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Fusilamiento de bomberos en Chorrillos

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La tragedia del fusilamiento de los garibaldinos italianos

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Este relato hecho por sobrevivientes del incendio de Chorrillos, fue publicado en: Rivista Italo Peruviana di scienze, lettere, arti e varietà Anno X, 1922 Lima, 1ª e 2ª Quindicina di Gennaio 1922 Numeri 213-214 version original en italiano, traduccion de el Dr. Polverino de la Universidad de Pissa Italia)


"...Un grito desde lejos, como el cupo fragor que anuncia el terremoto, envuelve el pueblo, fragor y sibilantes, pues, fuego.

Lenguas de fuego y espirales de humo negro nacían por todas partes en el pueblo. La destrucción y la muerte bailaban. Un grupo de niños aterrorizados y atontados por el terror se volcaron gritando hacia el portón de la “Garibaldi”. ¡Bomberos! ¡Bomberos! nuestra casa arde. Todo arde y a todos matan, una vez entraron se dejaron caer al suelo como heridos. Bien, respondió el capitán Rossi, ¡Ya vamos! El sonido garibaldino llamó a todos. Una solo orden: salgamos todos con las mangueras; desde el mirador del cuartel donde, flojo y sin viento pendía la banderita de la compañía, se podía muy bien observar los rojos humos, que cada minuto, aumentaban entre tierra y cielo. En las plazas, por las calles, tétrica soledad; solo los plombos individuos corrían escalofriantes de una punta a la otra. Luca Chiappe, caporal de escaleras, jovencito casi un púber, habiendo visto arder la pulpería de su padre, en la esquina de la calle, quería de todas formas llevar allí los bomberos y apagar el fuego. Un grito del comandante lo paró en el impulso: ¡tú harás lo que yo diga! ¡Aquí todo se quema, y no solo la de tu padre!, el chico calló. Pero, recién salido abandonó la rueda que traía con los brazos y corrió con el aire a contener el fuego que devoraba la esquina. Atrás del vórtice de humo había podio ver la cara enloquecida de Zoraida, encerrada en casa y condenada ardía viva en el fuego.

... al doblar la calle del tren cerca de la maravillosa tienda que antes fue del cogorniense Queirolo, los bomberos empezaron a inundar el enorme incendio que ya se había propagado a toda la manzana. El crepitar del agua humosa sobre las ruinas, fue en seguida recubierto por gritos y disparos. Un gran número de lanceros aun con picos en la mano corrieron....

Zoralda, la estupenda hija de Ognio, de que estaba enamorado desde cuando ella vino de Italia. A Ognio se le habían adelantado. Estaba en el suelo a la entrada de la casa con el cráneo partido.

....A Chiappe le cayeron por en cima dos sargentos del “Buín” que le tiraron todas las balas de los fusiles: recogieron lo que quedaba de los muertos, se lo llevaron en frente al coronel Fuenzalida, jurando que habían sido asaltados por diablos vestidos de colorado. Un oficial sucio de vomito y de tierra del saqueo, vio a los bomberos con el gorro rojo, empezó a gritar y hacer ruido con la pistola: Los garibaldinos de Garibaldi nos atacan, y se escondió entre los suyos. Aun eran los tiempos en que el solo nombre de garibaldinos daba miedo.

Para mala suerte de ellos mismos salió la condena: ¡No somos garibaldinos, somos bomberos! ¡No atacamos a nadie!, se desnudaron los cuchillos delante de ellos para quitarles la vida. ¿Qué quieren los bomberitos?. Cazadores, militares de artillería, marineros chilenos del equipo, se juntaron.

Aparentemente, no se corría ningún riesgo. La manguera fue volcada.

La manguera se rompió con la caída y la ola de vapor ampolló a los más cercanos. Cipollini, Leopardi, Nerini, asfixiados, llevaron las manos a los ojos. No vieron los corvos que se alzaron debajo de sus gargantas.

Se les tiraron encima como serpientes inutilizando las mangueras cortándolas en piezas, fueron rotas con rabia. Los bomberos que estaban sentados y los que estaban atrapados entre las mangueras rotas y el fuego, fueron rodeados apuntándoles con las bayonetas y puestos presos. Los más alejados, tiraron el uniforme y consiguieron de escapar; la confusión era tal que nadie pudo verles. Un inmenso clamor cubrió los otros inmensos clamores: ¡Los garibaldinos prisioneros! ¡Garibaldi prisionero!

Estas palabras, las repitió tambien Pallora Renard. Un gran número de oficiales a caballo, que venían desde las defensas de Monterrico, sin saber ni preguntar nada, se pusieron a pegar a los inermes, y después, los ataron a las colas de los caballos y los tiraron por el suelo al galope en frente de Lynch, gritando ¡Francos tiradores Italianos!

De esta infamante acusación, dictada por todas la las iniquidades de la guerra y de la cobardía humana juntas, nunca se ha podido entender mucho. La legación italiana de Lima, el comandante de la Piro Corvetta Colombo, Jefe de la escuadra italiana anclada en el Callao, se enteraron tres días mas tarde. Ocho las victimas, fueron: Angelo Descalzi, Guiseppe Orengo. Egidio Valentino, Astrana Lorenzo, Paolo Marsano, Paolo Risso, Giovanni Pali, Filippo Bargna, acusados de alta traición, de haber usado las armas contra los militares chilenos; fueron fusilados la mañana del 14 de enero del 1881, atrás las puertas del Panteón del viejo Chorrillos.


Parte militar chileno de Francisco Barceló. Comandancia de la 2ª Brigada de la 3ª División Chilena, sobre la batalla de San Juan

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Lima, 20 de enero de 1881

“Me encaminé al morro i en el frente que se eleva sobre el mar encontré parte del batallón Caupulicón i regimiento Santiago, dándome cuenta, el comandante de este último, de los ataques que se relacionan en su parte adjunto, y me presentó 632 prisioneros; de ellos, 29 jefes y oficiales, 13 italianos y 590 soldados peruanos, i a mas un estandarte bordado sin nombre de cuerpo”.