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Del origen del nombre de Chile

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A MI QUERIDO PRIMO I AMIGO


Benjamin Vicuña Solar






DEL ORIJEN
DEL
NOMBRE DE CHILE.
(Pedro Calvo Barrientos.)


«El oríjen del nombre ele Chile, así como la procedencia de sus primitivos y pobladores, se ocultan en los misterios de los países lejanos, i ya ninguna coyuntura bastará a explicarlas satisfactoriamente.»—(Astaburuaga, Diccionario Jeográfico de Chile, páj. 108.)

«Cuando llegaron los primeros Españoles a nuestra costa preguntando por el nombro del pais a un ludio, les contestó éste Berú; luego mirando al rio dijo Pelú i señalando después a los extranjeros el interior del pais, Pirú; que entonces los dichos Españoles respondieron: «Acabemos! por aquí todo es Perú.»—De esta ocurrencia graciosa vino el nombre que actualmente tiene nuestro pais;»—(Paz Soldan, Jeografia del Perú, vol. I, páj. XXVIII.)

«I dando órden de pasar a aquella parte, fueron algunos a ver le disposicion de la tierra; i el primero que saltó en ella fue Sancho del Campo, el cual, vista la pureza de aquel temple i su calidad i frescura, dijo:— "Qué Buenos Aires son los de este suelo; de donde se le ha quedado el nombre.»—(Rui Diaz de Guzman, La Arjentina, páj. 36.)

«Te hacemos saber que lejos de nuestra Tierra, entre el Sur i el Poniente está un gran Rey no llamado Chili poblado de mucha Gente.»—(Garcilasso de la Vega, Comentarios Reales, parte I, páj, 164.)

I

Encubre los oríjenes de todo lo que rodea al hombre un velo misterioso que desde la cuna al sepulcro nos afanamos en descorrer. El niño, el sacerdote, el sabio esclarecido, el burdo labriego, pagan su tributo de empeño i curiosidad a ese sentimiento innato, que es la cuna verdadera de la sabiduría i de la historia. En donde quiera que encontramos a uno de nuestros semejantes, en un viaje, en el paseo, en el asiento de un tren, en la puerta del templo, en el recinto del hogar, el primer impulso a que obedecemos casi instantáneamente, es al de la investigación de su nombre, su procedencia, su condicion. Análoga i aun mas viva curiosidad nos mueve cuando se trata de las colectividades humanas que se llaman paises, o cuando hacemos simplemente memoria de un valle, de un desierto, de una roca. Hombres verdaderamente ilustres ha habido en nuestro siglo que han consagrado toda su noble vida i aun han hecho jeneroso i sublime holocausto de ella, como Mungo Park en el Niger, i Livingstone en el Nilo, para descubrir el oríjen de un rio, que ha sido i es hasta el presente un doble secreto de la historia i de la jeografía.


II


Obedeciendo a ese impulso comun e irresistible, iniciamos nosotros esta serie de ensayos sobre nuestro pais en este breve estudio relativo al oríjen verdadero de su nombre; cuestión que hasta aquí ha sido tratada solo bajo el punto de vista de la fábula o de la poesía.

Desechamos, en consecuencia, desde luego como una simple invencion de la fantasía del vulgo, la conseja acojida por el crédulo Molina i otros cronistas, que atribuyen la derivación del nombre de «Chile» a la articulacion casual de un humilde pajarillo de nuestra zona—el tril,—que ni siquiera modula su insípido canto con ese sonido. Por otra parte, el chillido gutural propio de la organización anatomica de la estrecha larinje de las aves i de su acerado pico, sonido que podria remedar con alguna propiedad el nombre peculiar de nuestro suelo, es comun en ciertos casos a casi todas las aves, desde el buho a la gallina, especialmente cuando se irritan o defienden.

De todas maneras, ese jénero de descubrimientos i de inducciones ha pertenecido en todos los paises a su mitolojía, nunca a su historia.


III


Mas, a fin de que acertemos a esplicar con claridad la derivación lójica de la denominación con que hemos tomado nuestro puesto entre las naciones, será preciso que recordemos un momento cuál era la organización aboríjene de nuestro territorio.

No existia, propiamente, en la angosta faja de tierra que hoi habitamos entre el Pacífico i los Andes, una verdadera nacion, grande ni pequeña, ni en la época puramente aboríjene ni en la incarial que le sucedió, cuando los emperadores peruanos dominaron nuestros valles hasta el Maule. Al contrario, los habitantes que poblaban los últimos, componian tribus aisladas que, léjos de confederarse para constituir un cuerpo de nacion, como las razas sometidas a los señores del Cuzco, vivían entre sí en perpetua hostilidad, ya de un valle a otro valle, ya en el seno mismo de sus escasos sembradíos, a la lengua de sus rios. Tal era la organizacion de los siete angostos valles que se estendian al norte del Mapocho:—el de Copayapo, el del Guasco, el de Coquimpu, el de Limari, el de Choapa, el de Lua (Ligua) i el de Canconicagua. Por ésto, cuando Almagro penetró en el primero de los parajes que acabamos de nombrar, hallábanse sus habitantes envueltos en sangrientas guerras intestinas. I esto último acontecia a la vez en el postrero de aquellos valles, ocurriendo la circunstancia estrasordinaria i desconocida casi del todo hasta el presente, que el caudillo de los últimos era un español, predecesor de Almagro en el descubrimiento i la conquista.


IV


Por estas circunstancias de luchas continuadas i de aislamiento profundo, esplícase hoi la estremada escasez de poblacion, que hizo de la primera ocupacion del territorio un hecho llano para un puñado de aventureros.«Desde Copayapo hasta Maule—decia Pedro de Valdivia en una carta recientemente descubierta—habrá agora quinze mil indios, porque la guerra, hambres i malas venturas que han pasado, se han muerto i faltan mas de otros tantos» [1]

I a ese mismo esparcimiento de raquíticas tribus enemigas debe atribuirse la carencia de un nombre colectivo para significar el conjunto de una nacion que en realidad no existia sino en jirones. Por ésto observa con admirable sagacidad el inca Garcilaso, "que aquellas tribus no tuvieron en su lenguaje nombre jenérico para nombrar en junto los Reynos i Provincias, como decir «España,» «Italia» o «Francia,» que contienen en sí muchas provincias. Supieron solo nombrar cada Provincia por su propio nombre» [2].

Este juicio del historiador indíjenaes una verdad profundamente histórica i jeográfica. Chile no existia ni como nacion ni como territorio. O mas propiamente, a ejemplo de algunos de nuestros rios que van mudando de nombre según la zona que atraviesan, la montaña, el valle central o la cadena de la costa, así aquel recibia diversos nombres comarcanos inconexos. En la cabecera austral del desierto de Atacama, Chile llamábase únicamente Copayapo; tres grados más al sud asumia la denominación Coquimpu, i en la medianía de su lonjitud conocida, apellidábanlo sus dispersos moradores Canconicagua.

I esta organización política i social de los aboríjenes, que es estensiva a todas las poblaciones de la América española en la época de la conquista, esplica la fortuna i la rapidez de la última. Si en lugar de míseros caciques, las Indias hubiesen estado repartidas entre feudatarios, como los khans de la Tartaria, los emires árabes, o siquiera como entre los perezosos pero opulentos i obedecidos nababs de la India, mui diverso habria sido el éxito de las armas españolas. La Araucanía, que no es propiamente una nacion unitaria, sino una confederacion militar de tribus aisladas i bárbaras, mas o ménos compacta, es todavía un vivo ejemplo de lo que asentamos.


V


Hemos dicho que el último de los valles setentrionales de nuestro territorio, caminando al sud, tenia el nombre de Canconicagua. Pero éste era solo la designacion local i lugareña de aquel sitio. Su nombre jenérico i esterior, jeográfico i político, era el de Chilli, sin duda por el apellido de algun cacique poderoso que en él tuvo mando i le legó su nombre, como aconteció en la mayor parte de los bautizos de la conquista. Los valles de Cachapoal, Tinguiririca, Ñuble, Maule, Mulchen i muchos otros derivaron, por ejemplo, sus nombres de los caciques Cachipoal, Tintililica, Nuble, Maule, Molchen, que los españoles encontraron en actual ocupacion del territorio.

Otro tanto habia acontecido en el resto de la América.

Los caciques Panamá, Bogotá, Popayan, Buga, Tumaco, Taboga, habian ido trasmitiendo sus nombres a ciudades, a comarcas, a paises; sistema de denominaciones completamente natural que nosotros hemos copiado con fidelidad en nuestras designaciones lugareñas:—«lo de Castillo,» «lo de Herrera,» lo de Aguila,» «lo de Nos,» «lo Recabarren,» «lo Contador,» nombres todos de encomenderos, ya que no de caciques, en el solo distrito de Santiago.

Mas, volviendo a la adjudicacion especial del nombre de Chilli al valle de Canconicagua, no cabo la menor duda sobre su autenticidad, porque así lo asienta Valdivia mismo cuando, hablando del valle del Mapocho, dice que «es doce leguas mas adelante de Canconicagua, que el adelantado Almagro llamó el valle de Chille» [3].

I si tal no lo hubiera denominado el predecesor de Pedro de Valdivia, los secuaces de aquel bravo i desventurado caudillo habrian bastado para hacer imperecedero ese nombre, porque desde que Juan de Rada mató a Francisco Pizarro, los almagristas fueron solo conocidos con el nombre, lastimero entónces, terrible mas tarde, de:—«los de Chile».


VI


Por otra parte, el nombre primitivo de Chile, aplicado lugareñamente al rio i valle que hoi ha recuperado por entero i oficialmente su denominacion primitiva de Aconcagua, se mantuvo incólume durante siglos, aun despues de haberse jeneralizado esa denominacion aplicada a todo el pais. Así vemos que dentro de los primeros quince años de la conquista (octubre 9 de 1556), se concedia pertenencias de tierras al conquistador Francisco de Riveros en el «Rio de las Minas» (Malga-Malga), «hácia el valle de Chile,» es decir, en la direccion de Quillota i de Limache, que se consideraban como apéndices de aquel valle. En un documento de 1614, encontramos mejor precisada todavía esta circunstancia, porque un vecino de Aconcagua llamado García Carvajal, declara en un instrumento público otorgado en Santiago ante Bartolomé Maldonado, el 27 de octubre de aquel año, que «es vecino encomendero de la provincia de Chille i residente al presente en la ciudad de Santiago».

Esto, respecto de la parte superior del valle de Aconcagua.

Pero otro tanto acontecía en su parte inferior, que se estendia desde la punta de Llai-Llai basta el Pacífico. Así los frailes de San Francisco en Santiago, recordando al rei, en una carta fechada el 14 de agosto de 1666, el destierro a Quillota que el presidente Meneses impuso con injusticia al oidor Peña Salazar, dicen que «le desterró a la provincia de Chille». Igual espresion usa el fiscal Muñoz i Cuéllar en una comunicacion contemporánea de esta última i del mismo jénero [4].

VII


En consecuencia, durante los tres siglos del coloniaje, Chile, en un sentido local, era peculiarmente el valle de Aconcagua. Solo por estension jeográfica, de hábito i de gobierno, ese mismo nombre aplicábase al resto del pais.

I tan arraigados han vivido esta clasificacion i apellido en la memoria del pueblo, que aun hoi mismo, así como las jentes rudas no conocen la parte setentrional del pais sino con la espresion tradicional de los «lados de Abajo,» i los del sud con la de los «lados de Arriba,» así la rejion central i especialmente la ocupada por la capital i sus valles tributarios, se llama todavía Chile. Marchar a Santiago se dice hoi, desde el Bio-Bio al sur, «ir a Chile,» i aun entre los indios salvajes o semi-civilizados se emplea exactamente la misma locucion. Conocida es tambien la jactancia jeográfica de aquel oficial del ejército chileno, hijo de Rancagua, que hizo la campaña de Yungay, i que en las tertulias de Lima, donde era burlescamente interrogado, contestaba siempre: —«que era nacido en un pueblo veinticinco leguas mas allá de Chile»...

Notó con cierto enfado esta estraña anomalía de lenguaje un terco ingles, ajente de empréstitos, que visitó a Santiago en 1823, viniendo por el camino de Mendoza, Santa Rosa i Colina. I como a cada paso de su mula oia preguntar «lo que faltaba para Chile,»—o cuánto habian tardado en el camino los arrieros que «venian de Chile»—o «cómo estaba Chile»-—esclama con cierta espiritualidad en el libro que sobre su viaje escribiera, que eso era tan impertinente, como si alguno que fuera llegando a Lóndres por Kensiugton preguntase:—«¿Cuánto falta para llegar a Inglaterra?» [5]


VIII


Tenemos ya adquirido como cierto i comprobado, que el nombre de Chile fué local, como el de Copiapó o el de Limarí, el del Maule o el de Itata, i que así como cupo aquella designacion a nuestro suelo, pudo haberle pertenecido la de aquellos u otros valles. Chile era, en la época aboríjene, esclusivamente el valle que riega el rio de Aconcagua, desde sus cabeceras andinas hasta el mar.


IX



Los valles setentrionales eran, en efecto, estrechos, pobres, barridos alguna vez por turbiones i escasísimos en poblacion. No se hallaba desde tiempos remotísimos en tales condiciones el populoso valle de Chilli, con su abundante rio, sus fértiles terrenos de aluvion, sus valles laterales i abrigados como las ensenadas de Llai-Llai, Catemu i Purutun, i especialmente con sus ricos veneros de oro que cubren todavía la vasta estension de la provincia de Aconcagua, desde Petorca a Catapilco i desde las opulentas laderas de Malga-Malga (anexadas hoi a Valparaiso) hasta la famosa mina de las Amazonas en la Ligua. Por ésto los historiadores antiguos afirman que casi todo el oro del tributo del Inca era del valle de Chilli; i de sus catas i lavaderos indudablemente provenian las catorce arrobas de purísimo metal en tejos, marcados con el seno de una mujer, que Almagro encontró, segun Rosales, en Tapiza.


X


La fama de tan abultada riqueza i del temple de aquella comarca, vasta, poblada i abundosa en metales, atravesó la distancias con el trascurso de los años, i así el nombre local de Chilli fué amoldándose poco a poco a los territorios subalternos que lo rodeaban, sin llegar a formar por ello la denominacion unitaria de un pueblo, sino el de una imperfecta confederacion de tribus. Por ésto cuenta Garcilaso, que cuando el Inca Viracocha, octavo rei de su raza visitó, siglo i medio ántes del descubrimiento de Chile por los europeos, sus provincias de Tarapacá, recientemente conquistadas por sus armas, se le presentaron ciertos embajadores Tucumas (del Tucuman) i le dijeron:—«Te hacemos saber que léjos de nuestra Tierra, entre el Sur i el Poniente, está un gran Reyno llamado Chili, poblado de mucha Gente; con los cuales no tenemos comercio alguno, por una gran cordillera de Sierra nevada que ay entre ellos i nosotros; mas la relacion tenemos la de nuestros Padres i Abuelos. I pareciónos dártela para que ayas por bien de conquistar aquella Tierra» [6].

Tal fué el oríjen del descubrimiento, conquista i avasallamiento incarial de los valles de Chile, que con veinte mil hombres i en seis años de campañas, o mas bien, de marchas, consumó el famoso Sinchirucha, jeneralísimo del inca Yupanqui, «acompañado de dos maeses de campos (lugar-tenientes) del linaje de los incas—agrega Garcilaso—que no saben los indios decir como se llamavan». Herrera acoje esta misma version, atribuyendo la jeneralizacion de aquel nombre a la guerra mas que al oro, i de esta misma opinion fué el famoso viajero Frezier al tratar esta cuestión [7].

I de esta suerte queda establecido el hecho histórico de que fué la conquista incarial la primera que generalizó el nombre comarcano de Chile o Chilli a todos los territorios que, desde el despoblado de Atacama al sud, ocuparon sus armas. Cuando los castellanos penetraron en el Perú i en el Plata, i dieron a sus parajes nombres tan efímeros i caprichosos como los que ya ha consagrado la historia i el hábito de cerca de cuatro siglos, el ignoto Chile tenia adquirido, por tanto, un nombre fijo i preciso. No es por ésto del todo exacta la aseveracion de Valdivia, cuando afirma que Almagro dió al valle de Aconcagua el nombre de Chile. Hacia mas de un siglo que éste era ya un nombre jeográfico en las Indias.


XI


Surje aquí una cuestion curiosa, poro mas de idioma que de jeografía, i es la de averiguar la significacion posible del nombre de Chile.—¿Es una palabra chilena? Es un vocablo peruano? Es un término jenérico que no significa nada determinadamente i que, por lo mismo, se encuentra esparcido en diversos parajes de la América i aun en otros continentes?

Es tal vez la última la mas acertada solucion de este problema. Pero habria asimismo razones considerables de induccion i de analojía para pensar que ese vocablo se asimiló en el Perú, o tuvo de antemano afinidades positivas en el idioma quichua.


XII


Antes de todo, preciso es dejar establecido que el nombre verdadero, antiguo e indíjena era Chilli, dulcificado en la sonora i blanda garganta de la lengua castellana en el de Chile, i a veces, en el principio, con el mas apacible todavía de Thile.

I aquí vale con mucho la pena de ser anotada una circunstancia al parecer trivial, pero que en realidad no lo es sino mui interesante i filosófica ante la historia i la lingüística. Tal es la de que, habiendo sido el antiguo i primitivo nombre de nuestro país Chilli i por síncope Chili, ese es el que han conservado los europeos en sus idiomas, i especialmente los ingleses, que nunca dicen sitio Chilé i los franceses Chilí. La e final vino esclusivamente de la modulacion española, i de aquí pasó al italiano, en cuya lengua se pronuncia i aun se escribe en ocasiones nuestro nombre de nacion así:—el Kile.


XIII


Volviendo ahora al camino de la investigacion lingüística, aparece que el nombre de Chile encuentra infinitas analojías i aun perfectas sinonimias en diversos parajes del Perú. Así tenemos el nombre de Chilia en un pueblo de la provincia de Chachapoyas, marcado en el mapa del Perú de Paz Soldan, e idéntico nombre en un curato de la provincia de Pataz, departamento de la Libertad.—Otra aldea de Chachapoyas lleva el nombre de Chili-pin, análogo a las cerrilladas de Quili-pin, que se levantan entre Linares i el Parral.

Esto con relacion a la zona del Norte.

Pero al sud del Perú, las similitudes aparecen con mas frecuencia i mas viva analojía. De esta suerte, podemos enumerar los parajes de Chila-hoyo, posta cerca de Puno; Thili-vichi, pequeña hacienda entre Tacna i Tarapacá, en cuyo caserío falleció el memorable mariscal Castilla; Pacon-chile, en el valle de Lluta, cerca de Bolivia; i por último, Chili-gua, que corresponde casi a nuestro Chilli-hue, en Caupolican, i cuyo lugar es una cordillera fríjida entre Puno i Arequipa [8].

Pero donde el nombre de Chile está entero i perfecto, es en el famoso rio de la última ciudad que baña el pié del Misti i deleita despues el hermoso valle de Vito, uno de los mas encantadores oasis del Perú:—el rio Chile.


XIV


¿Querríamos, por ésto, decir que la etimolojía de Chilli es de procedencia quichua? De ninguna manera; porque esa misma palabra abunda, i con mas acentuacion i semejanza, en diversos parajes de nuestro propio territorio, los unos remotos, los otros centrales. Así, en el grado 39, entre los rios Tolten i el Cautin, tenemos el lago i el rio de Chille, i a orillas del Mataquito, el cerro de Chili-pirco, en que pereció el heróico Lautaro [9].

El valle de Chilli-hue, en. el departamento de Caupolican, forma una frase completa del idioma araucano, de chilli—nombre del pais— i de hué, cosa o péndice de algo, como Chili—hué (Chiloé), que significa «apéndice o dependencia de Chile».


XV


Pero donde se reproduce con mas frecuencia esta peculiar articulacion, es en las vecindades mismas del antiguo valle de Chille. Así tenemos un paraje en la Ligua que se llamaba, hace uno o dos siglos, «las majadas i asiento de Chille-cauquen,» i este es el nombre actual i preciso de una de las mejores haciendas de secano del departamento de Quillota,—Chilli-cauquen, donde el vocablo Chilli está íntegranmente conservado.

I aquella misma ciudad, ¿no tuvo tal vez un nombre análogo alterado por la peculiar modulacion española,—Chillota?—En la vecindad de la ciudad de Puno, en los fríjidos, páramos del Perú, existe todavía un lugarejo que lleva el nombre de Chilota.


XVI


La palabra puramente indíjena de chilli-cauquen merece una observacion por separado, porque tal vez la etimolojía del valle de Chile está vinculada a su significado. Chilli, en efecto, en el idioma araucano, significa una especie de gaviotas de tierra, que suelen llamar tambien canquenes, i de aquí (por una laguna en que todavía abundan los últimos) el nombre de los baños i hacienda de Cauquenes, i el del departamento i ciudad del sud. ¿Eran los canquenes de Chilli-cauquen las gaviotas del valle de Chille?

Tenemos todavía otros vocablos corroborativos del oríjen completamente lugareño, aboríjene i anterior a la época incarial i europea, como el de chili—piuque, nombre que los indios daban a un nervio del corazón (piuque); el de chili-hueque, nombre chileno de la llama del Perú; i aun el de chiles con que en el esterior son conocidos los pimientos indíjenas.—En Méjico, nunca oimos nombrar al ají sino chiles, i lo mismo dicen en España de ese enérjico cáustico[10].


XVII


No pretendemos, empero, hacer doctrina de ninguna de estas derivaciones, sino solo marcarlas de paso, porque nuestro propósito no llega mas allá de trazar la localizacion del nombre primitivo del pais i en seguida su difusion jeneral, i ésto creemos haberlo conseguido con fortuna. Por lo demas, las sinonimias de base peruana domesticadas en Chile, son sumamente comunes, como la de la provincia de Lampa (la azada indíjena), reproducida en un antiguo pueblo de indios de Santiago; la de Guaico, lugar vecino de la raya fronteriza de Bolivia i el Perú, que tienen tambien dos esteros en el litoral de Camaná; el Lircay, curato de la provincia de Huancavélica; i el de Chicauma, en la provincia de Trujillo, que se reproduce en el departamento de Santiago, junto a Lampa, en un lugar famoso por su buena chicha. El nombre del Dios Pachacamac está reproducido tambien en una estancia i cuesta vecinas de Quillota; i por último, el de Ilave, que era el antiguo de Peñaflor, fue copiado de el del rio de ese nombre que desemboca en el lago Titicaca.

Aun respecto de nombres que parecen esclusivos de nuestro terruño, como el de las provincias de Aconcagua i Colchagua, por ejemplo, tenemos el primer nombre mui aproximadamente repetido en el célebre pico de Aconquixa, en el Tucuman, a cuya cima dirijió el año último poéticas invocaciones el ilustrado presidente de la República Arjentina, i que ya habian mencionado en el pasado siglo los jesuitas [11].

En cuanto al nombre de Colchagua, la sinonimia es mas cercana todavía en el puerto de Conchagua (la diferencia es de una sola letra), situado en Guatemala i que hoi se denomina la Union [12].


XVIII


Análogo caso ocurre con otros nombres nacionales, como el de Arauco, que vemos reproducido en Venezuela en el rio Arauca, famoso por la victoria que a sus orillas obtuvo sobre Morillo el 2 de abril de 1819, i en Nueva Granada en los indios araucos o aruacos, de que tan estensa mencion hace Julian en su Perla de Santa Marta. Prescott cita tambien en su Historia de la Conquista del Perú, un don Martin de Arauco que hizo relacion de la muerte de Francisco Pizarro. I no seria ménos curioso que este nombre de Arauco haya sido importado en Chile, porque tal vocablo no existia en el idioma primitivo, siendo la verdadera designacion de aquel territorio la de Rag-co (aguado greda) [13].


XIX


¿Pero limitóse solo a nuestro pais i al del Perú la designacion de Chile i sus equivalentes?

Nosotros encontramos ese preciso nombre en una de las mas altas cadenas de Guatemala i en una de las provincias setentrionales de la China, ni mas ni ménos como encontramos en la nobleza de Inglaterra un lord Maule, que, por cierto, nada tiene que hacer con nuestro rio. Simples coincidencias de la pronunciacion i de la sintáxis humana, en el lenguaje universal [14].


XX


No podemos a este propósito dejar de marcar una coincidencia mucho mas singular que la precedente, digna de una mencion especialísima.

Sabido es de todos que la palabra chiri significa frio en la lengua quichua, de lo cual ha venido la injeniosa pero antojadiza presuncion que esplica el nombre de Chile por el frio de su encumbrada cordillera, que los peruanos, acostumbrados a un clima mas benigno, encontraban a su paso. De aquí los chiri-guanos, habitantes de las altiplanices de Salta, i de Jujui [15].

Pero mas cercano que ese vocablo está de nuestro nombre la palabra inglesa chilly, que por una singularidad estraña, significia también frio. Así es que con relacion a este vocablo, tanto valdria decir que la etimolojía de Chile viene del Perú como de Inglaterra. Muchos de los habitantes de este último pais, i especialmente de los Estados Unidos, donde reina mayor ignorancia sobre el mundo esterior, lo piensan instintivamente así. Cuántas veces, en verdad, no hemos oido esta definicion verdaderamente yankee, del templado i dulce clima en que nacimos:

Oh! Chili, cold, very cold Chili! [16].

No llegamos por ésto a decir, como no sabemos cuál viajero, que los peruanos son descendientes de ingleses, porque Inca Man-co, su rei, quiere decir english man (ingles), lo que es tan exacto como que los indios de Eten, cerca de Trujillo, se entienden a las mil maravillas con los chinos i japoneses, que llegan por barcadas a sus valles para cultivar sus cañas i algodonales. Ménos nos imajinamos como el candoroso padre Ovalle, que el Perú fuera el antiguo Pharuin, es decir, el Ofir de Salomón, de donde—dice aquel historiador chileno—llevaban al gran rei oro, perlas i «cueros de vicuña» [17].

La única duda del jesuita estriba en que si aquellos cargamentos pasaron a la Tierra Santa por el estrecho de Magallanes o por el Cabo de Buena Esperanza... Mas, en cuanto a que Salomon hubiera sido el primer descubridor de la América, no habia vacilacion posible, porque el primero «fué mas cosmógrafo que Cristóbal Colon i no se le pudo ocultarlo que éste descubrió». I estos son desatinos de levísima cuantía comparados con los que usa otro fraile antiguo, el firmo so padre García, en su mas famoso libro Del oríjen de los Indios, destinado a probar que los araucanos descienden de los fenicios, i los patagones de los cartagineses...


XXI


No seria completo el presente estudio si no hiciésemos memoria de la larga lucha que el sencillo i por lo mismo enérjico i espresivo nombre indíjena de nuestra patria, tuvo que sostener en los primeros años de la conquista, contra la denominacion oficial, dura i poco feliz; que pretendió imponerle Pedro de Valdivia.

Era la usanza i la vanagloria de los españoles el apropiar viejos nombres castellanos, estremeños, gallegos i otros a los lugares i naciones que descubrian en las Indias, i de aquí que haya quedado el nombre de «Nueva Granada» i el de «Venezuela,» i que Méjico poseyera oficialmente durante el coloniaje solo el de «Nueva España».

En algunos de los conquistadores tuvo ese afan por significacion, el amor al suelo natal. Pero Valdivia pretendió atribuirle solo el de una galantería subalterna.—«A toda la tierra que he descubierto i descubriré—decía a Hernando Pizarro con relacion a su hermano el gobernador del Perú—llamela la Nueva Extremadura por ser el marques de ella i yo su hechura».

Aunque arrancado de tan pobre móvil, mantuvo Valdivia su bautizo con incontrastable constancia, durante los catorce años que gobernó en Chile. En su primera como su última provision, se encuentra el sello de su poderosa voluntad, empeñada en borrar una memoria que estaba ya tres veces consagrada por los aboríjenes, por los incas i por los dos Almagros i sus bravos soldados «los de Chile».

En las actas del cabildo de Santiago, miéntras gobernó Valdivia, la fórmula invariable es siempre la siguiente en el encabezamiento de cada una:—En la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo de estas provincias de la Nueva Extremadura». En el último documento público emanado del capitan estremeño, que es el nombramiento de un maestro platero, hecho en Concepcion a fines de 1553, insiste todavía en llamar a Chile simplemente—«este Nuevo Extremo».


XXII


Mas el hábito i la fama pudo mas que la tenaz voluntad del conquistador, porque desde los primeros años, las autoridades, los capitanes, los mercaderes del Perú, todos en las Indias no cesaron de llamar nuestra colonia—«el reino de Chile».

Otro tanto sucedia en España, cuya cancillería jamas aceptó la denominacion antojadiza de su primer gobernador. Así, en el nombramiento de tesorero, otorgado por Cárlos V en Madrid en favor de Arnao de Cegarra, el 9 de junio de 1553, doce años despues de la fundacion de Santiago, se menciona solo la «provincia de Chile». Cuando mas, la Corte solia mezclar el nombre de «Nueva Extremadura» con la denominacion indíjena, i éste fue el sistema empleado por el conciliador La Gasca en su correspondencia oficial cuando pacifica al Perú. Su fórmula mas usada era la siguiente:—«Las provincias de Chile, llamadas Nuevo Extremo».

El pacificador anteponia, sin embargo, segun se observa, el nombre indíjena i usual, dejando la designacion española como un simple apéndice.


XXIII


Pero muerto Valdivia i olvidada su memoria en contiendas civiles, no tardó en desaparecer del todo la obra de sus afanes lugareños. Don García Hurtado de Mendoza, que no habia nacido en Estremadura sino en Castilla, no se cuidó un solo momento de la cuna de su predecesor, i en el primer auto que espidió en la Serena, estableciendo el cabildo del lugar, el 5 de abril de 1557, solo usó del siguiente formulario:—«En la ciudad de la Serena de éstos Reynos i provincias de Chile». Ni una sola ocasion aparece mencionada la Nueva Extremadura en la cartera de aquel gobernador. Otro tanto hizo su lugarteniente jeneral Pedro de Mesa, cuando, veinte i dos dias mas tarde (el 25 de abril de 1557), tomo posesion del ayuntamiento «de éstos Reynos i provincias de Chile».

La denominacion estranjera de nuestra patria duró de esta suerte solo el breve espacio de diez i seis años.

I de esta suerte, a nuestro humilde juicio, queda suficientemente demostrado:

1.° Que la derivacion del nombre de Chile del canto del tril, es una fábula que no resiste ni a la historia, ni a la lingüística, ni siquiera a la anatomía del pico i la larinje de las aves.

2.° Que es un nombre indíjena del país, positivamente prehistórico, es decir, anterior a la conquista incarial i al descubrimiento i conquista de los europeos.

3.° Que fue en su cuna una denominacion completamente lugareña, aplicada a un valle especial, que el uso i la conquista hizo estensivo gradualmente a todas las comarcas del pais.

4.° Que aunque el oríjen del vocablo es indudablemente chileno-indíjena, no se le puede asignar una significacion determinada en ese idioma, por tener otras análogas o semejantes en el quichua i encontrarse en diversas comarcas de América.

5.° Que el uso popular conservó i jeneralizó ese nombre nacional, a pesar de los esfuerzos puramente oficiales de los conquistadores para reemplazarlo por denominaciones convencionales de la Península.


XXIV


Fáltanos todavía, a fin de introducir un poco de vida i colorido al final de esta discusión de los oríjenes de nuestra patria, narrar un lance verdaderamente estraño que precedió a la conquista de Valdivia i aun al descubrimiento de Almagro, i que tuvo lugar, por tanto, en pleno dominio aboríjene.


XXV


Venia enrolado entre la soldadesca de los Pizarros un sevillano llamado Pedro Calvo Barrientos, hombre vulgar, pero de grandes alientos i agudo injenio. Por alguna villanía o indisciplina de que se hiciera reo en el Cuzco, cortáronle las orejas i lo pasearon afrentosamente por las calles, según la bárbara costumbre española, llamada entre nosotros, hasta hace poco, la vergüenza pública.

Profundamente ofendido por aquel castigo inhumano, «i como un español—dice Diego de Rosales hablando de este preciso caso—estima mas la honra que la vida, i mas en las Indias, donde todos se procuran hacer caballeros,» dirijióse el infeliz Barrientos al Inca Manco, que en prosecucion de un plan político habian coronado los Pizarros, i lo rogó lo enviase al mas lejano de sus dominios para ocultar allí su vergüenza i su despecho.


XXVI

Accedió de buen grado el monarca, que sufría, como el soldado de Sevilla el vilipendio de sus amos, i dióle una escolta i «su borla real como pasaporte». Añade el cronista que ésto cuenta, que le trajeron en andas i en compañía de una india « a que se habia aficionado»: tan grande era el poder de la «borla del Inca!»

Atravesó así el soldado español los desiertos i los oasis de Chile sctentrional, por el año de 1584 o 35, i radicóse en el valle de Chile, que era lo mejor de estas lejanas posesiones del imperio incaria 1, i allí hizo luego gran figura poique se alistó en uno de los bandos que ensañaban las tribus entre sí.

En su calidad de jeneral i vencedor dictaba el desorejado Barrientos la lei en la comarca, cuando apareció Almagro i su hueste en la primavera de 1536. Asombráronse los españoles al encontrar cruces de madera plantadas en las colinas, pero su estupor cambióse en alegría cuando reconocieron a uno de sus compatriotas entre los bárbaros, poseidos de curiosidad i de terror, que salian a recibirles. «Iba Pedro Calvo Barrientos—dice un historiador—vestido como ellos i con muchas plumas, i aunque por verle tan galan i arrogante pusieron todos los ojos en él, ninguno lo conoció hasta que habló en español i se dió a conocer, con que todos los españoles ocurrieron alegres a verle i cercarle, alegrándose de ver uno de su nacion en aquella tierra» [18].


XXVII


Los informes que el animoso andaluz dió a Almagro sobre el pais, sus minas, sus cosechas i sus poblaciones, fueron preciosas para su empresa, i «fomentaron sus altos pensamientos», Pero desgraciadamente los secuaces del Adelantado no tenian su grande alma. Resolvieron retroceder al Cuzco, cuya ciudad disputaban a los Pizarros como suya, i dieron la vuelta a los pocos meses de su arribo. El soldado andaluz se fué con ellos; mas «como estaba hecho a la vida de los indios»—refiere el mismo narrador que acabamos de citar,—volvió a separarse de la hueste castellana i se estableció esta segunda vez en Copiapó.


XXVIII


Hallábase aquel singular descubridor de Chile en el último paraje cuando, cuatro años mas tarde, atravesó el desierto Pedro de Valdivia, i en esta coyuntura no abandonó su choza ni sus mujeres, porque dos años mas tarde, cuando Monroy fué al Perú en busca de refuerzos (1542), estaba radicado en el lugar i hecho ya mas indio que español. Al ménos Valdivia le culpa del desastre que ahí esperimentó su lugarteniente, que escapó milagrosamente con la vida [19].

Parece, sin embargo, que Barrientos entró hasta cierto punto en la conspiracion que fraguó Monroy para libertarse de sus captores, porque con un cuchillo suyo apuñaleó el último al cacique que lo mantenia preso, i «salió—dice Valdivia—llevando por fuerza aquel transformado cristiano a las provincias del Perú» [20].


XXIX


Tal fué el primer español, o mas propiamente, el primer andaluz que pisó nuestro suelo i se asimiló, a virtud de una afrenta pública, con la raza que sus compatriotas venian a esterminar. I ¡coincidencia digna de curiosidad!—Hemos dicho que ese aventurero así ultrajado, i que fue el primero de su nacion que sirviera a los caciques aborígenes, se llamaba Barrientos. Pues ese mismo es el nombre del último i valeroso chileno que ha ido a España a servir con lealtad a su reina i a salvarla. Barrientos de Chile por Barrientos de España: 1534-1842.

No necesitamos agregar que ese chileno es el coronel don Santiago Barrientos, natural de Castro, i que hoi, a los 80 años, ara todavía su chacra de Valdivia con robustos brazos.


XXX


No pondremos fin a este relato sobre la época puramente indíjena de Chile, sin agregar una palabra, o mas bien, una cifra sobre la estincion completa de los primitivos aboríjenes del antiguo Chilli entre el Maule i Copiapó.

Despues de pasar por una serie interminable de reales cédulas que abolian el servicio personal las unas, i lo restablecían o modificaban las otras, a peticion del ilustre don Ambrosio O'Higgins, el rei mandó dar suelta, por cédula de 10 de junio 1791, a todas las encomiendas de indios, que en número de treinta i siete existian todavía en el pais. Contáronse entónces los indios que habitaban en los pueblos a que habian sido reducidas las encomiendas, i resultó de la matrícula el número total de 1,187 en 1793 [21].

Pero el odio al pago del tributo, que era de ocho pesos cuatro reales, las ausencias, la fuga i la muerte trajeron por resultado su estincion casi completa hácia el año de 1810, en que comenzó, tardía para ellos, la era de la independencia. Los aboríjenes que habitan todavía en cinco o seis aldeas llamadas «pueblos de indios,» como Valle Hermoso en la Ligua, Pomaire i Llolleo en Melipilla, Rapel i Lora en Colchagua i Curicó, no son sino grotescos remedo de la organización civil de los indíjenas.


XXXI


Los primitivos chilenos no viven ya en pueblos sino en el fondo de sus ancuviñas,—humildes sepulcros de una nacion entera que el viajero suele encontrar todavía a su paso en las comarcas de que aquellos fueron dueños, señores i mártires.


Viña del Mar, mayo de 1877.

  1. Carta de Pedro de Valdivia a Hernando Pizarro.—Serena, setiembre 4 de 1545.
  2. Garcilaso, Comentarios Reales, lib. I, cap. VI.
  3. Carta citada de Pedro Valdivia a Hernando Pizarro. Valdivia persistió siempre en llamar al valle de Chile Canconicagua o Canconcagua de cuya última denominacion queda todavía el nombre de Concon, a la entrada de su rio en el océano.—Así dice cuando fué a hacer construir el bergantín en Concon (1541):—«Luego me porté al valle de Canconcagua a hacer un bergantin.» I en otra parte, hablando de la escasez de habitantes en nuestros valles del Norte, dice:—«Desde el valle de Canconicagua hasta Copayapo no ha i tres mil indios.»

    En el nombramiento de tesorero real, que el gobernador hizo de su íntimo amigo Jerónimo de Alderete, pocos meses despues de la fundacion de Santiago (11 de agosto de 1541), marca mas señaladamente el conquistador la denominacion especial del valle de Chile, aplicándola al que es hoi de Aconcagua, pues lo nombra junto con otros valles i lo distingue nominativamente de los demas i del Mapocho. «En estos reinos de la Nueva Extremadura (así empieza el título), que comienzan en el valle de la Posesion, que en lengua de indios se llama Copayapo, con el valle de Coquimbo, Chile i Mapocho, etc.»

  4. «Actas del Cabildo de Santiago.—Archivo de Bartolomé Maldonado (Notaría de San Bernardo).—Archivo de Indias—Libro manuscrito en mi poder con el título de don Francisco de Meneses.
  5. Robert Proctor, Narrative of a journey a cross the Cordillera of the Andes,—Londres, 1824, páj. 95. El Director Supremo i delegado Quintana, cuando en 1817 escribía sus cartas en Santiago, las databa simplemente desde Chile.
  6. Garcilaso, Comentarios Reales, parte I, páj. 161.
  7. Antonio de Herrera.—Década VII, lib. I.—Frezier, Voyages dans la Mer du Sud.—Paris, 1716, páj. 104.
  8. Son tan comunes en el Perú i en Bolivia las palabras simples o compuestas en que entra la articulación Chili, que en un diario de febrero del presente año, hemos leido que el presiden te de Bolivia se había dirijido al puerto de Chile-lay, en el lago Titicaca.
  9. El rio meridional de Chille no se encuentra mencionado en el escelente Diccionario Jeográfico de Astaburuaga, pero la señala Oloscoa en su mapa de la Araucania.

    Tenemos otro rio, el Chiri, afluente del Pilnaiquen.

  10. Hablando del guiso nacional llamado gazpacho en España, dice Ford en sus Gleanings of Spain (páj. 1:34), que se compone de cebollas, ajos, pepinos i chiles—«is composed of oníons, garlic, cucumbers, hilis,» etc.
  11. LozanoHistoria de la Conquista del Tucuman, lib, I. cap. XXXVI, núm. XXXV.
  12. Véase Lafond—Voyages dans l' Amérique espagnole, vol. I, páj. 316.
  13. En realidad, las palabras Arauco i Arauca son mui jenerales en las denominaciones americanas.

    Los escritores europeos suelen hacerlas sinónimas de auca, que en quichua quiere decir enemigo.

    De esto tomó nombre el popular romance de Gustavo Aimard, aplicado a los araucanos:—Le grand chef des Aucas.

    En cuanto al nombre patronímico de Arauco, que acabamos de citar, es tan jenuniamente español como el de Araujo.—En Buenos Aires hubo a fines de siglo pasado, un hacendista que se llamaba don José Joaquín Araujo, i dejó varias obras estimables.

  14. El nombre de la provincia de la China a que nos hemos referido, es Chih-li, que se pronuncia como el de nuestro pais. Ultimamente se ha hecho notar esta provincia porque su gobernador ha establecido un periódico con formas europeas. Diversos viajeros ingleses han visitado en los últimos años este vasto estado montañoso, situado en el centro del Celeste Imperio.
  15. Sobre la significacion de chiri (frio), el escritor peruano Bosagoitía ha compuesto una oda en quichua en honor del agrónomo Cabrera, que, fiel a su apellido, se ha ocupado con éxito en hacer cruzas de alpacas, llamas, vicuñas i cabras.

    «Chiri llaquic pa rafframpi
    Pachata ccapacc yachispa
    Huiccuña alpaccacc churrita»

    «Entre auras crudas i soledad paciente
    Descorres de natura el denso velo
    De la Paco-Vicuña que tu afan presenta,» etc.

    En cuanto a la ignorancia del nombre de Chile en Estados Unidos, hemos recibido en estos dias una carta de Cleveland, escrita por una sobrina nieta del virei O'Higgins en que nos pregunta si queda alguno de sus descendientes en el Perú de Chile. Nuestro jeneral Riquelme se contentaba con llamar a la capital de la república vecina «el Perú de Lima».

    Chiri-Chiri. que significaria en quichua frio-frio, es el nombre de una de las mas ardientes ensenadas del istmo de Panamá, un poco al sur de la bahía de Cupica, explorada por los chilenos del corsario la Rosa de los Andes en 1820.

    Chiri-moya, de chiri (frio) i de moyu (seno de mujer), tiene su significado poético i a la vez sumamente apropiado.

    Ya dijimos que en Chile tenemos un pequeño rio llamado tambien Chiri.

  16. «Oh! Chile es un pais frio, mui frio!»
  17. Historia de Chile, páj. 108.
  18. Rosales.—Historia inédita, lib. III, cap, VIII.
  19. «Que éste (Barrientos) fué toda la causa de toda la pérdida.» (Carta de Valdivia a Hernando Pizarro—Serena, setiembre 4 de 1545.)
  20. Valdivia, carta citada.—Obsérvese que el gobernador de Chile no daba al Perú en esta carta su título oficial de Nueva Castilla, sino que dice simplemente provincias del Perú, exactamente como decian en este pais, hablando de la Nueva Estremadura, «las provincias o el reino de Chile». En realidad fueron los habitantes del Perú los que conservaron intacto el nombre de Chile en la primera época de la conquista, i viceversa, los chilenos el del Perú. En cuanto al título de reino dado a Chile cuando Méjico i el Perú eran simples vireinatos, hé aquí lo que cuenta Rosales i que no deja de ser curioso, en el cap. IX del libro IV de su Historia, inédita todavía.

    «En aquellas Cortes i asistencia que el Emperador hizo en Flandes, trató de casar a su hijo Philipe segundo, príncipe de las Españas, con la Sereníssima Doña María, única i singular heredera de los Reynos de Inglaterra, i como los grandes de aquel Reyno, reconociendo que Dona María era lexítima Reyna, respondieren que avia de ser Rey tambien quien se cassase con ella se trató de que el príncipe se coronase por Rey de Chile, i como que estas provincias que ántes no tenían otro titulo, estubiessen por el del Emperador, i perteneciessen a la Corona de Castilla, dixo: —pues hagamos Reyno a Chile, i desde entónces quedó con ese renombre».

    Bajo el mismo punto de vista, i como simple curiosidad jeográfica, damos lugar en seguida a los límites que el jesuíta Rósales fijaba al reino de Chile a mediados del siglo XVII, i los que Pedro de Valdivia asignó a la jurisdiccion del cabildo de Santiago el 13 de noviembre de 1552. Ambos documentos merecen conservarse en esta época de disputas territoriales.

    El primero dice así:

    «Ensánchese el reino de Chile de oriente a poniente por espacio de ciento y cincuenta leguas, ocupando las provincias ultramontanas de Cuyo. Confina por el septentrion con el desierto de Atacama y los paises de los indios Diaguitas, no mui lexanos de los minerales de Potosí. Al medio dia con el estrecho de San Vicente o Lemaire, mas arriba del estrecho de Magallanes. Al levante con los llanos de Tucuman, que se dilatan por casi trescientas leguas, hasta aquella parte, donde en el Atlántico océano se introduce con el poderoso rio de la Plata. Por el occidente con el amplísimo mar del sur, que se esparse sin términos espresamente conocidos».

    En cuanto a la jurisdiccion de Santiago, hé aquí la que el gobernador asignó en la fecha recordada, a peticion del procurador de ciudad Francisco Miñez:

    «Responde su señoría acerca del Capítulo de los términos que se le conceden a esta ciudad de Santiago por términos de lonjitud norte-sur, desde el valle de Choapa hasta el Rio de Maule, y del este-ueste lo que S. M. le tiene fecho merced, que son comenzando desde la mar cien leguas para la tierra adentro por el altura, y por las espaldas de la cordillera comenza desde los valles de Tucumá i Carca hasta Diamante; los cuales dichos términos dijo que daba o dió, e señalaba o señaló su señoría, atento a que no es perjuicio de ninguna ciudad, villa ni lugar, dársele a esta dicha ciudad, como se los da .—Pedro de Valdivia—Por mandado de su señoría, Diego de Orue, (escribano de cabildo).»

  21. El tributo que debían pagar estos indios desde 1798, en que so matricularon, hasta 1810, en que los tesoreros reales dieron cuenta de sus rendimientos, debió ascender a 158,035 pesos. Pero en realidad no produjo sino 39,654 pesos, i habiendo sido los gastos de recoleccion de 22,575, resulta que toda la renta del Erario en 18 años, fué solo de 17,078 pesos, o sea ménos de mil pesos por año. En ésto habia parado la riqueza inmensa que el trabajo personal gratuito i forzado de los míseros indíjenas había dado durante dos siglos a los encomenderos!

    En 1810, lo que se colectó por tributos de indios fué 439 pesos i los gastos ascendieron a 1,113 pesos!

    Por ésto los tesoreros solicitaban del gobierno colonial, con fecha 10 de diciembre de 1810, que se suprimiese como inútil el ramo de tributos. Pero la revolucion, que venia ya en marcha, hizo mas que eso: abolió para siempre a los tributarios.