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198 — Felipe Trigo

así, a lo tonto a lo tonto, se deja besar y tentar por las señoras, y se arrima a las faldas que es una bendición de Dios. Y no le arriendo yo la ganancia con el tonto a las... muy zorras que lo soban y lo besuquean, creyendo que no sabe lo que se pesca, cuando a lo mejor baja de los tejados aprendiendo con las titiriteras a encargar niños a París. Si te lo traen, nosotras iremos al bautizo, ¿sabes?... Y otra vez le dices a doña Josefina que cierre por dentro, tú, para no tener que poner a la gente colorada...; lo mismo que te avisamos que ésta y yo cerramos desde esta noche por dentro, no sea que despertemos a lo mejor contigo entre las patas.

— ¡Uaá!... ¡Puercas! — gritó el chiquillo en el colmo de la ira, sentándose en el lecho y dispuesto a llamar —. ¡So puercas!

Pero cuando buscaban sus ojos algo que tirarles, ya las dos habían salido en un huracán de faldas, con un holgorio de risas y de pisotones que se perdió a lo largo del pasillo.

Rodrigo permaneció sentado, ambas manos atrás, apoyadas sobre el almohadón, en la misma posición rabiosa que le dejaron.

Un gesto de dolor, de torcedura, contraía su frente y dilataba sus labios, con los dientes apretados, con los ojos fijos en la contemplación áspera y brusca de un cuadro desagradable.

La revelación quedaba hecha por estas reveladoras;