Nota del autor

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Nota del autor
de Romildo Risso

     En ocasión de editarse esta obra mía reapareciendo yo como autor nativista, vinculado a la empresa cultural y patriótica que ustedes realizan, les ruego darme un espacio en lo que se publique para decir algo que fin ser indispensable, deseo expresar ahora con carácter de manifestación personal, y por razones también personales.

     En el culto a la tradición se retempla el amor a la patria. El "carácter nacional" sólo se logra por fijación del pasado como presencia espiritual en el alma del pueblo; en afirmación de virtudes, en realidad de fuerza moral que define sus rasgos y su esencia. (Agosto 27 de 1943).
     Esta es la más reciente expresión de mi pensamiento y mi sentir respecto al tradicionalismo como base y medio de cultura nacional. Base, en cuanto formación de naturaleza propia, configura una realidad definida en ser colectivo, con su carácter típico, por su manera y atributos: substancia y modo de nación auténtica en cualquier grado de evolución perfectiva. Medio, porque de la misma substancia.es el germen que, fecundado en los hombres, se hace amor entrañado y reverente; íntimo y personal sentir fortalecido por conciencia de responsabilidad y de fidelidad ante el genio de la Patria; pero asimismo, sentir de corazón abierto, porque en lo esencial de aquella naturaleza está, y se trasmite como por virtud genésica, el sentimiento fraternal.
     Así es la hermandad patriótica, cuando Patria es expresión genuina, en su sentido integral de nación, y en los hijos, en el alma de los hijos, el signo de filiación se perpetúa por herencia espiritual y por constancia de un idealismo armónico en querer todo y siempre, en proyección ascendente. Y, así es un pueblo, entidad por excelencia, y unidad por el fundente del amor, cuando siente su estirpe.
     Es mi convicción firmísima. Quizás más profundizada por los sacudimientos del ánimo en cada golpe aleccionador, de la experiencia.. Pero, ya, en mí, sin efecto útil, ni más resultado que el ahondamiento del sentir, en certeza plena.
     Por lo que es mí convicción, fué mi anhelo y laboré por él. Pero un anhelo sólo mueve a lo acción cuando hay creencia esperanzada: es el pulso del ideal.
     Prácticamente, mi producción literaria (nativista) cesó el 20 de diciembre de 1939, con el último de esos cinco libros que Uds. quieren publicar. Entonces, yo pretendía dedicarme a realizar mi obra, sintiendo que apenas había comenzado. Quizá, duran te unos dos años aún, vivo estaba ese propósito, y abiertas a la inspiración, contenida por mi voluntad, las rutas vistas en maduradas concepciones. Por ninguna de ellas dí un paso ni estoy en disposición de darlo.
     Nada interesa la explicación —aquí y ahora— sino, y por mi parte, la simple constancia de que les entrego mi producción nativista —que hoy es, para mí, obra pretérita —por lo que ya está dicho en mis cartas; bastando repetir esto:
     "... dejar mi obra en manos de todos ustedes, respetando el derecho de disponer de ella como de cosa propia y no mía. Representa (por la iniciativa de editar) la voluntad y el pensamiento de muchos que asignan a esa obra una función de bien para nuestros pueblos, hoy más que nunca necesitados de esa fuerza propia que es rasgo típico de nación, potencia inherente a toda auténtica personalidad colectiva destinada a sobrevivir. Yo también lo creo y sostengo que esa fuerza sólo puede venirnos de nuestra misma raiz bien metida en la tradición, nutriéndonos de todas las virtudes de nuestros hom-bres y de nuestra tierra. Unos y otros, allá y aquí: nosotros, en la igualdad del riesgo y del destino, y del querer acerar el alma de nuestros pueblos. En ello iba con mi ideal en ascuas... Me apagué. Pero a quienes iban conmigo desde el comienzo, no puedo quitarles eso de las manos y detenerlos, porque yo no puedo seguir." (Mi carta al Dr. Emilio San Juan, junio 24 de 1943).
     "Así, no hago más que entregarles mis armas que, por mí, ya para nada servirían. Ustedes me hacen el honor de recogerlas porque tienen viva la fe. Ojalá en sus manos y por ustedes valgan para salvar alguna cosa." (Mi carta a Eduardo A. Trejo. agosto 11 de 1943).
     Así sea.

Montevideo, setiembre 21 de 1943.