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Página:El Tratado de la Pintura.djvu/367

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de Leon Bautista Alberti — 251
LIBRO TERCERO.


Pero para formar un Pintor perfecto de modo que llegue á merecer los elogios que hemos referido, faltan aun varias cosas que decir, las cuales no debo omitir en ninguna manera, aunque seré lo mas breve que me sea posible. El oficio del Pintor es dibujar y dar el colorido á cualquiera cosa que le presenten con líneas y colores en una superficie plana, de modo que con un determinado intervalo, y cierta colocación del rayo céntrico parezcan las cosas pintadas como si fuesen corpóreas, y totalmente semejantes á las verdaderas. El fin del Pintor debe ser adquirir fama, gusto y crédito con sus obras, mas bien que riquezas; lo cual lo conseguirá siempre que sus pinturas detengan y deleiten la vista y el ánimo de los que las miren. El modo de llegar á alcanzar esto ya se dijo cuando se trató de la composición y del clarooscuro; pero ademas de esto quisiera yo que el Pintor fuera hombre de bondad, instruido en las ciencias, para que pudiera mejor hacerse cargo de todo lo que hemos dicho. La bondad y agrado tiene mas fuerza para captarse la benevolencia general que lo maravilloso de la industria ó del arte. Ademas es cosa sabida que la benevolencia coadyuva mucho para que un artífice adquiera estimación y bienes; pues de esta benevolencia se origina que los poderosos le dan que hacer, teniendo mucho mas gusto en que se le proporcione una ganancia al que es modesto y de suaves modales, que no al soberbio y altanero, aunque tal vez tenga mas habilidad. Siendo esto asi deberá tener el Pintor sumo cuidado en su modo de portarse y en sus modales, mostrando siempre afabilidad y agrado, para