Carta de Cabrera a Carlos VII presentando la dimisión de la dirección del carlismo
Señor: La lectura de los autógrafos de V. M. de 27 de febrero y 14 del actual mes, combinada con lo que de palabra V. M. se dignó decir á D. Miguel Losada en contestación á la mision que de mi parte llevaba cerca de V. M., me obliga á molestar su alta atención con el contenido de esta carta.
V. M. sabe que toda mi vida la he dedicado á cooperar á el triunfo de la legitimidad, que soy antiguo, muy antiguo en el partido, y por la participación que en sus trabajos he tomado siempre y por la posición que para la práctica de esos mismos trabajos he ocupado en todas ocasiones, me he encontrado y encuentro en situación de conocer el carácter y circunstancias de todos y cada uno de los hombres que como yo, han jugado en él en todos tiempos.
V. M. no sabrá quizás, y por eso tengo el honor de hacérselo presente también, que cuando en mis muchos años de emigración he tenido que hacer forzosa tregua en dichos servicios, me he dedicado y dedico con ahínco y por afición á el estudio y marcha política de Europa, y por amor á el de la de mi patria, á la vez que á el de sus necesidades, deseos i aspiraciones, en el estado de postración, cansancio, desaliento y ruina en que la han colocado tan laboriosas y trascendentales convulsiones intestinas como ha sufrido desde el año de 1833 á el presente.
Estos estudios y observaciones de la política, y el exacto conocimiento de los sueños de ambición y manejos que para verlos realizados había de ensayar una fracción de hombres que el partido entraña, tan gigantes en aquella como pigmeos en talento, y que no reúnen, por consiguiente, ninguna de las condiciones necesarias para el buen desempeño de los puestos que ardientemente desean escalar, han sido las bases fundamentales de que he partido para la formación y desarrollo de mi plan; bases que como observará V. M., en nada se relacionan con el medio de vencer á nuestros enemigos políticos, porque conseguirlo lo creía más fácil que desvanecer las intrigas que los expuestos hombres habían necesariamente de poner en juego, y obstáculo constante habían de ser para el desenvolvimiento de mi plan político y militar, que esperaba diese por resultado final el triunfo de la causa de España y de V. M.
Pero si es verdad que los expuestos obstáculos comprendía yo que habían de oponérseme, no obstante, suponiendo lógicamente que V. M. al invitarme segunda vez á tomar la dirección de los asuntos políticos del partido, convencido (por los hechos pasados) del buen deseo que siempre me ha animado por su triunfo, depositaria en mí una omnímoda confianza que, dando lugar á una perfecta unidad de miras, y á un completo acuerdo y aprobación por parte de V. M. de cuanto yo resolviese, seria para mi el poderoso auxiliar que, unido a mi enérgica y franca decisión, y desinteresadas miras, allanaría y haría desaparecer las dificultades que se opusieran dentro y fuera de nosotros, y lograría mi ardiente deseo de contribuir a colocar a V. M. en el trono de San Fernando.
La experiencia, empero, me hace dolorosamente comprender que tales obstáculos no me es dado conjurarlos, faltándome el necesario apoyo de V. M. mismo, y que si hoy momentáneamente los venciera, el germen de ellos quedaría en pié, y volverían á crearse otros nuevos á cada paso que en mi plan recorriese.
Y como del buen ó mal éxito de este, yo y solo yo he de responder ante Dios y los hombres, y como lo segundo es más seguro y cierto que lo primero, de no contar, como comprendo no cuento, con toda la confianza de V. M. en mis resoluciones, creo llegado el caso, señor, de manifestarle se digne aceptar la dimisión del importante cargo que tuvo á bien encomendarme con fechas 4 y 20 de Octubre ante próximo, del que desde esta me doy por separado, pudiendo confiarlo á quien mejor que yo lograr pueda el triunfo de V. M. sobre nuestros enemigos políticos; triunfo por el que haré fervientes votos desde el seno del hogar doméstico á que desde hoy me retiro.
Señor: A L. R. P. de V. M.
Ramón Cabrera
Wentworth, 19 de marzo de 1870
(Publicada en el libro "La cuestión Cabrera", de José Indalecio Caso. Madrid. 1875)