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188 — Felipe Trigo

hacía en aquel instante respirar con violencia a tantos hombres. «¡Oh, por qué, por qué le había besado Josefina y por qué miraba él también, a su pesar, el cuerpo de Armida Barton!»

A brotar terminantemente iba la respuesta, precisa, levantada en clara idea por los instintos quede su ser entero le subían al cerebro, despertados por la femenina desnudez... Iba a brotar, iba a saltar la idea triunfante de un gran misterio más de la vida... Pero cayó el telón para no alzarse, y el misterio sólo quedó quebrantado en el corazón del niño.

La luz blanca del circo le hizo apoyar la frente sobre la mano para descansar.