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Mirando atrás desde 2000 a 1887 Capítulo 24

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Por la mañana bajé por las escaleras temprano con la esperanza de ver a Edith a solas. En esto, sin embargo, me vi decepcionado. No encontrándola en la casa, la busqué por el jardín, pero no estaba allí. En el trascurso de mi peregrinación, visité la cámara subterránea, y me senté allí para descansar. Sobre la mesa de lectura de la cámara había varios periódicos y publicaciones, y pensando que el Dr. Leete pudiera estar interesado en echar un vistazo a un diario de Boston de 1887, me llevé uno de los periódicos a la casa cuando regresé.

En el desayuno vi a Edith. Se ruborizó cuando me saludó, pero era perfectamente dueña de sí misma. Al sentarnos a la mesa, el Dr. Leete se divirtió inspeccionando el periódico que yo había traído. Había en éste, como en todos los periódicos de aquellas fechas, mucho acerca de los problemas laborales, huelgas, cierres patronales, boicoteos, los programas de los partidos de los trabajadores, y las salvajes amenazas de los anarquistas.

"Por cierto," dije, mientras el doctor nos leía en voz alta algunos de estos artículos, "¿qué parte tuvieron los seguidores de la bandera roja en el establecimiento del nuevo orden de cosas? Lo último que recuerdo es que estaban haciendo un ruido considerable."

"No tuvieron nada que ver excepto para dificultarlo, por supuesto," replicó el Dr. Leete. "Lo hicieron muy eficazmente mientras duraron, porque su charla repugnaba tanto a la gente como para quitar audiencia a los proyectos de reforma social mejor considerados. Subvencionar a estos individuos era una de las maniobras más taimadas de los opositores a la reforma."

"¡Subvencionarlos!" exclamé con estupor.

"Ciertamente," replicó el Dr. Leete. "No hay autoridad histórica hoy en día que dude de que estaban pagados por los grandes monopolios para ondear la bandera roja y hablar acerca de quemar, saquear, y hacer volar a la gente por los aires, para, alarmando a los tímidos, evitar cualquier reforma real. Lo que más me deja pasmado es que ustedes cayeran en la trampa sin sospechar nada."

"¿En qué se basa para sospechar que el partido de la bandera roja estaba subvencionado?" pregunté.

"Vaya, simplemente porque ellos deberían haber visto que por esos derroteros estaban haciendo miles de enemigos contra su profesada causa, por cada amigo. El no suponer que estaban contratados para dicho trabajo es atribuirles una inconcebible locura.[4] En los Estados Unidos, entre todos los países, ningún partido podía esperar inteligentemente que sus tesis triunfaran sin antes ganar para sus ideas a una mayoría de la nación, como el partido nacional hizo con el tiempo."

[4] Debo admitir por completo la dificultad de explicar los derroteros de los anarquistas bajo cualquier otra teoría que no sea que estaban subvencionados por los capitalistas, pero al mismo tiempo, no hay duda de que la teoría es completamente errónea. Ciertamente no era mantenida en su época por nadie, aunque pueda parecer tan obvia en retrospectiva.

"¡El partido nacional!" exclamé. "Debe de haber surgido después de mi época. Supongo que era uno de los partidos de los trabajadores."

"¡Oh no!", replicó el doctor. "Los partidos de los trabajadores, como tales, nunca podrían haber logrado nada a gran o permanente escala. A efectos de su alcance nacional, sus bases en tanto que meras organizaciones de clase, eran demasiado limitadas. Hasta que no se reconoció que una reordenación del sistema industrial y social sobre unas bases éticas más elevadas, y para una más eficiente producción de riqueza, era el interés no de una clase, sino igualmente de todas las clases, ricos y pobres, cultos e ignorantes, viejos y jóvenes, débiles y fuertes, hombres y mujeres, no hubo ninguna perspectiva de que pudiese lograrse. Entonces, el partido nacional surgió para llevarlo a cabo mediante métodos políticos. Probablemente tomó su nombre porque su objetivo era nacionalizar las funciones de producción y distribución. De hecho, no podía adecuadamente haber tenido ningún otro nombre, porque sus propósitos eran hacer realidad la idea de la nación con una grandiosidad y plenitud nunca antes concebida, no como una asociación de personas para ciertas funciones meramente políticas que afectasen a su felicidad sólo remotamente y superficialmente, sino como una familia, una unión vital, una vida en común, un poderoso árbol que tocase el cielo, cuyas hojas son su gente, alimentados por su savia, y alimentándolo a su vez. El más patriótico de todos los partidos posibles, buscaba justificar el patriotismo y lo elevó de ser un instinto a ser una devoción racional, haciendo que la tierra nativa fuese auténticamente una tierra paterna, un padre que mantuviese vivo al pueblo y no fuese meramente un ídolo por el cual se esperaba que muriesen."