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Página:Jean-Henri Fabre - La vida de los insectos.djvu/60

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LA VIDA

es la cabeza la que se presenta en la brecha después del giro previo, sino el extremo contrario. El gusano no trae una brazada de su pasta alimenticia, cogida royendo la pared, sino que deyecta en la abertura que ha de cerrar, lo que es mucho más económico. La ración, que fué medida parsimoniosamente, no debe despilfarrarse, porque apenas hay lo justo para vivir. El cemento es, de otra parte, de la mejor calidad; fragua rápidamente. En fin, la urgente reparación es más rápida si el intestino tiene las complacencias requeridas.

Y las tiene, en efecto, y en grado asombroso. Cinco, seis y más veces quito sucesivamente el tapón depositado, y cada vez se eyacula copiosamente el mortero, cuyo recipiente parece inagotable, siempre al servicio del albañil, sin intervalo de reposo. El gusano tiene ya algo del escarabajo, cuyas proezas estercoráceas conocemos; es un deyector consumado. Posee, como ningún otro en el mundo, una docilidad intestinal que la anatomía se encargará pronto de explicarnos en parte.

El albañil tiene su llana. El gusano, celoso restaurador de las brechas abiertas en su domicilio, tiene también la suya. El último segmento, truncado oblicuamente, forma en la cara dorsal una especie de plano inclinado, ancho disco, ceñido por un reborde carnoso. En el centro del disco, configurado como un ojal, se abre el orificio para la masilla. Esta es la amplia llana, aplanada y provista de un reborde para que la materia comprimida no se derrame inútilmente.

Apenas depositado en globo el chorro plástico, funciona el instrumento igualador y compresor para introducir bien el cemento en las anfractuo-