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perspectivas... El también tendría una escopeta y unas polainas... Pero movió la cabeza... no, era aquello demasiado hermoso y no podía creerlo... Y así lo confesó.

—¿Por qué?—dijo el padre;—eso es lo natural y lo que te espera ciertamente.

El chico dudó de nuevo.

—No es seguro.

—¿Por qué no es seguro? Cuando yo te lo digo...

—No sabe uno si se va á morir.

Era aquella una frase habitual de Sofía, que el niño decía á tontas y á locas, pero hizo un efecto terrible.

— Cállate!—gritó Garnache.—¿Dónde diablos vas á buscar esas ideas? Eso no es de tu edad y te prohibo decirlo... ¡Me das pena, desgraciado !

Regino le cogió en sus temibles brazos, que temblaban en aquel instante, y le contempló con espanto.

Los pequeños que hablan como los viejos, en efecto, no están hechos para vivir. Después le estrechó contra él ferozmente, como si quisiera decir: «Venid á cogérmele,» y le volvió á poner en el suelo con precaución.

El niño sonreía; aquellos efluvios de ternura le habían penetrado, y quería más que nunca á su padre...

Su padre... ¡Ay!

En los mismos momentos, una escena similar, á pesar de las diferencias sociales, ocurría un poco más lejos, en el camino, al lado del castillo. Jacobo no había dejado el terrado, que era su dominio particular; allí era donde, libre de toda vigilancia, pues el sitio era seguro, jugaba sin temor de la mañana á la noche; allí tenía su jardín reservado, que él embellecía con monumentos de piedras, pues tenía ya gustos de artista, ó defendía con reductos de arena, pues también tenía inclinaciones militares.