rido algun tiempo, era mucho mas rico que antes. Pero no podia gozar de su felicidad pues la promesa que habia hecho á la ondina destrozaba su corazon. Siempre que pasaba cerca del estanque temia verla subir á la superficie y recordarle su deuda. No dejaba al niño acercarse al agua.
—Ten cuidado, le decia, si te acercas alguna vez ahí, saldrá una mano que te cogerá y te arrastrará al fondo.
Sin embargo como los años pasaban uno tras otro, y la ondina no parecia, comenzó á tranquilizarse el molinero.
El niño creció y llegó á hombre y le colocaron en casu de un cazador, en cuanto aprendió á cazar y supo bien la profesion, le recibió á su servicio el señor de la aldea, donde había una hermosa y honrada jóven que agradó al cazador, y cuando lo supo su amo, le regaló una casita, donde vivieron felices y tranquilos amándose de todo corazon.
El cazador perseguia un diá un corzo; el animal salió del bosque á la llanura, y él le siguió matándole de un tiro. No habia notado que se hallaba cerca del peligroso estanque, y en cuanto cogió su presa fué á lavarse las manos llenas de sangre. Pero apenas las habia metido en el agus, cuando salió la ondina del fondo, le enlazó sonriendo en sus húmedos brazos, y le arrastró tras sí con tal prontitud, que la ola le cubrió enteramente al cerrarse.
Cuando entrada la noche el cazador no volvia á su casa, su mujer sintió grande inquietud; salió á buscale y como la habia referido algunas veces que tenia que guardarse de las emboscadas de la ondina y que no se atrevia á aventurarse en las cercanías del estanque, sospechó lo que habia sucedido. Corrió al estanque, y cuando vió la escopeta á la orilla no dudó ya de su desgracia: llamó á su marido por su nombre, lamentándose y retorciéndose las manos, pero todo fue en vano; corrió al otro lado del estanque, dirigió á