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ELJ>ARAÍSO. CANTO XX. 467
región de los Angeles. No salieron paganas de sus cuerpos,
como crees, sino cristianas, teniendo fé viva, la una (1) en
los pies que debian ser crucificados, y la otra (2) en los qiu
ya lo hablan sido.
«Una de ellas, saliendo del Infierno donde iadie se con-
vierte á Dios con buen deseo, volvió á habitar su cuerpo
en recompensa de una viva esperanza (3); de una viva es-
peranza, que rogó fervientemente á Dios para resucitarla,
á fin de que su voluntad pudiera ser movida (4). El alma
gloriosa de que se habla, vuelta á su carne en que perma-
neció poco tiempo, creyó en Aquel que podia ayudarla; y
al creer, se abrasó de tal modo en el fuego de un verdadero
amor, que después de su segunda muerte fué digna de ve-
nir á participar de estos goces.
«La otra, merced á una gracia que mana de una fuente
tan profunda, que no ha habido criatura cuya mirada pu-
diera penetrar hasta su manantial, cifró allá abajo todo su
amor en la justicia; por lo cual de gracia en gracia Dios
abrió sus ojos á nuestra redención futura, y creyendo en
ella, no soportó por más tiempo la fetidez del paganismo,
reprendiendo por su causa á las gentes pervertidas. Aque-
llas tres mujeres (5) que viste junto á la rueda derecha del
carro, le bautizaron más de mil años antes de que se insti-
tuyera el bautismo.
<¡0h predestinación! ¡cuan remota está tu raiz de la vista
de aquellos que no ven toda la causa primera! Y vosotros,
(1) Rifeo, que vivió mucho antes de la venida de Jesucristo.
(2) Trajano.
(3) En recompensa de la esperanza del papa S. Gregorio, que rogó á Dios por<el alma
de Trajano.
(4) La voluntad de Trajano, que no podia ser movida á creer en la fe cristiana,
mientras su alma no se uniese al cuerpo.
(ó) Las tres virtudes teologales: poseyéndolas, le sirvieron de bautismo.