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A secreto agravio, secreta venganza/Jornada 3/Escena VI

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Jornada tercera

Escena VI

DON LOPE

  ¡Válgame el cielo, ¿qué es esto
por que pasan mis sentidos?
Alma, ¿qué habéis escuchado?
Ojos, ¿qué es lo que habéis visto?
¿Tan pública es ya mi afrenta,
que ha llegado a los oídos
del rey? ¿Qué mucho, si es fuerza
ser los postreros los míos?
¿Hay hombre más infelice?
¿No fuera mejor castigo,
¡cielos!, desatar un rayo,
que con mortal precipicio
me abrasara, viendo antes
el incendio que el aviso,
que la palabra del rey,
que grave y severo dijo
que yo haré falta en mi casa?
Pero ¿qué rayo más vivo,
si fénix de las desdichas,
fui ceniza de mí mismo?
Cayeran sobre mis hombros
esos montes y obeliscos
de piedra, fueran sepulcros
que me sepultaran vivo.
Menos peso fueran, menos,
que esta afrenta en que he caído,
a cuya gran pesadumbre
ya desmayado me rindo.
¡Ay, honor, mucho me debes!
Júntate a cuentas conmigo.
¿Qué quejas tienes de mí?
¿En qué, dime, te he ofendido?
Al heredado valor,
¿no he juntado el adquirido,
haciendo la vida en mí
desprecio al mayor peligro?
¿Yo, por no ponerte a riesgo,
toda mi vida no he sido
con el humilde, cortés,
con el caballero, amigo,
con el pobre, liberal,
con el soldado, bienquisto?
Casado, ¡ay de mí!, casado,
¿en qué he faltado?, ¿en qué he sido
culpado? ¿No hice elección
de noble sangre, de antiguo
valor? Y ahora a mi esposa,
¿no la quiero?, ¿no la estimo?
Pues si yo en nada he faltado,
si en mis costumbres no ha habido
acciones que te ocasionen,
con ignorancia o con vicio,
¿por qué me afrentas?, ¿por qué?
¿En qué tribunal se ha visto
condenar al inocente?
¿Sentencias hay sin delito?
¿Informaciones sin cargo?
Y sin culpas, ¿hay castigo?
¡Oh locas leyes del mundo!
¡Que un hombre, que por sí hizo
cuanto pudo para honrado,
no sepa si está ofendido!
¡Que de ajena causa ahora
venga el efecto a ser mío
para el mal, no para el bien,
pues nunca el mundo ha tenido
por las virtudes de aquél
a éste en más! Pues ¿por qué (digo
otra vez) han de tener
a éste en menos, por los vicios
de aquella que fácilmente
rindió alcázar tan altivo
a las fáciles lisonjas
de su liviano apetito?
¿Quién puso el honor en vaso
que es tan frágil? ¿Y quién hizo
experiencias en redoma,
no habiendo experiencia en vidrio?
Pero acortemos discursos;
porque será un ofendido
culpar las costumbres necias,
proceder en infinito.
Yo no basto a reducirlas
(con tal condición nacimos),
yo vivo para vengarlas,
no para enmendarlas vivo.
Iré con el rey, y luego
volviéndome del camino
(que ocasión habrá), también
la tendré para el castigo.
La más pública venganza
será que el mundo haya visto.
Sabrá el rey, sabrá don Juan,
sabrá el mundo, y aun los siglos
futuros, ¡cielos!, quién es
un portugués ofendido.

 (Vase.)

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