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Página:Viaje maravilloso del Señor Nic-Nac - Eduardo L Holmberg.pdf/136

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Se levanta una brisa y acariciando los seres, les anuncia la próxima aurora, que ya desplega sus alas en el fondo del cielo.

La nube que cruza las sombras se dora con indecisos resplandores, y un soplo luminoso se difunde al travez de la noche, y arroja los ensueños á oocidente.

El aire se colora, y el rubor de la mañana asoma tímidamente en el rostro del dia, apagando la luz de las estrellas.

Los montes reflejan, los rayos aún ocultos, y el incendio de las altas regiones se extiende mas y mas.

Las florecillas sonriendo entre su manto esmeraltado, derraman á torrentes las ondas de sus aromas, y la gota de rocio, lágrima de los cielos, reverbera los cambiantes caprichosos de la nácar.

Las aves sacuden las ligeras alas, y lanzan al viento sus notas matinales; el bosque se puebla de extraños ruidos, el aire de nubes, las nubes de luz; y entre aquel armonioso torbellino, en que cada ser toma la parte activa que le corresponde en la lucha por la existencia, se observa al hombre, elemento psíquico de aquel conjunto, secundando enérgicamente las leyes del destino y el acorde grandioso de la vida.