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Las grutas de Peña de la Hoz y de Cívica (término de Brihuega)

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Excursiones por la provincia de Guadalajara. Las grutas de Peña de la Hoz y de Cívica (término de Brihuega) (15 jun 1907)
de Celso Gomis
Nota: Celso Gómis «Las grutas de Peña de la Hoz y de Cívica (término de Brihuega)» (15 de junio de 1907) El Briocense, Brihuega, nº 66, p. 2.
Excursiones por la provincia de Guadalajara
LAS GRUTAS DE PEÑA DE LA HOZ Y DE CIVICA
(TERMINO DE BRIHUEGA)

El 19 de noviembre de 1880, salí de Brihuega á las ocho de la mañana para reconocer el terreno entre esta población, Barrio-Pedro, La Olmeda y Malacuera.
Llamó desde luego mi atención, un recio banco de caliza concrecionada que corre paralelamente á la carretera, á la derecha del Tajuña, entre las arcillas y rocas arcillosas que besan las aguas de dicho río y las calizas semicristalinas que constituyen la cumbre de la estribación que yo seguía.
A media hora de Brihuega se encuentran á orillas del río un molino harinero y los dos batanes del Rey, que á la sazón eran de un particular. Encima de ellos, en medio de la ladera, hay una fábrica de lanas y otra más abajo, á la izquierda de la carretera, movidas ambas por las aguas de Fuencaliente, que es uno de los más caudalosos manantiales del término de aquella villa.
Media hora más arriba se encuentra la Peña de la Hoz, formada en su totalidad de concreciones calizas, con dos ó tres pequeñas grutas, llenas de estalactitas, algunas de las cuales son de gran tamaño; pero no fueron aquellas grutas las que me llamaron la atención, sino tres saltos de agua bastante caudalosos para poner en movimiento cualquier artefacto y que hoy van á perderse, sin provecho alguno, en las aguas del tranquilo Tajuña.
Dos de dichos saltos, podrían fácilmente, y sin gran dispendio, convertirse en uno solo, sin más que desmontar algunas rocas, con lo que se obtendría un salto de unos veinte metros de altura. El tercero es bastante potente por sí solo y se despeña desde la cumbre formando una serie de pequeñas cascadas.
El agua surge allí de todas partes; basta hacer una pequeña excavación en cualquier sitio para dar con un nuevo manantial, pero, desgraciadamente, no hay quien la aproveche, ni siquiera para riego.
Si esas aguas las tuviésemos en Cataluña, pensaba yo para mi capote, ¡cuánta fuerza desarrollaría, qué de máquinas pondría en movimiento, cuántos centenares de brazos ocuparía! Y allí, donde los jornales son baratos —de cuatro á cinco reales;— allí, donde tienen una buena carretera para la exportación de los producios; allí donde la lana es buena y abundante y hay gran cosecha de patatas, á nadie se le ha ocurrido aprovecharlas para montar una fábrica de paños ó de extracción de fécula de aquel tubérculo.
Debajo de la Peña de la Hoz y á la misma orilla del río, hay una caudalosa fuente de agua cristalina. Y no es que todas aquellas aguas sean solo invernales ó producto de las últimas lluvias. Según aseveran personas competentes, son de caudal constante y brotan lo mismo en verano que en invierno.
A cosa de hora y media más arriba de la citada Peña hay una fábrica de pasta para papel, llamada Cívica. Parece que en un principio dicha pasta se hacía de juncos ó de esparto, pero en aquel entonces se hacía solo de trapo y se mandaba á Madrid, donde estaba la fábrica de papel.
En Cívica, lo mismo que en la Peña de la Hoz, el agua mana de todas partes y proviene de la misma capa de toba caliza de que he hecho mención. Debajo de la fábrica hay varias grutas, dos de las cuales, por más que son pequeñas, son preciosas y y cada una de ellas bajo un punto de vista diferente.
La una tiene el techo y las paredes cubiertas de fantásticas concreciones calizas que le dan un aspecto sumamente pintoresco. Se penetra en ella por un agujero á raíz del piso, por el que hay que pasar á rastras. Entré alumbrándome con un fósforo, pero á los dos pasos me ví detenido por la boca de un pozo. Tiré una piedra en él y al corto rato percibí el ruido de su caída en el agua, por lo que calculé podría tener de seis á siete metros de profundidad. Como para poder cruzar el pozo necesitaba un tablón, que no tenía á mano, y, por otra parte no podía disponer del tiempo necesario, no proseguí mi investigación. La otra gruta está completamente tapizada de verde musgo y su piso cubierto de tupida alfombra de plantas acuáticas; el agua cae á chorro sobre él y se disfruta allí de una frescura que en la fuerza del estío ha de ser sumamente agradable. La poética imaginación de los griegos no habría podido idear gruta más pintoresca para albergue de sus risueños y juguetones náyades.
No quise profanar con mi martillo aquellas dos encantadoras grutas y me contenté con romper algunas estalactitas de un bloque arrancado de otro.
Otra de las cosas que llamaron mi atención en aquel corto paseo, fué el gran número de trozos de cuarzo ó pedernal que cubren la margen izquierda del Tajuña hasta el valle de Malacuera, y la derecha desde aquel valle hacia arriba.
Dichas piedras son de gran tamaño y á primera vista me parecieron rodadas, pero con la regularidad con que estaban dispuestas á ambas orillas del río, y la particularidad de que cuando las había en la derecha no las hubiera en la izquierda, y viceversa, me hicieron dudar de lo que fuesen.
Según noticias, años atrás se habían fabricado con aquel pedernal de Brihuega, muy buenas muelas del sistema Laferté; de una sola, de dos, de tres y, á lo sumo de cuatro piezas cada una.
Pero murió el que las hacía y se perdió aquella industria. Desde entonces las muelas de molino de aquel sistema se importan de Francia, pagándolas tres veces más de lo que costaban las hechas allí.
¡Siempre lo mismo! ¡Siempre la industria verdaderamente española, la que tiene las primeras materias en el país, muriendo por falta de capitales ó por sobre de incuria!
Celso Gomis.