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Página:Sachka Yegulev.djvu/40

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V

36 —No, seguramente. Hoy hay una reunión en casa de Timojín.

—Y por qué no en nuestra casa? No comprendo nada... ¿Por qué no me has avisado!

De pronto se le ocurrió una suposición penosa y ultrajante. Con voz seca preguntó: :

—Os estorbo quizá? Entonces todo se comprende. Pero ¿por qué no vas tú a casa de Timojín?

Anda, ve; todavía no es tarde.

—No te disgustes, mamá. No es que tú nos estorbes... mucho; pero dicen que hay demasiada belleza en nuestra casa...

—¿Es porque no se les permite tirar las colillas en el suelo?...

Y Sacha respondió severamente:

—Sí, no se les permite tirar las colillas.

—Así y todo, Timojín las tira.

Sacha tuvo una sonrisa desagradable y, sin responder, con las manos en los bolsillos, se puso a pasear por la habitación, desapareciendo tan pronto en las sombras como reapareciendo en la luz. Su americana gris, desabotonada por arriba, mostraba un extremo de la camisa, libertad que no se había permitido jamás.

Helena Petrovna comprendió que había dicho una simpleza; pero estaba de mal humor, sobre todo a causa del samovar, que había preparado inútilmente por segunda vez. Procurando calmarse se pasó la mano por los cabellos y se sentó en una silla.

—He dicho tonterías—dijo sonriendo. Explícame de qué se trata, Sacha..