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Baladas españolas/El remo roto

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A ella


I
De blanco vestida,
de flores ceñida
la sien virginal,
va al templo Rosana,
la linda aldeana:
su madre detrás.

La tierna cordera
su ofrenda primera
le lleva al Señor.
El pan rubicundo,
el huevo fecundo,
su fiel corazón.

Ofrenda sublime,
que, culpas redime
si en ella las hay.
Por tierna y por pía
Dios mismo la envía
un beso de paz.

Simón, el barquero,
arrimase artero
do pasan las dos.
«-¿Por qué no oyes misa?»
con dulce sonrisa
la niña esclamó.

«Dios todo lo abarca,
»Y a salvo tu barca
»al puerto traerá.
»En él pon la idea
»que viento y marea
»propicios harás.»

Mirola el barquero
rendido y artero,
doblada la sien.
Sonó la campana,
y niña y anciana
entraron sin él.


II
Bramó la tormenta
con furia violenta:
silbó el huracán.
El ola bravía
rugiendo quería
tragarse el altar.

Del templo la cúpula
relámpago lívido
ceñía en redor.
Las cándidas jóvenes,
los justos decrépitos
invocan a Dios.

Simón solamente,
serena la frente,
risueña la faz,
De gozo está henchido
a cada bramido
de la tempestad.

Penetra al sagrado
con pie apresurado:
Rosana está allí.
¡Profano! ¡maldito!
le arrastra el delito.
¡Rosana infeliz!

Del cierzo las ráfagas
confunden y llévanse
un beso y un ¡ay!
La lámpara trémula
de luz melancólica
se apaga a la par.


III
Entre espuma
deslumbrante
baja y sube
vacilante.
¿Es la pluma
de ave osada,
por el rayo
derribada?
¿es la nube
disipada
por el viento?
En el cárdeno
elemento
honda estela
señalada,
va dejando.
-Vuela, vuela,
vil barquilla,
mientras corre
por la orilla,
la cuitada
viejecilla
separada
de su amor.
Parte, parte
que a los cielos
sus consuelos
pide airada,
y a matarte
va su furia
desatada.
Parte, parte,
novio artero,
vil barquero,
vil Simón.
Como el lobo
con la oveja,
con tu robo
deja, deja,
estas tristes riberas, ladrón.

¿No la escuchas
invocando
los castigos
del Eterno
para ti?
¡y sonríes
blasfemando
con sonrisa
del infierno,
que trae veloz el huracán aquí!

Cuando tienes
a tus plantas
el averno,
¿no te espantas?
Los vaivenes
que te empujan,
y te elevan,
y te estrujan,
y te llevan
como en alas
infernales
a placer,
¿no te gritan:
-«Nada vales;
»no me igualas;
»tus blasfemias
»no me irritan
»de tu empeño
»yo me río;
»soy el dueño;
»eres mío.
»Ven, esclavo,
»que por oro,
»ni por plata
»se rescata;
»ven, acata
»mi poder.
»Soy concento
»misterioso
»de un acento
»poderoso:
»si desatan mis iras el viento,
»ese abismo te puede sorber.»

SIMÓN (en alta mar.)
¡Que brame la tempestad
y se estrelle en mi cabeza!
Al mar vence mi destreza,
y al cielo mi voluntad.
Del mundo y del cielo
aquí es toda memoria vana:
tengo en mi barco a Rosana,
mundo y cielo para mí.
Ante el altar del Señor
desmayada te miré,
¡amor mío! y te robé
para el altar de mi amor.

LA VOZ DE LA TORMENTA
Simón, boga, boga,
que el mejor marinero se ahoga.

LA VOZ DE LA CONCIENCIA
¿Altar tu amor? más ínclitos altares
al ímpetu cayeron de los mares.

LA ANCIANA (de rodillas en la playa.)
¡Permita Dios que te veas,
marinero desleal,
a la puerta de los cielos
y no te dejen entrar!

LA CAMPANA DE LA ALDEA
Vecinos, ¡acudid!
¡perseguid
al ladrón....!
dilín, dilón.

SIMÓN
A rebato la campana
toca, toca:
viejecilla casquivana
pobre loca,
no te canses de tocar:
¿me robarás a Rosana
cuando me protege el mar?

LA ANCIANA
El día que te parí,
bien te lo decía yo.
¡Qué desdichada has de ser,
hija de mi corazón!

SIMÓN
Boguemos, boguemos
que vuelen los remos.

LA VOZ DEL MAR
Simón, boga, boga,
que el mejor marinero se ahoga.

SIMÓN
Ya la tierra no se ve;
entre Rosana y mi amor
ya el obstáculo quité...
Para adorarla mejor
despacio la miraré.

El rostro descolorido...
el corazón apagado
bajo mi mano ha latido...
ave, el nido te he robado,
pero te daré otro nido.

Un nido sobre la espuma
del mar, mecido en sus brazos
ligero como una pluma,
atado con dulces lazos
a las alas de la bruma.

Un nido lleno de amor,
de los cielos suspendido
para delicia mayor,
con que verás al Señor
al reclinarte en tu nido.

¡Y qué lindas barcarolas
oírte cantar espero
al arrullo de las olas,
mientras tu fiel marinero
las va repitiendo a solas!

Aquí solo envidiaré
al rubio sol que te ve,
al aire que te acaricia,
y al mar que lame tu pie
con amorosa delicia.

Boguemos, boguemos,
que vuelen los remos.

LA VOZ DE LA PLAYA
¡Ay del que se duerme en brazos del mar!
¡ay del que despierta en la eternidad!

SIMÓN
Respira al fin, corazón,
que tu triste condición
se va a mudar desde ahora;
ayer de Simón señora,
hoy esclava de Simón.

Serán cadenas de flores
Rosana, dulce embeleso,
tu libertad nunca llores,
que yo también vivo preso
en la red de tus amores.

EL ÚLTIMO ECO DE LA PLAYA
¡Maldito! ¡maldito!

SIMÓN
Me asusta ese grito.

LA CAMPANA
Vecinos, acudid,
perseguid
al ladrón...
dilín, dilón.

LA ÚLTIMA VOZ DEL MAR
Simón, boga... boga...
que el mejor marinero se ahoga.

SIMÓN
Boguemos, boguemos,
que vuelen... -¡Maldición!...
Crugen los remos;
brama iracundo el noto,
montes alzando de rizada espuma,
y entre la densa bruma
un remo yace sobre el agua roto.
El pobre marinero,
rendida el alma a la mortal congoja
del otro remo entero
con el ayuda a navegar se arroja.

Y rema, y reina, y gira
en fiero remolino,
como la pobre mente que delira
razón perdida y tino;
como del plomo artero
águila herida los espacios hiende,
y ora el vuelo rastrero,
ora hasta el solio del Señor lo tiende.
Nube espiral del humo de la vida
al cierzo destructor desvanecida.

En círculos de plata
el barco aprisionado,
si a veces los desata
torna a girar con golpe redoblado.
Y el remo roto que en el agua flota
parece que murmura:
-«Soy la cadena rota
»de tu crimen, Simón, y tu ventura.»

SIMÓN (ahogándose.)
¡Ay! ¡maldición!

LA CAMPANA (a lo lejos.)
Dilín, dilón.

Ondas, espumas, vientos,
contra el pobre galán se conjuraron,
y cual tigres hambrientos
su barca y sus amores devoraron.
Diz que del remolino
rauda brillante estrella
surgió, calmando el ímpetu del noto,
y desde el remo roto
al cielo por incógnito camino,
con el alma voló de la doncella.