La isla del tesoro (Manuel Caballero)
PROLÓGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA
En el campo abundantísimo de la moderna literatura inglesa, la casa de Appleton no ha tenido sino el embarazo de la elección, para decidir qué obra debería ocupar el segundo lugar en la colección de novelas inaugurada con el aplaudido "Misterio..." de Hugo Conway.
Roberto Luis Stevenson ha sido el autor elegido, y si la traducción no ha sido tal que borre todos los méritos del original, ya encontrarán no poco que aplaudir y más aún con que solazarse los lectores hispanoamericanos.
La Isla del Tesoro no tiene la pretensión de ser una novela trascendental encaminada á mejorar las costumbres ó censurar los hábitos de un pueblo. No entran en ella en juego todas esas pasiones candentes cuyo hervidero llena las modernas obras de ficción con miasmas que hacen daño. El lector que busca en libros de este género un mero solaz que refresque su espíritu, después de largas horas de un pesado trabajo moral ó material, no se verá aquí detenido por disertaciones inoportunas ni problemas ociosos. Nada de eso.
La Isla del Tesoro es una narración llana, un romance fácil, un cuento sabroso con un niño por héroe, y que, á pesar de sus peripecias dramáticas y conmovedoras, conserva en todo el discurso del libro una pureza y una sencillez tales que no habrá hogar, por mucha severidad que impere en él, del cual pueda desterrársele con razón.
Stevenson se propuso, además, describir con esa difícil facilidad que parece ser un secreto suyo, esas escenas y aventuras marinas en que el lector percibe, desprendiéndose de la sencilla narración, ya el olor acre de las brisas de la playa, ya el rumor de la pleamar deshaciéndose contra las rocas, ya el eco monótono de los cantos de marineros y grumetes empeñados en la maniobra.
La fábula es sencilla pero perfectamente verosímil; con sólo que se recuerden los horrores que realizaron en los mares que dividen el Antiguo del Nuevo Continente aquellas hordas de piratas ingleses que tantas veces abordaron las naos de Nueva España y del Perú, se comprende la posibilidad de ese feroz Capitán Flint que, tras de adquirir un tesoro por la rapiña y la audacia, lo esconde en el corazón de una isla desierta para excitar con él, á su muerte, la avaricia y la sed de oro de sus mismos cómplices.
La Isla del Tesoro ha sido juzgada de la manera más favorable por los más severos críticos ingleses, y es de esperarse que, salvo lo que pueda haberla depreciado la traducción, encuentre una acogida que corresponda al mérito del original, no menos que al empeño con que la casa de los Sres. Appleton han llevado á cabo la edición española.
Nueva York, Julio de 1886.
CAPÍTULO I: EL VIEJO LOBO MARINO EN LA POSADA DEL “ALMIRANTE BENBOW”
CAPÍTULO II: “BLACK DOG” APARECE Y DESAPARECE
CAPÍTULO III: EL DISCO NEGRO
CAPÍTULO IV: EL COFRE DEL MUERTO
CAPÍTULO V: DEL FIN QUE TUVO EL MENDIGO CIEGO
CAPÍTULO VI: LOS PAPELES DEL CAPITÁN
CAPÍTULO VII: SALGO PARA BRÍSTOL
CAPÍTULO VIII: LA TABERNA DE “EL VIGÍA.”
CAPÍTULO IX: PÓLVORA Y ARMAS
CAPÍTULO X: EL VIAJE
CAPÍTULO XI: LO QUE OÍ DESDE EL BARRIL
CAPÍTULO XII: CONSEJO DE GUERRA
CAPÍTULO XIII: CÓMO EMPEZÓ LA AVENTURA
CAPÍTULO XIV: EL PRIMER GOLPE
CAPÍTULO XV: EL HOMBRE DE LA ISLA
CAPÍTULO XVI: EL DOCTOR PROSIGUE LA NARRACIÓN Y REFIERE CÓMO FUÉ ABANDONADO EL BUQUE
CAPÍTULO XVII: EL DOCTOR, CONTINUANDO LA NARRACIÓN, DESCRIBE EL ÚLTIMO VIAJE DEL SERENÍ
CAPÍTULO XVIII: EN QUE CUENTA EL DOCTOR CÓMO CONCLUYÓ EL PRIMER DÍA DE PELEA
CAPÍTULO XIX: EL NARRADOR PRIMERO TOMA OTRA VEZ LA PALABRA—LA GUARNICIÓN DE LA ESTACADA
CAPÍTULO XX: LA EMBAJADA DE SILVER
CAPÍTULO XXI: EL ATAQUE
CAPÍTULO XXII: DE CUAL FUÉ EL PRINCIPIO DE MI AVENTURA
CAPÍTULO XXIII: EL REFLUJO CORRE
CAPÍTULO XXIV: EL VIAJE DEL “CORACLE”
CAPÍTULO XXV: ¡ABAJO LA BANDERA DEL PIRATA!
CAPÍTULO XXVI: ISRAEL HANDS
CAPÍTULO XXVII: “¡PIEZAS DE Á OCHO!”
CAPÍTULO XXVIII: EL CAMPO ENEMIGO
CAPÍTULO XXIX: OTRA VEZ EL DISCO NEGRO
CAPÍTULO XXX: BAJO PALABRA
CAPÍTULO XXXI: EN BUSCA DEL TESORO—EL DIRECTORIO DE FLINT
CAPÍTULO XXXII: LA VOZ DEL ALMA EN PENA
CAPÍTULO XXXIII: LA CAÍDA DE UN CAUDILLO
CAPÍTULO XXXIV: SE CUENTA EL FIN DE ESTA VERDADERA HISTORIA