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Página:Manifiesto á las naciones del Congreso General Constituyente de las Provincias Unidas (Lima. Imprenta de Ruiz. Año de 1820).djvu/12

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XII


to la obedecimos, cumpliendo con zelo y eficacia sus decretos. Enviamos socorro de dinero, donativos voluntarios y auxilios de toda especie para acreditar que nuestra fidelidad no corría riesgo en qualquiera prueba à que se quisiese sujetarla.

Nosotros habíamos sido tentados por los agentes del rey José Napoleón y halagados con grandes promesas de mejorar nuestra suerte si adheríamos á su partido. Sabíamos que los españoles de la primera inportancia se hablan declarado ya por él; que la nación estaba sin exércitos y sin una dirección vigorosa tan necesaria en los momentos de apuro. Estábamos informados, que las tropas del Rio de la Plata que fueron prisioneras à Londres, despues de la primera expedición de los ingleses y hablan sido conducidas à Cádiz, y tratadas allí con la mayor inhumanidad; que se hablan visto precisadas á pedir limosna por las calles para no morir de hambre, y que desnudas y sin auxilio alguno habian sido enviadas á combatir con los franceses. Pero en medio de tantos desengaños permanecimos en la misma posición hasta que ocupando los franceses las Andalucias, se dispersó la Junta Central.

En estas circunstancias se publicó un papel sin fecha y firmado solamente por el Arzobispo de Laudicea que habia sido presidente de la extinguida Junta Central. Por él se ordenaba la formación de una Regencia, y se designaban tres miembros que debían componerla. Nosotros no pudimos dexar de sobrecogernos con tan repentina como inesperada nueva. Entramos en cuydados, y temimos ser envueltos en las mismas desgracias de la Metrópoli. Reflexionamos sobre su situación incierta y vacilante, habiéndose ya presentado los