Romance de la hija del rey de Francia
Apariencia
De Francia partió la niña, de Francia, la bien guarnida; íbase para París, do padre y madre tenía. Errado lleva el camino, errada lleva la vía; arrimárase a un roble por esperar compañía. Vio venir a un caballero, que a París lleva la guía. La niña, desque lo vido, de esta suerte le decía: -Si te place, caballero, llévesme en tu compañía. -Pláceme, dijo, señora, pláceme, dijo, mi vida.- Apeóse del caballo por hacelle cortesía; puso la niña en las ancas y él subiérase en la silla. En el medio del camino de amores la requería. La niña, desque lo oyera, díjole con osadía: -Tate, tate, caballero, no hagáis tal villanía; hija soy de un malato y de una malatía; el hombre que a mí llegase, malato se tornaría. Caballero con temor palabra no respondía. A la entrada de París la niña se sonreía. -¿De qué vos reís, señora? ¿De qué vos reís, vida mía? -Ríome del caballero, y de su gran cobardía, ¡tener la niña en el campo, y catarle cortesía! Caballero con vergüenza estas palabras decía: - Vuelta, vuelta, mi señora, que una cosa se me olvida. La niña, como discreta, dijo: -Yo no volvería, ni persona, aunque volviese, en mi cuerpo tocaría: hija soy del rey de Francia y la reina Constantina, el hombre que a mí llegase muy caro le costaría.