Apoteosis de Don Pedro Calderón de la Barca

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El niño y la maga (tomo sexto)
Apoteosis de Don Pedro Calderón de la Barca de José Zorrilla
del tomo octavo de las Poesías (1840).
Personajes
  • La Fama.
  • El Reposo.
  • La Crítica.
  • Homero.
  • Virgilio.
  • Shakspeare.
  • Cervantes.


Coros y acompañamientos correspondientes

Escena primera[editar]

Alegoría del alcázar de la Memoria, figurando un antro oscuro con cinco puertas ó nichos que se abren á su tiempo. Al levantarse el telón se oye música y cantan dentro.

Pasad, ruidos livianos,
Inútiles quimeras,
Espíritus mundanos
Que de la tierra prófugos
Por las tinieblas vais
Pasad, sin que al tumulto
De vuestros pies profanos
De mi palacio oculto
La soledad pacífica
Pasando interrumpáis.
¡Pasad, pasad!



(6)
Aquí no está el imperio
De vuestra magia impura,
Aquí de hondo misterio
Entre los velos mágicos
En blando sueño estan
Los Genios que vertieron
La luz sobre la tierra
Los que de Dios bebieron
La ciencia y el espíritu
Con anheloso afan.
¡Pasad, pasad!


La Fama.

(Saliendo.)
¡Há del reposo que en las tumbas mora!
¡Há del misterio que velando está!

El Reposo.

(Dentro.)
¿Quién de las tumbas atencion implora?
¿Quién por mi reino descarriado va?

La Fama.

La Fama soy, que de la tierra vengo.

Escena Segunda[editar]

Ábrese la puerta del centro, y aparece en un lecho El Reposo coronado de adormideras
El Reposo.

¿Qué pasa pues en la fatal mansion?
¿Llegó el instante en que sin tino tengo
Los sellos que romper de mi panteon?

¿Tocó en su colmo la locura humana?
¿La cólera de Dios se desbordó
Y el orbe á polvo tornará mañana?
¿Vuelve la nada a su principio?

La Fama.

 No.
El tiempo sigue su veloz carrera,
El mundo largo tiempo vivirá,
Y largo sueño en tu mansion espera
Á los que su antro cobijando está.

(8)
Mas óyeme un instante, y tus oídos
La nueva que divulgo escucharán,
Y tus genios de gozo estremecidos
En su lecho de marmol se alzarán.

Hay un rincon de la atrevida Europa
Do una raza de inmenso corazon
Vive, y guarce su triunfante tropa
La sombra de un Castillo y un Leon.

España, sí, que vencedora un dia
Dos mundos ocupó con estrechez;
España, que negaba y concedia
Tierra donde vivir, con altivez;

Existe libre de estrangero yugo
Por mas que Europa la contemple audaz,
Y ser quisiera su fatal verdugo,
Siempre envidiando su valor tenaz.

La inquieta Europa que intentó humillarla
No la conoce todavía bien,
Y atenta solamente á encadenarla
La mira desde lejos con desden.

Pobre, ignorante y sin poder la entiende,
De sí misma la juzga sin amor,
Y ella á su vez su libertad defiende
Con su fé solamente y su valor.

Tinta en la sangre de sus propios hijos,
Cercenada de intrusos por do quier,
No ha sabido á desastres tan prolijos
La gloria de sus hijos posponer.

Templos les abre, y les eleva estátuas,
y “esos son, (dice á los estraños) sí,
(9)
Los que pregonan vuestras lenguas fátuas
Sin recompensa ni memoria en mí.—

¿No hay aquí gloria —Sin que mucho tarde,
Calderon y Cervantes lo dirán.—
¿No hay libertad? —Daoiz y Velarde
Á daros un ¡mentís! despertarán.”—

Eso dice la España postergada,
Eso la fama anunciará veloz;
Díselo tú, Reposo de la nada,
Á esos que duermen sin oir mi voz.

Si al viento de las recias tempestades
Con que su patria desolar se ve
Ardiendo se desploman sus ciudades,
Sus mausoleos quedarán en pie.—

Diles que duerman sin odiar los hombres
Á esos que grandes y españoles son,
Y que no ignoren que escribió sus nombres
Á par de los mas grandes su nacion.

El Reposo.

Sí les diré. Sus almas bienhadadas
Con tus nuevas ¡oh Fama! gozarán,
Y con blanda sonrisa en sus almohadas
Á posar la cabeza tornarán.

Que aquí halla amparo, proteccion y asilo
Cuanto atañe al descanso y al placer,
Aqui reposa el corazon tranquilo
De la ansiedad con que acertó á nacer.

(10)

La Fama.

¡Oh! tengan ese mísero consuelo
Que el envidioso mundo les negó,
Ahora que ven que sin premiar el cielo
Jamas el genio y la virtud dejó.

El Reposo.

Las alas otra vez tiende segura,
Tórnate en calma donde alumbra el sol;
Ellos sabrán en mi mansion oscura
La gloria de ese Fénix Español.

La Fama.

¿Quién trajo aquí sin mi poder la nueva?

El Reposo.

Há siglo y medio ¡oh Fama! que la sé,
Que há siglo y medio que en el mundo prueba
Con sus palabras Calderon quién fue.

La Fama.

La lumbre de su gloria reverbera
Por cuanto alumbra el rutilante sol,
Y España olvida su contienda fiera
(11)
Escuchando su Fénix Español.

El Reposo.

Por quién es, está aqui; yo que le guardo
El primero á mi vez le conocí.

La Fama.

Su triunfo dile.

El Reposo.

Á que se torne aguardo.

La Fama.

 ¿No está en tus reinos?

El reposo.

Volveráse á mí.

Á recibir la merecida palma
Á su alcázar la gloria le llamó,
y hoy volverá regocijada el alma
Al lecho que un instante abandonó.

La Fama.

Á Dios te queda pues.

(12)

El Reposo.

Vé tu camino,
Y allá en los sitios por do errante vas
Venga á la España y su cantor divino,
Que bien merecen los de España mas.

La Fama.

¡Guai de quien mira necio ó atrevido
Con ojos insolentes su pendon!
¡Guai del que asome cuando dé un rugido
Y despierte iracundo su leon. (Vuela.)

Escena Tercera[editar]

El Reposo.

Y vosotros que en sueño perfumado
En vuestro lecho de laurel dormís,
Alzaos y gozad con lo pasado,
Levantaos á ver cómo vivís.

¡Há de los mansos soñolientos sones
Que arrullan y adormecen mi mansion,
Cantad, y al entonar nuevas canciones
El descanso romped de mi panteon!

No traigais el murmullo de las hojas,
Ni de las fuentes el rumor tenaz,
Ni el son del aura en las espigas rojas,
Ni el suspiro del céfiro fugaz.

Venid sobre el perfume de las flores
Con el vario cantar del ruiseñor
(14)
Cuando cuenta á la aurora sus amores
El rocío libando en una flor.

Traed las armonías que en la gloria
Se exhalan del laüd del serafin,
Y á las puertas llamad de la memoria
De los que duermen sin temer su fin.

¡Cantad! y que despierten un momento
Su gloria inmarcesible á contemplar
Como á los besos de amoroso viento
Las flores, que se vuelven á cerrar.

Ciérranse las puertas que muestran el lecho del Reposo, y se oye dentro música.

Escena Cuarta[editar]

Música.

Alzaos del sepulcro
Los que dormís en paz





Aun se oyen vuestros cánticos
Gloriosos resonar,
Sobre las alas rápidas
De las centurias van;
De vuestros nombres ínclitos
La lumbre celestial
El mundo por sus ámbitos
Iluminando está.

Alzaos del sepulcro
Los que dormís en paz.





(16)
Ni ingrata á vuestro espíritu
La patria desleal
En vuestros secos mármoles
Os dejará posar.
Con vuestra fama espléndida
Feliz se ufanará
Si acuerda á vuestras ánimas
origen inmortal.

Alzaos del sepulcro
Los que dormís en paz.



Ábrense las puertecillas del escenario, cada cual á su turno, dejando ver una débil aureola de luz, simbolo de la gloria, y se presenta á su vez Homero, Virgilio y Shakspeare coronados de laurel, apareciendo sus nombres sobre sus respectivas puertas en letras de luz y conforme van presentándose.

Homero.

¿Quién á luz torna mis desiertos ojos?
¿Quién música tan dulce en mis oidos
Vierte, y á vida vuelve mis despojos
En el abismo de la sombra hundidos?

Oigo una voz mas suave y halagüeña
Que las aguas del Xanto y del Eurotas,
Que de mi patria la ilusión risueña;
(17)
¡Memorias dulces por la muerte rotas!

Alcanzo en el espacio vagarosos
Ricos de gloria y varios en colores
Ir en monton espíritus famosos
Cantando al par su religion y amores.

¿Quiénes son esos héroes que embozados
Van en tropel, y nacen de una lira
Cuyos cantares con vigor lanzados
De mi Grecia el espíritu no inspira?

No conozco sus faces escondidas
Tras de los cascos que los rayos doran,
Ni comprendo sus trovas confundidas
Con plegarias al Dios á quien adoran.

No van á los Elíseos por descanso,
Ni á Júpiter invocan, mas su acento
Baja solemne y armonioso y manso
Por la region del azulado viento.

¡Cantad, héroes, cantad! que mis oídos
Os oyen con placer, y el alma mia
En vuestros sones va desconocidos
Á torrentes bebiendo la armonía.

Yo os escucho, cantad; mi largo sueño
Meceis con vuestra voz: ¡cisnes estraños!
Verted deliciosísimo beleño
En el insomnio de mis luengos años.

Virgilio.

Yo oí de entre las hojas de mi laurel sonoro
Brotar de un harpa nueva el inspirado son,
(18)
Y desperté sintiendo de sus bordones de oro
Los misteriosos ecos herirme el corazon.

No fue, sin par Homero, la voz de tus valientes
Ni el himno de tu Grecia la música que oí;
Sus notas son mas graves, y escitan reverentes
Memorias religiosas con que jamás viví.

No adornan sus misterios los mirtos de Cartago,
La voz de las Sibilas, ni el carro del amor,
De Venus las palomas, ni de Caron el lago;
Ni el porvenir de Roma, á quien fingí mejor.

Mas yo mientras escuche las notas de esa lira
No quiero de mi lecho volver al cabezal;
Quien quiera que tú seas, quien con tu voz suspira,
Tu canto no interrumpas ¡oh Bardo celestial!

Te escucho, y tu armonía dulcísima me suena
Como la voz lejana del espumoso mar,
Como el susurro manso de la floresta amena
Y el ala de la garza que empieza á remontar.

La sombra de los olmos en la abrasada siesta,
De un límpido arroyuelo el desigual rumor,
No son para el viajero que á reposar se apresta
Cual para mí son dulces tus cántigas de amor.

Sí, canta, y de mi gloria con reverente oido
En mi mortal insomnio tu voz escucharé,
Y aromará mis sueños el plácido sonido
De tus palabras bellas que comprender no sé.

Shakspeare

Yo oí su voz primera descendiendo
(19)
Á esa mansion de sombra y de reposo,
Y allá en el alma el porvenir midiendo
Miré á lo lejos y alcancé un coloso.

Yo te conozco bien, hijo del canto,
Yo comprendo la voz de esas quimeras
Que en un delirio misterioso y santo
Lanzas al mundo de quien nada esperas.

¿Quién resiste tu voz? Lanzada al cielo
Te franquea sus puertas eternales;
Lánzala al viento y detendrá su vuelo
Al vivo lampo de sus mil fanales.

El averno, la mar, y el orbe todo
De tu arpa cede al colosal imperio;
Sí, cuanto existe de insondable modo
De su existencia te mostró el misterio.

¿Quién como tú? los mundos á tu orden
Ante tus ojos obedientes giran,
Átomos son que hierven en desorden,
Y á tu voz nacen y á tu voz espiran.

Soplas sobre ellos, y á tu soplo viven;
Si necesitan voz, les das tu acento;
Si forma, de tus manos la reciben;
Si atributos, les das tu pensamiento.

Eres un manantial rico y fecundo,
Tu lengua es un torrente de ambrosía,
Tu mente radia como el sol, y el mundo
Al son de tu palabra se estasía.

De águila son tus ojos; son tus alas
De ardiente querubin; á las tormentas
En el impulso de tu vuelo igualas,
(20)
Y á reposar en el cenít te sientas.

Alli sueltas tu voz, y alli á tu canto
El curso de los astros se supende;
Dios te envuelve en las orlas de su manto,
Y en su divino espíritu te enciende.

Sacerdote de Dios cantas su gloria,
Bardo de religion tú la penetras,
Tu patria diviniza tu memoria,
Y los sabios aprenden de tus letras.

Canta, y en tanto que tu genio aborte
De místicos fantasmas luenga tropa,
Á la sombra inmortal de su cohorte
Yo dormiré, y aplaudirá la Europa.

Escena Quinta[editar]

Homero. Virgilio. Shakspeare. LA Crítica.
La Crítica.

(Ni del reposo y la muerte
En los brazos dormirán;
Yo amargaré cuanta gloria
El universo les da.)

¡Há de los que alzan la frente
Del mundo á la vanidad,
Yerbas que brotais al soplo
De vuestro orgullo no mas;

Tan solo vuestra demencia
Vosotros divinizais!
¿De qué sirve á quien le escucha
Vuestro sublime cantar?

(22)
Esas creaciones grandes
Que encareceis con afan
Solo son necios delirios
Incomprensibles asaz.

¿De ese cantor os arrulla
El cántico celestial?
Porque escuchais solamente
Su monótono compas.

Así es el ruido del viento,
Del agua asi el son fugaz,
Á su murmullo se duerme,
Mas no se entiende jamas.

Escena Sesta[editar]

Homero. Shakspeare. Virgilio. LA Crítica. Cervantes.
Cervantes.

¿Quién con tan negras palabras
Llega á esta mansion audaz,
Que de mi sueño de marmol
Me viene asi á despertar?

La Crítica.

La crítica soy juiciosa,
En cuya balanza igual
Se equilibran los tesoros
Que debe la ciencia dar.

Yo por el bien de los hombres
Estoy en vela tenaz,
(24)
Y les marco los caminos
Por do salir sin errar.

Yo les aparto los brezos,
Yo les enseño ademas
Dónde estan los precipicios
Y los escollos do estan.

Yo voy con mi clara antorcha
Guiando su ceguedad,
Y caen los que no me siguen
Á cada paso que da.

Sin mí no hay nada perfecto,
Sin mí no podeis hallar
Ni lo justo, ni lo hermoso,
Ni la luz, ni la verdad.

Calderon, á quien ufanos
Fénix del arpa llamais,
No supo sin mis auxilios
Sino caer y tropezar.

Y pues quereis como al Genio
Divinizarle, mirad
Que es perfeccion lo divino,
Y que quien yerra es mortal.

Y esto os dice quien lo sae,
Que no aumento al afirmar
Que aun Dios al hacer sus obras
Me las consulta quizás.

Cervantes.

Yo te conozco, quién eres
(25)
Sé bien, y de mí ocultar
No puedes lo que tu envidia
Dicta á tu lengua infernal.

Crítica, tú eres un monstruo
Solo de envidia capaz,
Tu lengua mana veneno
Y en hieles bañada está.

Pero no puede los bordes
De los sepulcros pasar,
Y aqui no tienes oidos
Para tu canto mordaz.

Aparta, pobre sirena,
Que has olvidado el cantar;
Huye, hermosura caduca,
Que has perdido tu beldad.

Tú tienes torpes las manos,
Y las alas con que vas
Volando, tan solo pueden
Tu cuerpo vil remolcar.

Aparta, lince sin ojos,
Que lo que no puedes ya
Ciega entender por tí misma,
Lo tienes que preguntar.

Aparta, cuervo engrëido,
Que pavonéandote vas
Con las plumas que recoges
En pós de la garza real.

(26)

La Crítica.

¡Oh, sí! vosotros quisierais
Al corazón engañar,
Mas yo quero recordaros
Algo de la realidad.

Homero, tú que cantando
Hiciste á Grecia inmortal,
Para alimentarte en Grecia
Tuviste que mendigar.

Virgilio, tus ricos cantos,
que á Homero te hacen igual,
Son el incienso que el Cesar
Te hizo á sus plantas quemar.

Cervantes, la misma tierra
Que ahora estátuas te da,
Miserable y calumniado
Te vio morir sin piedad.

Ni Shakspeare vigoroso
Ni Calderon…

Cervantes.

Basta ya;
Mi patria es garned y no puede
Ni confundir ni olvidar.

(Música lejos.)

(27)

Virgilio.

¡Silencio! ya resuenan los himnos inmortales
Á cuyo justo y santo y poderoso son
Sus quicios de oro rompen las puertas celestiales,
Y al Genio dan camino por su imperial mansion.

Homero.

Desciende, de tu gloria la frente coronada,
Baja á la arena olimpia, ¡oh atleta triunfador!
Ven á dejar tu lira sobre el laurel colgada,
Cuya tranquila sombra te enjugará el sudor.

Shakespeare.

Cantor de los misterios que ciega no comprende
De Grecia ni de Roma la inspiración gentil,
Los ojos á tu origen divinizado tiende,
Tú tienes en tu patria un trono de marfil.

De Dios siendo en la tierra la soberana hechura,
Derechos inmortales tenemos hácia él;
Ven á gozar tu gloria sobre la lumbre pura
Que radia su semblante y entolda su dosel.

Cervantes.

(A la Crítica.)
Y tú que nunca descansas
Y que á todos aconsejas,
(28)
Ven á presencia su gloria,
Si con su gloria no ciegas.

Hoy que le conoce España,
Y que grande le confiesa,
En la divina familia
De los inmortales entra.

Y aqui del mezquino mundo
Las tempestades no llegan,
Ni de la envidia los dardos
Emponzoñados penetran.

Que las estrellas no alumbran
Por donde el sol reverbera,
Ni suben las golondrinas
Donde las águilas vuelan.

Vé á contar esto á la España,
Y si su amor les conserva
Á los hijos que la ilustran
Con sus armas ó sus letras,

Ni necesita estrangeros
Que la enseñen, ni defiendan,
Ni ha de faltarla lidiando
La libertad, ni la tierra.

Crítica.

Sí que la diré…

Escena última[editar]

Aparece El Reposo, y desaparecen Homero, Virgilio, Shakspeare y Cervantes por sus correspondientes apariencias
El Reposo.

 ¡Silencio,
¡Crítica! tus labios sella,
Venda tus ojos, y escucha
De rodillas muda y ciega.

Que del Genio á quien su patria
Agradecida venera,
Donde le labran su tumba
Su Apoteosis empieza.

Transformacion magnífica de Apoteósis al son de un himno triunfal á órgano y orquesta.

La Crítica de rodillas; en un pedestal decorado con insignias de triunfo La sombra de Don Pedro Calderon de la Barca, de cuerpo entero, coronada de laurel, y mostrando la cruz de Santiago, de quien fue caballero. A la derecha un símbolo de los Autos Sacramentales en una alegoría que remata con la cruz, y sembrada de palmas, en cuyas hojas se leerán los títulos de los mejores Autos.

  • La nave del mercader.
  • La divina Filotea.
  • La cena de Baltasar.
  • Las espigas de Ruth.
  • El laberinto del mundo.
  • El divino Orfeo.
  • La cura y la enfermedad, &c., &c., &c.

A la izquierda otra alegoría coronada por el amor y orlada de atributos profanos, donde se lean titulos de las mejores comedias de CALDERON.

  • La dama duende.
  • La vida es sueño.
  • La niña de Gomez Arias.
  • El escondido y la tapada.
  • El jardin de Falerina.
  • La devocion de la cruz.
  • El alcalde de Zalamea.
  • Las tres justicias en una.
  • (31)
  • El mágico prodigioso.
  • Á secreto agravio secreta venganza.
  • Casa con dos puertas mala de guardar.
  • El pintor de su deshonra, &c., &c., &c.

Al pie de las alegorías los genios y coros correspondientes que han de cantar el himnode Apoteósis, y los bailarines, cuya primera figura será quedar formando con guirnaldas ó cosa equivalente, y cada cual con su letra, el nombre de CALDERON.

HIMNO[editar]

Coro.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.





Sin miedo de los siglos al insolente encono
Ostenta ya tu frente ceñida de laurel:
Tu nombre es infinito, tu féretro es un trono,
Y tú solo desciendes para reinar en él.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.





(32)
Tú puedes ver el alba nacer junto á tu frente,
Tú puedes con las nubes por los espacios ir:
Tu gloria es mas brillante que el sol en el oriente,
Mas grande que los tiempos tu inmenso porvenir.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.





El mundo rueda henchido de ardientes creaciones
Que de tu mente rica la inmensidad lanzó;
Y el aura vaga llena de los brillantes sones
Que de tu sacra lira la inspiración brotó.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.





Los astros y los montes, las aguas y los vientos,
Las fieras de la selva, los peces de la mar,
Vinieron convocados al son de tus acentos
De Jehová infinito las glorias á cantar.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.





Y montes, aguas, astros, y peces, aire y fieras,
Recuerdos de tu gloria sin término serán;
Y en las remotas playas y edades venideras
Por do se encuentre vida tus cantos vivirán.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.





Ven á ocupar tu trono, rey harto de victoria,
Ven a tomar tu lira, ¡oh aridente Serafin!
Y beberás eterno las aguas de la gloria
Delante del santuario del que será sin fin.

Las aguas del olvido
Por tí no pasarán;
Los que á su gloria suben
Jamas descenderán.

FIN.