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Historia general de la medicina en Chile/Capítulo XXII

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MEDICINA Y MÉDICOS DEL SIGLO XIX




CAPÍTULO XXII.

Nómina razonada de los hechos médicos y de los facultativos que hubo en Chile, en el siglo XIX, durante el último período colonial:

180o—1810



SUMARIO.—§ I. Enrique O'Donovan. Francisco Cros. José Antonio Riveros, Basilio Bolaños, José Raymundi, Marcelino Urrutia, Manuel Palomero, Ramón Ovejero, Melchor Abreu, Carlos Dray, Juan Chamore, Vicente González, José Delgado, José María Olea, José María Solís. El físico inglés Jorge Edwards; interesantes documentos inéditos referentes á su persona.— § II. Algunos hechos que se relacionan con esta historia. Petición del virrey Abascal para trasladar á Lima la Cátedra de Prima. El Dr. Rios solicita la implantación de un anfiteatro de anatomía, en 1809.




§ I.

Los facultativos que actuaron en el país en el último decenio de la era colonial, fueron los siguientes:

Enrique O' Donovan, llegado de Inglaterra á fines del siglo XVIII, se estableció en la Serena y después en Valparaíso.

Francisco Cros, residió también en Valparaíso.

José Antonio Riveros, que se graduó de bachiller el 18 de Enero de 1800, prestó importantes servicios en el país principalmente en los tiempos de epidemias, junto con el Dr. José Antonio Sierra, que fueron los mejores alumnos de la escuela médica en el último período de la Universidad de San Felipe.

Basilio Bolaños, cirujano de la expedición Balmis, estableció el servicio de vacuna en los alrededores de Santiago, en Colina y Renca; llegó á Chile acompañando á Grajales.

José Raymundi, se radicó en Valparaíso, en 1803. Este facultativo fué buscado, en 1809, para que se trasladara á la isla de Juan Fernández, á relevar al cirujano Marcelino Urrutia. [1] La elección de profesionales para Chiloé y Juan Fernández ofrecía muchas dificultades en aquella época, porque se esceptuaban á los casados, á los distinguidos en sus estudios y á los empleados, por cuyo motivo era difícil hallar cirujanos para estos puestos, teniéndose que recurrir al Perú para encontrarlos. Raymundi aceptó el cargo, pero poco después desapareció del país sospechándose que se habría embarcado para Guayaquil.[2]

Manuel Palomero y Ramón Ovejero, ejercieron la profesión, en este período, en el puerto y partido de Valparaíso.

Melchor Abreu, llegó á este mismo puerto en 1809.

En este año, con fecha 22 de Noviembre, solicitó ejercer la medicina el francés Carlos Dray, á cuya petición proveyó, el presidente Carrasco, que se trasladase á España para conseguir la licencia necesaria.[3]

Por estos mismos años, encontramos, en los archivos correspondientes, los nombres de los cirujanos Guillermo Grahan y Juan Chamore, ingleses que ya hemos consignado en un período anterior, el primero en Valparaíso, y el segundo en Concepción donde prestó importantísimos servicios en pro de la vacuna; Vicente González, médico de la ciudad de la Serena y después de Copiapó; José Delgado, en la capital; José Maria Olea, primer médico de a primera Junta de Vacuna de Valparaiso; José María Solís, de la orden hospitalaria, primer propagandista de la vacuna en Copiapó; y el físico inglés don Jorge Edwards,[4] en la Serena, sobre cuya actuación en Chile hemos encontrado los siguientes datos, en su gran mayoria inéditos:

El 14 de Julio de 1798 el marquez de Avilez pasó una nota al subdelegado de la Serena, en la cual le dice lo que sigue: «He sabido que vaga por esos Partidos haciéndose capaz del pais, y curando con suposición de médico un inglés joven, cuya religión se ignora. Y como por varias justísimas leyes del tít. 27, lib. 9 de Indias, se prohibe la libre residencia de estos extrangeros bajo de grave responsabilidad á los gobernadores que los consienten, le prevengo á V. S. para que, haciéndolo recojer lo remita al gobernador de Valparaíso á quien doy la orden correspondiente.»

Esta orden se publicó por bando en la ciudad y en todos los asientos mineros y agrícolas del partido.

Amunátegui, dice que el médico inglés Jorge Edwards, vino á Chile a bordo de «El Escorpión» salido de Plymouth, al mando de Tristán Bunker, para practicar el corso en nombre del gobierno inglés.[5]

El físico Edwards, después de esta conminación del gobierno se trasladó á Europa, para regresar, después, en el año 1804, como cirujano de la nave Bacau, y establecerse en la Serena.

El subdelegado Servando Jordán, elevó al presidente Guzmán una nota en que le dá cuenta del arribo de este médico, recibiendo, en respuesta, la orden de que lo trasladase á Valparaíso de donde se conduciría al Callao.[6]

Por su parte el médico de ciudad de la Serena, don Vicente González, reclamó de la presencia del físico inglés que había adquirido tanta clientela, según sus propias palabras, que lo tenía casi á pedir limosna, como se verá en el curioso documento que sigue:

«Exmo, señor:

El piadoso zelo de V. Ex.a, y su recta justificasión, no dudo, sacaran en libertad lo opreso de mi corazón; pues este se halla como entre dos piedras; y por no experimentar el total desmorono, ocurro á la poderosa mano de V. Exa. que esta solo me franqueará la seguridad en mi derrota: así seguiré explicando á V. E. forme el prognostico y delivero en el remedio mas de su agrado,

Pongo por principio á la alta considerasion de V. Exa. como en esta ciudad se á quedado de un Buque Inglés, uno que dice ser físico á quien la experiencia á mostrado ser lo contrario; pues en la curacion presente de un Religioso de Sn. Juan de Dios (una cura trivial aunque dependiente del juizio de la anatomia) la á terjiversado, y expuesto á peligro al dho. paciente; el que se haya oi dia aliviado, por mi asistencia, la del Físico de la Fragata de S. M. «La Astrea», y el de la presente Corveta; pues ambos concurrimos al restablecimiento de su perfecta curacion.

Este y otros casos que expuciera á V. E. los justificaría con los mencionados físicos, con los Religiosos de N. P. Sn. Juan de Dios y otros sugetos fidedignos, que desnudos de toda pasion afirmarían con verdad lo expuesto. Del mismo modo participo á S. S. el Sor. Protco. Gral y con mas latitud el presente caso de quien, puede V. Exa. informarse. Este mencionado Físico en cerca de tres meses ó mas que estará aquí; me á expuesto á mí, y á mi familia, á un grande abatimiento; pues con la novelería de Médico Extrangero, todos an acudido donde él, de modo que á grangeado mas dinero en esta época, que otro Facultativo en un año; y de este modo me é visto en el estado, casi de pedir limosna, á no ser que el Pe. Universal me ubiera socorrido por medios algunos beneficiados, y que an penetrado mi necesidad.

V. Exa. dispenzará no presentarme en forma de dro. porque temo el odio general de esta Ciudad, y que del todo me abandonen; pues veo que an echo partido con el Inglés, y que públicamente defienden por él, aun viendo su errada fícica, y su ninguna suficiencia.

Ntro. Sor. güe. á V. Exa. m. añ.—Serena y Marzo 5 de 1805.—B. L. M. de V. E. Su mas rendido Súbdito etc.—Vicente Gonzalez.

El pueblo de la Serena, al saber que se trataba de expulsar al doctor Eduardo, como se le apellidaba, se levantó en general protesta, la cual fué elevada al gobierno por conducto de la jente más distinguida de la localidad.[7]

He aquí esta interesante comunicación:

«Sor. Justicia Mayor:

Los que abajo suscribimos todos Vesinos de esta Ciudad con ntro. mayor respeto asemos presente a Vm., que viéndonos situados mediante la Divina piedad en un Paiz de las mas bentajosas proporciones pa. la subsistencia y comodidad de la vida umana; no obstante por los pocos progresos que ha logrado en barios ramos de Policia que constituyen la felicidad de los Pueblos, se be éste sujeto a barias indigencias aque acaso no lo estan otras Poblaciones menos numerosas, y Establecimientos muchos mas modernos por ser este simultaneo con la conquista de este Reyno: Entre ellas es muy considerable la falta de Profesores de Medicina y Sirugía, lo que si en otro tiempo fué lamentable, hoy con el aumento incomparable de las Gentes, tanto en la Ciudad, quanto en la basta estencion de su partido se ha echo por consiguiente mayor, y mas deplorable.

Vien constante es á Vm. que esta es una carencia a que no puede humanamente subvenirse, pues el único recurso a la Capital solamte. se encuentran profesores de éstos conosimientos éste lo imposibilitan, ya la crecida distancia que media entre ambas Ciudades ya el carácter de las enfermedades peligrosas, y últimamte. las cortas facultades de los enfermos; ¿ha señor con quanto Dolor hemos esperimentado en nosotros mismos, y en ntras. Familias esta ynesplicable nessecidad albernos presisados en unas dolencias críticas a medicinarnos, por unos Curanderos Intrusos con conosimto. pleno de su insuficiencia, a quien podrá ocultarse quanto abrá sido ntro. desconsuelo, y el grado de calamidad a que ha estado expuesta la salud pública?

Siendo este un objeto tan digno de la primera atencion, lo es también el de ntro. recurso a la piedad de Vm. en la presente oportunidad en que la Suprema Providencia nos depara la asistencia de un Físico bersado en ambas facultades de Medicina y Sirugía que lo es don Jorge Eduardo de nación Ingles, el qual por un acaso de los muchos que acarrea el giro de la nabegacion quedó en este Puerto abiendo tocado en él el Buque Bacau por Dic.e del próximo pasado en el qual nabegaba dho. Dn. Jorge.

Desde aquel tiempo se mantiene este sugeto en esta ciudad con notable beneficio de la Salud Pública dándonos repetidas pruebas tanto de su suficiencia, quanto de Indole benigna en la que hallan siempre asilo los Pobres que por su ignopia o cortas facultades no tenían advitrio para medicinarse: No siendo menor el beneficio que experimentan los que abitan la estension de el Partido, pues mediante la asistencia de este Físico en la ciudad pueden balerse del Profesor de Sirugía Dn. Bísente Gonzales que es el único que de antemano habia en esta ciudad, y por lo mismo, o no tenian aquellas jentes a quien ocurrir en la grabedad de sus enfermedades, o los enfermos de la ciudad abian de sujetarse al conflicto de que talbes en lo más crítico de sus dolencias los desamparase el Físico. Ya puede Vm. considerar como Vuen Padre de República qual sea la consternacion que en esta línea tan recomendable padecia esta ciudad y su partido; y no dudando de la venignidad del Exmo. Señor Presidente que serciorado de la grabe urgente necesidad en que se alla constituido el numeroso besindario de esta ciudad y su partido se digne dispensar la continuacion de dho. Físico en esta ciudad ocurrimos á la justificación de Vm. p.a que se sirba informar a dho. Exmo. Sor. sobre este particular según la pte, situación en que se halla la falta de facultatibos su numeroso vecindario y la imposibilidad del recurso a la Capital, sin omitir lo que haya Vm. Observado de la conducta y carácter de dho. Físico.

Sobre esto es bien notorio las diligencias que ha practicado y está practicando a fin de reconsiliarse con Ntra. S. M. Iga. Cato.a Rom.a de que podrá informar el Sor. Vicario Foraneo de esta Ciudad puesto que su conducta y bersacion en nada desdise de los prinsipios de una buena educacion.

Nosotros Señor sino estubiésemos en la firme Inteligencia de que la conducta de este Individuo en nada parece sospechosa, tampoco nos atreberíamos a interponer esta sumisa representacion porque ningun bien que nos resultara preponderaría en nuestros corazones al del Estado bien distinguido por las sabias Leyes de estos dominios en el Tit. 27 L. 9 de la recopilacion de Indias las qe prohiben que estrangeros y personas prohibidas puedan tratar y pasar a las Indias; pero ya dejamos dho. y repetimos que este sugeto en nada parece sospechoso; Que es mas que visible la grabe necesidad que tenemos de un Profesor de su clase, sin perder de bista que conforme a la Ley 1.a del mismo título y Libro se exeptuan de la expulcion aquellas personas que no son tratantes ni sospechosas, antes por el contrario por esta sabia Real decicion se encarga se conserbe a aquellas personas que fuesen utiles y necesarias qual es según lo espuesto el referido Dn. Jorge.

En el concepto pues de sesar en las rasones de lá prohibición de las Leyes y de aberlas muy poderosas p.a su conserbacion, nos ha parecido no ser extraño el que solicitemos el permiso p.a su permanencia, p.a no bernos espuestos a la grabísima indigencia que antes padeciamos; alentándonos mas el exemplar que tenemos de varios profesores de esta misma facultad y naturaleza que an obtenido el permiso que ahora impetramos en barias poblaciones de este Reyno, y aun en esta misma ciudad fue concedida a don Enrique Obdonoban (O'Donovan) quien continuó en ella por espacio de mas de quatro años desde el pasado de Setezientos Noventa y sinco sin embargo de la Guerra que medió entre ntra. Potencia, y la de la gran Bretania: Por todo lo qual

A Vm. rendiamte, su plixamos se sirva ynformar al Exmo. Señor Presidente, Capn. Gral, sobre el mérito de esta Ntra. atenta representaciin, para que la piedad de su Exa. se digne dispensarnos el permiso que ympetramos, y es gracia en justicia y para ello etc.—El Conde de Villa Señor.—Miguel Viveros Aguirre.—Josef Pere< de la Mata.—Andrés Barela.—Josef de Gorostiaga.—Antonio de Azagra.—Franc.o Javier Chorroco.—Franc.o Moraton.—Joséf Thomas Loza—Juan de Somarriba.—José Martinez.—Jph. Meri Blanco.—Félix Ventura Marin.—Tadeo Cortez.—Buenav.a Marin.—Manuel de Aguirre—Diego Osandon.—Fran Antt.o de Salor<a—Juan Zorrilla.—Manl. José de Argandoña.—Manuel Meri.—Marcos Gallo.—Juan Migl. Munizaga.—Silvestre Urizar Suso—Pedro Medina.—Juan Franc.o Herrera.—Berndo Sainz de la Peña.—Manl. Gutierres de la Higuera.—Jph. Domg.o Sainz.—Evaristo de Rosas.—Mariano Guzman.—José de Borcorque.—Pablo Segdo. Corvalan.—Diego Guzman.—Joaqn. Carmona.—Antonio Flores.—Miguel Gallo.—Lorenzo Rodriguez.—Eulogio de Castro.

En vista de la petición anterior se dispuso con fecha 28 de Mayo de 1805 que se pasase dicha representación á la Junta del Cabildo de la Serena, la cual, á su vez, ordenó se remitiese con oficio al Cura y Vicario Foráneo de la misma ciudad y al Procurador General para que informasen sobre el particular.

El Cura don Juan Nicolas Baras y Marin, informó favorable y encomiásticamente, con fecha 3 de Mayo de 1805.

Del documento correspondiente tomamos los trozos siguientes:

...«No diré, señores, que por acaso llegó á esta ciudad don Jorge Eduardo; fué sin duda por una de aquellos designios de la Divina Providencia, impenetrables para el humano entendimiento; ¡cuantos de los que han adquirido la salud mediante la asistencia y aplicación de medicinas por este Físico hubieran terminado en temprana edad la carrera de sus vidas! y lo que es mas admirable que un hombre nacido y criado en el centro de la herejía, que ha vivido en la errada creencia del luteranismo, apenas fué convencido de su errada creencia, cuando abjuró de sus errores y solicitó con ansia ser reconciliado con la Católica Iglesia, abrazando sus verdades con sentimientos nada equívocos del mejor Católico.

Su jenio dulce y la caridad que ejercita con los indijentes, lo ha hecho acreedor al amor y estimacion de este vecindario.

No ignoro, señores, las sabias leyes que prohíben la residencia de extrangeros en puertos de mar, pero estas hablan con aquellos que su objeto es el comercio, sin que tengan lugar contra los extrangeros útiles al público. Así lo dice el Sr. Dn. Felipe Quarto, en la Ley dada en Madrid á 18 de Mayo de 1621, que es la 10 del Libro 3, Título 27 de las de Indias.

Y qué utilidad podrá ser de mas atencion que aquella en que se interesa el bien y conservación de la humanidad?

VS. deben confesar estas verdades, y como padres de esta ciudad, representarlas al Exmo. Sr. Pte. con la fundada persuacion de que serán atendidas, teniendo estos ciudadanos la satisfaccion de que en sus enfermedades les asista un Médico que tiene acreditado su acierto con las muchas curaciones de enfermedades de la mayor gravedad.»

Por su parte el Procurador General de la ciudad don Mariano Peñafiel envió al M. I. C. J. y Rejimiento de la Serena, el informe solicitado, en términos tan honrosos para el Dr. Eduardo, como los manifestados por los vecinos y el cura de dicha localidad.

Concluye el Procurador Peñafiel, con estas palabras:

«...sin embargo, me parece acertado que consultando la alta comprehension del Superior Govno., se impetre el permiso propuesto instruiendo a su Exa. de la realidad de los principios que influien en esta solicitud, para que su distinguida venignidad se digne deliverar lo que graduare mas conveniente al vien del Estado, y de esta República.—Serena, Julio 5 de 1805.»

El ayuntamiento á su vez, envió los antecedentes del caso, y la siguiente nota al Presidente del Reyno:

«Exmo. Señor:

El Cabildo de la Ciudad de la Serena dirige amanos de V.a Ex.a adjunto exped.te promovido por este vecindario por el que impetra de la nottoria clemencia de V.a Ex.a la extavilidad en esta Ciudad al Físico Ingles D. Jorge Eduardo.

Este individuo no hay duda que en el tp.o que aquí ha recidido, ha acreditado su suficiencia en ambas Facultades, de Medicina y Sirujía; por lo qual, y por la necesidad que se tiene de un sujeto de estos conocimientos, se ha hecho acreedor ala genl. aclamacion del Pueblo, sobre lo que rep.a con su alta compreencion resolverá lo que estime mas acertado y conveniente.

Ntro. Señor Güe. la importe. vida de V. Exa. ms. as.—Serena y Junio 8 de 1805.—Juan Ant.o Guerrero.—Patricio Zeballos—Felis Barleta.

El gobierno de la capital resolvió en estos términos:

Santiago, 4 de Julio de 1805.

Visto, con atención á los antecedentes, contéstese negando esta pretensión con las advertencias oportunas, y agregándose copia de la ord.n q.e se dirija, archívese.—Muñoz.

Con igual fecha se pasó otra nota al Cabildo serenense, firmada por el Presidente don Luis Muñoz de Guzmán y certificada por don Judas Tadeo De Reyes, en la cual se expone que en vista del estado de guerra con su misma Nación,—Inglaterra—y de otras consideraciones relativas á las leyes españolas, no se accede á la solicitud del Cabildo y vecinos de la Serena.

No hemos encontrado documentos para saber si se cumplió ó nó esta orden superior, ó si se ausentó del país el físico Eduardo.

Los primeros datos, que á su respecto hemos hallado después, datan de la Serena, de fecha 12 de Noviembre de 1808, en que aparece el Dr. Hipólito de Villegas acusando, ante el Presidente Carrasco, al físico inglés Jorge Ewards de los Valles, por creérsele cómplice de un contrabando en Totoralillo.

Terminado el temor á los corsarios ingleses, y acentuada la paz después de la guerra de la independencia, el Dr. Edwards se estableció tranquila y definitivamente en la Serena, dedicándose con ahinco á los trabajos mineros, en los cuales fue afortunado, y al ejercicio caritativo de su profesión.

Los últimos datos que conocemos sobre este facultativo, los hemos leido en la Crónica de la Serena, en la cual aparece el nombramiento del Dr. Edwards con el injeniero don Anselmo Carabantes, para que examinasen las cuentas, presentadas por don Tadeo Cortés, del lazareto que acababa de terminarse, en dicha ciudad, en 1834.


§ II.


Entre los hechos que se relacionan con nuestra tesis, acaecidos en el último decenio colonial, son muy pocos los que merecen consignarse:

Con motivo de la reorganización de los estudios de cirugía en las universidades de la península, se imprimió, en 1803, un programa de enseñanza y se publicó en Chile el plan del «Nuevo real establecimiento para gobierno del Monte-Pío de los Cirujanos del Ejército y Catedráticos de los Reales Colejios de Cirujía.» [8]

Todas estas reformas eran letra muerta en nuestra Universidad, en vista de la indiferencia con que se miraban los estudios de tan interesante profesión.

El virrey Abascal, en 1809, pretendió clausurar la sección de Medicina de la Universidad de San Felipe, por la escacez de alumnos que había en esta colonia, y pidió que los interesados podían ir á matricularse á la Universidad de Lima y que se trasladase á dicha ciudad la renta necesaria para sostener los estudios de los alumnos chilenos.

Esta proposición fue muy censurada y ocasionó unánimes protestas, aunque en realidad de verdad no se merecía tener una cátedra de Prima, cuando su subsistencia, en muchos años, fue sólo nominal. La revolución nacional dió término á este hecho que, quizás, en período normal, se hubiera realizado.

El protomédico Dr. José Antonio Rios, pasó en estas circunstancias un oficio á la superioridad, dándole cuenta del verdadero estado de los estudios médicos en Chile:

«En este querido Reyno, dice, hay escogidos talentos y superiores ingenios que con el cultivo i aplicacion pueden hacer notables progresos en la medicina; la lástima es que con una preocupacion perjudicial juzgan los chilenos por indecoroso el estudio de una facultad tan noble, que en juicio de muchos doctores disputa ventajas de nobleza a la jurisprudencia; a esesta facultad se dirije la aplicacion de la juventud de este Reyno, siendo raros los que estudian la medicina.» Presenta en seguida un plan de reorganización de los estudios y anota la necesidad de fundar un anfiteatro de anatomía, para que conozca nuestra juventud «las partes de que se compone la delicada organización de nuestra Machina.» y lo cree tan urjente que dice que puede instalarse aun sin la Real Confirmación en vista de las cédulas dadas en San Aldefonso y Madrid, de fechas 4 de Agosto de 1784 y 22 de Julio de 1786, en que quedó fundado el real protomedicato de Chile, con absoluta independencia del de Lima y anexo á la cátedra de medicina, con los mismos privilejios y honores que los de Lima y México.

Esta nota del Dr. Rios lleva la fecha de 8 de Agosto de 1809.

Un informe firmado por don Vicente Aldunate, rector de la Universidad, se adhiere á las ideas del protomédico, presentadas al vice-patrono don Francisco Antonio García Carrasco.[9]

El protomedicato, por esos años, inició una campaña contra el charlatanismo y los curanderos que habían invadido y dominado los campos. En una extensa nota, presentada al Dr. Rios, el Delegado de Curicó demuestra el triste cuadro de los males causados por los falsos médicos y entre otras quejas dice que Gregorio Valladares comete graves irregularidades y exacciones y que cobra exhorbitantes sumas por sus trabajos, como también lo hacen los verdaderos médicos con perjuicio cierto de los pobres.[10]

El protomedicato se preocupó, activamente, de secundar los trabajos de la Junta de Vacuna y de los esfuerzos del propagandista Manuel Julián Grajales, que ha marcado aquel período histórico como una grata rememoración para nuestra patria.



  1. Marcelino Urrutia, era negro de pasa, peruano. Fué suspendido del puesto de cirujano de Juan Fernandez á causa de un proceso que le entabló, en 1811, el expatriado Damián Seguí por imputación de robo de dos onzas de oro.—Arch. del M. del I.—Vol. 871.
  2. Reemplazó á Urrutia, en vez de Raymundi, el Maestro José Romualdo Morales, practicante de la Doctrina de Ñuños, (según reza un recibo de $ 30.00 anotado en el Libro de Valanza y Tajamares, de 1812) y que en otros documentos lo hemos conocido con el nombre de Juan José Morales, prestando útiles servicios en la vacuna.
  3. Carlos Dray, natural de Manosca, relata, en su petición al gobierno, el porqué había abandonado la Francia gobernado por un corso que se quería coronar, y detalla las mil peripecias que sufrió en diversos paises sudamericanos. Acompaña á su solicitud algunos documentos y en vista de ellos pedía se le permitiese el ejercicio médico.—Arch. del M. del I.—. Vol. XL.
  4. El Dr. Jorge Edwards es el primer tronco de la familia de este apellido que vino á Chile.
  5. José Joaquín de Mora—Crónica de 1810—por Miguel Luis Amunátegui.
  6. «Exmo. Sor.

    Oy he despachado fuera de la jurisdiccion sinco marineros Ingleses que las fragatas ala fuerza los dexaron en Tierra. Se ha desertado tambien (infiero que con la protección de algunos) un Físico Ingles, póngolo en noticia de V. E. para que me mande lo que devo hazer con el, pues aunque util al Pueblo es perjudicial por otros lados quando arriven Barcos de la misma Nacion.—Dios Gue. á V. E. ms. as.—Serena, 13 de Dizre. de 1804.—Serbando Jordan.—Exmo. Sor. Dn. Luis Muños de Guzman, Tte. Gral, de la Rl. Armada, Presidente, Governador y Capitán Gral. de este Reyno.»

    «Estando expresamente prohibido por las leyes y ordenes repetidas de esta Superioridad, la residencia de Extrangeros en nuestros Países, en especial si son desertores, apruebo á Ud la resolución de haber echado fuera de ahí los cinco Marineros Ingleses de que me habla en oficio de 13 de Dic.e último; por esta razon y la general de unas circunstancias tan críticas, como las presentes, prevengo a VS. que incontinenti remita al Físico (de cuya quedada también me avisa) escoltado á su costa hasta Valparaíso, para que de allí se transporte al Callao en el primer Buque que se presente segun está mandado.—Dios gue. a V. S. ms. as.—Santiago y Marzo 28 de 1805.—Luis Muñoz de Guzmán.—Al Señor Subdelegado de Coquimbo.—Es copia de su original, de que certifico.—Santiago y Julio 9 de 1805.—Judas Tadeo de Reyes.

  7. Los vecinos de la Serena sobre que permanezca en aquella ciudad el Físico Inglés D. Jorge Eduardo.—Capitanía General.—Archivo de Escribanos—Vol. 614—M. de la B. N.—Exp. 57.
  8. Arch. del M. del I.—Vol. 750.
  9. Arch. del M. del I.— Vol. 655.
  10. Arch. del M. del I.— Vol. 1093
Historia general de la medicina, tomo I de Pedro Lautaro Ferrer

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