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Página:Historias extraordinarias (1871).djvu/94

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EDGAR POE.

—¿Qué hace, Júpiter?

—Hace cifras con signos sobre una pizarra: los signos más estraños que he visto. Yo comienzo á tener miedo, igualmente. Es preciso que tenga siempre el ojo abierto sobre él, nada más que sobre él. El otro dia se me levantó antes de amanecer y tomó las de villadiego por todo el santo dia.

Yo habia cortado un buen garrote, espresamente para administrarle una correccion de todos los diablos cuando volviese; pero soy tan bestia que no tuve valor para ello; tenia un aire tan desventurado, tan triste.

—Ah! ciertamente! Y bien, despues de todo, yo creo que tú has obrado mejor con ser indulgente con el pobre muchacho. No es preciso darle de latigazos, Júpiter. Quizá no esté en estado de soportarlos. Pero zoo te puedes formar una idea de lo que ha ocasionado esta enfermedad, ó más bien, cambio de conducta? ¿Le ha sucedido alguna sensible aventura desde que os he visto?

—No; amo, no ha pasado nada sensible desde entonces; pero antes de esto, si: yo tengo miedo sucedió el mismo dia que vos estuvísteis allá.

—Cómo! qué quieres decir?

—Eh! señor! quiero referirme al escarabajo hé aquí todo...

—¿A quién?

—Al escarabajo: yo estoy seguro que amo Will ha sido mordido en alguna parte de la cabeza por ese escarabajo de oro.