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Página:El ingenioso hidalgo Don Quijote del Mancha.djvu/112

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DON QUIJOTE.

tan cerca que á él le pareció que le podian oir lo que dijese, en alta voz dijo:—Gente endiablada y descomunal, dejad luego al punto las altas princesas que en ese coche llevais forzadas; si no, aparejaos á recebir presta muerte por justo castigo de vuestras malas obras.=Detuvieron los frailes las riendas, y quedaron admirados, así de la figura de Don Quijote, como de sus razones, á las cuales respondieron:—Señor caballero, nosotros no somos endiablados ni descomunales, sino dos religiosos de San Benito que vamos nuestro camino, y no sabemos si en este coche vienen ó no ningunas forzadas princesas.—Para conmigo no hay palabras blandas, que ya yo os conozco, fementida canalla, dijo Don Quijote:=y sin esperar mas respuesta, picó á Rocinante, y la lanza baja, arremetió contra el primero fraile con tanta furia y denuedo, que si el fraile no se dejara caer de la mula, él le hiciera venir al suelo mal de su grado, y aun mal ferido, si no cayera muerto. El segundo religioso, que vió del modo que trataban á su compañero, puso piernas al castillo de su buena mula, y comenzó á correr por aquella campaña mas ligero que el mismo viento. Sancho Panza, que vió en el suelo al fraile, apeándose ligeramente de su asno, arremetió á él y le comenzó á quitar los hábitos. Llegaron en esto dos mozos de los frailes, y preguntáronle que ¿por qué le desnudaba?—Respondióles Sancho, que aquello le tocaba á él legítimamente como despojos de la batalla que su señor Don Quijote habia ganado.=Los mozos, que no sabian de burlas, ni entendian aquello de despojos ni batallas, viendo que ya Don Quijote estaba desviado de allí hablando con las que en el coche venian, arremetieron con Sancho, y dieron con él en el suelo, y sin dejarle pelo en las barbas, le molieron á coces, y le dejaron tendido en el suelo sin aliento ni sentido: y sin detenerse un punto, tornó á subir el fraile todo temeroso y acobardado, y sin color en el rostro: y cuando se vió á caballo, picó tras su compañero, que un buen espacio de allí le estaba aguardando, y esperando en qué paraba aquel sobresalto; y sin querer aguardar el fin de todo aquel comenzado suceso, siguieron su camino, haciéndose mas cruces que si llevaran al diablo á las espaldas.

Don Quijote estaba, como se ha dicho, hablando con la señora del coche, diciéndole: La vuestra fermosura, señora mia, puede facer de su persona lo que mas le viniere en talante, porque ya la soberbia de vuestros robadores yace por el suelo derribada por este mi fuerte brazo; y porque no peneis por saber el nombre de