Página:Divertidas aventuras del nieto de Juan Moreira (1911).djvu/153

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es la fuerza de los hechos consumados. En cuanto pasara el momento fisiológico que temíamos, en cuanto se impusiera lo irremediable, en cuanto se comenzara á pensar «peor es meneallo», yo me encontraría fuera ó casi fuera del atolladero. Con un poco de habilidad y un poco de suerte, aquel cuasi drama sería, sólo, historia antigua...

Días después supe que don Higinio había enviado á Teresa á la chacra de unas parientas pobres en quienes tenía plena confianza y que vivían muy lejos de Los Sunchos, entre el pueblo y la ciudad. Comenzaba la complicidad, provocada por el mismo «honor». Un esfuerzo más y me vería libre para siempre. El esfuerzo necesario era toda una hazaña, pero lo realicé. Fuí á ver á Teresa. Entre halagos y ternuras, le pinté mi situación, mi porvenir, el grande ascenso obtenido y los que se me ofrecían aún. Pero era preciso no ponerme piedras en el camino, era preciso no comprometerme con un escándalo, era preciso llegar hasta el sacrificio para ser felices después, como recompensa.

—¿Qué sacrificio?—me preguntó con su candor pronto ya á todas las abnegaciones.

Se imponía retardar nuestro casamiento hasta que yo hubiera consolidado mi posición. Y tuve la crueldad—de que ahora me arrepiento por sus consecuencias,—de decirla que ella no estaba preparada ni por su educación, ni por su saber, ni por su modo de vestir, para ser la digna esposa de todo un personaje. Tenía que modificarse, que estudiar, que ponerse á mi altura, y entonces...

—¿Pero qué pretexto darle á tatita?

—Dile que no tienes confianza en mí, que soy demasiado calavera, que te haría desgraciada, que te mataría á disgustos y ¡que no quieres, en fin!