Página:Jorge Klickmann - La ciudad encantada de Chile.pdf/48

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 48 —

Hueñuyún. Así como Tulcomara ha querido seducirte á ti, así has de afanarte tú en seducir á él. Y si consigues inculparle de deslealtad, su ira se aplacará y vosotros, reconciliados, anudáis de nuevo los lazos que ayer habíais anudado para romperlos ya pocas horas después.

Tegualda. ¿Mas cómo, mi Hueñuyún, cómo podré acercarme á él? Si me ha maldecido. No me prestará oidos

Hueñuyún. Ves que no vengo con las manos vacías. Esta caña que te traigo, tiene una virtud especial, que Epunamún ha puesto dentro de ella, y es que este dardo no yerra jamás su blanco y siempre, después de haber consumado la muerte vuelve á las manos de quien lo lanzó. Tómalo, te servirá para fines especiales. Y este lío, recíbelo también. Contiene ropa y atavíos, para que con ellos engalanada, vayas á la puerta oriental de la ciudad. Hacia allí se encaminaba Tulcomara. Vete allá en habiéndote puesto estas vestiduras, y verás cumplido el más anhelado de tus deseos.

Tegualda. Confío en tí. Abunda mi corazón en sentimientos de gratitud para contigo. Mas no creo que podré fingir otra de la que soy.

Hueñuyún. Sigue mi consejo, y todo rematará en buen fin. (Váse)

ESCENA IX
Tegualda sola.

Gracias, gracias os doy infinitas veces, oh excelsos dioses, á quienes es imposible ver padecer á la inocencia. Vosotros me dais la esperanza de que Tulcomara será otra vez conmigo. Otra vez me queréis ver en sus brazos, los por mí queridos. ¡Oh qué regocijo! ¡Cuánta dicha! apenas cabe aquí en mi pecho. Tulcomara ya no me dejará abandonada. El volverá á amarme. Gracias, gracias sin cuento á tí, Hueñuyún. Tú me diste fuerza suficiente para concebir tu plan; dame también la suficiente para realizarlo. (Váse).