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Página:El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha (1905, vol 1).djvu/455

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DON QUIJOTE DE LA MANCHA

nosotros pensamos; porque, presupuesto que Luscinda no pudo casarse con don Fernando por ser mía, ni don Fernando con ella por ser vuestro, y haberlo ella tan manifiestamente declarado, bien podemos esperar que el cielo nos restituya lo que es nuestro, pues está todavía en ser, y no se ha enajenado ni deshecho. Y pues este consuelo tenemos, nacido no de muy remota esperanza ni fundado en desvariadas imaginaciones, suplicóos, señora, que toméis otra resolución en vuestros honrados pensamientos, pues yo la pienso tomar en los míos, acomodándoos á esperar mejor fortuna; que yo os juro, por la fe de caballero y de cristiano, de no desampararos hasta veros en poder de don Fernando, y que cuando con razones no le pudiera atraer á que conozca lo que os debe, de usar entonces la libertad que me concede el ser caballero, y poder con justo título desafialle en razón de la sinrazón que os hace, sin acordarme de mis agravios, cuya venganza dejaré al cielo, por acudir en la tierra á los vuestros. Con lo que Cardenio dijo se acabó de admirar Dorotea; y por no saber qué gracias volver á tan grandes ofrecimientos, quiso tomarle los pies para besárselos; mas no lo consintió Cardenio; y el licenciado respondió por entrambos, y aprobó el buen discurso de Cardenio, y sobre todo les rogó, aconsejó y persuadió que se fuesen con él á su aldea, donde se podrían reparar de las cosas que les faltaban, y que allí se daría orden cómo buscar á don Fernando, ó cómo llevar á Dorotea á sus padres, ó hacer lo que más les pareciese conveniente. Cardenio y Dorotea se lo agradecieron, y acetaron la merced que se les ofrecía. El barbero, que á todo había estado suspenso y callado, hizo también su buena plática, y se ofreció con no menos voluntad que el cura á todo aquello que fuese bueno para servirles. Contó asimismo con brevedad la causa que allí los había traído, con la extrañeza de la locura de don Quijote, y cómo aguardaban á su escudero, que había ido á buscalle. Vínosele á la memoria á Cardenio, como por sueños, la pendencia que con don Quijote había tenido, y contóla á los demás; mas no supo decir por qué causa fué su cuestión.