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Tradiciones argentinas/III

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

¿POR QUE BUENOS AIRES
SE LLAMA BUENOS AIRES?

I

— ¿Por qué á Buenos Aires llaman buenos aires? — preguntaba en su media lengüita llena de precoces ingenuidades una de las minúsculas tataranietas de nuestro tatarabuelo, doscientos años há llegado á la ciudad de este nombre.

— Porque asi le pusieron —contestó un Perogrullo de esa tan numerosa familia esparcida por el haz de la tierra.

— Porque muy benéficos se respiraban á pulmón lleno la mañana azul de su primer día —agregó otro Sábelotodo, de los que creen no ignorar nada cuando menos saben.

— Porque llegando á esta ribera un Sancho, como su homónimo tras el Quijote, siempre tras su cuñado Mendoza, saltó á ella, exclamando: ¡Qué buenos aires son los de esta tierra!, según lo inoculaba á golpe de palmeta nuestro dómine de palotes.

Mas, como la verdad verdadera no satisficiese etimologías tan inconsistentes, impulsados por instintiva inclinación á desentrañamiento de orígenes, salimos á rodar tierras y mares, emprendiendo viaje á lo desconocido, preguntando por puertos, calles y plazas á cuanto cronista, bibliógrafo y anticuario encontramos, por qué denominaron buenos los aires de ribera, en la que el pampero no consigue desterrar fiebres de todos los colores, que de cuando en cuando nos azotan.

Resultado de nuestro vagabundeo, he aquí la tradición más fundada, que, como curiosidad de viaje, escribimos para vuestro solaz y nuestro entretenimiento.

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Desandando caminito por donde el Adelantado Mendoza adelantó hasta estos barrios, desembarcamos en el mismísimo punto de su embarque (Guadalquivir), frente á la Torre del Oro, que, maciza del brillante metal, pudo reconstruirse con el muy abundante del Nuevo Mundo en sus cabás apilado.

Todo varía en la faz de la tierra, como en la del hombre, y paciencia debe acopiar el viajero ó historiógrafo dado á seguir huellas del pasado, cuyos pasos resultan por lo general verdaderos pasos perdidos. La vieja barriada en Triana no forma ya antiguos suburbios de Sevilla, ni el árbol trasplantado por Colón se inclina sobre su ribera, que todo lo ha arrastrado la corriente del tiempo, más avasalladora que la de ese barroso primogénito del Darro. Apenas se tiene en pie (y en medio pie) ruinoso fragmento de bóveda, bajo la que oyeran la misa del buen viaje guerreros y navegantes, devotos al par que intrépidos, como Solís, García, Gabot, Magallanes, Elcano, quien primero circundó la tierra, Mendoza, cuya fué la primera planta civilizada sobre ésta.

Llegamos á la derruida ermita de Santa María de Buenos Aires, de donde saliera toda la marinería de Triana para el Plata; pero la imagen que le dio renombre, y legó el suyo en esta orilla, había desaparecido. Mientras seguimos husmeando su huella, he aquí un cuento, que bien resultar podrá cuento al caso....

II

Cierta mañana del equinoccio de 1370, en que espléndido sol reverberaba sobre la azulada ribera del puerto de Cagliari (capital de Cerdeña), numerosos pilluelos y pescadores íbanse agrupando alrededor de una caja que la corriente arrojara á la lengua del agua, de donde esforzados marineros no consiguieron sacar. Guardacostas y transeúntes contemplábanla asombrados, cuando se oyó una voz del grupo:

— ¡Inútil faena! Mientras no vengan los Mercedarios del convento de arriba, no la moverán, pues su escudo sella la tapa.

Llamados al efecto dos legos, alzáronla con la mayor facilidad, admirando, al abrirla, una hermosa imagen de la Virgen. Allí mismo, sobre la húmeda playa, á doble elección se procedió para darle nombre y destino. Proponían unos llamarle Virgen del Agua, de la Piedad ó del Buen Aire, á
Nuestra Señora de Buenos Aires, venerada en Triana Sevilla. Siglo XV.
la vez que el obispo la solicitaba para la catedral, los Mercedarios para el convento y el capitán para su nave.

Referia éste que en breve, pero horrorosa tempestad de la noche anterior, cuando dió orden de arrojar todo para aligerar la nave, hasta que esa misteriosa caja (cuya procedencia ignoraba) cayó al agua, no se habían serenado el cielo y el mar. Que á la mañana siguiente, deseando salvarla por ser lo único que flotaba, apresuróse á reembarcarla; pero la corriente le llevaba siempre adelante, y cual á imán irresistible seguía la embarcación sin que los mayores esfuerzos consiguieran hacerla derribar al rumbo de su destino (de Barcelona á Sicilia).

Ultima vista recién sacada de la Avenida de Mayo, 1902 (Buenos Aires)


En la doble votación de aquel dia de elecciones al aire libre, triunfando los Mercedarios del convento en la montaña, allí la subieron, y colocada en el altar de la entrada, miserabile visum!, sobre el altar mayor la encontraron á la mañana siguiente. La antigua Virgen de Cáller cedía su puesto á la recién venida, cumpliéndose la profecía del Padre Catalano, que cuando llegara una Virgen con ese nombre, en buenos convertiría los aires que infestaban los alrededores.

Otra tradición agrega que cierta devota en peregrinación á Tierra Santa, tocando en Cerdeña, visitó la Casa de la Madre de Dios, posteriormente denominada de Bonaria. Llevaba una pequeña navecilla de marfil para dejarla como exvoto en la iglesia del Santo Sepulcro. Sintiéndose aliviada de su enfermedad, y determinando concluir allí la peregrinación y sus días, presentó la ofrenda, y tan ingeniosamente suspendida fué, que la corriente de aire entre dos pequeñas aberturas le hacía girar de modo que la proa del precioso barquito permaneciera siempre hacia el rumbo que sopla el viento. Los marineros del puerto vecino tomaron la costumbre de ir á cerciorarse por la navecilla qué viento soplaba mar afuera, para aligerar ó retardar la partida.

De aquí provino, según el cronista Guimeran, denominarse Nuestra Señora de Buen Aire á esa iglesia.

III

Averiguado el origen de su nombre, su devoción entre marineros se explica naturalmente. El hombre, medroso por lo general, bien que raptos de audacia le impelan á desafiar lo desconocido, llegado el supremo trance se encomienda al que, juzgando más poderoso, pueda salvarle. Cuando el espíritu helénico se desvanecía, y luego la estirpe latina no invocó á Eolo, Neptuno y Pintón; cuando dejóse de creer que no eran los espíritus errantes de Castor y Pólux lucecitas vagando alrededor de la nave en noches tenebrosas, simples fosforescencias de electricidad atmosférica en lo alto de los mástiles, ó fuegos de San Telmo; cuando después los más incrédulos exclamaban ¡Santa Bárbara bendita! al primer trueno de tempestad, nuevas divinidades del Océano empezaron á reflejar en sus aguas. Banderas, flámulas é insignias, en mascarones de proa, esfinges de popa ó del alcázar, ostentaban á Santa María del Socorro, la Virgen del Carmen, de Mercedes, y en más profusión Santa María de los Buenos Aires. Donde no cabía un templo, se le erigió un altar, y oratorios, ermitas, capillas multiplicáronse con el número de sus devotos.

Aun cuando ya no andaban moros por la costa, no sólo en las de Italia, Francia, España, Portugal, en todas las del Mediterráneo hubo piadoso creyente que encendiera lámpara ante su imagen, que en muchas ocasiones fué verdadero faro celeste en las tinieblas. Ya en la época de Colón muchos constructores de bitácoras grababan esta Virgen en el centro de la rosa de los vientos.

Desentrañando el origen que dió nombre á una imagen, náufraga en Cerdeña cuando ésta pertenecía á España, según lo refiere el Mercedario Sulís (Notizie Storiche della Statua Miracolosa de Maria Vergine di Bonaria, che si venera in Cagliari, nella chiesa del R. R. P. P. della Mercede), se complementa su tradición, por la que corre en las costas de Italia y España.

Refiérese que entre los marineros sardos que trajeron imágenes de Santa Maria de Bonaria á España, vino Leonardo Gribeo, el que acompañó á Mendoza á su regreso del saco de Roma —de Genova á Sevilla y luego á Buenos Aires,— primer italiano que aquí llegó. En un naufragio, esta imagen de su devoción fué lo único que pudo salvar. (Con el nombre de su primogénito Lorenzo Gribeo señálase en el plano de esta ciudad — primitiva repartición que hizo Garay). Más tarde el náufrago agradecido la consagró en la primera iglesia á que entrara, y de la de Mareantes en Triana, después de andar de la Ceca á la Meca, modernizada en sucesivos retoques, se custodia actualmente en la capilla del Palacio de San Telmo.

Cuando en la noche del 26 de octubre último, llegando paso por paso á los de su altar, ascendientes veinte escalones en su interior, al oprimir oculto resorte el capellán que nos ciceroneaba, iluminóse de pronto el precioso camarín, y levantándose el velo caímos de rodillas como subyugados bajo misteriosa impresión de esa suave imagen tan llena de majestad y clemencia. Millares de chispas eléctricas fulguraban nimbo de azuladas estrellitas, cuyos reflejos en sus sonrosadas mejillas esparcían como un aire de bondad y atracción. Intimamente emocionados, rogábamos en ferviente plegaria no aparte nunca la Madre de Dios su protección á la tierra bendecida con su nombre.

IV

Tal es la tradición de la Virgen que tuvo en gran estima el ilustrísimo arzobispo Aneiros, que antes había por ella concedido tantas indulgencias el arzobispo de Sevilla Salcedo y Azcona, y aprobado su misa especial el arzobispo Castellano. Semejantes á la que hemos transportado, se encuentran aquí otras en San Miguel (Mercedarios), Oratorio de Ayerza, Sevilla y otras, como la muy hermosa, traída de España por el doctor Del Valle.

Si de la tradición pasamos á la historia, después de haber desempolvado numerosos papeles, sacristanes, anticuarios, pergaminos, bibliotecarios y americanistas, en el Archivo de Indias, la Biblioteca Colombina, la de San Telmo y otras (en cuanto por qué se adoptó su nombre en esta ciudad), he aquí lo que resulta con más fundamento.

Leímos sucesivamente en la información del teniente gobernador D. Francisco Ruiz Galán, 3 de junio de 1538, como en la descripción de esta ciudad (Archivo de Ingenieros, Madrid): « La ciudad fundada en los terrenos bajos á la entrada del Riachuelo de los navios, bajo el glorioso título de Santa María de Buenos Aires, » y en la Historia de los fechos de los castellanos, por D. Antonio de Herrera, década V, capitulo X: «Surgió el Adelantado Mendoza de la Isla de San Gabriel, descubrió un riachuelo de la otra banda de la isla, y alli comenzó á fundar un lugar que llamó Nuestra Señora de Buenos Aires

El erudito presbítero Serrano, director de la Biblioteca Colombina, agrega en su reciente descripción del Colegio de San Telmo: «La Universidad de Mareantes fundó hospital y templo en el barrio de Triana, bajo la advocación de Nuestra Señora del Buen Aire, ó Buenos Ayres, como se lee en algunas lápidas y documentos, título que cuadraba perfectamente á dicha cofradía, dado que sus miembros tenían en sus oficios encomendadas sus vidas y haciendas á la acción de ese elemento que había de llevarlos entre sus navegaciones á través de las aguas del Océano, y cuya devoción y título, muy en boga por cierto entre los marinos de la época del descubrimiento (pues llevaban su imagen todos los navios), dió origen á la fundación de la populosa ciudad de Santa María de Buenos Ayres, capital hoy de la República Argentina, y de cuyo título no es otro su origen, pues así lo quiso y fué la intención de D. Pedro de Mendoza, fundador del hermoso puerto conocido con dicho nombre.»

En su testamento la invoca, y en todo acto solemne, desde la provisión del primer gobernador de esta ciudad hasta en su codicilo, encabezando siempre sus documentos: «En el Real de Nuestra Señora Santa María de los Buenos Aires; » y pues que la tenía en tan alta estima como Patrona y Señora de sus empresas, invocándola en los peligros, con fuerza mucho mayor convence circunstancia tan repetida, y testimonios como los del Duque Tillez, Herrera, etc., que la atribuida á vaga expresión de personaje de segunda fila, pronunciada en español, transmitida por un bávaro y traducida del latín, al referirla Schmidel.

V

«La imagen de Nuestra Señora del Buen Ayre —leímos en el inventario de alhajas de San Telmo— es la misma que se trajo de la iglesia antigua que estaba en Triana, antes de la fundación de la Universidad de Mareantes, cuya fué su patrona. Escultura del siglo XVI, completamente transformada por la restauración que sufriera en 1625 de mano de Duque Cornejo. Era de medio relieve, y respecto de que se le hizo el camarín que hoy se demuestra, posteriormente se le formó toca, agregándosele el trono de nubes sobre que está. Su postura es sentada, mostrando en la diestra una nave, simbolismo del título y patrocinio; con la izquierda sujeta el Divino Jesús y aparece sustentado de pies sobre su rodilla. Conserva, no obstante, agregados los rayos grandiosos de la hermosa cabeza, habiéndose librado de la colocación de ojos de cristal, como vulgarmente acaecía al convertir las imágenes en esculturas barrocas.

El último americanista español, Ximeno, que cruzó estas tierras, comenta que el pequeño barco y las coronas de la Virgen y el Niño obra fueron de plateros sevillanos en la primera plata que allí llegara de la región donde su más constante devoto levantó población con su nombre.


Ultima vista recién sacada de la plaza Principal (Buenos Aires)

En forma semejante, en cuanto á lo que dió nombre á esta ciudad, refiere nuestro erudito historiador López y el infatigable investigador señor Madero. Pero de cualquier modo, que no puede exigirse á este vivo eco del pasado que se llama tradición, como á la Musa severa de la Historia, documento oficial apuntalando cada uno de sus asertos (no por ser oficial menos mentiroso), comprobado queda con más fuerza que cualquiera de sus otras etimologías, que Buenos Aires se llama porque con tal nombre designábase la patrona predilecta de quien la fundó.

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Coronada por Pío IX en el quinto centenario de su aparición (1870), cantados sus milagros por el mismo representante de Dios en la tierra, eximio entre los líricos latinos de actualidad, León XIII, lo ha sido en más lenguas que las de Babel, y en árabe y en armenio, y en griego y en guaraní, del Alpes á los Andes, han resonado liras de oro en su alabanza. Su novena celébrase en Cerdeña y en Sevilla, y desde su primitiva ermita en Cagliari hasta la iglesia de Santa María de Buenos Aires, que virtuosos Mercedarios vinieron á fundar en San José de Flores. Hoy, como cuando nos postramos al encontrar la imagen con cuyo nombre se levantó la primera población en el Plata, pediremos siempre toda prosperidad para ésta, y que bonancibles vientos soplen á los hombres de buena voluntad que de los cuatro extremos llegan á levantar su tienda de trabajo en las doradas playas de la patria amada.