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Este tal Dios no pudo dispensarse de pagar el último tributo á la naturaleza. Y no teniendo ya interés en sostener su impostura, declaró en su muerte á sus discípulos que le rodeaban, que los habia engañado por espacio de quarenta años; que todas las esperanzas de los hombres eran vanas, y que su principio no era otro que la nada.

De este modo se establecieron dos doctrinas de los discípulos de Foë: la una, que era pública, favorecia las supersticiones del pueblo, y lo que nosotros llamamos idolatría; y la otra, secreta, que puede creérse un puro ateismo, es mas bien un Quietismo de una especie muy singular, que tiene por objeto el acercar ó semejar al hombre á una roca insensible. Ha tenido partidarios esta opinion junto, y hasta en el mismo Trono. Los que quedan mas largo tiempo en una perfecta inmobilidad, en una enagenacion total de las funciones del cuerpo y del espíritu, son los que se acercan mas á la perfeccion.

Todo el báxo pueblo de la China está abandonado á las vanas supersticiones de Foë, y la mayor parte de los letrados se atienen mas ó menos á la una ú otra de estas doctrinas.

Pero antes que los sistémas de las nuevas escuelas, y las supersticiones de la idolatría hubieran degradado á los letrados, ha podido creérse por algun tiempo, que las letras ellas mismas iban á destruírse con los libros que sir-