego que saltó á tierra, le salió al encuentro un hombre, ya de muchos tiempos atrás endemoniado, que ni sufría ropa encima, ni moraba en casa, sino en las cuevas sepulcrales.

28 Este pues, así que vió á Jesus, se arrojó á sus pies, y le dijo á grandes gritos: ¿Qué tengo yo que ver contigo, Jesus hijo del Dios altísimo? ruégote que no me atormentes.

29. Y es que Jesus mandaba al espíritu inmundo que saliese de aquel hombre, porque hacia mucho tiempo que estaba de él apoderado; y por mas que le ataban con cadenas y ponian grillos, rompia las prisiones, y acosado del demonio huia á los desiertos.

30 Jesus le preguntó: ¿Cuál es tu nombre? Y el respondió: Legion; porque eran muchos los demonios entrados en él.

31 Y le suplicaban estos que no les mandase ir al abismo.

32 Andaba por allí una gran piara de cerdos paciendo en el monte; con esta ocasion le pedian que les permitiera entrar en ellos. Y se lo permitió.

33 Salieron pues del hombre los demonios, y entraron en los cerdos; y de repente toda la piara corrió a arrojarse por un precipicio al lago, y se anegó.

34 Viendo esto los que los guardaban, echaron á huir, y fuéronse á llevar la nueva á la ciudad, y por los cortijos,

35 de donde salieron las gentes á ver lo que habia sucedido; y viniendo a Jesus, hallaron al hombre, de quien habian salido los demonios, sentado á sus pies, vestido y en su sano juicio, y quedaron espantados.

36 Contáronles asimismo los que habian estado presentes, de qué manera habia sido librado de la legion de demonios:

37 entónces todos los gerasenos á una le suplicaron que se retirase de su pais, por hallarse sobrecogidos de grande espanto. Subiendo pues Jesus en la barca, se volvió.

38 Pedíale aquel hombre, de quien habian salido los demonios, que le llevase en su compañía. Pero Jesus le despidió, diciendo:

39 Vuélvete á tu casa, y cuenta las maravillas que Dios ha obrado á favor tuyo. Y fuese por toda la ciudad, publicando los grandes beneficios que Jesus le habia hecho.

— 40 Habiendo regresado Jesus á Galilea, salió el pueblo á recibirlo; porque todos estaban esperándole con ansia.

41 Entónces se le presentó un gefe de la Synagoga llamado Jairo, el cual se postró á sus pies, suplicándole que viniese á su casa,

42 porque tenia una hija única de cerca de doce años de edad, que se estaba muriendo. Al ir pues allá, y hallándose apretado del tropel de las gentes que le seguian,

43 sucedió que cierta muger enferma despues de doce años de un flujo de sangre, la cual habia gastado en médicos toda su hacienda, sin que ninguno hubiese podido curarla,

44 se arrimó por detrás, y llena de confianza le tocó la orla de su vestido; y al instante mismo paró el flujo de sangre.

45 Y dijo Jesus: ¿Quién es el que me ha tocado? Excusandose todos, dijo Pedro con sus compañeros: Maestro, un tropel de gentes te comprime y sofoca, y preguntas: ¿Quién me ha tocado?

46 Pero Jesus replicó: Alguno me ha tocado de propósito; pues yo he sentido salir de mi cierta virtud.

47 En fin ¡viéndose la muger descubierta, llegóse temblando, y echándose á sus pies, declaró en presencia de todo el pueblo la causa por que le habia tocado, y cómo al momento habia quedado sana.

48 Y Jesus le dijo: Hija, tu fé te ha curado; véte en paz.

49 Aun estaba hablando, cuando vino uno á decir al gefe de la Synagoga: Tu hija ha muerto, no tienes que cansar ya al maestro.

50 Pero Jesus, así que lo oyó, dijo al padre de la niña: No temas, basta que creas, y ella vivirá.

51 Llegado á la casa, no permitió entrar consigo á nadie, sino á Pedro, y á Santiago, y á Juan, y al padre, y madre de la niña.

52 Entre tanto lloraban todos y plañian la niña golpeándose el pecho. Mas él dijo: No lloreis, pues la niña no está muerta, sino dormida.

53 Y se burlaban de él, sabiendo bien que estaba muerta.

54 Jesus pues la cogió de la mano, y dijo en alta voz: Niña, levántate.

55 Y de repente volvió su alma al cuerpo, y se levantó al instante. Y Jesus mandó que le diesen de comer.

56 Y quedaron sus padres llenos de asombro, á los cuales mandó que á nadie dijesen lo que habia sucedido.
CAPÍTULO IX.
Mision y poder de los apóstoles. Multiplicacion de los panes y peces: confesion de Pedro: trasfiguracion de Jesus. Lunático curado: pasion predicha. Disputa de los apóstoles sobre la primacía: celo indiscreto de los hijos de Zebedeo. Hombre que quiere seguir á Jesu-Christo. (Matth. 8, 10, 14, 16, 17, 18. Marc. 3, 6, 8, 9. Joann. 3, 6, 12.)

1 Algun tiempo despues habiendo convocado á los doce apóstoles, les dió poder, y autoridad sobre todos los demonios, y virtud de curar enfermedades.

2 Y enviólos á predicar el reino de Dios, y á dar la salud á los enfermos.

3 Y dijoles: No lleveis nada para el viage, ni palo para defenderos', ni alforjas para provisiones, ni pan, ni dinero, ni mudas de ropa.

4 En cualquiera casa que entráreis, permaneced allí, y no la dejeis hasta la partida.

5 Y donde nadie os recibiere, al salir de la ciudad, sacudid aun el polvo de vuestros pies en testimonio contra sus moradores.

6 Habiendo pues partido, iban de lugar en lugar, anunciando el Evangelio, y curando enfermos por todas partes.

7 Entre tanto oyó Heródes el tetrarchâ, todo lo que hacia Jesus, y no sabia á qué atenerse,

8 porque unos decian: Sin duda que Juan ha resucitado: algunos: No, sino que ha aparecido Elías: otros, en fin, que uno de los Profetas antiguos habia resucitado.

9 Y decia Heródes: A Juan yo le corté la cabeza; ¿quién será pues este de quien tales cosas oigo? Y buscaba cómo verle.

10 Los apóstoles á la vuelta de su mision contaron á Jesus todo cuanto habian hecho; y él tomándolos consigo á parte se retiró á un lugar desierto, del territorio de Bethsaida.

11 Lo que sabido por los pueblos, se fueron tras él; y recibiólos Jesus con amor, y les hablaba del reino de Dios, y daba salud á los que carecían de ella.

12 Empezaba á caer el dia. Por lo que acercándose los doces apóstoles le dijeron: Despacha ya á estas gentes, para que vayan á buscar alojamiento, y hallen que comer en las villas y aldeas del contorno, pues aquí estamos en un desierto.

13 Respondióles Jesus: Dadles vosotros de comer. Pero ellos replicaron: No tenemos mas de cinco panes y dos peces: á no ser que quieras que vayamos nosotros con nuestro poco dinero á comprar víveres para toda esta gente.

14 Es de notar que eran como unos cinco mil hombres. Entonces dijo á sus discípulos: Hacedlos sentar por cuadrillas de cincuenta en cincuenta.

15 Así lo ejecutaron, y los hicieron sentar á todos.

16 Y habiendo él tomado los cinco panes y los dos peces, levantando los ojos al cielo, los bendijo, los partió, y los distribuyó a los discípulos, para que los sirviesen á la gente.

17 Y comieron todos, y se saciaron; y de lo que les sobró, se sacaron doce cestos de pedazos.

18 Sucedió un dia, que habiéndose retirado a hacer oracion, teniendo consigo á sus discípulos, preguntóles: ¿Quien dicen las gentes que soy yo?

19 Ellos le respondieron: Muchos, que Juan el Bautista, otros que Elías, otros, en fin, uno de los antiguos Profetas que ha resucitado.

20 Y vosotros, replicó Jesus, ¿quién decís que soy yo? Respondió Simon Pedro: El Christo ó Ungido de Dios.

21 Pero el los apercibió con amenazas, que á nadie dijesen eso;

22 y añadió: Porque conviene que el Hijo del hombre padezca muchos tormentos, y sea condenado por los Ancianos, y los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, y sea muerto, y resucite despues al tercer dia.

23 Asimismo decia á todos: Si alguno quiere venir en pos de mí y tener parte en mi gloria, renúnciese á sí mismo, y lleve su cruz cada dia [41], y sígame.

24 Pues quien quisiere salvar su vida abandonándame á mí, la perderá; cuando al contrario el que perdiere su vida por amor de mí, la pondrá en salvo:

25 ¿y qué adelanta el hombre con ganar todo el mundo, si es á costa suya, y perdiéndose á sí mismo?

26 Porque quien se avergonzáre de mí y de mis palabras, de este tal se avergonzará el Hijo del hombre, cuando venga en el esplendor de su magestad, y en la de su Padre, y de los santos ángeles.

27 Os aseguro con verdad, que algunos hay aquí presentes, que no morirán sin que hayan visto un bosquejo de la gloria de el reino de Dios.

28 Sucedió pues, que cerca de ocho dias despues de dichas estas palabras, tomó consigo á Pedro, y á Santiago, y á Juan, y subió á un monte á orar.

29 Y mientras estaba orando, apareció diversa la figura de su semblante; y su vestido se volvió blanco y refulgente.

30 Y viéronse de repente dos personages que conversaban con él; los cuales eran Moysés y Elías,

31 que aparecieron en forma gloriosa: y hablaban de su salida del mundo, la cual estaba para verificar en Jerusalem.

32 Mas Pedro y sus compañeros se hallaban cargados de sueño. Y despertando vieron la gloria de Jesus, y á los dos personages que le acompañaban.

33 Y así que estos iban á despedirse de él, díjole Pedro: Maestro, bien estamos aquí: hagamos tres tiendas ó pabellones, una para tí, otra para Moysés, y otra para Elías; no sabiendo lo que se decia.

34 Mas en tanto que esto hablaba, formóse una nube que los cubrió; y viéndolos entrar [42] en esta nube, quedaron aterrados.

35 Y salió de la nube una voz que decia: Este es el Hijo mio querido, escuchadle.

36 Al oirse esta voz, se halló Jesus solo. Y ellos guardaron silencio, y á nadie dijeron por entónces nada de lo que habian visto.

37 Al dia siguiente, cuando bajaban del monte, les salió al camino gran multitud de gente;

38 y en medio de ella un hombre clamó, diciendo: Maestro, mira, te ruego, con ojos de piedad á mi hijo, que es el único que tengo;

39 y un espíritu maligno le toma, y de repente le hace dar alaridos, y le tira contra el suelo, y le agita con violentas convulsiones hasta hacerle arrojar espuma, y con dificultad se aparta de él despues de desgarrarle sus carnes:

40 he rogado á tus discípulos que le echen, mas no han podido.

41 Jesus entónces, tomando la palabra, dijo: ¡Oh generacion incrédula, y perversa! ¿hasta cuando he de estar con vosotros, y sufriros? Trae aquí á tu hijo.

42 Al acercarse, le tiró el demonio contra el suelo, y le maltrataba.

43 Pero Jesus, habiendo increpado al espíritu inmundo, curó al mozo, y volvióle á su padre.

44 Con lo que todos quedaban pasmados del gran poder de Dios que brillaba en Jesus; y mientras que todo el mundo no cesaba de admirar las cosas que hacia, él dijo á sus discípulos: Grabad en vuestro corazon lo que voy á deciros: El Hijo del hombre está para ser entregado en manos de los hombres.

45 Pero ellos no entendieron este lenguage, y les era tan oscuro el sentido de estas palabras, que nada comprendieron, ni tuvieron valor para preguntarle sobre lo dicho.

46 Y lo que es mas de admirar, les vino al pensamiento cuál de ellos seria el mayor.

47 Pero Jesus, leyendo los afectos de su corazon, tomó de la mano a un niño, símbolo de humildad, y le puso junto á sí,

48 y les dijo: Cualquiera que acogiere á este niño por amor mio, á mí me acoge; y cualquiera que me acogiere á mí, acoge al que me ha enviado. Y así, aquel que es ó se tiene por el menor entre vosotros, ese es el mayor en el reino de los cielos.

49 Entonces Juan tomando la palabra, dijo: Maestro, hemos visto á uno lanzar los demonios en tu nombre, pero se lo hemos vedado, porque no anda con nosotros en tu seguimiento.

50 Díjole Jesus: No se lo prohibais, porque quien no está contra vosotros, por vosotros está.

51 Y cuando estaba para cumplirse el tiempo en que Jesus habia de salir del mundo, se puso en camino, mostrando un semblante decidido [43] para ir á Jerusalem, á consumar su sacrificio.

52 Y despachó a algunos delante de si para anunciar su venida: los cuales habiendo partido, entraron en una ciudad de samaritanos á prepararte hospedage.

53 Mas no quisieron recibirle, porque daba á conocer que iba á Jerusalem [44].

54 Viendo esto sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: ¿Quieres que mandemos que llueva fuego del cielo y los devore [45]?

55 Pero Jesus vuelto a ellos los reprendió, diciendo: No sabeis á qué espíritu perteneceis.

56 El Hijo del hombre [46] no ha venido para perder á los hombres, sino para salvarlos. Y con esto se fueron á otra aldea.

57 Mientras iban andando su camino, hubo un hombre que le dijo: Señor, yo te seguiré á donde quiera que fueres.

58 Pero Jesus le respondió: Las raposas tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; mas entiende que el Hijo del hombre no tiene dónde reclinar su cabeza.

59 A otro empero le dijo Jesus: Sígueme; mas este respondió: Señor, permíteme que vaya antes, y dé sepultura á mi padre.

60 Replicóle Jesus: Deja tú á los muertos, ó á los que no tienen fé, el cuidado de sepultar á sus muertos; pero tú, que eres llamado de lo alto, vé, y anuncia el reino de Dios.

61 Y otro le dijo: Yo te seguiré, Señor; pero primero déjame ir á despedirme de mi casa.

62 Respondióle Jesus: Ninguno que despues de haber puesto su mano en el arado, vuelve los ojos atrás, es apto para el reino de Dios.

CAPÍTULO X.
Mision é instruccion de los setenta y dos discípulos. Ciudades impenitentes: parábola del samaritano: Martha y María hospedan á Jesus. (Matth. 9, 10,11, 13, 22. Marc 6, 12. Joann. 13.)

1 Despues de esto eligió el Señor otros setenta y dos discípulos, á los cuales envió delante de él, de dos en dos, por todas las ciudades, y lugares a donde habia de venir él mismo.

2 Y les decia: La mies á la verdad es mucha, mas los trabajadores pocos. Rogad pues al dueño de la mies que envie obreros á su mies.

3 Id vosotros: Hé aqui que yo os envío á predicar como corderos entre lobos.

4 No lleveis bolsillo, ni allorja, ni zapatos, ni os pareis á saludar [47] a nadie por el camino.

5 Al entrar en cualquiera casa, decid ante todas cosas: La paz sea en esta casa;

6 que si en ella hubiere algun hijo de la paz, descansará vuestra paz sobre él: donde no, volveráse á vosotros.

7 Y perseverad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan; pues el que trabaja, merece su recompensa. No andeis pasando de casa en casa.

8 En cualquiera ciudad que entráreis, y os hospedaren, comed lo que os pusieren delante;

9 y curad á los enfermos que en ella hubiere, y decidles: El reino de Dios está cerca de vosotros.

10 Pero si en la ciudad donde hubiéreis entrado, no quisiesen recibiros, saliendo a las plazas, decid:

11 Hasta el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad, lo sacudimos centra vosotros; mas sin embargo sabed que el reino de Dios está cerca.

12 Yo os aseguro, que Sodoma será tratada en el dia aquel del juicio con ménos rigor que la tal ciudad.

13 ¡Ay de tí, Corozain! ¡ay de tí, Bethsaida! porque si en Tyro y en Sidon se hubiesen hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo há que hubieran hecho penitencia cubiertas de cilicio, y yaciendo sobre la ceniza.

14 Por eso Tyro y Sidon serán juzgadas con mas clemencia que vosotras.

15 Y tú, oh Capharnaum, que orgullosa te has levantado hasta el cielo, serás abatida hasta el profundo del infierno.

16 El que os escucha á vosotros, me escucha á mí; y el que os desprecia á vosotros, á mí me desprecia. Y quien á mí me desprecia, desprecia á aquel que me ha enviado.

17 Regresaron despues los setenta y dos discípulos llenos de gozo, diciendo: Señor, hasta los demonios mismos se sujetan á nosotros por la virtud de tu nombre.

18 A lo que les respondió: Yo estaba viendo desde el principio del mundo á Satanás caer del cielo á manera de relámpago [48].

19 Vosotros veis que os he dado potestad de hollar serpientes y escorpiones, y todo el poder del enemigo, de suerte que nada podrá haceros daño.

20 Con todo eso, no tanto habeis de gozaros porque se os rinden los espíritus inmundos, cuanto porque vuestros nombres están escritos en los cielos.

21 En aquel mismo punto Jesus manifestó un extraordinario gozo, al impulso del Espíritu santo, y dijo: Yo te alabo, Padre mio, señor del cielo y de la tierra, porque has encubierto estas cosas grandes a los sabios y prudentes del siglo, y descubiértolas á los humildes y pequeñuelos. Así es ¡oh padre! porque así fue tu soberano beneplácito.

22 El Padre ha puesto en mi mano todas las cosas. Y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel á quien el Hijo quisiere revelarlo.

23 Y vuelto á sus discípulos, dijo: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis.

24 Pues os aseguro que muchos Profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; como tambien oir las cosas que vosotros ois, y no las oyeron.

25 Levantóse entónces un doctor de la Ley, y díjole con el fin de tentarle: Maestro, ¿qué debo yo hacer para conseguir la vida eterna?

26 Díjole Jesus: ¿Qué es lo que se halla escrito en la Ley? ¿qué es lo que en ella lees?

27 Respondió el: Amarás al Señor Dios tuyo de todo tu corazon, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y al prójimo como á tí mismo.

28 Replicóle Jesus: Bien has respondido; haz eso, y vivirás.

29 Mas él, queriendo dar á entender que era justo, preguntó á Jesus: ¿Y quién es mi prójimo?

30 Entonces Jesus tomando la palabra, dijo: Bajaba un hombre de Jerusalem á Jerichô, y cayó en manos de ladrones, que le despojaron de todo, le cubrieron de heridas, y se fueron, dejándole medio muerto.

31 Bajaba casualmente por el mismo camino un sacerdote; y aunque le vió, pasóse de largo.

32 Igualmente un levita, á pesar de que se halló vecino al sitio y le miró, tiró adelante.

33 Pero un pasagero de nacion samaritano, llegóse á donde estaba; y viéndole, movióse á compasion.

34 Y arrimándose, vendó sus heridas, bañándolas con aceite y vino; y subiéndole en su cabalgadura, le condujo al meson, y cuidó de él en un todo.

35 Al dia siguiente sacó dos denarios de plata, y dióselos al mesonero, diciéndole: Cuídame este hombre, y todo lo que gastares de mas, yo te lo abonaré á mi vuelta.

36 ¿Quién de estos tres te parece haber sido prójimo del que cayó en manos de los ladrones?

37 Aquel, respondió el doctor, que usó con él de misericordia. Pues anda, díjole Jesus, y haz tú otro tanto.

38 Prosiguíendo Jesus su viage á Jerusalem, entró en cierta aldea, donde una muger, por nombre Martha, le hospedó en su casa:

39 tenia esta una hermana llamada María, la cual sentada tambien á los pies del Señor estaba escuchando su divina palabra.

40 Mientras tanto Martha andaba muy afanada en disponer todo lo que era menester; por lo cual se presentó á Jesus y dijo: Señor, ¿no reparas que mi hermana me ha dejado sola en las faenas de la casa? dile pues que me ayude.

41 Pero el Señor le dió esta respuesta: Martha, Martha, tú te afanas y acongojas distraida en muchísimas cosas;

42 y a la verdad que una sola cosa es necesaria que es la salvacion eterna. María ha escogido la mejor suerte, de que jamás será privada [49].
CAPÍTULO XI.
De la oracion dominical: perseverancia en orar: Demonio mudo. Blasfimias de los judíos: parábola del valiente armado. Reprende Jesus á los Fariseos y doctores de la Ley. (Matth. 5, 6, 7, 9, 12, 21, 23. Marc. 3, 4, 11, 12. Joann. 14.)

1 Un dia estando Jesus orando en cierto lugar, acabada la oracion, díjole uno de sus discípulos: Señor, enséñanos á orar, como enseñó tambien Juan á sus discípulos.

2 Y Jesus les respondió: Cuando os pongais á orar, habeis de decir: Padre, sea santificado el tu nombre. Venga á nos el tu reino.

3 El pan nuestro de cada dia dánosle hoy.

4 Y perdónanos nuestros pecados, puesto que tambien nosotros perdonamos á nuestros deudores. Y no nos dejes caer en la tentacion.

5 Díjole tambien: Si alguno de vosotros tuviere un amigo, y fuese á estar con él á media noche, y á decirle: Amigo, préstame tres panes,

6 porque otro amigo mio acaba de llegar de viage á mi casa, y no tengo nada que darle;

7 aunque aquel desde adentro le responda: No me molestes, la puerta está ya cerrada, y mis criados estan como yo acostados, no puedo levantarme á dártelos;

8 si el otro porfía en llamar y mas llamar; yo os aseguro que cuando no se, levantare á dárselos por razon de su amistad, á lo menos por librarse de su impertinencia, se levantará al fin, y le dará cuantos hubiere menester.

9 Asi os digo yo, añadió Jesus: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.

10 Porque todo aquel que pide, recibe; y quien busca, halla; y al que llama, se le abrirá.

11 Que si entre vosotros un hijo pide pan á su padre, ¿acaso le dará una piedra? O si pide un pez, ¿le dará en lugar de un pez una sierpe?

12 O si pide un huevo, ¿por ventura le dará un escorpion ó alacran?

13 Pues si vosotros, siendo malos como sois, sabeis dar cosas buenas á vuestros hijos, ¿cuánto mas vuestro Padre que está en los cielos, dará el espíritu bueno á los que se le piden?

14 Otro dia estaba Jesus lanzando un demonio, el cual era mudo [50]. Y así que hubo echado al demonio, habló el mudo, y todas las gentes quedaron muy admiradas.

15 Mas no faltaron allí algunos que dijeron: Por arte de Beelzebúb, príncipe de los demonios, echa él los demonios.

16 Y otros por tentarle, le pedian que les hiciese ver algun prodigio en el cielo.

17 Pero Jesus penetrando sus pensamientos, les dijo: Todo reino dividido en partidos contrarios quedará destruido, y una casa dividida en facciones camina á su ruina.

18 Si pues Satanás está tambien dividido contra sí mismo, ¿como ha de subsistir su reino? ya que decís vosotros que yo lanzo los demonios por arte de Beelzebúb [51].

19 Y si yo lanzo los demonios por virtud de Beelzebúb, ¿por virtud de quién los lanzan vuestros hijos? Por tanto ellos mismos serán vuestros jueces.

20 Pero si yo lanzo los demonios con el dedo ó virtud de Dios, es evidente que ha llegado ya el reino de Dios á vosotros.

21 Cuando un hombre valiente, bien armado, guarda la entrada de su casa, todas las cosas están seguras.

22 Pero si otro mas valiente que él asaltándole le vence, le desarmará de todos sus arneses, en que tanto confiaba, y repartirá sus despojos.

23 Quien no está por mí, está contra mí, y quien no recoge conmigo, desparrama.

24 Cuando un espíritu inmundo ha salido de un hombre, se va por lugares áridos, buscando lugar donde reposar, y no hallándole dice: Me volveré á mi casa, de donde salí.

25 Y viniendo a ella, la halla barrida, y bien adornada.

26 Entonces va, y toma consigo á otros siete espíritus peores que él, y entrando en esta casa fijan en ella su morada. Con lo que el último estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero [52].

27 Estando diciendo estas cosas, hé aquí que una muger, levantando la voz de en medio del pueblo, exclamó: Bienaventurado el vientre que te llevó, y los pechos que te alimentaron.

28 Pero Jesus respondió: Bienaventurados mas bien los que escuchan la palabra de Dios, y la ponen en práctica.

29 Como concurriesen las turbas á oirle, comenzó á decir: Esta raza de hombres es una raza perversa: ellos piden un prodigio, y no se les dará otro prodigio que el del Profeta Jonás.

30 Pues á la manera que Jonás fue un prodigio para los ninivitas [53], así el Hijo del hombre lo será para los de esta nacion infiel é incrédula.

31 La reina del Mediodia se levantará en el dia del juicio contra los hombres de esta nacion, y los condenará: por cuanto ella vino del cabo del mundo á escuchar la sabiduría de Salomon; y veis aquí uno Superior á Salomon, á quien no se quiere escuchar [54].

32 Los habitantes de Nínive comparecerán tambien en el dia del juicio contra esta nacion, y la condenarán; por cuanto ellos hicieron penitencia á la predicacion de Jonás, y veis aquí uno, cuyas palabras se desprecian, que es superior á Jonás [55].

33 Nadie enciende una candela, para ponerla en un lugar escondido, ni debajo de un celemin; sino sobre un candelero, para que los que entran, vean la luz.

34 Antorcha de tu cuerpo son tus ojos. Si tu ojo estuviere puro y sano, todo tu cuerpo será alumbrado; mas si estuviere dañado, tambien tu cuerpo estará lleno de tinieblas.

35 Cuida pues de que la luz que hay en tí, no sea ó no se convierta en tinieblas.

36 Porque si tu cuerpo estuviere todo iluminado, sin tener parte alguna oscura, todo lo demas será luminoso, y como antorcha luciente te alumbrará.

37 Así que acabó de hablar, un Fariseo le convidó a comer en su casa, y entrando Jesus en ella, púsose á la mesa.

38 Entónces el Fariseo, discurriendo consigo mismo, comenzó á decir: ¿Por qué no se habra lavado antes de comer?

39 Mas el Señor le dijo: Vosotros ¡oh Fariseos! teneis gran cuidado en limpiar el exterior de las copas y de los platos; pero el interior de vuestro corazon está lleno de rapiña y de maldad.

40 ¡Oh necios! no sabeis que quien hizo lo de afuera, hizo asimismo lo de adentro.

41 Sobre todo, dad limosna de lo vuestro que os sobra, y con eso alcanzaréis de Dios que todas las cosas estaran limpias en órden á vosotros.

42 Mas ¡ay de vosotros, Fariseos, que pagais el diezmo de la yerbabuena, y de la ruda, y de toda suerte de legumbres, y no haceis caso de la justicia y de la caridad ó amor de Dios! Estas son las cosas que debiais practicar, sin omitir aquellas.

43 ¡Ay de vosotros, Fariseos, que amais tener los primeros asientos en las synagogas, y ser saludados en público!

44 ¡Ay de vosotros, que sois como los sepulcros que estan encubiertos, y que son desconocidos de los hombres que pasan por encima de ellos [56]!

45 Entónces uno de los doctores de la Ley le dijo: Maestro, hablando así, tambien nos afrentas á nosotros.

46 Mas él respondió: ¡Ay de vosotros igualmente, doctores de la Ley; porque echais á los hombres cargas que no pueden soportar, y vosotros ni con la punta de el dedo las tocais!

47 ¡Ay de wsotros, que fabricais mausoleos á los Profetas, despues que vuestros, mismos padres los mataron!

48 En verdad que dais á conocer que aprobais los atentados de vuestros padres; porque si ellos los mataron, vosotros edificais sus sepulcros.

49 Por eso tambien dijo la sabiduría de Dios: Yo les enviaré Profetas y apóstoles, y matarán á unos, y perseguirán á otros;

50 para que á esta nacion se le pida cuenta de la sangre de todos los Profetas, que ha sido derramada desde la creacion del mundo acá,

51 de la sangre de Abel [57] hasta la sangre de Zachàrias, muerto entre el altar y el Templo. Sí: yo os lo digo: á esta raza de hombres se le pedirá de ello cuenta rigorosa.

52 ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habeis reservado la llave de la ciencia de la salud! Vosotros mismos no habeis entrado, y aun á los que iban á entrar, se lo habeis impedido.

53 Diciéndoles todas estas cosas, irritados los Fariseos y doctores de la Ley, empezaron a contradecirle fuertemente, y á pretender taparle la boca de muchas maneras,

54 armándole asechanzas, y tirando á sonsacarle alguna palabra de que poder acusarle.

CAPÍTULO XII.
Levadura de los Fariseos: no temer sino á Dios: rico del siglo: no inquietarse sobre comida y vestido. Tesoro y corazon en el cielo: administrador fiel y prudente: siervo violento é infiel. Jesus vino á poner fuego sobre la tierra. (Matth. 5, 6, 10, 11, 16, 19, 24. Marc. 3, 4, 8.)
1 Entre tanto, habiéndose juntado al rededor de Jesus tanto concurso de gentes que se atropellaban unos á otros, empezó á decir á sus discípulos: Guardáos de la levadura de los Fariseos, que es la hipocresía.

2 Mas nada es tan oculto, que no se haya de manifestar; ni tan secreto, que al fin no se sepa.

3 Así es que lo que dijísteis á oscuras, se dirá en la luz del dia; y lo que hablásteis al oido en las alcobas, se pregonará sobre los terrados.

4 A vosotros empero, que sois mis amigos, os digo yo ahora: No tengais miedo de los que matan al cuerpo, y esto hecho, ya no pueden hacer mas.

5 Yo quiero mostraros á quien habeis de temer: temed al que, despues de quitar la vida, puede arrojar al infierno; a este es, os repito, á quien habeis de temer.

6 ¿No es verdad que cinco pajarillos se venden por dos cuartos, y con todo ni uno de ellos es olvidado de Dios?

7 Hasta los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. Por tanto no teneis que temer que Dios os olvide: más valeis vosotros que muchos pajarillos.

8 Os digo pues, que cualquiera que me confesáre delante de los hombres, tambien el Hijo del hombre le confesará ó reconocerá por suyo delante de los ángeles de Dios:

9 al contrario, quien me negáre ante los hombres, será negado ante los ángeles de Dios.

10 Si alguno habla contra el Hijo del hombre, no conociendo su divinidad, este pecado se le perdonará; pero no habrá perdon para quien blasfemáre contra el Espíritu santo [58].

11 Cuando os conduzcan á las synagogas, y á los magistrados, y potestades de la tierra, no paseis cuidado de lo que, ó cómo habeis de responder ó alegar.

12 Porque el Espíritu santo os enseñará en aquel trance lo que debeis decir.

13 Entónces le dijo uno del auditorio: Maestro, dile á mi hermano que me dé la parte que me toca de la herencia.

14 Pero Jesus le respondió: ¡Oh hombre! ¿quién me ha constuido á mí juez, ó repartidor entre vosotros [59].

15 Con esta ocasion les dijo: Estad alerta, y guardáos de toda avaricia; que no depende la vida del hombre de la abundancia de los bienes que él posee.

16 Y en seguida les propuso esta parábola: Un hombre rico tuvo una extraordinaria cosecha de frutos en su heredad;

17 y discurria para consigo, diciendo; ¿Qué haré, que no tengo sitio capaz para encerrar mis granos?

18 Al fin dijo: Haré esto; derribaré mis graneros, y construiré otros mayores, donde almacenaré todos mis productos y mis bienes,

19 con lo que diré á mi alma: ¡O alma mia! ya tienes muchos bienes de repuesto para muchísimos años: descansa, come, bebe, y date buena vida.

20 Pero al punto le dijo Dios: ¡Insensato! esta misma noche han de exigir de tí la entrega de tu alma: ¿de quién será cuanto has almacenado?

21 Esto es lo que sucede, concluyó Jesus, al que atesora para sí, y no es rico á los ojos de Dios.

22 Y despues dijo á sus discípulos: Por eso os digo á vosotros: No andeis inquietos en órden á vuestra vida, sobre lo que comeréis, ni en órden á vuestro cuerpo, sobre qué vestiréis.

23 Mas importa la vida que la comida, y el cuerpo que el vestido.

24 Reparad en los cuervos: ellos no siembran, ni siegan, no tienen despensa, ni granero; sin embargo Dios los alimenta. Ahora bien, ¿cuánto mas valeis vosotros que ellos?

25 Y por otra parte ¿quién de vosotros, por mucho que discurra, puede acrecentar á su estatura un solo codo?

26 Pues si ni aun para las cosas mas pequeñas teneis poder, ¿a qué fin inquietaros por las demas?

27 Contemplad las azucenas cómo crecen y florecen, no trabajan, ni tampoco hilan: no obstante os digo, que ni Salomon con toda su magnificencia estuvo jamás vestido como una de estas flores.

28 Pues si á una yerba, que hoy está en el campo, y mañana se echa en el horno, Dios así la viste, ¿cuánto mas á vosotros, hombres de poquísima fé?

29 Así que, no esteis acongojados cuando buscais de comer o de beber; ni tengais suspenso é inquieto vuestro ánimo:

30 los paganos y las gentes del mundo son los que van afanados tras de esas cosas. Bien sabe vuestro Padre que de ellas necesitais.

31 Por tanto, buscad primero el reino de Dios y su justicia [60]; que todo lo demas se os dará por añadidura.

32 No teneis vosotros que temer, mi pequeñito rebaño, porque ha sido del agrado de vuestro Padre celestial daros el reino eterno.

33 Vended, si es necesario, lo que poseeis, y dad limosna [61]. Hacéos unas bolsas que no se echen á perder; un tesoro en el cielo que jamás se agota: á donde no llegan los ladrones, ni roe la polilla.

34 Porque donde está vuestro tesoro, allí tambien estará vuestro corazon.

35 Estad con vuestras ropas ceñidas á la cintura, y tened en vuestras manos las luces ya encendidas prontos á servir á vuestro Señor,

36 sed semejantes á los criados que aguardan á su amo cuando vuelve de las bodas, á fin de abrirle prontamente, luego que llegue, y llame a la puerta.

37 Dichosos aquellos siervos á los cuales el amo al venir encuentra así velando: en verdad os digo, que arregazándose él su vestido, los hará sentar á la mesa, y se pondrá á servirles.

38 Y si viene á la segunda vela, ó viene á la tercera, y los halla así prontos, dichosos son tales criados.

39 Tened esto por cierto, que si el padre de familias supiera á qué hora habia de venir el ladron, estaria ciertamente velando, y no dejaria que le horadasen y forzasen su casa.

40 Así vosotros estad siempre prevenidos, porque á la hora que menos pensais, vendrá el Hijo del hombre.

41 Preguntóle entónces Pedro: Señor, ¿dices por nosotros esta parábola, ó por todos igualmente?

42 Respondió el Señor: ¿Quién piensas que es sino un criado vigilante aquel administrador fiel y prudente, á quien su amo constituyó mayordomo de su familia, para distribuir á cada uno á su tiempo la medida de trigo ó el alimento correspondiente?

43 Dichoso el tal siervo, si su amo á la vuelta le halla ejecutando así su deber.

44 En verdad os digo, que le dará la superintendencia de todos sus bienes.

45 Mas si dicho criado dijere en su corazon: Mi amo no piensa en venir tan presto; y empezare a maltratar á los criados y a las criadas, y á comer, y á beber, y á embriagarse;

46 vendrá el amo del tal siervo en el dia que ménos le espera, y en la hora que el no sabe, y le echará de su casa, y darle ha el pago debido á los criados infieles.

47 Así es que aquel siervo que, habiendo conocido la voluntad de su amo, no obstante ni puso en órden las cosas, ni se portó conforme queria su Señor, recibirá muchos azotes;

48 mas el que sin conocerla, hizo cosas que de suyo merecen castigo, recibirá menos. Porque se pedirá cuenta de mucho á aquel á quien mucho se le entregó; y á quien se han confiado muchas cosas, mas cuenta le pedirán.

49 Yo he venido á poner fuego en la tierra, ¿y qué he de querer sino que arda?

50 Con un bautismo de sangre tengo de ser yo bautizado: ¡oh y cómo traigo en prensa el corazon, mientras que no lo veo cumplido!

51 ¿Pensais que he venido á poner paz en la tierra? No, sino desunion: así os lo declaro [62].

52 De suerte que desde ahora en adelante habrá en una misma casa cinco entre sí desunidos, tres contra dos, y dos contra tres:

53 el padre estará contra el hijo, y el hijo contra el padre, la madre contra la hija, y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera, y la nuera contra la suegra.

54 Decia tambien al pueblo: En viendo una nube que se levanta del Ocaso, al instante decís: Tempestad tenemos; y así sucede.

55 Y cuando veis que sopla el aire de Mediodia, decís: Hara calor; y le hace.

56 ¡Hipócritas! si sabeis pronosticar por los vários aspectos del cielo y de la tierra, ¿cómo no conoceis este tiempo del Mesías?

57 O ¿como por lo que pasa en vosotros mismos, no dicernís lo que es justo que hagais ahora?

58 Cuando vas junto con tu contrario á querellarte ante el magistrado, haz en el camino todo lo posible por librarte de él, no sea que por fuerza te lleve al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.

59 Porque yo te aseguro que de ella no saldrás, hasta que hayas pagado el último maravedí.

CAPÍTULO XIII.
Del castigo que amenaza á los que no hacen penitencia. Higuera estéril: curacion de la muger encorvada. Parábolas del grano de mostaza, y de la levadura: corto número de los que se salvan. Pasion predicha: Jerusalem homicida de los Profetas. (Matth. 7, 13, 19, 20, 23. Marc. 4, 10.)

1 En este mismo tiempo vinieron algunos, y contaron á Jesus lo que habia sucedido a unos galileos, cuya sangre mezcló Pilato con la de los sacrificios que ellos ofrecian.

2 Sobre lo cual les respondió Jesus: ¿Pensais que aquellos galileos eran entre todos los demas de Galilea los mayores pecadores, porque fueron castigados de esta suerte?

3 Os aseguro que no: y entended que si vosotros no hiciéreis penitencia, todos pereceréis igualmente.

4 Como tambien, aquellos diez y ocho hombres, sobre los cuales cayó la torre de Siloé, y los mató: ¿pensais que fuesen los mas culpados de todos los moradores de Jerusalem?

5 Os digo que no; mas si vosotros no hiciéreis penitencia, todos pereceréis igualmente.

6 Y añadióles esta parábola: Un hombre tenia plantada una higuera en su viña, y vino á ella en busca de fruto, y no le halló.

7 Por lo que dijo al viñador: Ya ves que hace tres años seguidos que vengo á buscar fruto en esta higuera, y no le hallo: córtala pues; ¿para que ha de ocupar terreno en balde?

8 Pero él respondió: Señor, déjala todavia este año, y cavaré al rededor de ella, y le echaré estiércol,

9 á ver si así dará fruto: cuando no, entónces la harás cortar.

10 Enseñando Jesus un dia de sábado en la synagoga,

11 hé aqui que Vino allí una muger, que por espacio de diez y ocho años padecía una enfermedad causada de un maligno espíritu; y andaba encorvada, sin poder mirar poco ni mucho ácia arriba.

12 Como la viese Jesus, llamóla á sí, y le dijo: Muger, libre quedas de tu achaque.

13 Puso sobre ella las manos, y enderezóse al momento, y daba gracias y alabanzas á Dios.

14 El gefe de la synagoga, indignado de que Jesus hiciera esta cura en sábado, dijo al pueblo: Seis dias hay destinados al trabajo; en esos podeis venir á curaros, y no en el dia de sábado.

15 Mas el Señor, dirigiéndole á él la palabra, dijo: ¡Hipócritas! ¿cada uno de vosotros no suelta su buey ó su asno del pesebre, aunque sea sábado, y los lleva á abrevar?

16 Y á esta hija de Abraham, á quien, como veis, ha tenido atada Satanás por espacio de diez y ocho años, ¿no será permitido desatarla de estos lazos en dia de sábado?

17 Y á estas palabras quedaron avergonzados todos sus contrarios; y todo el pueblo se complacia en sus gloriosas acciones.

18 Decía tambien Jesus: ¿A qué cosa es semejante el reino de Dios, ó con qué podré compararle?

19 Es semejante a un grano de mostaza, que tomó un hombre y le sembró en su huerta, el cual fue creciendo, hasta llegar á ser un árbol grande; de suerte que las aves del cielo posaban en sus ramas.

20 Y volvió á repetir: ¿A qué cosa diré que se asemeja el reino de Dios?

21 Es semejante á la levadura, que tomó una muger y la revolvió en tres medidas de harina, hasta que hubo fermentado toda la masa.

22 É iba así enseñando por las ciudades y aldeas, de camino para Jerusalem.

23 Y uno le preguntó: Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan? Él en respuesta dijo á los oyentes:

24 Esforzáos [63] á entrar por la puerta angosta, porque os aseguro que muchos buscarán cómo entrar, y no podrán.

25 Y despues que el padre de familias hubiere entrado, y cerrado la puerta, empezareis, estando fuera, á llamar á la puerta diciendo: Señor, Señor, ábrenos: y el os responderá: No os conozco, ni sé de donde sois:

26 entónces alegaréis á favor vuestro: Nosotros hemos comido, y bebido contigo, y tú predicaste en nuestras plazas.

27 Y él os repetirá: No os conozco, ni sé de dónde sois. Apartáos léjos de mí todos vosotros, artífices de la maldad.

28 Allí será el llanto y el rechinar de dientes: cuando veréis a Abraham, y á Isaac, y á Jacob, y á todos los Profetas en el reino de Dios, mientras vosotros sois arrojados fuera.

29 Y vendrán tambien gentes del Oriente y del Occidente, del Norte y del Mediodia, y se pondrán á la mesa en el convite del reino de Dios.

30 Y ved aquí que los que son ahora los últimos, serán entónces los primeros, y los que son primeros, serán entónces los últimos.

31 En el mismo dia vinieron algunos Fariseos á decirle: Sal de aquí, y retírate á otra parte, porque Heródes quiere matarte.

32 Y les respondió: Andad, y decid de mi parte á ese falso y raposo: Sábete que aun he de lanzar demonios, y sanar enfermos el dia de hoy y el de mañana; pero dentro de poco tiempo al tercer dia soy finado.

33 No obstante, así hoy, como mañana, y pasado mañana conviene que yo siga mi camino hasta llegar á la ciudad; porque no cabe que un Profeta pierda la vida fuera de Jerusalem.

31 ¡Oh Jerusalem, Jerusalem, que matas á los Profetas, y apedreas á los que á tí son enviados! ¿cuántas veces quise recoger á tus hijos, á la manera que el ave cubre su nidada debajo de sus alas, y tú no has querido?

35 ¡Pueblo ingrato! hé aquí que vuestra morada va á quedar desierta. Y os declaro que ya no me veréis mas, hasta que llegue el dia en que digais: Bendito sea el que Viene en nombre del Señor.

CAPÍTULO XIV.
Hidrópico curado en sábado: parábola de la gran cena. El que quiere seguir á Jesus, debe llevar su cruz. Sal hecha insípida. (Matth. 5, 10, 16, 18, 22, 23. Marc. 8, 9.)
1 Y sucedió que habiendo entrado Jesus en casa de uno de los principales Fariseos á comer en un dia de sábado, le estaban estos acechando.

2 Y hé aquí que se puso delante de él un hombre hidrópico.

3 Y Jesus vuelto á los doctores de la Ley, y á los Fariseos, les preguntó: ¿Es lícito curar en dia de sábado?

4 Mas ellos callaron. Y Jesus habiendo tocado al hidrópico, con solo tocarle le curó, y despachóle.

5 Dirigiéndose despues á ellos, les dijo: ¿Quien de vosotros, si su asno ó su buey cae en algun pozo ó pantano, no le sacará luego, aunque sea dia de sábado?

6 Y no sabian qué responder á esto.

7 Notando entonces que los convidados iban escogiendo los primeros puestos en la mesa, les propuso esta parábola, y dijo:

8 Cuando fueres convidado á bodas, no te pongas en el primer puesto, porque no haya quizá otro convidado de mas distincion que tú;

9 y sobreviniendo el que á tí y á él os convidó, te diga: Haz lugar á este; y entonces con sonrojo te veas precisado á ponerte el último:

10 antes bien, cuando fueres convidado, vete á poner en el último lugar, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: Amigo, sube mas arriba. Lo que te acarreará honor á vista de los demas convidados:

11 así es que cualquiera que se ensalza, será humillado; y quien se humilla, será ensalzado.

12 Decía tambien al que le habia convidado: Tú, cuando das comida ó cena, no convides á tus amigos, ni á tus hermanos, ni á los parientes, ó vecinos ricos, no sea que tambien ellos te conviden á ti, y te sirva esto de recompensa:

13 sino que cuando haces un convite, has de convidar á los pobres, y á los tullidos, y á los cojos, y á los ciegos;

14 y serás afortunado, porque no pueden pagártelo: pues así serás recompensado en la resurreccion de los justos.

15 Habiendo oido esto uno de los convidados, le dijo: ¡Oh bienaventurado aquel que tendrá parte en el convite del reino de Dios [64]!

16 Mas Jesus le respondió: Un hombre dispuso una gran cena, y convidó á mucha gente.

17 A la hora de cenar envió un criado á decir á los convidados que viniesen, pues ya todo estaba dispuesto.

18 Y empezaron todos, como de concierto, á excusarse. El primero le dijo: He comprado una granja, y necesito salir á verla: ruégote que me des por excusado.

19 El segundo dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy á probarlas: dame, te ruego, por excusado.

20 Otro dijo: Acabo de casarme, y así no puedo ir allá.

21 Habiendo vuelto el criado refirió todo esto á su amo. Irritado entonces el padre de familias, dijo á su criado: Sal luego á las plazas y barrios de la ciudad, y traéme acá cuantos pobres, y lisiados, y ciegos, y cojos hallares.

22 Dijo despues el criado: Señor, se ha hecho lo que mandaste, y aun sobra lugar.

23 Respondióle el amo: Sal á los caminos y cercados, é impele [65] á los que halles a que vengan, para que se llene mi casa.

24 Pues os protesto que ninguno de los que antes fueron convidados, ha de probar mi cena.

25 Sucedió que yendo con Jesus gran multitud de gentes, vuelto á ellas les dijo:

26 Si alguno de los que me siguen, no aborrece, ó no ama ménos que á mí, á su padre y madre, y á la muger, y a los hijos, y á los hermanos y hermanas, y aun a su vida misma, no puede ser mi discípulo.

27 Y el que no carga con su cruz, y no me sigue, tampoco puede ser mí discípulo.

28 Porque ¿quién de vosotros queriendo edificar una torre, no echa primero despacio sus cuentas, para ver si tiene el caudal necesario con que acabarla;

29 no le suceda que, despues de haber echado los cimientos, y no pudiendo concluirla, todos los que lo vean, comienzen á burlarse de él,

30 diciendo: Ved ahí un hombre que comenzó á edificar, y no pudo rematar?

31 O ¿cuál es el rey que habiendo de hacer guerra contra otro rey, no considera primero despacio, si podrá con diez mil hombres hacer frente al que con veinte mil viene contra él?

32 Que si no puede, despachando una embajada, cuando está el otro todavia léjos, le ruega con la paz.

33 Así pues cualquiera de vosotros que no renuncia todo lo que posee, no puede ser mi discípulo.

34 La sal es buena; pero si la sal se desvirtúa, ¿con qué será sazonada?

35 Nada vale, ni para la tierra, ni para servir de estiércol: así es que se arroja fuera como inútil. Quien tiene oidos para escuchar, atienda bien á esto.

CAPÍTULO XV.
Parábolas de la oveja descarriada: de la drachma perdida, y del hijo pródigo para confusion de los Fariseos presuntuosas, y aliento de las pecadores arrepentidos. (Matt. 18.)

1 Solian los publicanos, y pecadores acercarse á Jesus para oirle.

2 Y los Fariseos y Escribas murmuraban de eso diciendo: Mirad cómo se familiariza con los pecadores, y come con ellos.

3 Entónces les propuso esta parábola:

4 ¿Quién hay de vosotros que, teniendo cien ovejas, y habiendo perdido una de ellas, no deje las noventa y nueve en la dehesa, y no vaya en busca de la que se perdió, hasta encontrarla?

5 En hallándola se la pone sobre los hombros muy gozoso;

6 y llegado á casa, convoca á sus amigos, y vecinos, diciéndoles: Regocijáos conmigo, porque he hallado la oveja mia, que se me habia perdido.

7 Os digo, que á este modo habrá mas fiesta en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no tienen necesidad de penitencia.

8 O ¿qué muger, teniendo diez dracmas ó reales de plata, si pierde una, no enciende luz, y barre bien la casa, y lo registra todo, hasta dar con ella?

9 Y en hallándola, convoca á sus amigas y vecinas, diciendo: Alegráos conmigo, que ya he hallado la dracma que habia perdido.

10 Así os digo yo, que harán fiesta los ángeles de Dios por un pecador que haga penitencia.

11 Añadió tambien: Un hombre tenia dos hijos,

12 de los cuales el mas mozo dijo á su padre: Padre, dame la parte de la herencia que me toca. Y el padre repartió entre los dos la hacienda.

13 No se pasaron muchos dias que aquel hijo mas mozo, recogidas todas sus cosas, se marchó á un pais muy remoto, y allí malbarató todo su caudal, viviendo disolutamente.

14 Despues que lo gastó todo, sobrevino una grande hambre en aquel pais, y comenzó a padecer necesidad.

15 De resultas púsose a servir á un morador de aquella tierra, el cual le envió a su granja a guardar cerdos.

16 Allí deseaba con ansia henchir su vientre de las algarrobas [66] y mondaduras que comian los cerdos; y nadie se las daba.

17 Y volviendo en si, dijo: ¡Ay cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo estoy aquí pereciendo de hambre!

18 No: yo iré á mi padre, y le diré: Padre mio, pequé contra el cielo, y contra tí:

19 ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo: trátame como á uno de tus jornaleros.

20 Con esta resolucion se puso en camino para la casa de su padre. Estando todavía léjos, avistóle su padre, y enterneciéronsele las entrañas, y corriendo á su encuentro le echó los brazos al cuello, y le dió mil besos.

21 Díjole el hijo: Padre mio, yo he pecado contra el cielo y contra tí, ya no soy digno de ser llamado hijo tuyo.

22 Mas el padre por respuesta dijo á sus criados: Presto, traed aquí luego el vestido mas precioso [67] que hay en casa, y ponédsele, ponedle un anillo en el dedo, y calzadle las sandalias;

23 y traed un ternero cebado, matadle, y comamos, y celebremos un banquete:

24 pues que este hijo mio estaba muerto, y ha resucitado; habíase perdido, y ha sido hallado. Y con eso dieron principio al banquete.

25 Hallábase a la sazon el hijo mayor en el campo; y á la vuelta, estando ya cerca de su casa, oyó el concierto de música y el baile;

26 y llamó á uno de los criados, y preguntóle qué venia á ser aquello;

27 el cual le respondió: Ha vuelto tu hermano, y tu padre ha mandado matar un becerro cebado, por haberle recobrado en buena salud.

28 Al oir esto, indiguóse, y no queria entrar. Salió pues su padre á fuera, y empezó a instarle con ruegos.

29 Pero él le replicó diciendo: Es bueno que tantos años há que te sirvo, sin haberte jamás desobedecido en cosa alguna que me hayas mandado, y nunca me has dado un cabrito para merendar con mis amigos;

30 y ahora que ha venido este hijo tuyo, el cual ha consumido su hacienda con meretrices, luego has hecho matar para él un becerro cebado.

31 Hijo mio, respondió el padre, tú siempre estás conmigo, y todos los bienes mios son tuyos;

32 mas ya ves que era muy justo el tener un banquete, y regocijarnos, por cuanto este tu hermano habia muerto, y ha resucitado; estaba perdido, y se ha hallado.
CAPÍTULO XVI.
Parábola del mayordomo tramposo. Nadie puede servir á Dios y á las riquezas. Indisolubilidad del matrimonio. Del rico avariento, y del pobre Lázaro. (Matth. 5, 6, 11. Marc, 10.)

1 Decia tambien Jesus á sus discípulos: Érase un hombre rico, que tenia un mayordomo, del cual por la voz comun vino á entender que le habia disipado sus bienes.

2 Llamóle pues, y díjole: ¿Qué es esto que oigo de tí? dame cuenta de tu administracion, porque no quiero que en adelante cuides de mi hacienda.

3 Entónces el mayordomo dijo entre si: ¿Qué haré, pues mi amo me quita la administracion de sus bienes? yo no soy bueno para cavar, y para mendigar no tengo cara.

4 Pero ya sé lo que he de hacer, para que, cuando sea removido de mi mayordomía, halle yo personas que me reciban en su casa.

5 Llamando pues á los deudores de su amo á cada uno de por sí, dijo al primero: ¿Cuánto debes á mi amo?

6 Respondió: Cien barriles de aceite. Díjole: Toma tu obligacion, siéntate, y haz al instante otra de cincuenta.

7 Dijo despues á otro: ¿Y tú cuánto debes? Respondió: Cien coros ó cargas de trigo. Díjole: Toma tu obligacion, y escribe otra de ochenta.

8 Habiéndolo sabido el amo, alabó á este mayordomo infiel, no por su infidelidad, sino de que hubiese sabido portarse sagazmente; porque los hijos de este siglo, ó amadores del mundo, son en sus negocios mas sagaces que los hijos de la luz ó del Evangelio, en el negocio de su eterna salud.

9 Así os digo yo á vosotros: Grangeáos amigos con las riquezas, manantial de iniquidad, para que, cuando falleciéreis, seais recibidos en las moradas eternas.

10 Quien es fiel en lo poco, tambien lo es en lo mucho; y quien es injusto en lo poco, tambien lo es en lo mucho.

11 Si en las falsas riquezas no habeis sido fieles, ¿quién os fiará las verdaderas ó las de la gracia?

12 Y si en lo ageno no fuísteis fieles, ¿quién pondrá en vuestras manos lo propio vuestro?

13 Ningun criado puede servir á dos amos; porque ó aborrecerá al uno, y amará al otro, ó se aficionará al primero, y no hará caso del segundo: no podeis servir á Dios y á las riquezas.

14 Estaban oyendo todo esto los Fariseos, que eran avarientos, y se burlaban de él.

15 Mas Jesus les dijo: Vosotros os vendeis por justos delante de los hombres; pero Dios conoce el fondo de vuestros corazones: porque sucede á menudo que lo que parece sublime á los ojos humanos, á los de Dios es abominable.

16 La Ley y los Profetas han durado hasta Juan: despues acá ya el reino de Dios es anunciado claramente, y todos entran en él a viva fuerza ó mortificando sus pasiones.

17 Mas fácil es que perezcan el cielo y la tierra, que el que deje de cumplirse un solo ápice de la Ley.

18 Cualquiera que repudia á su muger, y se casa con otra, comete adulterio; y comételo tambien el que se casa con la repudiada por su marido.

19 Hubo cierto hombre muy rico, que se vestia de púrpura y de lino finísimo, y tenia cada dia espléndidos banquetes.

20 Al mismo tiempo vivia un mendigo, llamado Lázaro, el cual, cubierto de llagas, yacia á la puerta de este,

21 deseando saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico: mas nadie se las daba; pero los perros venian, y lamíanle las llagas.

22 Sucedió pues que murió dicho mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham [68]. Murió tambien el rico, y fue sepultado en el infierno.

23 Y cuando estaba en los tormentos, levantando los ojos vió á lo léjos á Abraham, y á Lázaro en su seno;

24 y exclamó diciendo: Padre mio Abraham, compadécete de mí, y envíame á Lázaro, para que mojando la punta de su dedo en agua, me refresque la lengua, pues me abraso en estas llamas.

25 Respondióle Abraham: Hijo, acuérdate que recibiste bienes durante tu vida, y Lázaro al contrario males; y así este ahora es consolado, y tú atormentado:

26 fuera de que, entre nosotros y vosotros está de por medio un abismo insondable; de suerte que los que de aquí quisieran pasar á vosotros, no podrian, ni tampoco de ahí pasar acá.

27 Ruégote pues, ¡oh padre! replicó el rico, que le envíes á casa de mi padre,

28 donde tengo cinco hermanos, á fin de que los aperciba, y no les suceda á ellos, por seguir mi mal ejemplo, el venir tambien a este lugar de tormentos.

29 Replicóle Abraham: Tienen á Moysés y á los Profetas: escúchenlos.

30 No basta esto, dijo él, ¡oh padre Abraham! pero si alguno de los muertos fuere á ellos, harán penitencia.

31 Respondióle Abraham: Si a Moysés y á los Profetas no los escuchan [69], aun cuando uno de los muertos resucite, tampoco le darán crédito.
CAPÍTULO XVII.
Enseña Jesus á sus discípulos cuán malo es el escándalo: que se deben perdonar las injurias: que todos somos siervos inútiles. Cura á diez leprosos; y trata de su segunda venida.(Matth, 10, 17, 18, 24. Marc. 8, 9, 13. Joann. 12.)

1 Dijo tambien un dia á sus discípulos: Imposible es que no sucedan escándalos; pero ¡ay de aquel que los causa!

2 Ménos mal seria para él que le echasen al cuello una rueda de molino [70], y le arrojasen al mar, que no que él escandalizára á uno de estos pequeñitos.

3 Id pues con cuidado: si tu hermano peca contra tí, repréndele con dulzura; y si se arrepiente, perdónale.

4 Que si siete [71] veces al dia (esto es, muchas veces) te ofendiere, y siete veces al dia volviere á tí, diciendo: Pésame de lo hecho; perdónale siempre.

5 Entónces los apóstoles dijeron al Señor: Auméntanos la fé.

6 Y el Señor les dijo: Si tuviéreis fé tan grande como un granito de mostaza [72], diréis a ese moral: Arráncate de raiz, y trasplántate en el mar; y os obedecerá.

7 ¿Quién hay entre vosotros que teniendo un criado de labranza, ó pastor, luego que vuelve del campo le diga: Ven, ponte á la mesa;

8 y que al contrario no le diga: Disponme la cena, cíñete, y sírveme mientras yo como y bebo, que despues comerás tú y beberás?

9 ¿Por ventura el amo se tendrá por obligado al tal criado, de que hizo lo que le mandó?

10 No por cierto. Así tambien vosotros, despues que hubiéreis hecho todas las cosas que se os han mandado, habeis de decir: Somos siervos inútiles; no hemos hecho mas que lo que ya teníamos obligacion de hacer.

11 Caminando Jesus ácia Jerusalem, atravesaba las provincias de Samaria y de Galilea.

12 Y estando para entrar en una poblacion, le salieron al encuentro diez leprosos, los cuales se pararon á los léjos,

13 y levantaron la voz, diciendo: Jesus, nuestro maestro, ten lástima de nosotros.

14 Luego que Jesus los vió, les dijo: Id, mostráos a los sacerdotes [73]. Y cuando iban, quedaron curados.

15 Uno de ellos, apenas echó de ver que estaba limpio, volvió atrás, glorificando á Dios á grandes voces,

16 y postróse á los pies de Jesus, pecho por tierra, dándole gracias; y este era un samaritano.

17 Jesus dijo entónces: ¿Pues qué, no son diez los curados? ¿y los nueve dónde están?

18 No ha habido quien volviese á dar á Dios la gloria, sino este extrangero.

19 Despues le dijo: Levántate, vete; que tu fé te ha salvado.

20 Preguntado por los Fariseos: ¿Cuándo vendrá el reino de Dios? les dió por respuesta: El reino de Dios no ha de venir con muestras de aparato;

21 ni se dirá: Véle aquí, ó véle allí. Antes tened por cierto que ya el reino de Dios, ó el Mesías, está en medio de vosotros.

22 Con esta ocasion dijo á sus discípulos: Tiempo vendrá en que desearéis ver uno de los dias del Hijo del hombre, y no le veréis.

23 Entonces os dirán: Mírale aqui, mírale allí. No vayais tras ellos, ni los sigais.

24 Porque, como el relámpago brilla y se deja ver de un cabo del cielo al otro, iluminando la atmósfera; así se dejará ver el Hijo del hombre en el dia suyo.

25 Mas es menester que primero padezca muchos tormentos, y sea desechado de esta nacion.

26 Lo que acaeció en el tiempo de Noé, igualmente acaecerá en el dia del Hijo del hombre.

27 Comian y bebian; casábanse, y celebraban bodas, hasta el dia en que Noé entró en el arca; y sobrevino entónces el diluvio, que acabó con todos.

28 Como tambien lo que sucedió en los dias de Lot: los de Sodoma y Gomorrha comían y bebian; compraban, y vendian; hacian plantíos, y edificaban casas;

29 mas el dia que salió Lot de Sodoma, llovió del cielo fuego y azufre, que los abrasó á todos;

30 de esta manera sera el dia en que se manifestará el Hijo del hombre.

31 En aquella hora, quien se halláre en el terrado [74], y tiene tambien sus muebles dentro de casa, no entre á cogerlos, ni tampoco quien está en el campo, no vuelva atrás: no piense sino en salvar su vida.

32 Acordáos de la muger de Lot.

33 Todo aquel que quisiere salvar su vida abandonando la fé, la perderá eternamente; y quien la perdiere por defenderla, la conservará.

34 Una cosa os digo: en aquella noche dos estarán en un mismo lecho; el uno será libertado, y el otro abandonado:

35 estarán dos mugeres moliendo juntas; la una será libertada, y la oira abandonada: dos hombres en el mismo campo; el uno será libertado, y el otro abandonado.

36 ¿Dónde, Señor, replicaron ellos, dónde será esto?

37 Jesus les respondió: Do quiera que esté el cuerpo ó cadáver, allá volarán las águilas.

CAPÍTULO XVIII.
Parábolas de la viuda, y del mal juez, y del Fariseo, y del publicano. Jesus recibe amorosamente á los niños. Da consejos de perfeccion. Muestra el peligro de las riquezas, y cura al ciego de Jerichô. (Matth. 19, 20, 23. Marc. 10.)

1 Propúsoles tambien esta parábola, para hacer ver que conviene orar perseverantemente y no desfallecer,

2 diciendo: En cierta ciudad habia un juez, que ni tenia temor de Dios, ni respeto á hombre alguno.

3 Vivia en la misma ciudad una viuda, la cual solia ir á él, diciendo: Hazme justicia de mi contrario.

4 Mas el juez en mucho tiempo no quiso hacérsela. Pero despues dijo para consigo: Aunque yo no temo á Dios, ni respeto á hombre alguno,

5 con todo, para que me deje en paz esta viuda, le haré justicia, á fin de que no venga de contínuo á romperme la cabeza.

6 Ved, añadió el Señor, lo que dijo ese juez inícuo;

7 y ¿creeréis que Dios dejará de hacer justicia á sus escogidos que claman á él dia y noche, y que ha de sufrir siempre que se les oprima?

8 Os aseguro que no tardará en vengarlos de los agravios. Pero cuando viniere el Hijo del hombre, ¿os parece que hallará fé sobre la tierra?

9 Dijo asimismo aciertos hombres, que presumian de justos, y despreciaban á los demas, esta parábola:

10 Dos hombres subieron al Templo á orar: el uno era Fariseo, y el otro publicano ó alcabalero.

11 El Fariseo puesto en pié, oraba en su interior de esta manera: ¡Oh Dios! yo te doy gracias de que no soy como los demas hombres, que son ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como este publicano:

12 ayuno dos veces á la semana; pago los diezmos de todo lo que poseo.

13 El publicano, al contrario, puesto allá lejos, ni aun los ojos osaba levantar al cielo, sino que se daba golpes de pecho, diciendo: Dios mio, ten misericordia de mí que soy un pecador.

14 Os declaro pues, que este volvió á su casa justificado, mas no el otro; porque todo aquel que se ensalza, será humillado; y el que se humilla, será ensalzado.

15 Y traíanle tambien algunos niños, para que los tocase, ó les impusiese las manos. Lo cual viendo los discípulos, lo impedian con ásperas palabras.

16 Mas Jesus llamando á sí los niños dijo á sus discípulos: Dejad venir á mí los niños, y no se lo vedeis; porque de tales como estos es el reino de Dios.

17 En verdad os digo, que quien no recibiere el reino de Dios como un niño, ó con la sencillez suya, no entrará en él.

18 Un jóven sugeto de distincion, le hizo esta pregunta: Buen Maestro, ¿que podré yo hacer á fin de alcanzar la vida eterna?

19 Respondióle Jesus: ¿Por qué me llamas bueno, teniéndome por puro hombre? nadie es bueno sino solo Dios.

20 Ya sabes los mandamientos: No matarás; No cometerás adulterio; No hurtarás; No dirás falso testimonio; Honra á tu padre y madre,

21 Dijo él: Todos esos mandamientos los he guardado desde mi mocedad.

22 Lo cual oyendo Jesus, le dijo: Todavía le falta una cosa para ser perfecto: vende todos tus haberes, y dalos á los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y despues ven, y sígueme.

23 Al oir esto, entristecióse el jóven, porque era sumamente rico.

24 Y Jesus viéndole sobrecogido de tristeza, dijo: ¡Oh cuán dificultosamente los adinerados entrarán en el reino de Dios?

25 Porque mas fácil es á un camello el pasar por el ojo de una aguja, que á un rico el entrar en el reino de Dios.

26 Y dijeron los que le escuchaban: ¿Pues quién podrá salvarse?

27 Respondióles Jesus: Lo que es imposible á los hombres, á Dios es posible [75].

28 Entonces dijo Pedro: Bien ves que nosotros hemos dejado todas las cosas, y seguídote.

29 Díjoles Jesus: En verdad os digo, ninguno hay que haya dejado casa, ó padres, ó hermanos, ó esposa, ó hijos, por amor del reino de Dios,

30 el cual no reciba mucho mas en este siglo en bienes sólidos y celestiales, y en el venidero la vida eterna.

31 Despues tomando Jesus á parte a los doce apóstoles, les dijo: Ya veis que subimos á Jerusalem, donde se cumplirán todas las cosas que fueron escritas por los Profetas acerca del Hijo del hombre;

32 porque será entregado en manos de los gentiles, y escarnecido, y azotado, y escupido:

33 y despues que le hubieren azotado, le darán la muerte, y al tercer dia resucitará.

34 Pero ellos ninguna de estas cosas comprendieron, antes era este un lenguage desconocido para ellos, ni entendian la significacion de las palabras dichas.

35 Y al acercarse á Jerichô, estaba un ciego sentado á la orilla del camino, pidiendo limosna.

36 Y sintiendo el tropel de la gente que pasaba, preguntó qué novedad era aquella.

37 Dijéronle que Jesus nazareno pasaba por allí de camino.

38 Y al punto se puso á gritar: Jesus, hijo de David, ten piedad de mí.

39 Los que iban delante, le reprendian para que callase. Pero él levantaba mucho mas el grito: Hijo de David, ten piedad de mi.

40 Paróse entónces Jesus, y mandó traerle á su presencia. Y cuando le tuvo ya cerca, preguntóle,

41 diciendo: ¿Qué quieres que te haga? Señor, respondió él, que yo tenga vista.

42 Díjole Jesus: Tenla, y sábete que tu fé te ha salvado.

43 Y al instante vió, y le seguia, celebrando las grandezas de Dios. Y todo el pueblo, cuando vió esto, alabó á Dios.

CAPÍTULO XIX.
Conversion de Zachêo: parábola del hombre noble. Jesus, entrando en Jerusalem como en triunfo, predice y llora su ruina, en medio de los aplausos del pueblo. Negociantes echados del Templo. (Matth. 12, 13, 21, 25. Marc. 4, 11, 13. Joann. 12.)

1 Habiendo Jesus entrado en Jerichô, atravesaba por la ciudad.

2 Y hé aquí que un hombre muy rico, llamado Zacheo, principal ó gefe: entre los publicanos,

3 hacia diligencias para conocer á Jesus de vista; y no pudiendo á causa del gentío, por ser de muy pequeña estatura,

4 se adelantó corriendo, y subióse sobre un cabrahigo ó higuera silvestre para verle; porque habia de pasar por allí.

5 Llegado que hubo Jesus á aquel lugar, alzando los ojos le vió, y díjole: Zachêo [76], baja luego; porque conviene que yo me hospede hoy en tu casa.

6 Él bajó á toda priesa, y le recibió gozoso.

7 Todo el mundo al ver esto, murmuraba diciendo que se habia ido á hospedar en casa de un hombre de mala vida.

8 Mas Zachêo puesto en presencia del Señor, le dijo: Señor, desde ahora doy yo la mitad de mis bienes á los pobres; y si he defraudado en algo á alguno, le voy á restituir cuatro tantos mas.

9 Jesus le respondió: Ciertamente que el dia de hoy ha sido dia de salvacion para esta casa; pues que tambien este es hijo de la fé de Abraham.

10 Porque el Hijo del hombre ha venido á buscar, y á salvar lo que habia perecido.

11 Mientras escuchaban estas cosas los circunstantes, añadió una parábola, atento á que se hallaba vecino á Jerusalem, y las gentes creían que luego se habia de manifestar el reino de Dios.

12 Dijo pues: Un hombre de ilustre nacimiento marchóse á una region remota para recibir la investidura de el reino [77], y volver con ella.

13 Con cuyo motivo, convocados diez de sus criados, dióles diez minas ó marcos de plata, diciéndoles: Negociad con ellas hasta mi vuelta.

14 Es de saber que sus naturales le aborrecian; y así despacharon tras de él embajadores, diciendo: No queremos á ese por nuestro rey.

15 Pero habiendo vuelto recibida la investidura del reino, mandó luego llamará los criados, á quienes habia dado su dinero, para informarse de lo que habia negociado cada uno.

16 Vino pues el primero, y dijo: Señor, tu marco ha rendido diez marcos.

17 Respondióle: Bien está, buen criado, ya que en esto poco has sido fiel, tendrás mando sobre diez ciudades.

18 Llegó el segundo, y dijo: Señor, tu marco ha dado de ganancia cinco marcos.

19 Dijo asimismo á este: Tú tendras tambien el gobierno de cinco ciudades.

20 Vino otro, y dijo: Señor, aquí tienes tu marco de plata, el cual he guardado envuelto en un pañuelo;

21 porque tuve miedo de tí, por cuanto eres hombre de un natural austero: tomas lo que no has depositado, y siegas lo que no has sembrado.

22 Dicele el amo: ¡Oh mal siervo! por tu propia boca te condeno: sabias que yo soy un hombre duro y austero, que me llevo lo que no deposité, y siego lo que no he sembrado;

23 ¿pues cómo no pusiste mi dinero en el banco, para que yo en volviendo lo recobrase con los intereses?

24 Por lo que dijo á los asistentes: Quitadle el marco, y dádsele al que, tiene diez marcos.

25 Replicáronle: Señor, que tiene ya diez marcos.

26 Yo os declaro, respondió Jesus, que á todo aquel que tiene, dársele ha, y se hará rico; pero al que no tiene, aun lo que parece que tiene, se le ha de quitar.

27 Pero en órden á aquellos enemigos mios, que no me han querido por rey, conducidlos acá, y quitadles la vida en mi presencia.

28 Despues de haber dicho Jesus estas cosas, prosiguió su viage á Jerusalem, e iba él delante de todos.

29 Y estando cerca de Bethphage y de Bethania, junto al Monte llamado de los olivos, despachó á dos de sus discípulos,

30 diciéndoles: Id á esa aldea de enfrente, donde al entrar hallaréis un pollino atado, en que ningun hombre ha montado jamás: desatadle, y traedle.

31 Que si alguno os preguntáre: ¿Porqué le desatais? le diréis así: Porque el Señor le ha menester.

32 Fueron pues los enviados; y hallaron el pollino, de la misma manera que les habia dicho.

33 En el acto de desatarle, les dijeron los dueños de él: ¿Por que desatais ese pollino?

34 A lo que respondieron ellos: Porque le ha menester el Señor.

35 Condujéronle pues á Jesus. Y echando las ropas de ellos sobre el pollino, le hicieron montar encima 36 Mientras iba Jesus pasando, acudian las gentes y tendian sus vestidos por el camino.

37 Pero estando ya cercano a la bajada del Monte de los olivos, todos los discípulos en gran número, trasportados de gozo, comenzaron a alabar á Dios en alta voz por todos los prodigios que habian visto,

38 diciendo: Bendito sea el rey que viene en nombre del Señor, paz en el cielo, y gloria en lo mas alto de los cielos.

39 Con esto algunos de los Fariseos que iban entre la gente, le dijeron: Maestro, reprende á tus discípulos.

40 Respondióles él: En verdad os digo, que si estos callan, las mismas piedras darán voces.

41 Al llegar cerca de Jerusalem, poniéndose a mirar esta ciudad, derramó lágrimas sobre ella, dirciendo:

42 ¡Ah! si conocieses tambien tú, por lo ménos en este dia que se te ha dado, lo que puede atraerte la paz ó felicidad; mas ahora está todo ello oculto a tus ojos.

43 La lástima es que vendrán unos dias sobre tí, un que tus enemigos te circunvalaran, y te rodearan de contramuro, y te estrecharán por todas partes;

44 y te arrasarán, con los hijos tuyos, que tendrás encerrados dentro de tí, y no dejarán en tí piedra sobre piedra; por cuanto has desconocido el tiempo en que Dios te ha visitado.

45 Y habiendo entrado en el Templo, comenzó á echar fuera á los que vendian y compraban en él,

46 diciéndoles: Escrito está: Mi Casa es casa de oracion; mas vosotros la teneis hecha una cueva de ladrones.

47 Y enseñaba todos los dias en el Templo. Pero los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, y los principales del pueblo buscaban cómo quitarle del mundo;

48 y no hallaban medio de obrar contra él, porque todo el pueblo estaba con la boca abierta escuchándole.

CAPÍTULO XX.
Jesus confunde á los sacerdotes y Escribas. Parábola de los viñadores: piedra angular: tributo al César: resurreccion de los muertos. Jesu-Christo hijo y Señor de David: soberbia y avaricia de los Escribas. (Matth. 21, 22. 23. Marc, 11, 12.)

1 En uno de estos dias, estando él en el Templo instruyendo al pueblo, y anunciándole el Evangelio, vinieron de mancomun los príncipes de los sacerdotes y los Escribas con los Ancianos,

2 y le hicieron esta pregunta: Dínos, ¿con qué autoridad haces estas cosas? ¿ó quien es el que te ha dado esa potestad?

3 Pero Jesus, por respuesta, les dijo á ellos: Tambien yo quiero haceros una pregunta. Respondedme:

4 El bautismo de Juan ¿era cosa del cielo, ó de los hombres?

5 Mas ellos discurrian entre sí, diciendo: Si respondemos, que del cielo, nos dirá: Pues ¿por qué no habeis creido en él?

6 Y si decimos, de los hombres, el pueblo todo nos apedreará, teniendo por cierto, como tiene, que Juan era un Profeta.

7 Y así contestaron no saber de donde fuese.

8 Entónces Jesus les dijo: Tampoco yo quiero deciros con qué autoridad hago estas cosas.

9 Luego comenzó á decir al pueblo esta parábola: Un hombre plantó una viña, y arrendóla á ciertos viñadores; y él se ausentó lejos de allí por una larga temporada.

10 A su tiempo envió un criado a los renteros, para que le diesen su parte de los frutos de la viña; mas ellos, despues de haberle maltratado, le despacharon con las manos vacías.

11 Envió de nuevo á otro criado. Pero a este tambien, despues de herirle, y llenarle de baldones, le remitieron sin nada.

12 Envióles todavia otro; y á este tambien le hirieron y echaron fuera.

13 Dijo entónces el dueño de la viña: ¿Qué haré ya? enviaré á mi hijo querido: quizá, cuando le vean, le tendrán mas respeto.

14 Mas luego que los colonos le avistaron, discurrieron entre sí, diciendo: Este es el heredero, matémosle, á fin de que la heredad quede por nuestra.

15 Y habiéndole arrojado fuera de la viña, le mataron. ¿Qué hará pues con ellos el dueño de la viña?

16 Vendrá en persona, y perderá á estos colonos, y dará su viña á otros. Lo que oido por los príncipes de los sacerdotes, dijeron: No lo permita Dios.

17 Pero Jesus clavando los ojos en ellos, dijo: ¿Pues qué quiere decir lo que está escrito [78]: La piedra que desecharon los arquitectos, esa misma vino á ser la principal piedra del ángulo?

18 De suerte que quien cayere sobre la dicha piedra, se estrellará; y aquel sobre quien ella cayere, quedará hecho añicos.

19 Entónces los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, desearon prenderle en aquella misma hora; porque bien conocieron que contra ellos se dirigia la parábola propuesta; mas temieron al pueblo.

20 Entre tanto, como andaban acechándole, enviaron espías, que hiciesen de los virtuosos, para cogerle en alguna palabra, á fin de tener ocasion de entregarle á la jurisdiccion y potestad del gobernador.

21 Así le propusieron una cuestion en estos términos: Maestro, bien sabemos que tú hablas, y enseñas lo que es justo, y que no andas con respetos humanos, sino que enseñas el camino de Dios segun la pura verdad:

22 ¿nos es lícito á nosotros, pueblo escogido de Dios, el pagar tributo á César, ó no?

23 Mas Jesus, conociendo su malicia, les dijo: ¿Para que venis á tentarme?

24 Mostradme un denario. ¿De quién es la imágen é inscripcion que tiene? Respóndenle: De César.

25 Díjoles entónces: Pagad pues á César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios [79].

26 Y no pudieron reprender su respuesta delante del pueblo; antes bien, admirados de ella, y no sabiendo qué replicar, callaron [80].

27 Llegaron despues algunos de los sadduceos, los cuales niegan la resurreccion, y le propusieron este caso, con el cual pensaban enredarle:

28 Maestro, Moysés nos dejó escrito que si el hermano de alguno, estando casado, viene á morir sin hijos, el hermano de este se case con su muger, y dé succesion á su hermano.

29 Eran pues siete hermanos: el primero tomó muger, y murió sin hijos.

30 El segundo se casó con la viuda, y murió tambien sin dejar hijos.

31 Con lo que se desposó con ella el tercero. Eso mismo hicieron todos los demas, y sin tener succesion fallecieron.

32 En fin la última de todos murió la muger.

33 Esto supuesto, en la resurreccion ¿de cuál de los siete ha de ser muger, ya que todos siete tuvieron por muger á la misma?

34 Respondióles Jesus: Los hijos de este siglo contraen matrimonios recíprocamente;

35 pero entre los que serán juzgados dignos del otro siglo, y de la dichosa resurreccion de entre los muertos, ni los hombres tomarán mugeres, ni las mugeres maridos;

36 porque ya no podrán morir otra vez, siendo iguales á los ángeles é hijos de Dios [81], por el estado de la resurreccion á que han llegado.

37 Por lo demas, que los muertos hayan de resucitar, Moysés lo declaró cuando, estando junto á la zarza, le dijo el Señor: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob [82].

38 Claro está que Dios no es Dios de muertos, sino de vivos; porque para él todos viven.

39 Entónces algunos de los Escribas, tomando la palabra, le dijeron: Maestro, bien has respondido.

40 Y de allí adelante ya no se atrevieron á preguntarle nada.

41 Él empero les replicó: ¿Cómo dicen que el Christo es hijo de David,

42 siendo así que David mismo en el libro de los Salmos [83], hablando del Mesías, dice: Dijo el Señor á mi Señor, siéntate a mi diestra,

43 hasta tanto que yo ponga á tus enemigos por tarima de tus pies?

44 Pues si David le llama su Señor, ¿cómo puede ser hijo suyo?

45 Despues, oyéndolo todo el pueblo, dijo a sus discípulos:

46 Guardáos de los Escribas, que hacen pompa de pasearse con vestidos rozagantes, y gustan de ser saludados en las plazas, y de ocupar las primeras sillas en las synagogas, y los primeros puestos en los convites;

47 que devoran las casas de las viudas, so color de hacer larga oracion. Estos serán condenados con mayor rigor.

CAPÍTULO XXI.
De la ofrenda que hizo una pobre viuda. Prediccion de la ruina del Templo. Señales que precederán á la destruccion de Jerusalem, y á la segunda venida de Jesus. (Matth. 24. Marc. 12, 13.)

1 Estando un dia Jesus mirando ácia el gazophylacio ó cepo del Templo, vió á vários ricos que iban echando en él sus ofrendas.

2 Y vió asimismo á una pobrecita viuda, la cual echaba dos blancas ó pequeñas monedas.

3 Y dijo á sus discípulos: En verdad os digo, que esta pobre viuda ha echado mas que todos.

4 Por cuanto todos estos han ofrecido á Dios parte de lo que les sobra; pero esta de su misma pobreza ha dado lo que tenia, y necesitaba para su sustento.

5 Como algunos de sus discípulos dijesen del Templo, que estaba fabricado de hermosas piedras [84], y adornado de ricos dones, replicó:

6 Dias vendrán en que todo esto que veis, será destruido de tal suerte que no quedará piedra sobre piedra, que no sea demolida.

7 Preguntáronle ellos: Maestro ¿cuándo será eso, y qué señal habrá de que tales cosas están próximas á suceder?

8 Jesus les respondió: Mirad que no os dejeis engañar; porque muchos vendrán en mi nombre, diciendo: Yo soy el Mesías; y ya ha llegado el tiempo: guardáos pues de seguirlos.

9 Antes cuando sintiéreis rumor de guerras y sediciones, no querais alarmaros: es verdad que primero han de acaecer estas cosas, mas no por eso será luego el fin.

10 Entónces añadió él: Se levantará un pueblo contra otro pueblo, y un reino contra otro reino.

11 Y habrá grandes terremotos en varias partes, y pestilencias, y hambres, y aparecerán en el cielu cosas espantosas, y prodigios extraordinarios.

12 Pero antes que sucedan todas estas cosas, se apoderarán de vosotros, y os perseguirán, y os entregarán á las synagogas, y meterán en las cárceles, y os llevarán por fuerza á el tribunal de los reyes y gobernadores, por causa de mi nombre:

13 lo cual os servirá de ocasion para dar testimonio de mí.

14 Por consiguiente, imprimid en vuestros corazones la máxima de que no debeis discurrir de antemano cómo habeis de responder;

15 pues yo pondré las palabras en vuestra boca, y una sabiduría á que no podrán resistir, ni contradecir todos vuestros enemigos.

16 Y lo que es mas, seréis entregados á los magistrados por vuestros mismos padres, y hermanos, y parientes, y amigos, y harán morir á muchos de vosotros;

17 de suerte que seréis odiados de todo el mundo por amor de mi:

18 no obstante, ni un cabello de vuestra cabeza se perderá.

19 Mediante vuestra paciencia salvaréis vuestras almas.

20 Mas por lo que toca á la ruina de este pueblo, cuando viéreis a Jerusalem estar cercada por un ejército, entónces tened por cierto que su desolacion esta cerca:

21 en aquella hora los que se hallan en Judea, huyan á las montañas; los que habitan en medio de la ciudad, retírense; y los que estan en los contornos, no entren.

22 Porque dias de venganza son estos, en que se han de cumplir todas las cosas como están escritas.

23 Pero ¡ay de las que estén en cinta, ó criando en aquellos dias! pues este pais se hallará en grandes angustias, y la ira de Dios descargará sobre este pueblo.

24 Parte morirán á filo de espada; parte seran llevados cautivos á todas las naciones [85], y Jerusalem sera hollada por los gentiles; hasta tanto que los tiempos de las naciones acaben de cumplirse.

25 Veránse empero antes fenómenos prodigiosos en el sol, la luna y las estrellas, y en la tierra estarán consternadas y atónitas las gentes por el estruendo del mar y de las olas:

26 secándose los hombres de temor y de sobresalto, por las cosas que han de sobrevenir á todo el universo; porque las virtudes de los cielos, ó esferas celestes, estarán bambaleando;

27 y entónces será cuando verán al Hijo del hombre venir sobre una nube con grande poder y magestad.

28 Como quiera, vosotros fieles discípulos mios, al ver que comienzan á suceder estas cosas, abrid los ojos, y alzad la cabeza, estad de buen ánimo, porque vuestra redencion se acerca.

29 Y propúsoles esta comparacion: Reparad en la higuera, y en los demas árboles:

30 cuando ya empiezan á brotar de sí el fruto, conoceis que está cerca el verano.

31 Así tambien vosotros, en viendo la ejecucion de estas cosas, entended que el reino de Dios esta cerca.

32 Os empeño mi palabra, que no se acabará esta generacion, hasta que todo lo dicho se cumpla.

33 El cielo y la tierra se mudarán, pero mis palabras no fallarán.

34 Velad pues sobre vosotros mismos, no suceda que se ofusquen vuestros corazones ó entendimientos con la glotonería, y embriaguez, y los cuidados de esta vida, y os sobrecoja de repente aquel dia:

35 que será como un lazo que sorprenderá á todos los que moran sobre la superficie de toda la tierra.

36 Velad pues, orando en todo tiempo, á fin de merecer el evitar todos estos males venideros, y comparecer con confianza ante el Hijo del hombre.

37 Estaba Jesus entre dia enseñando en el Templo; y saliendo de la ciudad á la noche, la pasaba en el Monte llamado de los olivos.

38 Y todo el pueblo acudia muy de madrugada al Templo para oirle.


CAPÍTULO XXII.
Traicion de Júdas: cena pascual é institucion de la Eucháristía: disputa de la primacía entre los apóstoles. Predice Jesus la negacion de san Pedro. Oracion y agonías de Jesus en el huerto: su prendimiento y ultrajes en casa del pontífice. (Matth. 10, 20, 26, 27. Marc. 10, 14, 15. Joann. 13, 18.)

1 Acercábase ya la fiesta de los ázymos, que es la que se llama Pascua;

2 y los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, andaban trazando el modo de dar la muerte á Jesus; mas temian al pueblo.

3 Entre tanto Satanás se apoderó de Júdas, por sobrenombre Iscariote, uno de los doce apóstoles;

4 el cual se fue á tratar con los príncipes de los sacerdotes, y con los prefectos de las guardias del Templo, de la manera de ponerle en sus manos.

5 Ellos se holgaron, y concertáronse con él en cierta suma de dinero.

6 Obligóse Júdas; y buscaba oportunidad para entregarle sin tumulto.

7 Llegó entre tanto el dia de los ázymos, en el cual era necesario sacrificar el cordero pascual.

8 Jesus pues envió á Pedro, y á Juan, diciéndoles: Id á prepararnos lo necesario para celebrar la Pascua.

9 Dijeron ellos: ¿Dónde quieres que lo dispongamos?

10 Respondióles: Así que entraréis en la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro [86] de agua: seguidle hasta la casa en que éntre;

11 y diréis al padre de familias de ella: El Maestro le envía á decir: ¿Dónde está la pieza en que yo he de comer el cordero pascual con mis discípulos?

12 Y él os enseñará en lo alto de la casa una sala grande bien aderezada; preparad allí lo necesario [87].

13 Idos que fueron, lo hallaron todo como les habia dicho, y dispusieron la Pascua.

14 Llegada la hora de la cena, púsose á la mesa con los doce apóstoles,

15 y les dijo: Ardientemente he deseado comer este cordero pascual, ó celebrar esta Pascua, con vosotros, antes de mi pasion.

16 Porque yo os digo, que ya no le comeré otra vez [88], hasta que la Pascua tenga su cumplimiento en el reino de Dios.

17 Y tomando el cáliz dió gracias á Dios, y dijo: Tomad, y distribuidle entre vosotros;

18 porque os aseguro que ya no beberé del zumo dela vid, hasta que llegue el reino de Dios.

19 Despues de acabada la cena tomó el pan, dió de nuevo gracias, le partió, y diósele, diciendo: Este es mi cuerpo, el cual se da por vosotros: haced esto en memoria mia.

20 Del mismo modo tomó el cáliz, despues que hubo cenado, diciendo: Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derramará por vosotros.

21 Con todo, hé aquí que la mano del que me hace traicion, está conmigo en la mesa.

22 Verdad es que el Hijo del hombre, segun está decretado, va su camino; pero ¡ay de aquel hombre que le ha de hacer traicion!

23 Inmediatamente comenzaron á preguntarse unos á otros, quién de ellos podia ser el que tal hiciese.

— 24 Suscitóse ademas entre los mismos una contienda sobre quién de ellos seria reputado el mayor, al establecerse el reino del Mesías.

25 Mas Jesus les dijo: Los reyes de las naciones las tratan con imperio; y los que tienen autoridad sobre ellas, son llamados bienhechores [89]. 26 No habeis de ser así vosotros: antes bien el mayor de entre vosotros, pórtese como el menor; y el que tiene la precedencia, como sirviente.

27 Porque ¿quién es mayor, el que está comiendo á la mesa, ó el que sirve? ¿no es claro que quien está á la mesa? No obstante, yo estoy en medio de vosotros como un sirviente.

28 Vosotros sois los que constantemente habeis perseverado conmigo en mis tribulaciones:

29 por eso yo os preparo el reino celestial como mi Padre me le preparó á mí.

30 Para que comais y bebais á mi mesa en mi reino; y os senteis sobre tronos, para juzgar á las doce tribus de Israel [90].

31 Dijo tambien el Señor: Simon, Simon, mira que Satanás va tras de vosotros para zarandearos [91], como el trigo cuando se criba;

32 mas yo he rogado por tí á fin de que tu fé no perezca; y tu cuando te conviertas y arrepientas, confirma en ella á tus hermanos.

33 Señor, respondió él, yo estoy pronto á ir contigo á la cárcel, y aun á la muerte misma.

34 Pero Jesus le replicó: Yo te digo ¡oh Pedro! que no cantará hoy el gallo, antes que tú niegues tres veces haberme conocido. Díjoles despues:

35 En aquel tiempo en que os envié sin bolsillo, sin alforja, y sin zapatos [92], por ventura ¿os faltó alguna cosa?

36 Nada, respondieron ellos. Pues ahora, prosiguió Jesus, el que tiene bolsillo, llévele, y tambien alforja; y el que no tiene espada, venda su túnica, y cómprela [93].

37 Porque yo os digo, que es necesario que, se cumpla en mí todavia esto que está escrito [94]: Él ha sido contado y sentenciado entre los malhechores. Lo cual sucederá luego; pues las cosas que de mí fueron pronunciadas, están á punto de cumplirse.

38 Ellos salieron con decir: Señor, hé aquí dos espadas. Pero Jesus [95], cortando la conversacion, les respondió: Basta.

39 Salió pues Jesus, acabada la cena, y se fue segun costumbre ácia el Monte de los olivos para orar. Siguiéronle asimismo sus discípulos.

40 Y llegado que fue allí, les dijo: Orad para que no caigais en tentacion.

41 Y apartándose de ellos como la distancia de un tiro de piedra, hincadas las rodillas, hacia oracion,

42 diciendo: Padre mio, si es de tu agrado, aleja de mi este cáliz: no obstante, no se haga mi voluntad, sino la tuya [96].

43 En esto se le apareció un ángel del cielo, confortándole [97]. Y entrando en agonía, oraba con mayor intension.

44 Y vínole un sudor como de gotas de sangre que chorreaba hasta el suelo.

45 Y levantándose de la oracion, y viniendo á sus discípulos, hallólos dormidos por causa de la tristeza.

46 Y díjoles: ¿Por qué dormís? levantáos, y orad, para no caer en tentacion.

47 Estando todavía con la palabra en la boca, sobrevino un tropel de gente, delante de la cual iba uno de los doce, llamado Júdas, que se arrimó á Jesus para besarle.

48 Y Jesus le dijo: ¡Oh Judas! ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?

49 Viendo los que acompañaban á Jesus, lo que iba á suceder, le dijeron: Señor, ¿herirémos con la espada?

50 Y uno de ellos hirió á un criado del príncipe de los sacerdotes, y le cortó la oreja derecha.

51 Pero Jesus tomando la palabra, dijo luego: Dejadlo, no paseis adelante. Y habiendo tocado la oreja del herido, le curó.

52 Dijo despues Jesus á los príncipes de los sacerdotes, y á los prefectos del Templo, y á los Ancianos que venian contra él: ¿Habeis salido armados con espadas y garrotes como contra un ladron?

53 Aunque cada dia estaba con vosotros en el Templo, nunca me habeis echado la mano; mas esta es la hora vuestra, y el poder de las tinieblas.

54 En seguida prendiendo á Jesus, le condujeron á casa del Sumo sacerdote; y Pedro le iba siguiendo á lo léjos.

55 Encendido fuego en medio del átrio, y sentándose todos á la redonda, estaba tambien Pedro entre ellos.

56 Al cual como una criada le viese sentado á la lumbre, fijando en él los ojos, dijo: Tambien este andaba con aquel hombre.

57 Mas Pedro lo negó, diciendo: Muger, no le conozco.

58 De allí á poco mirándole otro, dijo: Sí, tú tambien eres de aquellos. Mas Pedro le respondió: ¡Oh hombre! no lo soy.

59 Pasada como una hora, otro distinto aseguraba lo mismo, diciendo: No hay duda, este estaba tambien con él, porque se vé que es igualmente de Galilea.

60 A lo que Pedro respondió: Hombre, yo no entiendo lo que dices. É inmediatamente estando todavía él hablando, cantó el gallo [98].

61 Y volviéndose el Señor dió una mirada á Pedro. Y Pedro se acordó luego de la palabra que el Señor le habia dicho: Antes que cante el gallo, tres veces me negarás;

62 y habiéndose salido á fuera lloró amargamente.

63 Mientras tanto los que tenian atado a Jesus, se moraban de él, y le golpeaban.

64 Y habiéndole vendado los ojos, le daban bofetones, y le preguntaban, diciendo: Adivina, ¿quien es el que te ha herido?

65 Y repetian otros muchos dicterios blasfemando contra él.

66 Luego que fue de dia, se congregaron los Ancianos del pueblo, y los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas, y haciéndole comparecer en su concilio, le dijeron: Si tú eres el Christo ó Mesías, dínoslo [99].

67 Respondióles: Si os lo dijere, no me creeréis;

68 y si yo os hiciere alguna pregunta, no me responderéis, ni me dejaréis ir.

69 Pero despues de lo que veis ahora, el Hijo del hombre estará sentado á la diestra del poder de Dios.

70 Dijeron entónces todos: ¿Luego tú eres el Hijo de. Dios? Respondióles él: Así es, que yo soy como vosotros decís.

71 Y replicaron ellos: ¿Qué necesitamos ya buscar otros testigos, cuando nosotros mismos lo hemos oido de su propia boca?


CAPÍTULO XXIII.
Jesu-Christo es acusado delante de Pilato: enviado á Herodes: pospuesto á Barrabás: entregado á los judíos: crucificado é insultado. Título de la cruz: del buen ladron: tinieblas: muerte del Señor: confesion del centurion, y sepultura de Jesus. (Matth. 22, 27. Marc. 12, 15, 16. Joann. 18, 19.)

1 Y levantándose luego todo aquel congreso, le llevaron á Pilato.

2 Y comenzaron á acusarle, diciendo: A este le hemos hallado pervirtiendo á nuestra nacion, y vedando pagar los tributos á César, y diciendo que él es el Christo ó el ungido rey [100] de Israél.

3 Pilato pues le interrogó, diciendo: ¿Eres tú el rey de los judíos? A lo cual respondió Jesus: Así es como tú dices.

4 Pilato dijo á los príncipes de los sacerdotes, y al pueblo: Yo no hallo delito alguno en este hombre.

5 Pero ellos insistian mas y mas, diciendo: Tiene alborotado al pueblo con la doctrina que va sembrando por toda la Judea, desde la Galilea donde comenzó, hasta aquí.

6 Pilato oyendo Galilea, preguntó si aquel hombre era galileo.

7 Y cuando entendió que era de la jurisdiccion de Heródes, remitióle al mismo Heródes, que en aquellos dias se hallaba tambien en Jerusalem.

8 Heródes holgóse sobremanera de ver a Jesus; porque hacia mucho tiempo que deseaba verle, por las muchas cosas que habia oido de él, y con esta ocasion esperaba verle hacer algun milagro.

9 Hízole pues muchas preguntas; pero él no le respondió palabra.

10 Entre tanto los príncipes de los sacerdotes, y los Escribas persistian obstinadamente en acusarle.

11 Mas Heródes con todos los de su séquito le despreció; y para burlarse de él, le hizo Vestir de una ropa blanca, y le volvió á enviar á Pilato.

12 Con lo cual se hicieron amigos aquel mismo dia Heródes y Pilato, que antes estaban entre sí enemistados.

13 Habiendo pues Pilato convocado á los príncipes de los sacerdotes, y á los magistrados, juntamente con el pueblo,

14 les dijo: Vosotros me habeis presentado este hombre como alborotador del pueblo, y he aquí que habiéndole yo interrogado en presencia vuestra, ningun delito he hallado en él de los de que le acusais.

15 Pero ni tampoco Heródes; puesto que os remití á él, y por el hecho se vé que no le juzgó digno de muerte.

16 Por tanto despues de castigado, le dejaré libre.

17 Tenia Pilato que dar libertad á un reo cuando llegaba la celebridad de la fiesta de la Pascua.

18 Y todo el pueblo á una voz clamó, diciendo: Quítale á este la vida, y suéltanos á Barrabás;

19 el cual por una sedicion levantada en la ciudad y por un homicidio, habia sido puesto en la cárcel.

20 Hablóles nuevamente Pilato, con deseo de libertar á Jesus.

21 Pero ellos se pusieron á gritar, diciendo: Crucifícale, crucifícale.

22 Él no obstante por tercera vez les dijo: ¿Pues qué mal ha hecho este? yo no hallo en él delito ninguno de muerte; así que, despues de castigarle, le daré por libre.

23 Mas ellos insistían con grandes clamores pidiendo que fuese crucificado; y se aumentaba la gritería.

24 Al fin Pilato se resolvió á otorgar su demanda [101].

25 En consecuencia dió libertad, como ellos pedian, al que por causa de homicidio y sedicion habia sido encarcelado; y á Jesus le abandonó al arbitrio de ellos.

26 Al conducirle al suplicio, echaron mano de un tal Simon natural de Cyrene, que venia de una granja; y le cargaron la cruz para que la llevára en pos de Jesus [102].

27 Seguíale gran muchedumbre de pueblo, y de mugeres, las cuales se deshacian en llantos, y le plañian.

28 Pero Jesus vuelto á ellas, les dijo: Hijas de Jerusalem, no lloreis por mí, llorad por vosotras mismas, y por vuestros hijos.

29 Porque presto vendrán dias en que se diga: Dichosas las estériles, y dichosos los vientres que no concibieron, y los pechos que no dieron de mamar.

30 Entónces comenzarán á decir á los montes: Caed sobre nosotros; y á los collados: Sepuiltaduos.

31 Pues si al árbol verde le tratan de esta manera, ¿en el seco qué se hará [103]?

32 Eran tambien conducidos con Jesus á la muerte otros dos facinerosos.

33 Llegados que fueron al lugar llamado Calvario ú Osario, allí le crucificaron, y con él á los ladrones, uno á la diestra, y otro á la izquierda.

34 Entre tanto Jesus decia: Padre mio, perdónales, porque no saben lo que hacen [104]. Y ellos poniendose á repartir entre sí sus vestidos, los sortearon.

35 El pueblo lo estaba mirando todo, y á una con él los principales hacian befa de Jesus, diciendo: A otros ha salvado, sálvese pues á si mismo, si él es el Christo ó Mesías, el escogido de Dios [105].

36 Insultábanle no menos los soldados, los cuales se arrimaban á él, y presentándole vinagre [106],

37 le decian: Si tú eres el rey de los judíos, ponte en salvo.

38 Estaba colocado sobre la cabeza de Jesus un letrero escrito en griego, en latin y en hebreo, que decia: este es el rey de los judíos.

39 Y uno de los ladrones que estaban crucificados, blasfemaba contra Jesus, diciendo: Si tú eres el Christo ó Mesías, sálvate á tí mismo, y á nosotros.

40 Mas el otro le reprendia, diciendo: ¿Cómo, ni aun tú temes á Dios, estando como estás en el mismo suplicio?

41 Y nosotros á la verdad estamos en el justamente, pues pagamos la pena merecida por nuestros delitos; pero este ningun mal ha hecho.

42 Decia despues á Jesus: Señor, acuérdate de mí, cuando hayas llegado a tu reino [107].

43 Y Jesus le dijo: En verdad te digo, que hoy estarás conmigo en el paraíso.

44 Era ya casi la hora de sexta ó el medio dia, y las tinieblas cubrieron toda la tierra hasta la hora de nona [108].

45 El sol se oscureció y el velo del Templo se rasgó por medio.

46 Entonces Jesus clamando con una voz muy grande, dijo: Padre mio, en tus manos encomiendo mi espíritu. Y diciendo esto, espiró.

47 Así que vió el centurion lo que acababa de suceder, glorificó á Dios, diciendo: Verdaderamente era este un hombre justo.

48 Y todo aquel concurso de los que se hallaban presentes á este espectáculo, considerando lo que había pasado, se volvian dándose golpes de pecho.

49 Estaban al mismo tiempo todos los conocidos de Jesus, y las mugeres que le habian seguido desde Galilea, observando de léjos estas cosas [109].

50 Entónces se dejó ver un senador llamado Joseph, varon virtuoso y justo, oriundo de Arimathea, ciudad de la Judea,

51 el cual no habia consentido en el designio de los otros, ni en lo que habian ejecutado, antes bien era de aquellos que esperaban tambien el reino de Dios.

52 Este pues se presentó á Pilato, y le pidió el cuerpo de Jesus;

53 y habiéndole descolgado de la cruz, le envolvió en una sábana, y le colocó en un sepulcro abierto en peña viva, en donde ninguno hasta entónces habia sido sepultado.

54 Era aquel el dia que llamaban parasceve ó preparacion, é iba ya á entrar el sábado.

55 Las mugeres que habian seguido á Jesus desde Galilea, yendo en pos de Joseph, observaron el sepulcro, y la manera con que habia sido depositado el cuerpo de Jesus.

56 Y al volverse, hicieron prevencion de aromas, y bálsamos: bien que durante el sábado se mantuvieron quietas segun el mandamiento de la Ley.


CAPÍTULO XXIV.
Jesus resucita. Van al sepulcro las santas mugeres. Incredulidad de los apóstoles. Discípulos que van á Emmaús. Aparécese á los apóstoles, les promete el Espíritu santo, y sube á los cielos. (Matth. 16, 17, 28. Marc. 8, 9, 16. Joann. 14, 20.)

1 Mas el primer dia de la semana muy de mañana fueron estas mugeres al sepulcro, llevando los aromas que tenian preparados,

2 y encontraron apartada la piedra del sepulcro.

3 Pero habiendo entrado dentro, no hallaron el cuerpo del Señor Jesus.

4 Y quedando muy consternadas con este motivo, hé aquí que se aparecieron de repente junto á ellas dos personages con vestiduras resplandecientes.

5 Y quedando llenas de espanto, y teniendo inclinado el rostro ácia la tierra, los ángeles les dijeron: ¿para que andais buscando entre los muertos al que está vivo?

6 Jesus no esta aquí, sino que resucitó: acordáos de lo que os previno, cuando estaba todavía en Galilea,

7 diciendo: Conviene que el Hijo del hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y crucificado, y que al tercer dia resucite.

8 Ellas en efecto se acordaron de las palabras de Jesus.

9 Y volviendo del sepulcro, anunciaron todas estas cosas á los once, y á todos los demas.

10 Las que refirieron esto á los apóstoles, eran María Magdalena, y Juana, y María, madre de Santiago, y las otras sus compañeras.

11 Si bien estas nuevas las miraron ellos como un desvarío; y así no las creyeron.

12 Pedro no obstante fue corriendo al sepulcro, y asomándose á él, vió la mortaja sola allí en el suelo, y se volvió admirando para consigo el suceso.

13 En este mismo dia dos de ellos iban á una aldea llamada Emmaús [110], distante de Jerusalem el espacio de sesenta estadios.

14 Y conversaban entre sí de todas las cosas que habian acontecido.

15 Mientras así discurrian y conferenciaban recíprocamente, él mismo Jesus juntándose con ellos caminaba en su compañía;

16 mas sus ojos estaban como deslumbrados para que no le reconociesen.

17 Díjoles pues: ¿Qué conversacion es esa que, caminando, llevais entre los dos, y por qué estais tan tristes?

18 Uno de ellos, llamado Cleophás, respondiendo le dijo: ¿Tú solo eres tan extrangero en Jerusalem, que no sabes lo que ha pasado en ella estos dias?

19 Replicó él: ¿Qué? Lo de Jesus nazareno, respondieron, el cual fue un Profeta, poderoso en obras y en palabras, á los ojos de Dios y de todo el pueblo:

20 y cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros gefes le entregaron á Pilato para que fuese condenado á muerte, y le han crucificado;

21 mas nosotros esperábamos que él era el que habia de redimir á Israel [111]; y no obstante, despues de todo esto, he aquí que estamos ya en el tercer dia despues que acaecieron dichas cosas.

22 Bien es verdad que algunas mugeres de entre nosotros nos han sobresaltado, porque antes de ser de dia fueron al sepulcro,

23 y, no habiendo hallado su cuerpo, volvieron, diciendo habérseles aparecido unos ángeles, los cuales les han asegurado que está vivo.

24 Con eso algunos de los nuestros han ido al sepulcro, y hallado ser cierto lo que las mugeres dijeron; pero á Jesus no le han encontrado.

25 Entónces les dijo él: ¡Oh necios, y tardos de corazon para creer todo lo que anunciaron ya los Profetas!

26 Pues que, ¿por ventura no era conveniente que el Christo padeciese todas estas cosas, y entrase así en su gloria?

27 Y empezando por Moysés, y discurriendo por todos los Profetas, les interpretaba en todas las Escrituras los lugares que hablaban de él.

28 En esto llegaron cerca de la aldea á donde iban; y él hizo ademan de pasar adelante.

29 Mas le detuvieron por fuerza, diciendo: Quédate con nosotros, porque ya es tarde, y va ya el dia de caida. Entró pues con ellos.

30 Y estando juntos á la mesa, tomó el pan, y le bendijo, y habiéndole partido, se le dió.

31 Con lo cual se les abrieron los ojos, y le conocieron; mas él de repente desapareció de su vista.

32 Entónces se dijeron uno á otro: ¿No es verdad que sentíamos abrasarse nuestro corazon, mientras nos hablaba por el camino, y nos explicaba las Escrituras?

33 Y levantándose al punto regresaron a Jerusalem, donde hallaron congregados á los once apóstoles, y á otros de su séquito,

34 que decian: El Señor ha resucitado realmente, y se ha aparecido á Simon.

35 Ellos por su parte contaban lo que les habia sucedido en el camino; y cómo le habian conocido al partir el pan.

36 Mientras estaban hablando de estas cosas, se presentó Jesus de repente en medio de ellos, y les dijo: La paz sea con vosotros: soy yo, no temais.

37 Ellos empero atónitos y atemorizados, se imaginaban ver á algun espíritu.

38 Y Jesus les dijo: ¿De qué os asustais, y por qué dais lugar en vuestro corazon á tales pensamientos?

39 Mirad mis manos y mis pies, yo mismo soy: palpad, y considerad que un espiritu no tiene carne, ni huesos, como vosotros veis que yo tengo.

40 Dicho esto, mostróles las manos y los pies.

41 Mas como ellos aun no lo acabasen de creer, estando como estaban fuera de sí de gozo y de admiracion, les dijo: ¿Teneis aquí algo de comer?

42 Ellos le presentaron un pedazo de pez asado y un panal de miel.

43 Comido que hubo delante de ellos, tomando las sobras se las dió.

44 Díjoles en seguida: Ved ahí lo que os decia, cuando estaba aun con vosotros, que era necesario que se cumpliese todo cuanto está escrito de mi en la Ley de Moysés, y en los Profetas, y en los Salmos.

45 Entónces les abrió el entendimiento para que entendiesen las Escrituras,

46 y les dijo: Así estaba ya escrito [112], y así era necesario que el Christo padeciese, y que resucitase de entre los muertos al tercero dia;

47 y que en nombre suyo se predicase la penitencia y el perdon de los pecados á todas las naciones, empezando por Jerusalem.

48 Vosotros sois testigos de estas cosas.

49 Y yo voy á enviaros el Espíritu divino que mi Padre os ha prometido por mi boca: entre tanto permaneced en la ciudad, hasta que seais revestidos de la fortaleza de lo alto.

50 Despues los sacó á fuera camino de Bethania; y levantando las manos les echó su bendicion.

51 Y mientras los bendecia, se fue separando de ellos, y elevándose al cielo.

52 Y habiéndole adorado, regresaron á Jerusalem con gran júbilo:

53 y estaban de contínuo en el Templo, alabando y bendiciendo a Dios. Amen.


  1. Num. VI. v. 3.—Levit. X. v. 9.
  2. Malach. IV. v. 5.—Matth. XI. v. 14.
  3. La esterilidad, entre los hebreos, solia mirarse como pena de algun pecado oculto. Véase Gen. XXIX. v. 31. El ser ejercitado con trabajos, es muchas veces un particular beneficio ó gracia de Dios; así como lo es en otras el ser librado de ellos; cada una de estas gracias tiene su tiempo. Hay bienes en este mundo que provienen de la injusticia ó ligereza de los juicios humanos; al modo que hay tambien males ó aflicciones, que parecen castigos á los que ignoran las sendas siempre justas y sábias de la divina providencia, y solo estiman los bienes del siglo presente. A nosotros no nos toca sino esperar siempre con confianza en la bondad de Dios, que es nuestro amoroso padre, el cual salva á unos de un modo, y á otros de otro. S. August, in Luc.
  4. Véase Nombre.
  5. Escogiéndome por madre de su Hijo.
  6. No consta que estuviese prescrito por la Ley ni el lugar en que hubiese de hacerse esta ceremonia de la circuncision, ni la persona que debia practicarla.
  7. Voz hebreo syríaca que significa gracioso, pio, etc.
  8. Genes. XVII. v. 7.—XXVI. v. 9.—XXXV. v. 11 y 12.
  9. Malach. IV. v. 2.
  10. Véase Oriente.
  11. Levit. XII. v. 8.—Exod. XII. v. 2.—Num. VIII. v. 16.
  12. Esta era la ofrenda que presentaban los pobres.
  13. Levit. XII. v. 8.
  14. Is. VIII. v. 14.
  15. Muchos expositores entienden este versículo de la vuelta de Egypto á Nazareth.
  16. Puede traducirse al tercer dia. Semejante hebraismo se vé Matth. XXVI. v. 63.—Marc. VIII. v. 31.
  17. La voz griega ἡλικία significa tambien la estatura, el vigor, etc., lo cual confirma la tradicion de la Iglesia de Oriente sobre la magestuosa presencia ó estatura del Señor.
  18. Esto es, al paso que crecía en edad, manifestaba mas su sabiduría y gracia.
  19. Matth. XIV. v. 1.
  20. Algunos creen que Trachônite, es otro nombre que tenia Iturea, y que así el et de la Vulgata equivale á id est.
  21. Is. XL. v. 3.
  22. Se llamó Joseph hijo de Helí por razon de María santísima su muger; y aquí hijo es lo mismo que yerno, al modo que las nueras se llaman tambien hijas. Véase Ruth. I. v.11. Por eso san Matheo, que describe la genealogía de Jesus por los ascendientes de san Joseph, usa del verbo 'genuit, y no del fuit que es muy general. Véase Genealogía.
  23. Deut. VIII. v.3.—Matth. IV. v.4.
  24. Deut. VI. v.13.—X. v. 20.
  25. Psalm. XC. v.11.
  26. Deut. VI. v.16.
  27. Toleró Jesus los insultos del diablo, porque queria vencerle, para nuestra instruccion, no con su divino poder, como Dios, sino con la humildad, como hombre; y hacernos ver que la meditacion de las santas Escrituras ó de la divina palabra, y el ayuno, son las mejores armas contra las tentaciones.
  28. Is. LVI. v.1.
  29. III Reg. XVII. v.9.
  30. IV. Reg. V. v.14.
  31. O mar de Galilea, como le llama san Matheo cap. IV. v.18. Véase Mar.
  32. Por la escalera exterior de la casa, que subía hasta al terrado. Véase Tejado.
  33. La envidia y la hipocresía son casi siempre el orígen de la propension que tienen muchos a murmurar, y censurar hasta las acciones mas buenas y caritativas, como eran las de Jesu-Christo, Bajo la capa de un falso celo por la perfeccion cristiana, se esconde á veces un refinado orgullo que todo lo critica, de todo se escandaliza, de todo se queja, y al fin se propasa hasta á indisponer á los inferiores contra los superiores. S. Gregorio Magno.
  34. Véase Sábado.
  35. Véase Pan.
  36. Amad no sus errores, no sus faltas, no su mala conducta, pero si á sus personas, deseando vivamente su bien. Benefacite, haced bien á los enemigos; no un bien que los haga peores, que pueda contribuir á aumentar sus extravíos, sino un bien que sirva directa ó indirectamente para su conversion. Benedicite, bendecidlos; no hablándoles con blandura lisonjera, tímida, ó que los haga atrevidos, sino de un modo que vuestras expresiones ó palabras no respiren acrimonia ni venganza. Hasta en el tono de la voz con que los reprendais, han de conocer vuestra buena intencion. Orad por ellos, para que Dios los convierta y conceda lo necesario para esta vida y para la otra. Tal es la pura celestial doctrina de Jesu-Christo en esta materia; no la que de este pasage de san Lúcas saca un escritor impío y de mala fé.
  37. Is. XXXV. v.5. Véase Pobres, Evangelio.
  38. Malach. III. v.1.
  39. Véase Reino de Dios.
  40. Véase Convite.
  41. Cada dia, quotidie: expresion enfática, que es lo mismo que decir, siempre que se ofrezca ocasion.
  42. El pronombre griego ἐκείνους denota bastante, que los que entraron en la nube, fueron Jesus, Moysés y Elías.
  43. Véase una frase semejante en Jeremías cap. XLII. v.15.
  44. Véase Samaritanos.
  45. Como hizo Elías contra los falsos profetas, IV. Reg. I.
  46. Cuyo ejemplo y espíritu debeis imitar.
  47. La salutacion entre los orientales solia ir acompañada, mucho mas que entre nosotros, de inclinacion del cuerpo, de besos, abrazos, y varias preguntas sobre la salud de los amigos; y así esta frase es una locucion proverbial hiperbólica para denotar que no se detengan por el. camino, ó que no pierdan tiempo. Véase IV. Reg. IV. v.29.
  48. Varios expositores creen que Jesu-Christo alude en estas palabras á la rápida propagacion del Evangelio, y por consiguiente a la destruccion del Imperio de Satanás.
  49. Martha, sirviendo al Señor entre muchas ocupaciones temporales, es imágen de la vida activa; y María lo es de la contemplativa. Parece que no son necesarias las palabras de letra cursiva para entender el sentido espiritual; pero sí lo son necesarias, puesto que el sentido espiritual que ellas explican, es el principal que aquí quiso dar Jesu-Christo, y que hablaba mas del convite de la vida eterna, que del material que le preparaba Martha. Otros creen que el Señor no hablaba aquí en sentido literal, sino de la comida que le disponía Martha; y dicen que quiso dar á Martha un excelente documento, para que aprendiese de su hermana Maria á no afanarse tanto por lo que no lo merecia; y que por eso le dijo: unum est necessarium; como si dijera: ¿á qué afanarte tanto? con un solo plato basta; o con cualquiera cosa hay bastante. Y aunque es innegable que aquella divina sentencia, como tantas otras de la Escritura, tiene tambien otro sentido; estando claro el literal, debe ponerse en una nota el espiritual, que es una explicacion del primero. En confirmacion de todo lo dicho, y para ilustracion de otros lugares de esta version, debe tenerse presente, que algunas veces el sentido de la expresion pende del tono de voz con que se dice. En nuestra misma lengua tiene distinto sentido el decir: ¡qué alhaja es! que decir: ¡es una alhaja! La voz basta, dicha con tono áspero, denota enfado; con otro tono, hastío de oir ó ver alguna cosa; y con otros tonos de voz, otros muchos afectos diversos del ánimo. En la respuesta que dió Jesus á Martha, sucede lo mismo que cuando dijo á Júdas: Lo que piensas hacer, hazlo cuanto antes, Joann. XIII: cuando dijo basta á san Pedro, Luc. XXII. v.28: ó cuando respondió á su Madre santísima: Muger, ¿qué nos va á tí y á mi? Joann. II. v. 4.
  50. Esto es, hacia mudo al poseso.
  51. Matth. XII. v.26.
  52. Véase Parábola.
  53. Jon. II. v.1
  54. III. Reg. X. v.1.—II. Paral. IX. v.1.
  55. Jon. III. v.5.
  56. Véase Sepulcros, Purificacion.
  57. Gen. IV. v.8.II. Paral. XXIV. v.22.
  58. Esto es, para el que atribuyere á Beelzebúb los milagros que hago; por ser esta una ceguedad voluntaria, y de la cual nadie cura sin un grande milagro de la gracia: toda conversion es un milagro; pero mas grande la del blasfemo contra el Espíritu santo.
  59. Léase lo que san Ambrosio dice sobre estas palabras. ¡Importante leccion para los eclesiásticos que se mezclan con asuntos que no deben!
  60. Véase Justicia.
  61. No temaís que os falte lo necesario. Véase Consejos.
  62. A encender el fuego de la caridad, á destruir la falsa paz que da el mundo; á eso he venido. El Evangelio, contradecido por las pasiones, será ocasion de muchas tribulaciones. Véase Paz, Causa.
  63. El verbo griego ἀγωνίζομαι tiene mas énfasis ó energia de la que tiene el verbo latino contendite: aquel denota los esfuerzos que hacian los que disputaban el premio en los juegos gymnásticos; y de aquí viene el llamarse agonizar y agonía el estado del hombre cuando lidia con la muerte.
  64. Véase Convite, Parábola.
  65. Fuerza con vivas instancias, esfuérzalos á venir.
  66. En la version syriaca se lee kerubæ, esto es, garrobas ó algarrobas. La particula al se añadiría por los arabes.
  67. Estola, palabra griega στολῆ, significa un vestido talar que se ponia sobre los demas, y era propio de gente decente, la cual no salia de casa sin llevarla: no la usaban los criados ni los esclavos.
  68. Véase Convite. El que estaba sentado al lado del que presidia el convite, tenia su cabeza junto al pecho de este. Así se dice que san Juan en la noche de la cena estaba recostada sobre el pecho del Señor.
  69. Si no escuchan á Moysés y á los Profetas, que creen inspirados por Dios, ¿cómo harian caso de un muerto que resucitase? Dirian que todo era una ficcion y apariencia, y lo atribuirían á magia. Tal vez el Señor aludió con estas palabras á lo que sucedió en su resurreccíon, en la de Lázaro, etc.
  70. En san Matheo se habla de la piedra ó rueda de molino que mueve un asno; y por lo mismo se llama asinaria. La que movía una esclava era mas pequeña. Tambien en este lugar se lee μύλος ὀνικὸς, mola asinaria, en el texto griego de san Lúcas.
  71. Véase Siete.
  72. Es un modo proverbial para denotar la poca cantidad de una cosa.
  73. Levit. XIII.—Matth. VIII. v.4.
  74. Véase Tejado.
  75. El cual puede dar el espíritu de pobreza á un rico. Véase Consejos, Moral evangélica.
  76. Llamóle Jesu-Christo por su nombre; con lo cual le manifestó que era el Mesías, pues que penetraba su interior devocion y afecto.
  77. Los judíos tenian sus reyes dependientes de los romanos, quienes los concedian como en feudo.
  78. Psalm. CXVII. v.22.—Is. XXVIII. v.16.
  79. Los buenos necesitan de mucha cautela y prudencia para precaverse de los artificios y asechanzas de los hipócritas. La caridad nos prohibe pensar mal del prójimo sin grave fundamento, y la prudencia quiere que no nos fiemos de apariencias. Así es que la prudencia guia á la caridad para que no la sorprendan; y la sencillez se junta con la prudencia para que no sea sobrado recelosa. No nos paremos mucho en la intencion de los que nos dicen alguna verdad, ni en el mal uso que de ella hacen: atendamos solo á la verdad misma, y á la cuenta que nos pedirá Dios de su conocimiento. ¡Cuántas veces una verdad que nos dice, ó un desengaño que nos da un hombre malo ó enemigo nuestro, es como una antorcha que nos hace ver los precipicios del camino, sin que obste á la utilidad que reportamos, el que sea un bandido el que la lleva!
  80. Uno de los medios mas propios para conservar la paz con el prójimo sin perjuicio de la verdad, es quitar á los enemigos todo pretexto de hacernos daño, no irritarlos, corresponder á sus artificios de un modo noble, de suerte que ellos mismos se admiren de la grandeza de nuestra alma. En la respuesta que da Jesu-Christo, se nos enseña que el modo de concluir pronto semejantes conversaciones, es contestar con pocas palabras, y estas muy comedidas y moderadas; Esta circunspeccion ha de ser muy grande en materias delicadas, como son las de Estado, en que de tenerse siempre la balanza igual ó justa entre Dios y el César.
  81. Véase Hijo.
  82. Exod. III. v.6.
  83. Psalm. CIX. v.1.
  84. Marc. XIII. v.1.
  85. Véase el Indice cronológico, año 70 de Christo.
  86. En el griego se lee κεράμιον significa una vasija de tierra; y el verbo ϐαςτάζων, que la Vulgata traduce portans, denota que era grande ó de mucho peso.
  87. Véase Cenáculo.
  88. Esta es la última Pascua que celebraré con vosotros. Me voy al cielo á prepararos otra Pascua ó banquete, que será el entero cumplimiento de esta Pascua figurativa. Voy á ser la víctima para la nueva y eterna Pascua de un pueblo nuevo. I. Cor. I. v.7.
  89. En griego εὐεργέται, benefici: título que tomaban entónces varios reyes que se llamaron Evergéles. Benéfico, era renombre de los reyes Ptolomeos.
  90. Véase Reino de los cielos, Convite.
  91. Otros creen que aquí se usa de una locucion análoga á lo que se refiere de Job I. v.12, y así traducen: Mira, que Satanás ha solicitado tomaros por su cuenta para, etc. El verbo griego ἐξετήτατο, que en la Vulgata se traduce expetivit, admite ambas versiones.
  92. Matth. X. v.10.
  93. Locucion metafórica para avisarles que deben armarse con el escudo de la fé, y la espada de la palabra de Dios, porque van á entrar en grandes tribulaciones.
  94. Is. LIII. v.12.
  95. Viendo cuán materialmente entendian sus palabras.
  96. No lo que dicta mi natural voluntad ó apetito, sino le que quiere tambien mi voluntad humana, enteramente conforme á la tuya.
  97. Aunque no tenia necesidad de este socorro, con todo quiso ser consolado y confortado por un ángel, para enseñarnos á vencer nuestras repugnancias, y á esperar de Dios el socorro en las penas.
  98. Cantó el gallo por tercera vez.
  99. La misma pregunta le hizo el Sumo sacerdote. Marc. XIV. v.61.
  100. Es verdad que Jesus habia dicho que él era el Christo o rey; pero los senadores ó Ancianos de los judíos callaron maliciosamente, que Jesus hablaba de un reino espiritual, no del reino terreno que tenian allí los romanos.
  101. ¡Cuántas veces los gritos del pueblo iluso ó seducido hacen callar las razones de la prudencia y de la justicia! La buena intencion de Pilato no tuvo tanta constancia para salvar la vida de Jesu-Christo, como tuvo la envidia y maldad de los Escribas y Fariseos para hacer gritar al pueblo que Jesus fuese crucificado. S. Joann. Chrysost. v. 26.
  102. Simon iba detrás de Jesus sosteniendo el extremo de la cruz. Así lo entienden muchos expositores. Matth. XXVII. v.32.
  103. Proverbio hebreo con que se denota, que si tales tormentos padece el Justo y el Santo por esencia, ¿qué no deben temer los impíos y pecadores? Los hebreos comparaban al justo á un árbol verde y frondoso, y solían comparar al hombre malo á un tronco árido y seco.
  104. Jerem. LIII. v.12.
  105. Jerem. XLII. v. I.
  106. El vinagre mezclado con agua era una bebida comun entre los soldados romanos. La otra bebida de vino mezclado con myrrha se la ofrecian los judíos á Jesus, segun la costumbre que tenian de darla á los sentenciados, Algunos expositores añaden, que le ofrecian otra tercera bebida diferente de estas dos, que fue la de vino con hiel. Matth. XXVII. v.34.—Marc. XV. v.36.
  107. ¡Admirable fé de este hombre! ya conoce que el reino de Jesu Christo no es de este mundo.
  108. Amos VIII. v.9.
  109. Psalm. XXVII. v.12.
  110. Emmaús significa aguas calientes ó termales.
  111. Creian que el Mesías habia de librar á Israél de toda dominacion extrangera, y que su reina era material.
  112. Psalm. XVIII. v.6.