Carta del Padre Faustino Oteiza Segura al Padre Provincial de Aragón fechada el 1 de Agosto de 1936

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Peralta de la Sal, 1 de agosto de 1936 (casa Zaydín)

M.R.P. Provincial

Zaragoza

Amadísimo Padre: "Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia porque de ellos es el reino de los cielos". No sé, Padre, si ésta llegará a sus manos; de todos modos voy a hacerle, como pueda, una sencilla relación de lo principal ocurrido por acá.

Ante todo le digo que estamos de enhorabuena, porque tenemos tres mártires en toda la extensión de la palabra:el P. Rector, el P. Manuel y el Hno. David. Hasta la fecha el Señor no me ha juzgado digno de derramar mi sangre por Jesucristo. No sé si me concederá tanta dicha como ha otorgado a mis santos hermanos, y según dicen, también al P. Salvador, al P. Julián Pascual, Antonio Ortíz, Eustaquio Aguilaniedo, tal vez al P. Coll, y al Hno. Antonio. El Señor sea bendito.

Voy a darle cuenta de los hechos cronológicamente, si puedo, porque aunque el Señor me infunde bastante fortaleza, V.P. puede considerar cómo estará mi corazón.

El día 23 de julio a eso de la 4,30 de la tarde vino una cuadrilla de 40 a 50 comunistas de Binéfar armados de bombas, etc., con ánimo de bombardear y quemar el colegio; nosotros, al saberlo, nos reunimos en el oratorio del noviciado, recibimos la absolución y esperamos tranquilamente la muerte...Pero los del pueblo pudieron evitarlo con la condición de sacarnos de la casa y de quemar todo lo que significaba Religión.

Después vino el comité comunista a intimarnos al abandono del colegio; nos resistinos, sobretodo el P.Rector, todo lo posible, pero tuvimos que ceder a la fuerza, y a las 8,30 sin cenar, entre gente armada, nos condujeron a casa Llari, constituida en cárcel provisional: los guardias nos trajeron la cena y algunas personas afectas, prepararon colchones para descansar.

El día 24, el P. Rector fue a la parroquia a celebrar y sumir el Santísimo Sacramento, llevando para ayudarle al Hno. José Yáñiz; como los guardias que nos vigilaban estaban dormidos y, por otra parte, no nos habían dicho que estábamos presos, creyó el P. podía ir sin permiso, lo que irritó a los comunistas. El P. cerró por dentro la parroquia y celebró; entre tanto se reunió un gentío inmenso en la plaza: al salir, le echaron el alto, pidiéndole la llave de la parroquia; se resistió, estando a punto de ser muerto; al fin, a instancias de los buenos, medio se las entregó o se las quitaron. Lo cachearon, le tomaron todo el dinero que ascendía a 6.750 pesetas, lo condujeron a la cárcel, y al poco rato oímos el auto que lo conducía a Monzón no sé, lo único que nos dijeron que el día de Santiago fue martirizado con 24 más de los principales. El Señor los tenga en su gloria.

El día 26 uno nos trajo en un papel las partículas de los copones del oratorio del noviciado, nos confesamos, y tuvimos la dicha de comulgar a semejanza de los antiguos mártires. En cuanto podíamos hacíamos nuestros rezos y oración, pues los guardias y todos nos han tenido muchas consideraciones y nos ha visitado casi todo el pueblo condoliéndose de nuestra desgracia. Han destrozado los altares de la parroquia, iglesia y capilla, quemado las imágenes. Los del pueblo no tenían valor para tirar la estatua de la plaza, pero vinieron forasteros y la destrozaron y mataron a un guardia, que se escapó de la catástrofe de Tamarite.

También han quemado los altares e imágenes de San Roque, La Mora, Ganza, Calasanz, Fonz, Estadilla, Carrodilla, Azanuy, San Esteban, Binéfar, Gabasa, Purroy, Zurita, Baels, Alcampel, Tamarite, etc., etc., y muerto a casi todos los sacerdotes y personas principales.

El día 27 el comité (es la única autoridad que hay) sin cuyo permiso nadie puede moverse, acompañó a cinco postulantes a Binéfar y Binaced para entregarlos a las familias conocidas de los mismos; cuando se arreglen las cosas, irán a sus casas. En este día el comité publicó un bando invitando a los vecinos a tomar algún novicio hasta que puedan ir a sus casas. Inmediatamente se ofrecieron más que novicios había: enseguida los distribuyeron por las casas, dejando a cuatro mayores para que nos hicieran compañía, permitiendo además a todos que vinieran, cuando quisieran, a visitarnos.

Los de Peralta estaban empeñados en salvarnos, pero temían a los forasteros, que venían en camiones armados.

El día 28 llegaron tres autos de forasteros; estaban para marchar ya, cuando un jovenzuelo les dijo que estábamos en su casa. De momento se pararon y quisieron quitarnos la vida a todos, pero los del pueblo procuraron apaciguarlos contentándose con dos víctimas: al Hno. Florentín lo salvaron por anciano y a mí por enfermo.

A eso de las diez se presentaron en la casa un forastero de Tarragona con uno del pueblo, con sendas escopetas y preguntando por el P. Manuel y el Hno. David; salimos los tres. Dijo el forastero:

- "Prepárense los dos, que irán a Arén a entregar personalmente los chicos a sus padres"

Enseguida comprendimos que era un pretexto.

- "Voy a ponerme los zapatos", dijo el P. Manuel.

Entramos en la habitación, púsose de rodillas diciéndome:

- "Déme la absolución"

Después el Hno. David; nos abrazamos tiernamente y nos dijimos:

- "Adiós, hasta el cielo".

Radiantes de alegría se presentaron a los guardias, quienes los llevaron en auto hasta el lugar del suplicio. Y aún tuve ánimos para decirles:

- "Cuando estén en el cielo, rueguen por nosotros y por mi en particular".

- "Lo haremos", contestaron.

El lugar del martirio fue encima de Gabasa con vistas a Purroy, junto a unas carrascas que hay próximas a la carretera; debía ser entre las 11 y las 12 del día 28 de julio. Con toda tranquilidad preguntaron:

- "¿Nos hemos de poner de rodillas?"

Y haciendo la señal de la cruz esperaron el disparo que les había de proporcionar la palma del triunfo inmortal, gritando el P. Manuel:

- "¡Viva Cristo Rey!"

Te Deum laudamos. Bienaventurados los que mueren en el Señor.

Los cadáveres fueron quemados. Yo guardo la maleta del P. Manuel con ropa. Lo que siento es que no pueda participar en su dicha. Tal vez, como inútil, el Señor me tendrá reservada únicamente la pobre condición de criado de Job, que se libró de la catástrofe para darla a conocer al amo. Cúmplase la voluntad de Dios.

El día 29 el comité llevó a Arén (donde está el P. Ramón) a ocho novicios, tres de Arén y cinco más. De suerte que aquí quedamos 14 chicos, el Hno. Florentín y un servidor.

Ese mismo día nos distribuyeron por las casas a los que quedamos, con libertad para salir por el pueblo. Al Hno. Florentín y a mi nos han destinado a casa Zaydín, en donde estamos admirablemente, pues las señoras se desviven por obsequiarnos. No sabemos como corresponder a tanta bondad. El Santo Padre se lo recompensará.

Aquí vienen los chicos tres o cuatro veces al día a visitarnos. Nosotros no salimos de casa, pero la gente viene con relativa libertad a visitarnos.

Entre las muchas personas buenas, a quienes estamos sumamente agradecidos, quiero hacer mención del Sr. Jaime Meler, que se ha desvivido y expuesto por atendernos en todo, mientras hemos estado presos, por lo que merece nuestra eterna gratitud.

El colegio está completamente saquedo, los libros del noviciado quemados. ¡Un horror! Los mejores ornamentos y alhajas de iglesia en poder del comité, la biblioteca está intacta, lo que menos ha sufrido hasta ahora es el noviciado. El oratorio está aun igual.

Los chicos todos estan bien mirados por todos con mucha simpatía y obsequiados. Pienso escribir al SR. Obispo.

No se cuándo ni cómo llegará ésta a sus manos, porque para Zaragoza no hay correo. Según como queden las cosas y tan pronto como sea factible, si a V.P. le parece bien, podía mandar de ahí un auto para 14 o 16 con equipaje e iríamos a esa, pues no tenemos dinero; si no, nos arreglaremos como podamos; el Hno. Florentín irá a Alquézar y un servidor a Ayegui.

Si viene un auto, que tenga mucha precaución, porque en todos los pueblos de la raya de Cataluña está constituido el comunismo y en las torres ondea la bandera comunista, y todo el mundo, hasta nuestros chicos, tienen que llevar la bandera o insignia comunista.

y que muertes tan gloriosas no pasen desapercibidas. En fin, padre mío, no sigo más. Si nos vemos en la tierra, hasta que nos veamos; y, si no, adiós, Padre, hasta el cielo. Saludo afectuosísimo a todos los PP. y HH. Rueguen por nosotros por intercesión de nuestros mártires, para que el Señor nos dé lo que mas nos conviene y se compadezca de nuestros perseguidores y bendiga a nuestros bienhechores.

Adiós, Padre, adiós.

Bendiga a su afmo. y humilde hijo en Jesucristo.

Faustino de la virgen de los Dolores, escolapio.

P.D. Dicen que los cuerpos del P. Manuel y del Hno. David, a pesar de la leña y de la gasolina, no se queman. No puedo asegurar todavía nada, pero Dios es admirable en sus santos.