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Recordación Florida/Tomo II Libro XVI Capítulo V

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


CAPITULO V.

De la fiesta y danza del Volador, que usaron los indios en el tiempo de su gentilidad y le estilan hasta hoy en las fiestas principales de sus pueblos.

El mayor y más aplaudido regocijo que en el tiempo de su gentilidad tuvieron los indios, y aun hoy es de grande expectación para el pueblo, es el regocijo y fiesta que llaman del Volador; bien que después de la conquista de este Reino se introdujo en esta ciudad de Goathemala otra mayor celebridad y festejo que sólo se ejercita y celebra en ocasión de fiestas Reales, como adelante diré; pero no siendo ésta, la del Volador arrastra y congrega mucha apretada concurrencia de pueblo; advirtiendo que para ejercitarla los indios que se emplean en esta danza, que son muy escogidos y diestros, se ensayan y adiestran muchos meses antes de sacarla á el lucimiento y concurso de lo público, y que estos desde niños con proporción de maderos pequeños se enseñan y sueltan en semejantes vuelos.[1]

Antes de llegar el día de la fiesta, con antelación de veinte ó treinta días, traen del monte un madero muy fuerte y muy grueso, descortezado, limpio y sin nudos, á el cual le tejen de cordeles y maderillos pequeños, pero muy resistentes y firmes, cuatro escalerillas, porque atravesándolos en cruz por un lado y otro forman dos escalas por cada dos costados del madero, que después por las extremidades se afianzan de otros cordeles que cogen de la cima del palo volador á lo bajo de él cerca del suelo. En la punta acomodan un madero hueco que encaja en aquella parte, con cuatro canaletes arriba en su copa, donde se afianzan y aseguran los cordeles de los que han de volar, y á este le llaman tornillo, y hecha esta diligencia le hincan con mucha seguridad y fortalecido en el suelo; siendo ordinariamente tan elevado el palo que excede y pasa con mucha distancia á las cúpulas más erguidas de los cimborrios de los templos: y así dispuesto, de aquel tornillo alto, que así le llaman, porque da vueltas en torno, se acomoda un bastidor de cuartones fuertes, que lo ordinario es de figura cuadrada, muy afianzado y asegurado con clavos; porque á las cuatro esquinas suyas vienen á caer desde el tornillo los cordeles ó maromas de donde penden y se cuelgan los indios que vuelan.

Los principales papeles de esta fiesta son los cuatro indios que han de volar; y otros cuatro, que como criados suyos se acomodan en las cuatro puntas del bastidor, son los que atan y aseguran de las maromas á los que vuelan, y otro que recoge á el tornillo las maromas, sin que se pise ni muerda la una á la otra, de tal arte y con tanto cuidado asentados en el tornillo, que vienen á quedar como los hilos de una tela en aquel madero donde se recoge la urdimbre, y á este que así la acomoda, llaman el mico; y en tal figura de mono se viste y adorna para la representación de la danza y fiesta. Vístense los voladores con mucha pompa y gala muy extremada, con representación de pájaros en alas de plumas ricas y máscaras representativas de las aves á quienes imitan, muchos chalchiguis, monedas y cascabeles con ayacastles sonoros y ruidosos en las manos. Los otros cuatro criados ó sirvientes también se visten y adornan de mucha y costosa gala de vestidos ricos de colores, de las telas de terciopelo, damasco y lama, con muchas diversas plumas y bandas de colores varios, y muchos cascabeles por brazaletes y ajorcas.

Vienen éstos con otra mucha tropa de danzantes á la plaza donde es la fiesta y el público teatro de aquella representación festiva, danzando á el són del tepunaguastle y otros instrumentos de flautas y caracoles; y con este aparato y compás de música asientan el sitio y lugar de la música, apartado del Volador algún trecho, de donde á el són de estos instrumentos van saliendo los que han de representar aquel espectáculo, á la verdad digno de verse; y el primero que trepa á el Volador es el que representa el mico con raras y sobremanera ridículas figurerías, hasta acomodarse sobre el tornillo, donde está entretenido en acomodar las maromas.

Luego tras éste van saliendo los indios que han de volar, cada uno con su criado, y se enderezan y caminan para el Volador, subiendo por delante el criado de cada uno á acomodarse en el bastidor, y mientras van subiendo van ejércitando algunas ligerezas y movimientos de la danza; ya allí, mientras los aseguran y prenden de aquellas gruesas maromas, están danzando con suma destreza en lo estrecho y ceñido de aquellas escalerillas por donde suben á lo eminente y empinado de aquel madero, y luego que están afianzados y bien atados, todos á un mismo instante se desprenden y sueltan de la escalera á el aire, y cuantas más vueltas dan en el torno y circunferencia del madero, tanto más abre y se extiende en la circunferencia el vuelo; en cuyo término vienen haciendo y ejercitando movimientos muy diestros y acompasados: no siendo menos reparable este vuelo que el de ver que, estando estos que vuelan á la mitad de su camino, los criados que han estado en el bastidor, también dando repetidas vueltas como ellos, se lanzan á un mismo instante, con grande presteza y ligerísimo impulso á coger la maroma de la persona que vuela y es la de á quien sirve, y por ella va descendiendo y resbalando con gran compás, destreza y tiento de no chocar con el que va atado á la extremidad de la cuerda; y haciendo también muy compasados y excelentes movimientos, pero mayores los que vuelan y van abajo, por llevar las manos y los pies libres, respecto á que los otros se sostienen y afirman con los pies en la maroma, y unas veces con una mano y otras con otra, y de esta suerte llegan á el mismo tiempo á el suelo. Pero á este tiempo es cuando en ellos se teme y recela el mayor peligro, porque no siempre vienen á el suelo de pies, sucediendo algunas veces caer de cabeza ó de pechos, maltratándose mucho; porque mientras dura el vuelo de los otros, ó el viento ó fuerza que tomó la maroma, los lleva arrastrando mucho tiempo. Y ya ha habido ocasión que en el pueblo de Esquintepeque se mató uno de los que volaban; pero lo que más admira y asombra es el indio que está en la punta, que como allí es el centro de la esfera que forma y ocasiona el círculo de aquel vuelo, las vueltas que da son no solamente repetidas, pero instantáneas, ponderando la suma resistencia y fortaleza de la cabeza de semejantes hombres, que además de hallarse á tanta eminencia, con tantas vueltas no se desvanece y perturba. Esta es la fiesta del Volador, que entre estos indios de Goathemala es de sumo regocijo y aplauso festivo entre ellos, y aun para nuestro divertimiento no es de menor ocasión, pues estos que han volado una vez, vuelven á el palo otra y otra vez y vuelan incansables y festivos cuanto dura el término y horas de la tarde.

  1. Torquemada, libro X, capítulo XXXVIII.