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Página:Dies iræ (1920).djvu/95

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cilante de la bujía alumbraba débilmente su faz encarnada y bigotuda. Sentía una vaga tristeza, y, deteniéndose a la puerta de su habitación, se dijo suspirando:

—¡Dios mío: si los porteros pudieran también ingresar en la Universidad para hacer sus estudios!