Ir al contenido

Historia general de la medicina en Chile/Capítulo XI

De Wikisource, la biblioteca libre.


CAPÍTULO I. Principales excursiones científicas, en Chile, durante el siglo XVIII


SUMARIO.—Nómina de las más notables expediciones y de sus directores científicos: Luis Feuillée, Amadeo Francisco Frezier, Jorge Juan de Juanes, Antonio de Ulloa, la Condamine, José Dombey, Hipólito Ruiz, José Pavón, Alejandro Malaspina, Tadeo Haenke, Gaspar Xuarez y el abate Juan Ignacio Molina.



§ I.


En los siglos XVI y XVII, los estudios científicos del territorio fueron escasos, casi nulos, como se comprende, dado el caos de encontradas noticias y de acontecimientos que sobre el nuevo mundo circulaban en Europa y porque los conquistadores tenían que trabajar más con la espada que con el trabajo y el estudio. En algunas escuadrillas de descubridores, como de aventureros y corsarios, se embarcaron, no obstante, algunos médicos y naturalistas que aprovecharon las cortas estadías de refresco y descanso de sus buques, para estudiar alguna que otra planta y observar algunos de los fenómenos propios de este suelo, como el Dr. Winter de la expedición Drake, y el Dr. Janszón, de la de Simón Cordes, y otros, además de algunos religiosos, cuyas observaciones hemos consignado en las páginas anteriores. [1]

El siglo XVIII fué más fecundo en estos provechosos estudios.

La primera excursión científica, de interés para nuestro territorio, fué la de 1708, dirijida por el padre Luis Feuillée, que hizo un gran acopio de observaciones climatéricas, astronómicas, botánicas y geodésicas, las cuales, (jutas con otras análogas efectuadas en el territorio y costas del Perú) son conocidas por los dos tomos del Journal des observations physiques, mathemátiques et botaniques, faites par l'ordre du Roy, sur les côtes de l' Amerique Meridionale.—1714.

En 1723 publicó el tercer volumen de su obra con el nombre de: Histoire des plantes médicinales qui sont le plus en usage aux royaumes de Perou et du Chili..

El padre Feuillée determinó las costas de Chile y las posiciones geográficas de Concepción y Valparaíso, con bastante precisión, pues los cálculos modernos han encontrado un error de sólo fracciones de segundos.

El Naturalista Amadeo Francisco Frezier, en 1712, recorrió el reino, acompañado de varios botánicos y matemáticos que completaron más el conocimiento físico y natural del suelo, según se desprende de los archivos de esta expedición consignados en un volumen intitulado Relations d'un voyage dans les mers du Sud aux côtes du Chile et du Perou, fait pendant les années 1712, 1713 et 1714, por A. F. Frezier.

Esta obra contiene catorce láminas y veintitres mapas, y datos minuciosos sobre el país, desde Valdivia á Copiapó.

La expedición de los sabios don Jorge Juan de Juanes y don Antonio de Ulloa, se efectuó en los años 1735 y siguiente. [2] Figuraron en esta expedición los astrónomos franceses, de reconocida erudición, Goden, Bouger, y la Condamine. Los notables estudios que abarcaron en toda la costa del Pacífico, desde Panamá hasta Chiloé, forman un nutrido arsenal de investigaciones de tanto más valor cuanto que fueron doctrinas atrevidas las que sustentaron para aquel tiempo de estagnación científica. Esta comisión de sabios entre sus muchas investigaciones estudió y averiguó el verdadero valor de un grado terrestre sobre el ecuador, á fin de cotejarlo con los resultados de la medición efectuada, al mismo tiempo, por Maupertuis, Clairant, y otros célebres matemáticos, enviados para ésto, al norte de Europa, é inferir la forma de la Tierra, decidiendo la ruidosa cuestión del sistema Copérnico que tanto había ajitado á los hombres de ciencia durante un siglo. [3]

Bajo el reinado de Carlos III tomó gran auge el estudio de la Botánica, y fueron numerosas las excursiones que se encomendaron á doctos médicos y naturalistas para descubrir las riquezas de las vírjenes campiñas del Nuevo Mundo.

La notable expedición de los botánicos Hipólito Ruiz y José Pavón, en compañía de José Dombey, Médico y Botánico del Rey de Francia, y de los dibujantes José Bruneye e Isidoro Galvez, salió de Cádiz, en el navío Peruano, el 4 de noviembre de 1777.

Después de recorrer, minuciosamente, los territorios peruanos, se trasladaron á Chile, desembarcando en el puerto de Talcahuano.

Visitaron las comarcas de Concepción, Itata, Rere, Arauco, Puchacay, Maule, San Fernando, Rancagua, Quillota, Santiago y Andes, recojiendo un gran acopio de semillas raras, herbarios, muestras de preciosas maderas, descripciones y dibujos de aves, peces, cuadrúpedos, conchas, insectos y minerales, que reunidos á los juntados en el Perú, sumaron 53 grandes cajones, que, por desgracia, se perdieron en el naugrajio del navío «San Pedro de Alcantara», el 2 de febrero de 1786, en las costas de Peniche, en Portugal.

Si no hubiera sido porque el Dr. Dombey resolvió regresar á Cádiz en el mismo navío Peruano, y que había arreglado algunos cajones con duplicados de los ejemplares, se habría perdido, lastimosamente, todo el trabajo de tan fecunda y laboriosa expedición.

Otra fatalidad los había perseguido en Huánuco el 6 de agosto de 1785: un incendio en Macora les consumió todos los herbarios y dibujos de numerosas plantas, como las colecciones que de diverso interés para las ciencias naturales habían acumulado, además de los equipajes y provisiones de que habían hecho acopio para tres meses.

En 1786, regresaron al Nuevo Mundo y consiguieron reunir 29 cajones de productos naturales y 124 plantas vivas, llegando

á Cadiz el 12 de septiembre de 1788, regularmente satisfechos de haber repuesto algo del desastre anterior.

De regreso á la patria, se dedicaron á redactar su trabajo y procurar la publicación de la Flora del Perú y Chile.

El rey, de acuerdo con el Ministro de Indias, don Antonio Porlier, sucesor del Marqués de Sonora don José de Galvez que había organizado la expedición, envió una circular, á los Gabildos, Personajes y Cuerpos de América, solicitando fondos para ayudar la costosa como importante publicación de la obra, consiguiendo reunir de dichos estados más de 50,000 ducados que sirvieron de base para los primeros gastos.

En 1798 comenzaron la edición completa de sus trabajos, que deberia abarcar 12 tomos con dos mil láminas; pero en 1802 tuvieron que suspender la publicación por escacez de recursos, después de haber dado á luz tres tomos con 598 láminas y 758 descripciones de especies, incluidas hasta la clase octandria monojinia de la clasificación sexual de Linneo.

Esta obra se intitula: Floræ peruvianæ et chilensis, sive descriptiones plantarum peruvianarum et chilensium secundum sistema Linneanum digestæ.

Los nueve tomos restantes, con sus láminas, se hallan inéditos y conservados aún en el Jardín Botánico de Madrid.

Débense á Ruiz varias Memorias, entre otras la Quinología publicada en 1792, que tuvo el honor de ser traducida á varios idiomas. Con las firmas de Ruiz y Pavón, se publicó un Suplemento á dicha obra en 1801, un índice del Floræ peruvianæ et chilensis etc. en 1794, un tomo sobre Sistema vegetabilium, en 1798, las Disertaciones sobre la raíz de la Ratania, de la China, de la Calaguala y de la Cachanlagua, en 1796, fuera de una larga serie de monografías sobre plantas medicinales del Perú.

Por su parte, Pavón publicó un trabajo sobre los géneros Tovaria, Actinophillum, Salmia y Araucaria, estudiando detenidamente este último, y clasificándolo como un género netamente chileno y no como una simple forma de Pinus, como opinaba Ruiz y otros botánicos. Este autor dejó inéditas una Laurographia, una Nueva Quínología, y un Indice de los nombres índicos provinciales y castellanos de todas las plantas publicadas é inéditas de la Flora peruviana y chilense. [4]

Ruiz y Pavón, hicieron un estudio detenido del Maqui, cerca de Concepción, el año 1782, determinando se género (clase XI, orden III, del sistema de Linneo). Mas tarde Mr. L'Heritier, en su segundo fascículo botánico le dió el nombre de Aristotelia.

El Doctor Dombey, prestó muy útiles servicios en Talcahuano y Concepción, invadidos por una terrible epidemia, [5] pero no quizo quedarse en el país á pesar de las peticiones que le hizo don Ambrosio O'Higgins, en esa época Coronel y Comandante General de la frontera, y de las mayores ofertas de dinero que reiteradamente se le hicieron, prefiriendo seguir sus investigaciones para bien de la ciencias naturales.

Algunas de las plantas que definió botánicamente como el colliguay—Collihuaya Dombeyana—y el guayacán—Porlieria hygrométrica—las generalizó en sus usos y aplicaciones, señalando para la primera sus ventajas como incienso lo que podría ser materia de comercio, y respecto á la segunda, dedicado al caballero Lamarek, la propone como sudorífico y específico de las afecciones venéreas.

Son innumerables tanto las descripciones botánicas como las nuevas aplicaciones médicas señaladas por el Doctor Dombey.

En honor de este distinguido médico y naturalista se han bautizado con su nombre, las siguientes plantas: al piñón, Araucaria imbricata ó Dombeya chilensis, por Lmarek; al coigüe, Fagus Dombeyi, por Jussieu; la Gassia Dombeyana, legminosa, por Vogel; la Senecio id. sinantérea, por De Candolle; la Potentilla id, rosásea, por Nestl; el Juncus id, juncácea, por Gay; el Lepidoceras id, por Hooker, etc, además de varias otras plantas exóticas, llevando también su nombre un género de Malcáceas, originarias del Africa.

Los estudios de esta noble expedición duraron once años, en territorio americano.

La no menos notable expedición científica de Alejandro Malaspina, al través de Chile, determinó en 1794 la posición geográfica de Santiago, en os 32° 21´ 20´´ de latitud y 64° 34´ de lonjitud oeste de Cádiz, según consta de los archivos del teniente José de Espinoza y Tello, más tarde jefe de escuadra y director de la sección hidrográfica de Madrid, y del alférez Felipe Bauzá, que sucedió á Espinoza en la dirección de los servicios hidrográficos.

Esta expedición llegó á Ancud, en 1790, en tiempo de las célebres excursiones geográficas verificadas en el sur, por Moraleda, que escribió el Tratado de Derrotas de las islas y archipiélagos australes.[6]

El segundo comandante de la escuadrilla, Malaspina,—compuesta e los navios La Descubierta y La Atrevida,—fué el marino José Bustamante y Guerra, que pasó después al río de la Plata, y alcanzó á ser Gobernador de Montevideo en 1804.

Los oficiales Espinoza y Banzá, publicaron en Madrid, en 1809, las «Memorias sobre las observaciones astronómicas», en dos volúmenes, en cuyo primer tomo se encuentra el capítulo sobre «Observaciones de la velocidad del sonido, de latitud, lonjitud y variación hechas en Santiago de Chile»; estos datos fueron tomados en el viaje que por tierra hichieron, de Valparaíso á Buenos Aires, á fin de reembarcarse en sus navíos fondeados en el Río de la Plata. Estos mismos marinos publicaron la Carta esférica, de la zona que recorrieron en 1810.

Contribuyeron al brillo científico del viaje de Malaspina, el geodésico Cayetano Valdez, el astrónomo Juan Gutierrez de la Concha, el sabio zoólogo y mineralojista Antonio Pineda, y el naturalista y botánico francés, Luis Née, cuyo acopio de estudios yace inédito en su mayor parte en los museos botánicos de París y Madrid; en los Anales de las ciencias naturales, de Madrid, se publicaron algunos de sus importantes trabajos.

Dicho naturalista es autor de las obras siguientes: Viage desde Talcaguano hasta Santiago de Chile; Viage desde Curicó a la Cordillera, por el boquete del Planchón; Viage de Mendoza á Buenos Aires; y Carta de autos al Presidente don Ambrosio O'Higgins, sobre observaciones acerca de la historia natural de los territorios que atrevezó.

El naturalista Cavanilles, á quien Née envió herbarios y descripciones botánicas, aprovechó de estos estudios para su obra en seis tomos intitulada Ycones et descriptiones plautarun, y sus Principios elementales de botánica, en 1803, que sirvieron para los primeros estudios de esta naturaleza que se practicaron en nuestro Instituto Nacional.

El eminente naturalista alemán, Tadeo Haenke, se incorporó, en Santiago, en abril de 1790, á la expedición Malaspina, quien en sus Viages etc, lo enzalsa por su actitud e intelijencia y apunta el hecho de que Haenke, durante la travesía de la cordillera y las pampas argentinas, recolectó mil cuatrocientas plantas, «la mayor parte nuevas ó no bien caracterizadas.»

Sus estudios botánicos é hidrográficos en el Perú y Bolivia, principalmente, y los efectuados en Chile y Argentina son de alta importancia para el conocimiento de la historia natural de Sud-América.

En la obra Reliquiæ Haenkeanæ, publicada por el no menos digno naturalista Carlos PResl se consigna la mayor parte de sus investigaciones y descubrimientos. Son numerosas las plantas que llevan su nombre en homenaje á sus méritos. En «El Telégrado mercantil, social, político económico é historiógrado del Rio de la Plata»—de 1.° abril á 10 de septiembre de 1802—se encuentran varios trabajos científicos del doctor Haenke.

Las comarcas bolivianas principalmente, le deben numerosos estudios sobre su flora, fauna, mineralogía, hidrología y geodesia, pues se radicó en el campo de Yuracares en los alrededores del pueblo de Cochabamba, y así asentó el centro de sus investigaciones, hasta el año 1817, fecha de su muerte, debido á un accidente.

Se hizo notar también por sus aciertos en el ejercicio de la medicina y por su enerjía para la propagación de la vacuna.

El Botánico Gaspar Xuarez, nacido en Tucumán, merece ser consignado entre los estudiosos naturalistas de fines del siglo XVIII.

Después de dedicarse á investigaciones de su orden, en nuestro país, se trasladó á Europa, obteniendo en ROma la dirección de los servicios botánicos del Vaticano. Escribió en colaboración con Felipe Luis Gil las Osservazioni fitologiche sopra alcune piante esotiche introutti in Roma—1789 y 92.

Ruiz y Pavón, formaron con el nombre de Xuarezia, en honor de este botánico, un género nuevo de plantas, que antes se habían clasificado, equivocadamente, entre las Caprarias peruvianas.

En el Archivo Vicuña Mackenna, que se custodia en la Biblioteca Nacional de Santiago, existen varios documentos, sobre Gaspar Xuarez, que acreditan las íntimas relaciones científicas que poseía con el abate Molina. En una carta fechada en Roma el 21 de junio de 1794 y escrita por el abate, le pide á Xuarez algunos datos sobre el molle de Chile para diferenciarlo del molle peruano, y publicar la lámina y descripción de dicha planta..

El Abate Juan Ignacio Molina, cuya estatua se alza desde 1860, frente á la Universidad Nacional, es el chileno que alcanzó mayor cultura intelectual durante el período de la colonia. Nació en la provincia de Talca, [7] donde hizo sus primeros estudios pasando, á los diez y seis áños, á Conepción y recibierndo allí sus primeras órdenes religiosas en el convento de los jesuitas. Desde joven se dedicón al estudio del latin y del griego y menifestó sobresalientes cualidades para las ciencias naturales. Expulsada la orden de los dominios de España, por decreto de Carlos III, salió de Valparaiso, en 1768, con dirección al Perú y después al viejo mundo, fijando su residencia en Bolonia.

Su ostracismo lo dedicó al bien de su patria.

En 1776, publicó, en italiano, el primer tomo de su obra «Compendio de la historia geográfica, natural y civil del reino de Chile,» edición anónima que fué achacada por algún tiempo al jesuita chileno Gómez de Vidaurre. En 1789 publicó la segunda parte de su historia.

Su obra monumental, para aquel tiempo, fué la publicada en 1782 con el nombre de «Saggio sulla storia naturale del Chile,» la cual fué traducida á varios idiomas y justicieramente enzalzada. Es digno de recordación el esfuerzo gastado por Molina para escribir una obra de aliento, en su mayor parte de memoria, y reconstruir los menores detalles y descripciones de sus investigaciones científicas perdidas ó abandonadas al dejas el país, pues es sabido que á los padres sólo se les permitió embarcarse con su breviario, y que Molina cambió por un Cicerón que conservó hasta sus últimos días. En los documentos inéditos de la biblioteca Vicuña Mackenna, se hallan numerosas pruebas del trabajo realizado por el abate Molina, para dar á luz sus notables producciones. Con el naturalista Xuarez, que acabamos de citar, mantuvo activa correspondencia epistolar procurándose nuevos datos ó recuerdos y confirmaciones de lo que había investigado anteriormente. Sus obras fueron de importancia para dar á conocer el país y sus traducciones al alemán, al francés, a inglés y al castellano dieron nombre y fama al humilde y patriótico sacerdote chileno. [8]

El historiador y jesuita Gómez de Vidaurre dice lo siguiente sobre los escritos de su compañero: «es tanta su claridad que no deja lugar á duda, sus noticias tantas que nada más se puede pedir; cuando él describe una cosa, por mínima que ella sea, parece que está viendo con sus ojos; cuando cuenta algún hecho, lo hace como se se hubiese hallado presente; cuando impugna un argumento, es indisoluble; cuando discurre, su razón es poderosa y sólida; en suma, su obra lo hace un gran naturalista, un sincero historiador, un modesto vindicador de su patria.»

El barón de Humboldt, hizo grandes elojios de los trabajos botánicos de Molina, y expresó que si no estaban á la altura de la ciencia moderna, eran, no obstante, un monumento memorable de saber. [9]

La segunda edición del Compendio de Historia Natural la publicó en 1810, en Bolonia, y comprende nuevos materiales y minuciosas descripciones de plantas chilenas, principalmente las de uso terapéutico.

Molina trata con detalles, sobre la descripción geográfica del territorio chileno y sus tierras, aguas, piedras, sales, betunes y metales; hierbas, arbustos y árboles; gusanos, insectos, reptiles, peces, pájaros y cuadrúpedos; agrega un catálogo de especies nuevas, clasificadas, y enumera los vocablos chilenos correspondientes á los propios de la historia nacional.

Sus discípulos publicaron en 1821, una serie de cuestiones científicas con el nombre de Memorias; en la primera, cuyo título es Analogía de los tres reinos de la naturaleza—trabajo leído por su autor en la Academia Pontificia—dá á conocer las creencias de los griegos y egipcios sobre las causas y efectos terrestres, y sostiene que nuestro globo es de forma elíptica, de un gran huevo, como últimamente así lo han sostenido las nuevas teorías de algunos astrónomos. En otro estudio de sus Memorias, diserta sobre la propagación de la especie humana y sobre la unidad de la raza, creyendo que las soluciones de continuidad de los continentes no son bastantes para impedir las primitivas comunicaciones de los habitantes. Las teorías avanzadas que, para aquella época, sostuvo en sus escritos le merecieron una censura eclesiástica la cual fué luego revocada pero que amargó mucho los días del ilustre sabio.

EL cariño á la patria palpitó siempre en su alma; cuando supo que sus bienes fueron confiscados y dedicados á la construcción de la armada nacional, sólo tuvo palabras de aplauso para el gobierno de la nueva república por el feliz uso de su dinero, no pudiendo interpretar mejor su voluntad en beneficio de la patria. [10] Más tarde, cuando se conoció que no había causa para el secuestro de los bienes de este padre jesuíta, el director O'Higgins decretó su devolucińo, más el abate Molina, á pesar de que su subsistencia no era muy holgada los donó en su mayor parte para la fundación de un instituto literario en la ciudad de Talca, lo cual fué autorizado por el obispo Cienfuegos y sancionado por decreto supremo de 5 de julio de 1827.

En sus últimos años ansiaba regresar á su patria lo que no pudo realizar por los achaques de su vejez; este deseo lo mortificó hasta en su última hora pues en los delirios de su agonía agua fresca, agua de las cordilleras de Chile... [11]

Su muerte se verificó el día 12 de septiembre de 1829.

En honor del abate Molina, numerosas plantas chilenas llevan su nombre; Ruiz y Pavón al dedicarle algunas en 1794, dicen que este naturalista distinguido descubrió muchas plantas y las clasificó según el sistema de Linneo. Cavanilles, Sherk, Less, Furez, Bertero, Taczanowsky, Blainville, Smith, Sauss, Phillippi etc. han dado también su nombre á diversos géneros y especies de plantas y animales, en homenaje al docto naturalista. [12]


  1. El Doctor Juan Fragozo, médico y cirujano de Felipe II, aprovechó de las primeras investigaciones americanas para escribir su «Discurso de las cosas aromáticas, árboles y otras medicinas simples que se traen de las Indias.»
  2. Noticias americanas, entretenimientos físico históricos sobre la América Meridional, y la Septentrional oriental; composición general de los territorios, climas y producciones en las tres especies vegetal, animal y mineral etc. etc.Su autor el Exmo. Sr. don Antonio de Ulloa, Teniente General etc. etc. Publicado en Madrid el año 1792.
  3. Noticias secretas de América sobre el estado naval, militar y político de los reynos de Quito, Costas de Nueva Granada y Chile; gobierno y réjimen de los pueblos de indios; crueldades, opresión y extorsiones de sus Corregidores y Curas; abusos escandalosos introducidos entre estos habitantes por los misioneros; causas de su orígen y continuación por el espacio de tres siglos.— Escritas fielmente según las indicaciones del Exmo. Señor Marqués de la Ensenada, primer Secretario de Estado, y presentadas en informe secreto á S. M. C. el Señor don Fernando VI—por don Jorje Juan y don Antonio de Ulloa—Tenientes Generales de la Real Armada, Miembros de la Real Sociedad de Londres y de las Reales Academias de París, Berlin y Estokolmo.—Sacadas á luz para el verdadero conocimiento del Gobierno de los Españoles en la América Meridional, por don David Barry, en el año 1826—707 pág. en 4.°—Imp. A. Taylor. Londres.
  4. La Botánica, por Colmecito.—Ob. cit. en Bib. Hisp. Chileno, por J. T. Medina.
  5. Historia General de Chile, por Diego Barros Arana.—Ob. cit
  6. Ya hemos visto que este célebre hidrógrafo José Manuel de Moraleda y Martín, dió marjen á la fantástica tradición que conservan aun los brujos de Chiloé.
  7. Hay desacuerdo en la fecha de su nacimiento; algunos autores apuntan el año 1737 y otros el de 1745
  8. Don Luis Montt, director de la Biblioteca Nacional, en la «Colección de Historiadores de Chile» vol. XI, nos presenta la traducción de don Domingo José Arquellada Mendoza, hecha en Madrid en 1788, é ilustra la obra con un nutrido arsenal bibliográfico y sesenta y cinco notas de importancia.
  9. Biblioteca Hispano Chilena.—Ob. cit.
  10. Elojio de J. Ignacio Molina, escrito en lengua nativa, pronunciado en la Academia de Bolonia por el señor Antonio Santagata.—Trad. al castellano por Pedro Berrios Casamayor Santiago 1856.—Reprod. en los Anales de la Universidad, junio de 1860.
  11. Vicuña Mackena.—Véase Anal. de la Univ. Año 1860, pág 611.
  12. Para mayores detalles véanse los trabajos siguientes:
    Francisco S. Astaburuaga, El Crepúsculo, 1843; Vicuña Mackenna, Páginas de mi diario durante tres años de viages, publ. en El Ferrocarril, el 25 de junio de 1856; Jacinto Chacón, Revista de Sud América, año 1861; Phillippi, Comentarios sobre las plantas chilenas descritas por el Abate Molina, Anal. de la Univ. vol. XXII, 1868; Carlos E. Porter y J. Enrique O'Ryan que han publicado interesantes detalles bibliográficos en la Revista de Historia Natural, Valparaíso; y numerosos pormenores inéditos sobre agricultura, fósiles, química, astronomía y botánica que se encuentran en el Archivo Vicuña Mackenna, de la Biblioteca Nacional.

    (*) Fueron numerosas las expediciones que recorrieron, durante la era colonial, los mares y costas de Chile, especialmente las del sur del territorio. Las que hemos enumerado en este capítulo son las de acentuación científica; muchos otros se dedicaron á descubrimientos geográficos, á conquistas y guerras corsarias, habiendo, no obstante, en algunas de ellas hombres de estudio que aprovecharon todos los datos que pudieron, sobre investigaciones científicas, para darles publicidad en Europa. Entre los expedicionarios marítimos posteriores á Magallanes, y que tuvieron que hacer con nuestro territorio figuran los siguientes: Loaisa, Caboto, Alzacaba, Camrarzo, Ulloa, Cortes, Ojea, Pastene, Ladrilleros, Le Maire y Schouten, Nodales, Drake, Sarmiento, Candish, Cordes, Merik, Chidley, Hawkins, Mahu, Noort, Spilberg, Narboroungh, Wood, Vea, Genes, Rogers, Anson, Dampier, Beauchesne, Mercant, Quiroga, Byron, Wallis, Carteret, Machado, Phips, Menendez, Moraleda, García, Gonzalez, etc. etc. entre los principales de la era colonial.

Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

DedicatoriaInformeIntroducción
Primera Parte: IIIIIIIVV
Segunda parte: VIVIIVIIIIXXXIXIIXIVXVXVIXVIIXVIIIXIXXXXXIXXII
Tercera Parte: XXIIIXXIVXXVXXVIXXVIIXXVIIIXXIXXXXXXXIXXXIIXXXIIIXXXIVXXXV