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Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/323

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—Sí; pero, ¿qué vamos a hacerle nosotros?

—Excelencia, soy una pobre mujer indefensa.

Kistunov empezó a sentirse mal del corazón. Con expresión de sufrimiento, y conteniéndose, a duras penas, para no prorrumpir en votos, comenzó de nuevo a explicar la diferencia entre el banco y el ministerio de la Guerra; pero su voz no tardó en debilitarse, y exclamó con un gesto desesperado:

—No, no puedo más. Tengo vértigos. Está usted perdiendo el tiempo en vano y haciéndonoslo perder a nosotros.

Después, dirigiéndose a un empleado, dijo:

—Alexey Nicolayevich: ¿quiere usted explicarle a la señora Chukin que no debe dirigirse a nosotros?

Después de recibir a todos los clientes, Kistunov entró en su gabinete y firmó gran cantidad de cartas; pero el empleado seguía hablando con la señora Chukin. Desde su gabinete, Kistunov oía su voz, fuerte y llena, y la penetrante y quejumbrosa de aquella mujer.

—Soy una pobre mujer indefensa—decía la señora Chukin—. No soy ya mujer para nada, y sólo por milagro puedo andar aún. Hasta he perdido el apetito... Esta mañana apenas he podido tomar una taza de café...

Alexey Nicolayevich le respondía, con una calma conseguida visiblemente a costa de grandes esfuerzos, explicándole la diferencia entre un banco y el ministerio de la Guerra. Renunció, al cabo, a su misión, y fué reemplazado por el jefe de contabilidad.