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—"Si?"

—"Sí. Mañana cuando destelle el sol sus primeros rayos, vereis aparecer la ilustre ciudad, á donde nos llaman las circunstancias mas extrañas."

—"Y despues?"

—"Emprenderemos un nuevo viaje."

No pude ménos de mostrarme sorprendido; pero Seele, que observaba mis facciones, de las cuales habia desaparecido ya la expresion melancólica, me dijo:

—"Admiro mucho, señor Nic-Nac, la metamórfosis que habeis experimentado. ¿Fuí yo, por ventura, quien manifestó deseos de volar de planeta en planeta, para imponerse de los misterios de las altas regiones inaccesibles al hombre, mientras no abandona su crisálida humana? Nó, fuisteis vos, y á instancias vuestras emprendí una de mis últimas peregrinaciones á Marte."

—"Disculpad, maestro¡ yo no he solicitado de vos que abandonarais la Tierra para acompañarme á este planeta."

—"Directamente nó, es cierto; pero como deseabais transmigrar, yo no podía—habiéndoos dirijido desde el primer momento—abandonaros como á un átomo lanzado al acaso en los confines de la Naturaleza."

—"Gracias, maestro."

—"No las acepto, señor Nic-Nac, pues aún no os hallais en condiciones de poder apreciar vuestra