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Página:Los Césares de la Patagonia.pdf/156

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Reunidos los caciques llamaron á Mascardi para que él también echara en el montón de bujerías, que en medio tenían, alguna alhaja ó chaquira. El misionero les opuso un no redondo, y en una arenga bien razonada les manifestó lo absurdo de su proceder. Antullanca, cacique puelche, le contestó con palabras insolentes y trató de agredirle; pero en esta ocasión, Huanguelé se interpuso valientemente en defensa de Mascardi.

Por fortuna cesó la epidemia, y Huanguelé, poniendo en juego sus seducciones de mujer, consiguió de Antullanca que desagraviase á Mascardi. Hízose la reconciliación, bebiendo juntos el pulcú (la chicha), servida por la princesa. El misionero regaló un hacha de talador al jefe indio, y éste le correspondió con una piel de huemul.

Entretanto, los indios viajeros se hacían lenguas de una ciudad de españoles, "á orillas de la mar brava, hacia la parte donde el sol nace". Como esto coincidía con la revelación hecha anteriormente por Huanguelé en Castro, Mascardi dió tal crédito á esa vaga información, que se aprestó para el viaje, y en vísperas de la partida escribíó al gobernador de Chile, prometiéndole darle un buen día con el descubrimiento de los Césares, que creía seguro.