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LXXVI.

El que por indolencia, ó por una orgullosa confianza de sí mismo, no consulta ni los libros ni los maestros; que sin exercitarse jamás se contenta con una desidiosa y estéril contemplacion de las cosas, no tocará nunca sino las sombras; no conocerá sino imagenes vanas y engañosas, y reposará en su ciencia engañadora, ó mas bien caerá de errores en errores.

LXXVII.

Si sabeis una cosa, anunciad altamente que la sabeis: si ignorais otra, confesad ingenuamente que la ignorais. El hombre no puede saberlo todo; pero debe aprender y conocer lo que es de su obligacion: él no debe suponer que conoce lo que le es desconocido: menos aun debe ponderar á los otros sus errores, alucinarlos con ellos, y engañarse á sí mismo. Tomaos tiempo, tomaos el trabajo de considerar maduramente las cosas, y consultad á aquellos que saben mas que vosotros.

LXXVIII.

Haced prudentemente una eleccion de todos los discursos que entendeis; callad sobre lo que os parecerá dudoso, y aun hablad con circunspeccion de lo que creais cierto, porque de este modo pecaréis rara vez de habladores.

LXXIX.

En los multiplicados negocios