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El gato (II)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Nota: Poema número 51 de Las flores del mal (edición de 1861).

(I)

En mi cerebro se pasea,
Como en su morada,
Un hermoso gato, fuerte, suave y encantador.
Cuando maúlla, casi no se le escucha,

A tal punto su timbre es tierno y discreto;
Pero, aunque, su voz se suavice o gruña,
Ella es siempre rica y profunda:
Allí está su encanto y su secreto.

Esta voz, que brota y que filtra,
En mi fondo más tenebroso,
Me colma cual un verso cadencioso
Y me regocija como un filtro.

Ella adormece los más crueles males
Y contiene todos los éxtasis;
Para decir las más largas frases,
Ella no necesita de palabras.

No, no hay arco que muerda
Sobre mi corazón, perfecto instrumento,
Y haga más noblemente
Cantar su más vibrante cuerda.

Que tu voz, gato misterioso,
Gato seráfico, gato extraño,
En que todo es, cual en un ángel,
¡Tan sutil como armonioso!

(II)

De su piel blonda y oscura
Brota un perfume tan dulce, que una noche
Yo quedé embalsamado, por haberlo
Acariciado una vez, nada más que una.

Es el espíritu familiar del lugar;
Él juzga, él preside, él inspira
Todas las cosas en su imperio;
¿No será un hada, Dios?

Cuando mis ojos, hacia este gato amado
Atraídos como por un imán,
Se vuelven dócilmente
Y me contemplo en mí mismo,

Veo con asombro
El fuego de sus pupilas pálidas,
Claros fanales, vividos ópalos,
Que me contemplan fijamente.