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cap.
darwin: viaje del «beagle»

como hembras y cada macho ha de tener su buena parte en el trabajo de incubación, y durante el periodo en que las hembras no pueden probablemente incubar por no haber terminado la puesta [1]. He mencionado anteriormente el gran número de guachos o huevos abandonados, y a propósito de ello he dicho que en un día de caza se hallaron 20 en ese estado. Parece extraño que se pierdan tantos. ¿No provendrá de la dificultad de asociarse varias hembras y de hallar un macho dispuesto a emprender el trabajo de incubación? Es evidente que en un principio debe de haber algún grado de asociación, al menos entre dos hembras; a no ser así, los huevos permanecerían dispersos en las grandes llanuras, a distancias demasiado grandes para permitir al macho recogerlos en un nido; algunos autores han creído que los huevos dispersos son puestos para alimentar a las crías. Difícilmente puede suceder así en América, porque los huachos, aunque frecuentemente hueros y podridos, están generalmente llenos [2].

Cuando estuve en el río Negro, en la Patagonia Septentrional, oí repetidas veces a los gauchos hablar de un ave muy rara, que llamaban Avestruz Petise. Decían que era menor que el avestruz común, allí abundante, pero de una estrecha semejanza o forma general. Añadían que tenía el color obscuro y moteado, y las patas más cortas, guarnecidas de pluma en una longitud mayor que la del avestruz común. Se le caza


  1. Lichtenstein, sin embargo, asegura (Travels, vol. II, página 25) que las hembras comienzan a echarse cuando han puesto 10 ó 12 huevos, y que continúan poniendo, según presumo, en otro nido. Esto me parece muy improbable. Dice además que cuatro o cinco hembras se asocian para la incubación con un macho, que solamente incuba durante la noche.
  2. El avestruz americano de que hasta ahora viene hablando Darwin es la llamada chengue o ñandú (Rhea americana).—Nota de la edic. española.