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Riberas del Duero arriba

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Nota: Esta transcripción respeta la ortografía original de la época.
XXXIII

R

iberas del Duero arriba

cabalgan dos zamoranos;
las divisas llevan verdes,
los caballos alazanos,
ricas espadas ceñidas,
sus cuerpos muy bien armados,
adargas ante sus pechos,
gruesas lanzas en sus manos,

Espuelas llevan jinetas
y los frenos plateados.
Como son tan bien dispuestos,
parecen muy bien armados,
y por un repecho arriba
salen más recios que galgos,
y súbenlos á mirar
del real del rey don Sancho.
Desque á otra parte fueron
dieron vuelta á los caballos
y al cabo de una gran pieza
soberbios ansí han fablado:
—¿Tendredes dos para dos
caballeros castellanos
que puedan armas facer
con otros dos zamoranos
para daros á entender
no face el Rey como hidalgo
en quitar á doña Urraca
lo que su padre le ha dado?
Non queremos ser tenidos,
ni queremos ser honrados,
ni rey de nos faga cuenta,
ni conde nos ponga al lado,
si á los primeros encuentros
no los hemos derribado,
y siquiera salgan tres,
y siquiera salgan cuatro,
y siquiera salgan cinco,
salga siquiera el diablo,
con tal que no salga el Cid
ni ese noble rey don Sancho,
que lo habemos por señor,
y el Cid nos ha por hermanos:
de los otros caballeros
salgan los más esforzados.

Oídolo habían dos condes,
los cuales eran cuñados.
—Atended, los caballeros,
mientras estamos armados.—
Piden apriesa las armas,
suben en buenos caballos,
caminan para las tiendas
donde yace el rey don Sancho;
piden que los dé licencia
que ellos puedan hacer campo
contra aquellos caballeros
que con soberbia han hablado.
Allí fablara el buen Cid,
que es de los buenos dechado:
—Los dos contrarios guerreros
non los tengo yo por malos,
porque en muchas lides de armas
su valor habían mostrado,
que en el cerco de Zamora
tuvieran con siete campo:
el mozo mató á los dos,
el viejo mató á los cuatro;
por uno que se les fuera
las barbas se van pelando.—
Enojados van los condes
de lo que el Cid ha fablado;
el Rey cuando ir los viera
que vuelvan está mandando;
otorgó cuánto pedían,
más por fuerza que de grado.
Mientras los condes se arman
el padre al fijo está hablando:
—Volved, fijo, hacia Zamora,
á Zamora y sus andamios,
mirad dueñas y doncellas
cómo nos están mirando.

Fijo, no miran á mí,
porque ya soy viejo y cano;
mas miran á vos, mi fijo,
que sois mozo y esforzado.
Si vos facéis como bueno,
seréis d’ellas muy honrado;
si lo facéis de cobarde,
abatido y ultrajado.
Afirmaos en los estribos,
terciad la lanza en las manos,
esa adarga ante los pechos,
y apercibid el caballo,
que al que primero acomete
tienen por más esforzado.—
Apenas esto hubo dicho,
ya los condes han llegado;
el uno viene de negro,
y el otro de colorado;
vanse unos para otros,
fuertes encuentros se han dado;
mas el que al mozo le cupo
derribólo del caballo,
y el viejo al otro de encuentro
pasóle de claro en claro.
El Conde, de que esto viera,
huyendo sale del campo,
y los dos van á Zamora
con vitoria muy honrados.