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CAPÍTULO XXV.
dido capitan, no pintándolos, ni descubriéndolos[1] como ellos fueron, sino como habian de ser, para dejar ejemplo á los venideros hombres de sus virtudes. Desta mesma suerte Amadis fué el norte, el lucero, el sol de los valientes y enamorados caballeros, á quien debemos de imitar todos aquellos que debajo de la bandera de amor y de la caballería militamos. Siendo pues esto así como lo es, hallo yo, Sancho amigo, que el caballero andante que mas le imitare, estará mas cerca de alcanzar la perfeccion de la caballería: y una de las cosas en que mas este caballero mostró su prudencia, valor, valentía, sufrimiento, firmeza y amor, fué cuando se retiró desdeñado de la señora Oriana, á hacer penitencia en la Peña Pobre, mudando su nombre en el de Beltenébros, nombre por cierto significativo y propio para la vida, que él de su voluntad habia escogido: así que me es á mí mas fácil imitarle en esto, que no en hender gigantes, descabezar serpientes, matar endriagos, desbaratar ejércitos, fracasar armadas y deshacer encantamentos: y pues estos lugares son tan acomodados para semejantes efectos, no hay para que se deje pasar la ocasion que ahora con tanta comodidad me ofrece sus guedejas.—En efecto, dijo Sancho, ¿qué es lo que vuestra merced quiere hacer en este tan remoto lugar?—¿Ya no te he dicho, respondió Don Quijote, que quiero imitar á Amadis, haciendo aquí del desesperado, del sandio y del furioso, por imitar juntamente al valiente Don Roldan, cuando halló en una fuente las señales de que Angélica la Bella habia cometido vileza con Medoro, de cuya pesadumbre se volvió loco, y arrancó los árboles, enturbió las aguas de las claras fuentes, mató pastores, destruyó ganados, abrasó chozas, derribó casas, arrastró yeguas, y hizo otras cien mil insolencias dignas de eterno nombre y escritura? Y puesto que yo no pienso imitar á Roldan, ó Orlando, ó Rotolando (que todos estos tres nombres tenia), parte por parte en todas las locuras que hizo, dijo y pensó, haré el bosquejo como mejor pudiere en las que me pareciere ser mas esenciales, y podrá ser que viniese á contentarme con sola la imitacion de Amadis, que sin hacer locuras de daño, sino de lloros y sentimientos, alcanzó tanta fama como el que mas.—Paréceme á mí, dijo Sancho, que los caballeros que lo tal ficieron, fueron provocados y tuvieron causa para hacer esas necedades y penitencias; pero vuestra merced ¿qué causa tiene para volverse loco? ¿Qué dama le ha desdeñado? ¿Ó qué señales ha
  1. Con mas propiedad se diria describiéndolos, y acaso se diria así en al original del autor.